Partida Rol por web

El cereano había ido asintiendo a las palabras de su fornido compañero, coincidiendo con el en buena medida, hasta que llegó el momento en el que realizó su proeza levantando la roca.

Cadur-Xi-Mirr le miró con una expresión a medio camino entre la admiración y la preocupación -Impresionante, Hound'ua, pero descansa, ha debido ser extenuante- expresó.

Siguió al grupo cuesta abajo, aunque antes de seguirlos pareció pensarlo y volvió apresuradamente hasta el anciano -Anciano Fitte- comenzó -Si cambian de idea- con un tono que bien podría decir "espero que así sea" -este es el camino que deben seguir-. Acto seguido le mostro en su datapad el camino más recto hasta el templo, esperando que les terminasen por seguir, consciente como era de que corrían peligro quedándose. Ahora estaba en sus manos.

El camino de vuelta al templo fue como cabía esperar, se dedicó a calmar los miedos de los refugiados, asegurándoles de que pronto el Consejo tomaría una resolución y que no dejarían estar el peligro de la montaña.

Al llegar, los refugiados fueron atendidos y ellos fueron recibidos por las maestras Ilis y Serra. El cereano las escuchó atento, si bien sentía más afinidad por la maestra Serra que por la intimidante maestra Ilis. 

Dejó hablar a su compañero Oney, al acabar le puso la mano en el hombro, con una sonrisa amable -Oney está siendo modesto- expresó, en tono bondadoso -No cualquiera se habría podido enfrentar a la visión de Hound'ua y mantenerse sereno. Todos lo hicieron lo mejor posible-

A continuación, dirigiéndose en especial a la maestra Serra, continuó -Hemos conseguido traducciones que creemos bastantes exactas de las inscripciones de las ruinas, maestras- expresó, hablando atropelladamente, visiblemente emocionado, buscando en su datapad las traducciones -Uno de los refugiados, el anciano Fitte, afirma que las escrituras son semejantes a las utilizadas por los "daaki", un pueblo hermano de hace largo tiempo. Al parecer lo estudió cuando aún tenía una plaza en la academia de Lessu. Probablemente en Ryloth haya más información, y afirmaba que vivieron antes de la Gran Guerra Hiperespacial- conforme va hablando, al cereano le brillan los ojos, es evidente que está encantado por el filón de información que han encontrado. No obstante, tanto hablar le termina por pasar factura y debe detenerse, entre toses, para tomar aliento, invitando a sus compañeros a continuar hablando.

"los maestros están al tanto de todo"

Alzó una ceja ante aquello, incrédulo.

-¿Sí? Bueno, pues voy a tener palabras.

Y hablando de palabras, palabras fueron lo que hubo a continuación. Bastantes palabras. Enci le insultó, pero él le había insultado porque él le había insultado antes, y aquello importaba bastante menos de lo que parecía o parecía pensar mucha gente, sobre todo entre refugiados de guerra. Ignoró abiertamente lo que le dijeron enrocándose en su posición sin estar dispuesto a tener en cuenta que se le acababa de decir sobre que se localizara otra posición en la zona y pudiera conseguir algo, sabedor de que o aquella posición se debilitaría con el tiempo o la pura inmovilidad acabaría por atraer a suficientes miembros significativos de su bando al ruedo que su posición sería irrelevante, y...

...y...

...yyyyyyy...

Zez se quedó mirando con los ojos como platos y la boca, uno podía adivinar, igualmente desencajada ante lo que estaba viendo. Y lo que significaba. Trató de buscar confirmación en los ojos de Cadur, pero este parecía estar más centrado en felicitar a Hound´ua por su proeza que. Vale. Seamos justos. Era una proeza impresionante en la Fuerza, admitido.

-...

No dijo nada el resto del tiempo que estuvieron ahí. Sólo le dijo unas palabras a Fitte para recordarle lo que había preguntado sobre necesidades varias en una lista (lo que posiblemente hubiera sido olvidado debido a la ENORME Y AMENAZADORA ROCA) y se marcharon de allí. Por el camino, Zez volvió a su natural amargor, aunque se mantuvo en un segundo plano con respecto a los otros jedis y empezó a preguntar a varios twi´lek que pertenecían a los cazadores y exploradores de su comunidad por diferentes lugares de caza y posible refugio, marcándolos en el mapa por el camino, aprovechando que (hasta donde sabía) ninguno de los aspirantes al margen suya hablaba lekku y no sabrían de qué hablaba.

