Partida Rol por web

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En algún momento de soledad y quietud, Cadur-Xi percibió una presencia tras él.
—Padawan Cadur-Xi-Mirr, volvemos a vernos —La Maestra Tovak se acercó al muchacho con actitud relajada, y una vez frente a él realizó una leve reverencia—. Tengo entendido que la Maestra Serra te ha aceptado como padawan. En cierta manera me apena no haber podido enseñarte yo misma, pero no dudo de que vayas a aprender mucho de ella —Un intento de sonrisa estuvo a punto de florecer hasta que pareció pensar en algo que le cambió el ánimo—. Debo decirte algo, joven Cadur-Xi-Mirr. Sobre tu maestra en específico —Aún con lo dicho, parecía reticente a contarle al padawan sobre el asunto.

Durante algún instante de solitaria tranquilidad, la Maestra Ilis haría acto de presencia con su acostumbrada cara de pocos amigos.
—Padawan Hound'ua. El Gran Maestre te espera —Sin esperar respuesta, lideró la marcha en silencio.

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Difícilmente nadie por encima del rango de Caballero o Dama pisaba el Ala de los Maestros, y mucho menos los salones del Consejo de la Orden. La decoración y estilo de la arquitectura permanecía exacta al resto del templo, cambiando como mucho las enseñas que identificaban la cercanía a la zona privada del Consejo. Por los pasillos podían verse a las maestras y maestros del templo realizando sus rutinas matutinas, charlando y consultando información en los terminales públicos. No había nadie que no saludase a Ilis, aunque no todos lo hacían con un respeto demasiado afable, sino más bien rígido, por lo que exigía la etiqueta.
Pasada esta parte del templo, justo tras una pequeña sala de espera, solo quedaba atravesar un largo pasillo que contenía las imágenes en piedra de los anteriores Grandes Maestres de la Orden: una variopinta colección de bustos alienígenas, que por las fechas se remontaban milenios atrás, incluyendo algunas especies de las que poca gente guardaría conocimiento de su existencia. Algunas parecían hechas en materiales distintos, otras presentaban un desgaste evidente por el paso del tiempo, y otras pocas parecían haberse visto envueltas en algún tipo de evento que las había dañado de forma irreparable. Finalmente, al fondo del pasillo esperaban unas puertas dobles que doblaban la altura al joven padawan. Ilis miró al muchacho y le hizo un gesto para que se adelantase.

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En cierto momento, mientras el padawan Zez andaba por el templo, pudo ver en los terrenos cercanos a la entrada un aglomeramiento de gente bastante inusual. Al acercarse percibió con claridad a los refugiados twi'lek, que parecían prepararse para salir de la zona; pertrechándose con todo lo que parecían necesitar, distribuyéndolo entre los pocos vehículos con los que contaba la Orden, además de dejar espacio para la gran cantidad de twi'lek que necesitarían transporte.
Desde su marcha de las ruinas, los refugiados habían dispuesto un asentamiento provisional cerca del templo con el permiso del Consejo, mientras este decidía su destino.
Ahora que había llegado junto a la marabunta de twi'lek, pudo ver algunos jedi echarles una mano para facilitarles el traslado. Entre ellos, la padawan togruta colocaba algunas cajas de alimentos en uno de los speeder mientras hablaba con Etani, la líder de los cazadores de los refugiados.

-Maestra Tovak- Saludó Cadur-Xi-Mirr. El joven tenía por la zabrak un aprecio reverente, dada su actuación en Cerea, y se apresuró en responder a su inclinación de igual manera, tratando de parecer respetuoso.

-Si, así es maestra- respondió. Sin saber muy bien que añadir, optó por un prudente -Si hay algo que pueda hacer por usted maestra, no dude en contar conmigo- conforme habló, cogía confianza, sentía verdadera gratitud por la maestra Tovak, y trataría de estar a la altura de ser necesario.

