Partida Rol por web

—La Fuerza es lo que te permitió salvaros a ti y a tu madre. Es parte de todas las cosas vivas. Las conecta y les da la oportunidad de existir, conscientes de... —Meditó un instante, mordiéndose el labio inferior y cerrando de nuevo los ojos, hasta que volvió a hablar.— Todos los que estamos aquí somos parte de la Fuerza. Pero tú y yo somos estamos más unidos a ella; podríamos usarla para hacer lo que ansiamos. Pero —Sacó el dedo índice— eso no sería correcto. Nadie debería abusar de un poder para su propio beneficio, sino para ayudar a quienes carecen de él.
Xi-Ame te miraba de tanto en tanto mientras cogía de la mano a su amiga.
—Tú aún eres joven, y por ello necesitas encontrar un lugar tranquilo y seguro donde aprender estas cosas. Por eso es necesario que vengas conmigo. Por tú bien, el de tu madre y de quienes te rodean. Y más importante: por el bien de la Galaxia.

Cadur-Xi-Mirr asintió con interés a las palabras de la jedi, bebiendo con avidez sus palabras como solo puede hacerlo un niño atrapado en una buena historia.

Pero, finalmente, el último engranaje encajó en su cabeza -¿Sólo puedo ir yo?- preguntó, tomándose el tiempo necesario para respirar pausadamente, estaba descubriendo que si no se agitaba el dolor amainaba -¿Y ella?-

Te miraba con cierta frialdad, como si hubiera hecho esto antes. Y aún así, dudó de cómo proceder.
—Allá donde vamos, solo pueden estar los jedi. Verás que es mejor así, pues te permitirá concentrarte en lo que verdaderamente importa: la Fuerza —Guardó silencio unos instantes.— Debemos dejar a un lado los sentimientos por nuestros seres queridos y amar a todas las cosas por igual —Miró a tu madre.— Tómate tu tiempo para despedirte, joven Cadur-Xi-Mirr. No tardaremos mucho más en llegar.
La zabrak no añadió más, y pareció aprovechar aquel momento de quietud para descansar — o eso te creíste.
Xi-Ame charlaba con la doctora de algo que pareció alegrarla, aunque no por ello la distrajo demasiado de la reunión que tuviste con la jedi. Parecía esperar que en algún momento llegaras con malas noticias.

Cadur-Xi torció el gesto: esto no era como el había imaginado, ¿Cómo iba a renunciar a todo así como así? Tenía que ser un error.

-Pero...no lo entiendo, ¿Por qué no puede venir?- preguntó, notando los ojos humedecerse.

Al adoptar la jedi la actitud de reposo se giró hacia su madre, esperando que ella respondiese sus preguntas y le dijeses que era todo un error.

Xi-Ame soltó la mano de su amiga al verte llegar. Reconoció tu expresión y ya podía imaginarse la situación. Te abrazó con ternura y te habló al oído.
—Cariño, sé que es duro... —Podías notar sus lágrimas resbalar por tu piel— Pero es lo mejor que puedo hacer por ti. Irás a un lugar seguro, lejos de los males del mundo —Se separó para mirarte, acariciándote y limpiándote las lágrimas.— Tú siempre me tendrás contigo, allá donde estés. Mi vida... —No pudo evitar romper a llorar con la angustia que la reconcomía.
Sae-Vi le acarició la espalda a tu madre, y te miró. Más a lo lejos, la jedi se mantuvo serena, pero atenta al grupo de cereanos que se envolvían entre sí, dándose el cariño que ahora la galaxia les negaba.

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Más tarde, una madre y su hijo en brazos, observaban más tranquilos el atardecer. Una estrella blanquecina que daba sus últimos rayos a este planeta envuelto en la guerra de otros, un día más.
Tu madre te dejó en el suelo y te llevó de la mano hasta una nave de estructura particular, definitivamente de origen extraterrestre. En el camino, a ambos lados, pudiste ver una gran cantidad de cereanas preparándose para partir; algunas de más o menos tu misma edad, abordando transportes republicanos. Al fondo, una zabrak de rostro impávido con las manos cruzadas bajo el abdómen, justo delante de aquella nave. Al llegar junto a la jedi, Xi-Ame se agachó para hablarte.
—Te he preparado tu equipaje con todo lo que necesitarás en tu viaje —Te cedió una pequeña bolsa cerrada con una cinta, y te ayudaría a ponértela cruzada en uno de los hombros.— Cadur-Xi, hijo mío... sé que no he tenido mucho que darte, y menos cuando todo esto-Todo ha pasado demasiado rápido... —Te acariciaba con toda la ternura que era capaz de demostrarte.— Ahora tendrás una nueva vida con los jedi, a salvo. Sé que crecerás bien, de cuerpo, mente y espíritu, y podrás ayudar a los demás del mismo modo en que me salvaste. Recuérdame con cariño, pues yo también lo haré, pero no lamentes no volver a verme —Te acercó para un fuerte abrazo.— Me has dado una vida dichosa, mi niño. Ahora le darás el amor que me has dado a quien lo necesite.

Cadur-Xi-Mirr se echó en brazos de su madre en un abrazo desesperado, dejando las lágrimas correr libremente. Sentía este como la peor de todas las desgracias y sucesos extraordinarios que le habían sucedido: ni los ataques, el dolor al respirar ni la manera de detener las rocas le habían preparado para separarse de la única familia que jamás había conocido.

-Pero...no quiero, mamá, no sin ti- se limpió las lágrimas y la miró con ojos grandes, suplicantes, aunque sabía en el fondo que la decisión ya estaba tomada.

El joven observó el planeta que dejaban atrás, junto a todo lo que había conocido y considerado bueno y firme hasta ayer mismo, abrazado a su madre.

Al llegar a las naves de aspecto, para el, desconocido, miró a las mujeres que lo acompañaban, sintiéndose pequeño en comparación, pero especialmente mirando a su madre, que le hizo entrega de un petate y le ayudó a colgárselo -Gracias, mamá-.

Se quedó callado, sin saber que decir, sintiéndose abrumado por el peso de las emociones que pugnaban por aflorar -Me lo has dado todo, mamá- dijo, conteniendo las lágrimas y mirando al suelo, sabiendo que si la miraba en ese momento no sería capaz de marcharse con la jedi.

Se dispuso a dirigirse hacia la zabrak pero, antes de llegar, se quitó la bolsa de encima y volvió a dar a su madre un último abrazo -Yo tampoco te voy a olvidar, nunca-. El torrente volvió a salir, notaba como quemaba sus mejillas más que el ardor al respirar.

Nunca olvidaría Cadur-Xi-Mirr este día, pero había algo en lo que su madre se equivocaba: si volvería a verla, de eso estaba seguro.

Subir aquella rampa de aterrizaje probablemente fue lo más duro de aquel día tras dejar de abrazar a tu madre. La jedi esperaba arriba para dirigirte hasta tu asiento. Xi-Ame, quizá por última vez, te observó desde el espaciopuerto mientras la nave se preparaba para salir. Su entereza se rompió del todo una vez despegasteis para dejar Cerea y toda una vida que no pudo ser, atrás. La zabrak te observaba, pero donde antes había una suerte de indiferencia, ahora viste claramente la empatía.
—Es mejor si empiezas a olvidar desde ya... créeme.

El Espacio era inmenso, inabarcable. Como si nadases en el cielo estrellado, poco a poco os alejasteis del planeta. El piloto accionó unas lucecitas aquí y allá en una amplia superficie color crema y, tras tirar lentamente de una palanca, todo se difuminó en un haz de luces que te envolverían hasta llegar a tu destino.