[En el Templo]

Bajo la mirada severa de las Maestras (o así la consideraba) el chico estaba incómodo no, lo siguiente.

Manteniendo un ojo de la forma más discreta en los twi´leks, a los que había mantenido también un ojo en el viaje y conseguido toda la información posible sobre hábitos de vida, posibles enfermedades locales y demás (ya compartiría la información con el departamento más tarde, de forma discreta) se encontró cara a cara con las Maestras. Había estado planeando esto en buena parte del viaje.

"Hemos descubierto que existen diferentes visiones y tradiciones en la Fuerza incluso entre los ancestros de los Jedi, y que todas deben ser examinadas con detenimiento pero sin abandonar la cautela"

Era limpio, era técnicamente cierto, era la clase de cosa que podría haber colado.

-Oh mierda, tío, ¿estás bien?

Se inclinó hacia don de estaba Cadur, acercándose con un brazo curvado en su dirección, casi protectivo, lo que no casaba con la imagen que había dado hasta ahora. Al menos para la mayoría de la gente que le viese, claro. Quizá fue aquello lo que le descolocó de la posición, o fue la mirada de las Maestras en conjunto, pero cuando llegó el momento no pudo recurrir al plan. En su lugar, lo que dijo fue:

-...preferiría no hablar de eso, Maestra, si es posible...

Dijo, la mirada hacia el suelo, cabeza gacha y los brazos cruzados, frotándose el antebrazo derecho de forma inconsciente.

Estaba claro que al levantar esa roca se había llevado más allá del límite, no solo se había agotado, prácticamente incapaz de responder a sus compañeros cuando le hablaron de su proeza, más allá que con un cabeceo amable, y sentarse agotado en el suelo, si no que también podía sentir como algo se había roto en la canalización de la fuerza, la notaba más distante, más lejana, no sabía si era solo por el exceso realizado, o si ese maldito ser había roto algo más que lo visto a previa vista, pero ahora se notaba embotado, sin emabargo, viendo el resultado en el grupo de los refugiados, lo haría mil veces si fuera necesario, el precio merecía la pena de salvar esas vidas. Aunque el éxito no fue total, Enci, junto aún terco y reducido grupo se quedaron allí, fiel a su palabra no les obligo a marcharse, aunque dudaba que eso fuera posible acaso, cuando llego el plazo ayudo al grupo a ponerse en marcha y se dedico a vigilar la columna para que no ocurriera nada, pero se acercó en cierto punto de la marcha a Oney y tomandolo del hombro le dijo:

-Ellas van a estar bien, tienen que estarlo, ya lo verás...

Con gesto serio le asintió y continuó andando, tremendamente cansado, agotado, pero aún vigilante, al menos hasta que avisaron a la maestra Serra y a la maestra Ilis, dejó que sus compañeros reportasen a las maestras mientras el se quedaba a ayudar a los rezagados, y si tenía que ser sincero, también para serenarse antes del inevitable interrogatorio.

-He aprendido maestra, que incluso en la oscuridad, la fuerza trae luz, pero que así mismo, incluso en lugares de reposo y luz, como un temblo, el lado oscuro puede anidar, y por eso siempre hay que mostrarse vigilante, para proteger al incocente de cualquier mal, en especial, de los lobos con piel de cordero.

La mirada de Hound'ua era penetrante y sería.

-También que el grupo nos da fuerza, puesto que ninguno podríamos haber sacado esta prueba adelante por separado, sin el respaldo de los otros tres.

Miro agradecido a sus compañeros, aunque no les conocia mucho, habían estado allí en momentos duros, y le habían dado fuerzas para seguir, pronto su mirada reposo en el grupo que les acompañaba y pronto se endureció:

-También he aprendido que habrá gente, que apesar de necesitar ayuda es demasiado orgullosa, o loca como para aceptarla, y en esos casos, aunque duela, se ha de elegir salvar a tantos como pueda, y dejar a esos que no, aunque te destroce por dentro, por eso mismo Maestras, les pido que den asilo a estos refugiados, no como nuestros invitados, sino como nuestros amigos, hermanos, pues como pueblo han sufrido demasiado, y con nuestra presencia los pusimos en peligro y los dividimos, tenemos una deuda de honor con ellos, por si fuera poco el hecho de que necesiten ayuda. Son trabajadores duros, seguro que podrían ayudar al templo de maneras increibles si les ayudamos a establecer su asentamiento en este mundo, y quizá incluso, así, demostremos a los tercos que se quedaron, que si somos de fiar, y los podamos poner a salvo.