Frunció el ceño ante sus palabras en relación a su maestra -¿Cómo? ¿De qué se trata, maestra Tovak?-

—Es un asunto que no creo que tenga demasiada importancia, una mera observación —Su mirada parecía acomplejada—. La conozco desde hace años. Podría decirse que compartimos bastante tiempo juntas, y lo cierto es que, aunque sea una gran jedi, no deja de tener sus... peculiaridades —Agitó la cabeza de lado a lado, como intentando aclararse—. Tienes que saber que es una persona obsesiva, especialmente con el conocimiento —Enfocó bien sus ojos a la hora de mirar al cereano, procurando sonar determinante—. Lo digo en serio, padawan Cadur-Xi-Mirr. Si alguna vez su obsesión te pone en peligro a ti o a cualquiera, debes hacer lo que sea necesario para salir sanos y salvos. Todos, a poder ser.

El cereano la miró sin terminar de entender, tratándose de una maestra jedi debía de ser importante, ¿No? ¿Sería esta una prueba a resolver?

Continuó mirándola, frunciendo el ceño tratando de encontrar otro sentido a sus palabras y prestando toda su atención.

-Es...bueno anhelar conocimiento- respondió Cadur-Xi-Mirr prudentemente.

-¿En peligro?- terminó por preguntar, sorprendido.

—El anhelo puede tener un objetivo bueno y legítimo, pero obsesionarse con aquello que anhela nubla el juicio y lleva al Lado Oscuro —respondió la zabrak, casi como ardida—. Lo que quiero que tengas presente, y solo te lo digo porque serás el más cercano a tu maestra, es que procures su bien y el tuyo por encima de cualquier fin que ella se marque y no obedezca las directrices del Consejo —Trató de serenarse y finalizar con un tono más calmo—. Es duro esto que te digo, pero de veras, si ocurriera algo que te haga elegir entre ella y tú o los demás por una de sus ofuscaciones, no dudes y déjala ir. Eso es todo —Realizó otra leve reverencia antes de darse la vuelta y marchar, pero paró una última vez para mirar al cereano, afirmando con sus ojos que debía permanecer en silencio sobre todo aquello.

Cadur-Xi-Mirr abrió la boca como para responder, pero no llegaron palabras a sus labios.

Asintió a la maestra Tovak y, captando la petición de silencio, dirigió sus pasos a los archivos.

El padawan Zez había ocupado un considerable espacio de su tiempo ocupándose de asuntos relacionados con los twi´lek.

No de forma pública, o a la vista del resto de sus camaradas de templo; tenía una reputación que mantener después de todo. Pero muchas veces los locales se lo habían encontrado ahí de médico improvisado, para recabar información, comprobar qué podía hacerse en una situación, calmar los ánimos o simplemente uniéndose a la gente que estaba quejándose de todo para quejarse él también. De cara al futuro, había estado estudiando todo lo posible los archivos de que disponían en la biblioteca, y había tratado de asegurar con el Departamento Agrario la información sobre posibles plantas y usos utilitarios y médicos de la vegetación accesible a los twi, lo que pese a haber especificado *claramente* que era por puro interés especulativo y nada más por cumplir las funciones que a un Jedi se le suponían, y NADA MÁS, había sido recibido con alguna sonrisilla y, lo que era peor, con una mirada afable. Dioses cómo odiaba a aquel par de cabrones que le tenían colado que se creían tan listos.

-Yo. Mylak, ¿no? -preguntó- Soy Zez. ¿Tienes un momento?

Zez era... un nombre bastante reconocido en la Academia, entre el sector estudiante, aunque por lo general la asociación no fuera incluida a algo positivo. Hound´ua podía ser una persona compleja por sus fallos, pero la opinión más extensa sobre Zez es que era, a grandes rasgos, un capullo. Y eso era el sector más amable que no consideraba que su carrera iba a caer en el Lado Oscuro antes de empezar, y para los estándares que los jedi presentaban como necesarios... razones quizá no les faltaban.

-Va a ser un tema de mierda. Aviso.

Dijo, con un tono que sonaba molesto pero tenía un cierto componente de culpabilidad detrás. El padawan llevaba en las manos dos tazas humeantes de recaf dulce, una de ellas extendida en dirección a Mylak en ofrecimiento.

La padawan no puso cara de sorpresa al ver al clawdita por allí.
—Claro, Zez. Si te recuerdo —Se sonrió al decir aquello y miró las tazas, para luego echar otra mirada a Etani antes de dejar la caja en el transporte y seguir al muchacho—. Un segundo, Etani —dijo, alejándose.
Una vez aparte del grupo de refugiados buscó algún sitio donde sentarse y descansar del ajetreo de la tarde. Recibió con gusto la taza, aunque sin poder evitar arrugar el rostro tras aquellas palabras que no prometían una conversación sencilla.
—Gracias, pero... ¿De qué se trata? ¿Acaso has vuelto a "perder" alguno de los discos holográficos de la biblioteca? —La sorna era obvia por su tono y expresión.

Asintió, tranquilizándose un poco no sólo ante el asentimiento sino ante el entender con rapidez, y sin discutir, que si podían tener la conversación en un sitio discreto, mejor.

El chico estaba incómodo. Se llevó la taza a la boca para hacerse a empezar...

"¿Acaso has vuelto a "perder" alguno de los discos holográficos de la biblioteca?"

...pero Mylak sabía al parecer qué botones pulsar en el claudita para arrancarlo. La incomodidad duró poco, ahogada por un torrente de zezidad.

-No "perdí" nada -dijo, el ceño fruncido, empezando a hacer férreos aspavientos con las manos que de milagro no derramaron el líquido- Los tenía guardados para que Dyn-eun no los tocara porque es un CERDO y un SIMIO y el templo debería DEMANDAR al profesor responsable de que no le explicaran que no puedes venir del entrenamiento y manejar material DELICADO y SENSIBLE sin LAVARTE TUS MUGRIENTAS PEZUÑAS antes -levantó las manos por encima de la cabeza, indignado- No me puedo creer aún que tenga que explicar a malditos prescientes en una conexión sobrenatural algo así, ¡pero es culpa mía por subestimar la idiocia de la gente! ¡CÓMO SE ME OCURRE!

Se dio cuenta de cómo le habían arrancado justo después de que hubiera pasado. Se colocó retraído, encogiéndose sobre si mismo, y dedicándole a Mylak una intensa y feroz mirada de "bien jugado" mientras sorbía con profundidad de la taza porque la dignidad era la dignidad pero el cacao caliente era el cacao caliente.

-Mrf. Bueno, no. No se trata de eso -dijo- Se trata de... bueno. Tu brazo. He oido algo sobre qué pasó, y tengo preguntas.

Durante el desbarre la togruta no hacía sino sorber de la taza con una mueca divertida por ver lo que había causado. Cosa que no duraría tras conocer la razón de la conversación. Apartó la mirada y se la empezó a notar bastante incómoda por algo. Pero finalmente habló, como si la presión terminara de romper su silencio.
—Fue hace unos años —Bebió lo que le restaba del líquido de un trago, suavemente—. Hound'ua y yo estábamos en medio de una de estas pruebas que solía hacernos Ilis, para focalizar la atención y, bueno, para "disciplinar" a Hound'ua. Es igual. El caso es que teníamos que ayudar con la cosecha a M'look y Gorpals en lo que restaba de los campos de fruta —Mantenía la vista fija en la taza mientras le daba vueltas, de forma bastante ágil, con la mano y la garra mecánica—. Nos pusimos a jugar, como solíamos hacer para distraernos. Dos maestros en una misión especial en Kashyyyk —Sonrió— Y en esa distracción no supe ver lo que tenía delante, o lo que estaba agarrando, más bien. Eran tan solo unas semillas, pero en mi mano las empecé a sentir como un fuego tremendo. Las solté casi al instante, aunque ya no había nada que hacer. Una especie de veneno gangrenante, o corrupción, no lo sé. Ni siquiera en la enfermería supieron reconocer aquello. Tan solo hicieron lo que debían para salvarme —Se miró donde antes tenía su mano—. Ojalá no hubiese sido tan idiota.