Con las piernas temblado del esfuerzo y la tensión, Hound'ua miro a las maestras, aguardando a duras penas su respuesta.

A lo lejos, en la entrada del templo, una mirialana y una togruta de piel azulada salieron al trote. Buscaron con la mirada a sus compañeros, y al verlos salieron con premura a recibirlos, intercambiando entre ellas comentarios, sonrisas y algún golpe travieso. El enorme trandoshano que parecía acompañarlas — a quien Oney reconocería con facilidad — fue tras ellas al percatarse de su inconsciencia infantil. Pero no le hizo falta intervenir, ya que ellas, al ver que aún seguían allí las maestras, redujeron el paso hasta pararse a medio camino. El trandoshano quedó a su lado mientras parecía decirles algo en un tono reprensivo, aunque la escena denotaba más bien un aire liviano y poco serio entre los tres. Algo que también los iniciados pudieron notar si se fijaban, era que las chicas portaban ya sus sables láser al cinto.

Las maestras escucharon a los iniciados con atención, aunque sería Serra quien demostrase con mayor emoción su interés, sobre todo, ante los descubrimientos del grupo.
Ilis dedicó más de una mirada al grupo de twi'lek, a los que los auxiliares iban dejando aproximarse de uno en uno al templo tras la revisión médica, sentándolos luego en uno de los patios de entrenamiento.
—Comprendo entonces que valoráis esto como un éxito —señaló Ilis con una mirada altanera al grupo de refugiados. Tras ello, cerró los ojos y se mantuvo en silencio unos segundos, como intentando distanciarse de su propio comentario—. Bien, iniciados. Doy entonces por concluida vuestra prueba. Llevad estas lecciones que habéis recogido con vosotros, y que así os permitan servir a la Galaxia. Así mismo, esto también finaliza vuestro período de aprendizaje en la academia de Tython; lo que permitirá que un maestro os acepte como aprendices. Podéis marchar todos —calló un instante antes de añadir—: excepto el Iniciado Zez y el Iniciado Hound'ua.
La Maestra Ilis se alejó para apartarse de oídos indiscretos, esperando que los dos iniciados la siguieran. Mientras que la Maestra Serra hizo un gesto a Cadur-Xi para que la acompañase. Egibo se acercó a Oney, recibiéndole con uno de sus saludos secretos, como solían hacer antaño. Maylak vio su intento de hablar con Hound'ua frustrado, lo que la dejó visiblemente molesta.

Ilis esperó a que se acercaran los iniciados, manteniendo esa sempiterna expresión de indiferencia. Sin embargo, esto cambió en cuanto los tuvo con ella.
El cambio en sus facciones fueron mínimas, pero había un atisbo de preocupación en ella.
—No dudo que la experiencia de hoy haya provocado un cambio en vosotros. Es más, lo espero —Alternaba la mirada entre ambos iniciados—. Pero mientras que en vuestros compañeros he podido ver y sentir un acercamiento a la comprensión, en vosotros percibo duda, resentimiento y aflicción. Sé, Iniciado Hound'ua, que lo que hayas podido ver y sentir ha sido algo impropio para alguien de tu experiencia. Tan irresponsable —Un resquicio de ira se notó diluirse en un mar de culpa— como he sido yo al no considerar esa posibilidad. Eres un joven muy capaz —Apartó la mirada—. Cuando te recuperes necesito que me acompañes para que cuentes al Gran Maestre Boros lo que has visto. Puedes marchar.
Dando como despachado a Hound'ua, pasó directamente a referirse solo a Zez, como si no le importase si el weequay se quedaba o no.
—Iniciado Zez, por tu parte puedo anticipar que hay mucho que tienes que decir. Si no estoy equivocada, adelante. Y si lo estoy, tienes permiso para irte —Miró al resto del grupo, que ya estaba a lo suyo—. Sea cual sea el caso, ten en cuenta tu papel dentro de la Orden: todos tenemos la obligación de servir con sacrificio por el bien mayor. Nuestro juicio debe estar limpio de alteraciones para poder hacer lo correcto. Así que habla si tienes algo que decir —Ilis observó al clawdita, guardando paciente una respuesta.