Había esperado quizá más resistencia. No tendría que patear la puerta de ningún profesor.

"..."

Ok, había pensado muy pronto. Era posible que no tuviera que patear la puerta de ningún profesor en este mismo momento. Al menos tenía una prótesis mecánica, si el Templo no hubiera hecho al menos eso poco iba a haberse retenido en cualquier otro caso. Había leído por algún lado que la instalación de la robótica podía interferir con el uso de la Fuerza, pero la no instalación de la robótica podía interferir con el hecho de tener un brazo, y en lo que a él era respecto ya era bastante.

-Ok, antes que nada: y un carajo. Cuando un profesor manda a un alumno, que además es un crío, a hacer cualquier cosa, NO ES EL CRÍO EL QUE TIENE QUE SENTIRSE MAL PORQUE EL ADULTO NO HICIERA SU MALDITO TRABAJO.  Además... me suena algo de "un ejercicio de meditación que nos forzaba a ver como dos lunas, una blanca y otra negra rotaban enfrentadas entre sí, hasta que una fruta, unna fruta en la que presentí la misma presencia que hoy, pero mil veces más diluida, la intentó envolver". Y me suena porque es lo que me dijeron.

Se encogió de hombros. Aquellas habían sido las palabras exactas de Hound´ua, en concreto.

-¿Algo que me puedas decir de ese ejercicio de meditación?

El chico no tenía manera de sospechar de la "investigación secreta" que el weequay estaba llevando por su lado, pero estaba bastante seguro de que el weequay era, en una forma u otra, un tremendo idiota, así que no le sorprendería demasiado que no se hubiera parado demasiado a pensar en las repercusiones de lo que consideraría seguro una gloriosa y romántica cruzada para vengar bla bla blá.

Maylak ya parecía acostumbrada a los exabruptos del clawdita, aunque en una circunstancia tan sensible como aquella no pudo evitar que le pillara algo desprevenida.
—No... —Mantuvo la mirada gacha—. La Maestra Ilis... bueno, ni ella ni nadie sabía sobre aquello. Me culpo por el hecho de que fallé precisamente un ejercicio que iba sobre concentrarse y disciplinar la mente. Que nadie estaba preparado para aquello es obvio, pero que quizá si no me hubiese distraído con juegos podría haberme prevenido sobre esas malditas semillas —Cerró las falanges de los tres dedos mecánicos de su mano, con cierta rabia—. Y aquel ejercicio no tenía más que ese objetivo: concentrarse. Dos esferas girando contrapuestas y a la vez, ininterrumpidamente —Se sonrió—. Si llegué a tenerlas en mente más de dos minutos fue un verdadero logro.

Los jedi nunca parecían estar preparados para alguien que andara cabreado por la vida. Aquello parecía una debilidad preocupantemente increíble teniendo en cuenta la recua de indeseables que se oponían a ellos por principio... pero qué iba a saber Zez. 

-Yeah. Un ejercicio supuestamente monitorizado, como todos los ejercicios de este tipo. ¿No estarás tratando de buscar cómo descargarte la responsabilidad encima? No hay culpables en esto.

Levantó un dedo, poniendo el "pero" ante la siguiente posible protesta a esto.

-Culpables. ¿Pero responsables? Probablemente. Y la Fuerza sabe que me voy a hinchar si esto acaba donde creo que acaba. Has dicho que ni ella ni nadie sabían sobre aquello -resopló- ¿Quién organizó el ejercicio? ¿Qué Maestro, o Caballero? ¿Quién eligió la zona? ¿Fue una elección oficial, o "casualmente" fuera de los registros?

Quien sea el hijo de puta, pensó su mente con rapidez, qué convenientemente se ha beneficiado de la culpabilidad de una y del complejo de héroe del otro. Su mente solía ser lo bastante rápida a la hora de conspirar o a la hora de compararse negativamente con quien fuera relevante en el momento, y estaba acostumbrada a hacerle el vacío, pero eso no quería decir que *siempre* estuviera equivocada. Y las preguntas que estaba haciendo eran, muy probablemente, las preguntas importantes. Inconvenientes para un futuro Jedi, pero Zez debía ser sin lugar a dudas la persona con menos perspectiva de alcanzar la aprobación del Consejo que existía en el planeta. Al menos, no había dudas en la perspectiva de Zez.