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Una vez estuviera a solas con el cereano, la maestra miraluka pediría coger el datapad con la información recabada. Tras percibir el texto a través de las señas de calor del dispositivo, reflejó en sus labios tanto su alegría como su asombro.
—¡Esto es un material excelente, joven Cadur-Xi-Mir! Definitivamente debería haber acudido cuanto antes al yacimiento. Ugh, es una pena que parte de las inscripciones se perdiesen. Aunque la reconstrucción gracias al venerable twi'lek logra arrojar algo de luz —Como si despertarse de una hipnosis, bajó el datapad y volvió la atención al cereano—. Lo siento, no debería dejarme llevar tan fácil. La cuestión es que habéis hecho sin duda un magnífico trabajo, ¡y nada menos que a vuestra corta edad! —Volvió a emocionarse— Porque créeme que tardé lo mío en lograr recabar tanta información vital con la que avanzar un solo proyecto arqueológico. Ojalá en un futuro podamos acceder a esa academia que mencionaste. ¿En Ryloth, cierto? Ay... perdóname, joven iniciado —Respiró hondo—. Dime, ¿aceptarás el padawanato, verdad? ¿O acaso tenías otras inquietudes relacionadas con el mantenimiento del templo?

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—¡Hey! —La mirialana, ahora que el iniciado pudo verla más de cerca, presentaba una túnica más compleja que la del pantorano y sus compañeros. Aparte de lo evidente, como era el sable de luz que portaba al cinto—. ¡Espera, porque no te lo vas a creer! —Desenvainó el sable, sin encenderlo— ¡Te dejan personalizarlo! —Señaló varios puntos de la empuñadura, con sus ribetes y decorados que la hacían una auténtica pieza única. Luego mostró la basa de la espada, donde tenía unas iniciales: O. F. D. K. E.—. Bueno... estas la verdad que no sé si lo verían bien otros maestros... pero al grandullón le parecieron bien, ¿verdad, maestro?
El trandoshano estaba mirando las musarañas hasta que se dio cuenta de que le hablaban.
—¿Hmm? ¿Eh? ¿Qué ocurre?
Egibo disintió con la cabeza y una sonrisa.
—¡Oh! Y esta es Maylak, mi compañera de aprendizaje —Le hizo un gesto a la togruta, que parecía también estar a lo suyo, mirando en dirección a Ilis, Hound'ua y Zez mientras hablaban apartados. Al darse cuenta se os acercó con un ánimo mucho más apagado que el de la mirialana, pero trató de ser cordial igualmente.
—Hola —Se fijó en el pantorano—. ¿Oney, no? Me ha hablado mucho de ti —Miró de reojo a Egibo, que pareció cambiar un poco la coloración de sus mejillas.
—¡Lo dices como si fuera otra cosa! —dijo Egibo, claramente molesta. Maylak soltó una risilla y la mirialana le respondió sacándole la lengua, también sin poder evitar reirse—. ¡Bueno! ¿Y qué tal la misión, pico de oro? ¿Cuánto te has ganado hoy? —Por un instante se le amargó el rostro. Todavía no parecía haber superado aquello. Pero cambió el tema—. ¿Y esos twi'lek?
No mucho después la togruta marchó para reunirse con Hound'ua, dedicándoos un saludo fugaz antes de irse.

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Una vez Hound'ua dejase a la maestra y su compañero atrás, vería a una togruta a punto de chocar con él debido a la carrera que llevaba hacia su dirección. Lo que vio cambiado en ella fue sin duda su nueva túnica, mucho más compleja que la suya propia. Y luego, lo más llamativo: el sable de luz que llevaba al cinto. Sin saber muy bien cómo empezar, simplemente le dedicó una sonrisa sincera a su compañero.
—¿Estás... bien? Te siento cansado. Como apagado —Examinó al weequay por encima—. A nosotros no nos han dicho nada, más allá de que os tocó examinar unas ruinas. Imagino que esos twi'lek han tenido algo que ver —Miró de soslayo al grupo de refugiados que se concentraba a unos cuantos metros de la pareja.

Tragando saliva se terminó por recuperar, alzando el pulgar hacia Zez para indicarle que se no se preocupase.

Observó a los jóvenes acercarse. reconociéndolos de vista por el templo. No teniendo mayor relación con ellos, volvió su atención al grupo.

Asintió sin más a la intimidante maestra Ilis, que no era muy conocida por sus derroches de empatía. No obstante, una sonrisa iluminó el rostro del cereano, quien trató de no realizar alardes, si bien se sentía emocionado por las palabras de la maestra.

Al terminar de hablar la maestra se despidió de sus compañeros con una sonrisa y un -Nos vemos más tarde, ¿Os parece?- Tras lo cual marcharía a la señal de la maestra Serra.

El joven le entregó el datapad a la maestra con una expresión exultante, ansioso por conocer su opinión.