Cambió de nuevo el gesto y, extrañada, centró por completo la atención en la conversación, y con ello dejó de dar vueltas a la taza..
—¿Qué quieres decir? Fue la Maestra Ilis quien planteó el ejercicio —Intentó verbalizar algo un par de veces, cortándose a sí misma, para finalmente decir—: ¿A dónde quieres llegar con esto, Zez?

En su caso, no se privó de llevarse la taza a los morros. No sólo le daba la excusa de poder realizar pausas estratégicas para poder plantear la conversación, sino que estaba calentito y rico.

-Ah... no, nada especial. Sólo asegurándome...

"de a quién le tengo que gritar"

-Hound´ua parecía bastante convencido de que lo que sentimos allá en las ruinas era exactamente lo mismo que sintió en la presencia de la semilla, o fruta, lo que fuese, en aquel momento. Y el hombre puede que sea un idiota pero no le puedo recriminar su capacidad de percibir la Fuerza al menos -se encogió de hombros- ¿Estaba la Maestra presente con vosotros en el lugar, o no muy lejos al menos?

Estaba empezando a ver el patrón. Presentía, más que sabía, que el weequay pensaba que podía haber alguna clase de conspiración mística maligna, mientras que él... bueno... digamos que acariciaba más la idea de que fuese "simple" muestra de irresponsabilidad rampante.

—Sí, eso me dijo... —Por sus muecas, no parecía terminar de entender de lo que iba aquella conversación—. Y no, los únicos que estábamos allí éramos él y yo. Bueno, M'look y Gorpals estaban en el Campo 1, pero queda un poco lejos del tercero, como sabrás. De Ilis no tengo idea de dónde estaría, pero la última vez que la vimos antes de lo que ocurrió, estaba de camino a la entrada del templo.

No iba a culpar a nadie por no entender qué objetivo tenía, sobre todo con el nivel de lavado de cerebro que a aquella gente le gustaba practicar por lo general. Y él no tenía nada contra el lavado de cerebro en su justa medida, ojo.

-Mmm-hmmm, vale, gracias. Bueno, eso quita cosas al menos...

Asintió.

-Uh, qué pasó cuando... bueno... -aquello era bastante incómodo- ya sabes. Qué recuerdas, después de que...

Preguntar "qué es lo que pasó después, en los momentos en que fuiste consciente de que perdías el brazo" era jodido. No había forma de edulcorar aquello para preguntarlo, lo que le hacía sentirse tan incómodo como se merecía. Vale, sí, normalmente tenía menos problemas en ir arrollando a la gente, pero es que normalmente la gente se lo merecía más.

—Mira, Zez... —Inspiró profundamente, como si fuera a soltar algo basto—. Lo que pasó, pasado está. Tengo la certeza de que nadie en el templo tiene la culpa de lo que me ocurrió, aunque sienta lo contrario de mí. Pero si esas frutas tenían algo que ver con la presencia que Hound'ua sintió en las ruinas... —Meditó en silencio un momento—. Sea lo que fuera, me temo que tendremos que confrontarlo. La Fuerza es sabia y debemos confiar en ella para ayudar y sobrevivir —Volvió a mirar su brazo mecánico—. Esto es tanto un obstáculo como un recordatorio. Si la Maestra Ilis nos quería dar una lección, no creo que hubiese una mejor que esta —Se levantó calma, y posó su otra mano en el hombro del muchacho—. Serénate y deja que las cosas fluyan. Yo también sentí mucho mal aquel día, y en parte lo sigo sintiendo, pero si algo he aprendido aquí es que lo mejor para todos es dejar marchar esos sentimientos; esos recuerdos —Apartó la mano y sonrió a su compañero—. Venga anda, que todavía les queda mucho que cargar. Además, por lo menos querrás despedirte.