-¡Quizá ahora que se encuentra aquí el anciano Fitte pueda arrojar más luz!- exclamó, procurando detenerse para respirar -Seguro que en el templo hay quien hable mejor su idioma- El joven se sentía emocionado por el descubrimiento, y le costaba contenerse más que a la experimentada jedi. -¿Quizá quede más que rescatar en las ruinas?- preguntó, inseguro, recordando al grupo que quedó allí.

Carraspeó avergonzando, dándose cuenta de que había estado a punto de perderse en reflexiones de nuevo. Vergüenza que no hizo más que aumentar ante el halago de la maestra -Gracias, maestra Serra, todos fueron indispensables, ¡pero seguro que hay más por rescatar!- exclamó, a lo que siguió un fervoroso asentimiento a la mención de la academia de Ryloth -Si, maestra, eso dijo el anciano-

Si bien habría continuado la conversación sobre las escrituras, la pregunta de la maestra lo abrumó en cierta medida, con la emoción no había terminado de comprender que era a esto a lo que se refería la maestra Ilis.

Miró a la maestra a la cara durante unos segundos, reflexionando en la magnitud de la respuesta que estaba a punto de dar, en las pruebas que había pasado, el sufrimiento de los twi'lek, el ataque Sith y, con la mente puesta en su madre, respondió -Si, maestra, aceptaré- sintiéndose en cierta forma mayor, continuó hablando -Bueno, la verdad es que me gustaría trabajar en los archivos, me figuro que mis tareas están a punto de crecer exponencialmente, ¡pero le prometo no ser un estorbo y ayudar en lo que pueda! Hay tanto que me gustaría saber y tanto por descubrir que siento que esta prueba me ha ayudado a tomar esta decisión, maestra Serra- De nuevo, se había emocionado demasiado y debía parar, entre jadeos.

Tras el informe Hound'ua paso la mirada por el grupo, y sonrió a los más pequeños mientras intentaba tranquilizarlos. Cuando Cadur se despidió de ellos no pudo evitar avistar una figura familiar con lekkus que se acercaba por lo que él también se excuso.

-Gracias por todo compañeros, yo también me voy por ahora, pero espero que sigamos en contacto después de esto. Que la fuerza os acompañe a los tres.

Con un cabeceó formal se despidió y se alejó hacia la figura que se acercaba.

Justo cuando procedia a marcharse las palabras de la maestra Ilis lo inmovilizaron en el sitio, con lo que aguardo a lo que esta tuviera que decirles a él y a Zez.

Cuando la maestra acabó de hablar Hound'ua pudo sentir aparte de la reprobación cierto tono de culpabilidad, y eso lo confundió, puesto que había esperado la ira, pero ese sentimientod e culpa no supo si achacarlo a un remordimiento por exponerlo al peligro, o porque sus sospechas eran fundadas...

-Sin duda ha sido una prueba dura para todos maestra, y aunque si considero que hemos hecho todo lo que hemos podido por esta gente, la pena y el dolor que siente en mi, es poque sé que deberíamos haber traido a todos, y por inexperiencia, y falta de habilidad, no lo hemos podido completar, quizá hasta porque haya entorpecido la labor de mis compañeros al perder la compostura brevemente tras el ... incidente.

Cuando usted ordene maestra la acompañare a dar mi testimonio, pero también me gustaría hablar con usted en privado antes, aún tengo que reflexionar sobre parte de lo que ha pasado y si me lo permite me retirare ahora para hacerlo, pero creo que hay algunos puntos que tengo que poner en común con usted Maestra, hay cosas que hoy he sentido o visto, que no son nuevas para mi.

Salvo que la maestra lo pare, el weequay se alejara hacia la togruta que acecha en los bordes de su campo visual.

Cuando llego ante la togruta y se quedó a solas con ella no pudo evitar abrazarla rápidamente, sabía que no estaba bien visto en el templo, pero la tensión, el dolor y la sensación de preocupación había sobrepasado al weequay y necesitaba aunque fuera por un segundo, la presencia reconfortante de su amiga.

Cuando se separo de ella la miro muy serio, y soltó un bufido

-Parece que no soy yo el que tengo que dar noticias importantes ehhh

Y la soltó un codazo mientras esbozaba una sonrisa

-Enhorabuena Maylak, me alegra verte con sable y túnica nueva, te lo mereces. Pero tienes que prometerme una cosa, si alguna vez la situación se pone difícil en el templo, tienes que prometerme que vas a hacer lo posible por ponerte a salvo.

He vuelto a sentirlo Maylak, lo que nos mandaron investigar ... era ... era muy parecido al ejercicio que haciamos aquel día, y he vuelto a sentir a aquella presencia horrible que te ... bueno ... la de aquel dia en el campo...

Hizo un esfuerzo notable por no mirar la mano de su amiga

-Pero esta vez era más intensa, más horrible, me ha mostrado el fin de este templo, la muerte de todos los que aqui estudiamos, y bueno... más cosas. Por eso hemos traido aquí a los Twi'leks, necesitaban ayuda, y no podiamos dejarlos allí, no sabiendo que aquella cosa acechaba en la fuerza en ese templo... Así que he usado la fuerza para mostrarles el peligro de un usuario de la fuerza con objetivos ocultos, he levantado una piedra enorme, más que yo, y creo que ha sido demasiado, no lo se, lo noto  todo raro, como más distante, como si mi conexión con la fuerza fuese algo más difusa,  más... No lo se Maylak ...

Pero de pronto agitó la cabeza, como queriendo alejar de si esos pensamientos y tras la sacudida, parte del viejo Hound'ua volvió de golpe, con una sonrisa exclamó:

-Pero basta ya de penas y de lloros, a quién diablos has sobornado para que te hayan dejado pasar de rango, a mi no me engañas, ese sable lo has robado verdad taimada Malaylak

La golpeo con un dedo suave y secamente entre las cejas, con cariño y un tanto jugueton mientras la sacaba la lengua, aunque en sus ojos aún podía verse parte de la preocupación.

Todos habían salido, uno por uno, y él había quedado para el final. Sólo, con los profesores.

Castigado.

-...sí, Maestra -dijo, la cabeza gacha, los brazos cruzados, rascándose el codo, inquieto, con la mano en el otro- Sólo, un segundo.

No le sorprendía demasiado. Suponía, en el fondo, que era lo que tocaba. Después de todo, el resto de los jedis eran tan seguros de sí mismos, y rara vez tenían que cuestionarse nada, mientras que él lo hacía a todas horas y de continuo. El resto de los jedis eran remansos de serenidad y complacencia mientras que él tenía un natural más agresivo y nervioso. El resto de los jedis poco más o menos, lo consideraban una buena parte de ellos, el candidato más seguro a ser quien cayera en el lado oscuro, si tenía que haber una porra. Esto no era algo contra lo que pudiera luchar, después de todo. Parecía más una regla no escrita de la naturaleza, de la realidad.

"..."

Proyectó el sentir de la fuerza hasta que pudo asegurarse de que Hound´ua estaba lejos de allí.

Suspiró.

-Creo que la hemos cagado, Maestra. Que la hemos cagado mal, y que nos va a morder de vuelta, más temprano que tarde.

Se encogió de hombros.

-No me refiero a haberlos alejado del templo, ni haberlos traído aquí. ¿Esa parte? Éxito completo -dijo, levantando la mirada por unos momentos, refiriéndose a lo que se había dicho justo unos momentos antes; un momento de desafío- Y si no es un éxito, es un fracaso en el que decenas y decenas de personas refugiadas van a recibir atención médica especializada, así que es mejor que un éxito.

Sacudió la cabeza, volviendo a bajar la mirada después de aquello.

-Pero son refugiados, Maestras. Son víctimas de la guerra -empezó a gesticular con las manos- Todo lo que han vivido en la vida son sith amenazándoles porque tienen las armas más grandes y ellos son débiles, y luego viene la República y les desplaza porque necesitan el lugar y tienen las armas más grandes y ellos son débiles e irrelevantes, y entonces los diferentes bandos de oportunistas y matones locales no afiliados los mueven y explotan de un lado a otro, porque, de nuevo, tienen las armas más grandes y no importan a nadie -sacudió la cabeza- ¿Y qué hacemos? ¡MOVEMOS UN PEDRUSCO ENORME CON LA FUERZA PARA DEJARLES CLARAS LAS COSAS! ¡PORQUE NECESITAMOS DEJARLES BIEN MARCADO QUE TENEMOS LAS ARMAS MÁS GRANDES DE NUESTRO LADO, NO VAYA A SER! 

Levantó las manos por encima de su cabeza, completamente frustrado.

-¡Galaxia! ¡No me extraña que algunos se quedaran, aún tuvimos suerte de que no quedaran más! ¡LO ÚNICO QUE HICIMOS ES LA MISMA MIERDA QUE TODOS LOS DEMÁS! -se dejó llevar, enfadado. Sin embargo, su ira no tenía la cualidad desestabilizadora en la Fuerza que podía encontrarse en otras. Era una impresión curiosa- ¡Hemos tratado a toda esa gente como MIERDAS y OBSTÁCULOS y OBJETIVOS en vez de como PUT- CONDENADAS PERSONAS VIVAS Y PENSANTES! Esto... causará cosas, Maestra. Causará cosas malas, aun no sé cómo, pero las causará. Para empezar, tendrá motivos más que justificados para su decisión. Sin eso, hubiera sido un idiota empecinado más, y esas cosas pasan, los dioses saben que la galaxia está llena de idiotas, pero ahora...

Se llevó los dedos a los senos nasales y apretó, tras cerrar los ojos por un momento.

-¿No se supone que es eso? Ecos en la Fuerza. Y estos ecos no van a causar exactamente cosas positivas. Probablemente arrastre más gente de lo que lo hubiera hecho de otra forma, y recemos porque no haya *algo* lo bastante consciente como para tratar de tener un asidero. Ya está hecho... pero quizá... ¿deberíamos tenerlo en cuenta? ¿Para el futuro?

Dijo, algo más tranquilo. Por supuesto, no era todo, había una parte más de todo aquello por la que había que hablar, pero esperaba que no le pidieran que la hablara así. No aquí. No ahora. No era legal. Y de todas formas, ahora que había terminado... ¿posiblemente diera igual, no? Probablemente lo degradasen a jardines y medicina. Había tenido una opotunidad de probar lo que era un jedi y no se había mostrado exactamente como el parangón de las virtudes que la Orden pregonaba.

Exultante por la decisión del joven, la maestra contuvo un arrebato de afecto, limitándose a posar una mano en el hombro del muchacho en cuanto le notó sus problemas respiratorios.
—Tranquilo, joven Cadur-Xi-Mirr —dijo con una sonrisa—. Me alegra oir tu entusiasmo, y de veras que es para mí un honor contar con una mente tan despierta y curiosa en nuestros archivos —Se enderezó y guardó silencio un instante, pensativa—. De hecho... me has ayudado a despejar una duda que tenía en mente desde hace tiempo. He pensado en recuperar mis labores como mentora, más allá de instruir en nociones específicas como la arqueología —Se agachó para estar a la altura del cereano, y aunque carecía de la capacidad de ver el mundo físico, miró directamente al joven—. ¿Querrías ser mi aprendiz, Padawan Cadur-Xi-Mirr?

Maylak intercambió miradas entre los ojos del weequay, su mano y el suelo en varias ocasiones, sin parecer tener mucha idea de cómo enfrentar esta nueva información. Su expresión era de preocupación de principio a fin, aunque pusiese alguna que otra sonrisa fingida para intentar relajar a su amigo.
—Es... terrible, Hound'ua, yo... —Volvió a bajar la mirada, justo posándola sobre su sable, que ahora cogía para enseñárselo al recién nombrado padawan. En cuanto sintió el toque en el entrecejo pareciera habérsele desatascado algo el buen humor. Una sonrisa algo más sincera se abrió a la par que le devolvía el golpe con el puño en el pecho a su amigo.— ¡Eh! ¡Qué me lo he ganado! Y aunque tuviera una prueba menos interesante y... menos peligrosa... ¡Bueno! ¡Qué ha sido completamente legal! —Arrojó un par de veces la espada al aire, jugando, con una expresión altanera sin intención maliciosa.
—Con vuestro permiso, padawan —La reconocible voz gutural y semi-robótica de Kadar-yub sonó a pocos pasos de la pareja.
En cuanto Maylak lo escuchó guardó de inmediato el sable de luz con cierta torpeza por la sorpresiva visita, y realizó una leve reverencia.
—¡Ma-maestro!
—Nada de lo que preocuparse, joven Maylak —A continuación miró al weequay, aunque distinto de cómo lo hizo con la togruta, como si buscase algo en él—. Joven Hound'ua, me alegra que estés sano y salvo. Al menos lo suficiente —Quedó en silencio un instante—.
Maylak miró a ambos interlocutores con extrañeza.
—¿Debo... marcharme, Maestro Kadar-yub?
—¿Mmm? Oh no, no te preocupes. Puedes quedarte. No me llevará nada —El ithoriano sacó algo de una de las cartucheras de su cinto, y se lo presentó al weequay ante sus ojos: unos cristales kyber, más pequeños de lo que quizá el joven pudiera haber imaginado que serían—. Hace mucho que no me había cruzado en mi camino hacia el entendimiento con una voluntad como la tuya, joven Hound'ua. Después de ver tu paso por la academia y los últimos acontecimientos, creo que puedes traer un futuro esperanzador para la Galaxia. Ten, acepta esto como el inicio de nuestro compromiso como maestro y aprendiz —El ithoriano miraba a Hound'ua con la paciencia y comprensión de un padre, esperando que aceptara el presente.
Maylak miró a Hound'ua con los ojos muy abiertos y una mueca de alegría.

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La maestra guardó estoico silencio ante el acalorado monólogo del iniciado, observando cada gesto y expresión con esa mirada que solo invitaba al nerviosismo. Una vez acabó, Ilis se tomó unos instantes para dejar que el silencio llenase el espacio entre ella y el clawdita. Después, con una mirada que taladraba la del muchacho, terminó por hablar.
—Lo único que puedo decirte es que, a veces, la sinceridad puede traer más problemas de los que uno cabría esperar. Lo sé muy bien. Y creo que tú también —Miró al grupo de twi'leks—. El Consejo decidirá sobre el futuro de estas gentes. Poca cosa más se puede hacer aparte de esperar —Volvió de nuevo la mirada al clawdita, parándose antes un instante en dirección a Hound'ua y Maylak, ahora acompañados por el maestro ithoriano—. El Maestro Kadar-yub quería verte, así que ve sin demora. Que la Fuerza esté contigo, Padawan Zez.
La maestra esperaría que el recién nombrado padawan se alejase antes de irse ella misma en dirección al templo en solitario.

Cuando estaba en la zona, y suficientemente apasionado, Zez poseía el que era posiblemente el más secreto de los poderes que podían encontrarse en aquel templo: la capacidad de ignorar la mirada de la severa Maestra sin derretirse por el camino. Por supuesto, cuando terminó, todo fue diferente.

-Ya, bueno -accedió- Sí. Y a veces no queda otra. La vida es una mierda así, Maestra, y...

"que la Fuerza esté contigo, Padawan Zez"

-¿...bwuuuw?

Había escuchado... no. No podía haber escuchado aquello. Y menos después de todo lo que había pensado. Y había dicho. Y todas las, bueno, opiniones que tenía. Y todo lo que pensaban a grandes rasgos todos los demás miembros del templo. Y- no, algo, algo tenía que haber sido un error. Hizo un esfuerzo para tratar de hablar.

-¿...wxmggg..?

El intento, reparó, intentando recuperar el dominio de sí mismo, no fue lo que se podía llamar un éxito completo. Sólo la mirada de la Maestra tras un periodo que se antojaba interminable, y socialmente embarazoso, le devolvió a la realidad. 

-Um... la Fuerza esté con ustedes, Maestra -se inclinó con las manos apoyadas en el regazo, extendidas, los dedos juntos, en paralelo- Gracias por su decisión.

Pese a lo que muchos podían pensar, el joven Zez tenía una gran capacidad de comunión en la fuerza, y de alcanzar los instintos de meditación: aquel foco fue lo único que impidió que saliera dando tumbos mientras trataba de asimilar lo que había pasado. Era un padawan. Eso quería decir que tenía madera de Jedi. Que tenía, oficialmente, incluso después de que hubieran tenido que tratar con él, algún tipo de *valía* en las vías de la Fuerza. Por supuesto, siempre había considerado a todos los que estaban convencidos de que era una criatura condenada a caer en las garras del mal porque no quería tragarse todo lo que le ponían por delante, y nunca le había dado cancha a esa opinión... pero...

Pero.

Y en ese "pero" estaba aún ocupado mientras salía por la puerta, en búsqueda del Maestro Kadar-yub.

El joven iniciado asintió a la Maestra Serra recobrando el aliento, tratando de calmar sus temores.

-Si, maestra- respondió, centrándose en su respiración.

Lo que escuchó a continuación lo llenó de maravilla y asombro, no solo podría trabajar en el archivo, con todo el acceso al conocimiento que ello implicaba, ¡sino que la Maestra Serra iba a ser su maestra! No recordaba un día tan memorable desde su llegada al Templo, y sospechaba que tampoco olvidaría nunca este día.

Contuvo el impulso de lanzarse a la jedi, rodeando su cuello con sus brazos en un abrazo, pero a duras penas. -¡Si, Maestra!- exclamó -¡Será un honor!- respondió, imitando a la miraluka.