Partida Rol por web

VIII — La primera Marca

Harlem — Casa de Allegra Pawl

Con la dirección en mente, Nicholas usó la red Flu para transportarse a casa de Marcus Pawl, dejando a sus compañeros al cargo del mismo. Pudo ver cómo los medimagos conjuraban una camilla sobre la que colocarlo mientras otros empleados trataban de despejar la zona. El auror tomó un puñado de polvos flu y tras lanzarlos, las llamas lo envolvieron y su estómago dio un tirón hacia otro lugar.

En su bolsillo, permanecía guardada la carta sin abrir que Bell le había mandado. Sophie...

Su cuerpo se evaporó consumido por las llamas para aparecerse en una chimenea menos espaciosa que las del ministerio. Tan solo le hicieron falta un par de segundos para cerciorarse de que allí había ocurrido algo terrible. Lo que antes habría sido el acogedor saloncito de una típica casa británica, con sus cómodas butacas y su vajilla de porcelana china, era ahora un campo de batalla. Muebles volcados, pedazos de madera arrancados, objetos por todas partes… Era más que evidente que había habido un intercambio crudo de conjuros y maldiciones con intenciones de causar daño. Con cuidado, salió de la chimenea varita en mano, escudriñando a su alrededor. Aquella podría haber sido su casa, o la de sus padres… Podría haber sido la de cualquiera, pero era aquella.

Se escucharon pasos, y de una de las puertas apareció el joven Alastor Moody, cejijunto y apuntándolo con la varita.

—Ah, Fawley —dijo, respirando un poco más tranquilo al cerciorarse de que era un compañero.— No hay mucho que hacer aquí salvo… Venga conmigo.

Odiaba la red flu, pero su utilidad estaba fuera de discusión. Al aparecerme doy un paneo por lo que fue la sala de té de la casa de una familia cualquiera de trabajadores, las tripas me dan un vuelco al ver la violencia que los objetos rotos y los pedazos de mobiliario me señalan, mi mano libre roza la carta de Sophie y por un instante lamento no haberla leído, pienso, muy tonta y sentimentalmente, que si algo llegara a pasarme nunca sabría lo que decía, e inmediatamente me reprendo por esos pensamientos y me digo a mí mismo que la leeré después.

La varita se tensa en mi mano y me encuentro cara a cara con Alastor, que viene de una habitación lindera -Moody -lo saludo inclinando la cabeza. Lo miro de frente tratando de dilucidar sus palabras a medias y luego asiento mudamente cuando me doy cuenta de que debe sentir el mismo shock que yo, o peor. -Voy con usted -dije resueltamente.

Con un gesto serio Alastor asintió y regresó por la puerta que había entrado, la cual colgaba malamente de una única bisagra con la cristalera hecha pedazos. Los cristales crujieron bajo el peso de sus zapatos. Aquella no había sido una batalla de uno o dos magos, comprobó enseguida, y desde luego no parecían muy preocupados por no llamar la atención, algo que no terminaba de encajar… En el robo se habían tomado muchas molestias por dejarlo todo limpio y recogido, y ahora entraban arrasando atacando a agentes del Ministerio. ¿Por qué tal cambio de actitud?

Pero Nicholas estaba a punto de descubrir hasta dónde estaban dispuestos a llegar…

Dejó atrás el pequeño saloncito para entrar en el hall de la casa, donde una luz verdosa parecía cubrirlo todo. Allí, tendida sobre la alfombra, una mujer mayor de pelo plateado y rostro cubierto de arrugas miraba el techo con la mirada vacía. No le hicieron falta más de unos segundos para darse cuenta de que ya no había vida en ella, tan solo una expresión de horror y un resplandor verdoso en sus pupilas. Sobre ella flotaba una marca que Fawley no había visto jamás, una calavera con una serpiente reptando a través de su boca abierta y sus ojos vacíos, y no hacía falta ser ningún experto para saber qué clase de magia era aquella. Uno podía sentirla en la piel, igual que aquella serpiente, reptando...

—Es Allegra Pawl y eso... —Su varita apuntó hacia la marca—. No sé qué es eso pero no es nada bueno, chico.

Si había pensado, inocente e ilusoriamente, que aquella salita de té mostraba signos de violencia definitivamente no estaba preparado para las negras sorpresas que el cuarto siguiente albergaba para mí. En el suelo estaba el cuerpo de quien me atrevía a deducir era la señora de Pawl, las palabras de Moody solo vinieron a confirmarme, como un eco lejano, mi propia línea de pensamiento. Quería asentir pero no podía lograr componer un gesto que no fuera el de la más completa preocupación, mi ceño se ensombreció tanto que creía que se me iban a juntar las cejas. Lo único que logré fue llevarme la mano al mentón, luego me cubrí la boca suavemente con la punta de mis dedos.

Una cosa era leer sobre las maldiciones imperdonables, otra muy distinta era presenciar los efectos de una... En cierta forma nunca se está del todo preparado para ver a la muerte a los ojos. Finalmente, logré hacer a un lado mis pensamientos febriles que ya se debatían sobre los posibles autores del crimen, miré a Moody de lado, luego otra vez a la señal verdosa que ominosamente flotaba sobre la difunta señora Pawl.

-Mi primera inclinación me lleva a pensar que podrían ser esbirros de Grindewald -establezco pero inmediatamente me rebato a mí mismo -Pero esa marca me lleva a pensar que no es así, que sea quienes fueran el grupo que atacó esta casa y a los Pawl quería dejar en claro que son diferentes, otros... Y que no están jugando*.

Moody asintió con un grave silencio, aguardando unos segundos antes de volver a hablar. Se respiraba una calma intranquila, de la clase que precedía a la tormenta. Los cabos empezaban a anudarse y Nicholas sentía que todavía sabían demasiado poco. Quizás con suerte sus compañeros pudiesen sacar algo de Marcus, pero de aquel lugar… De aquel lugar lo único que parecía que podían salvar era aquella marca cuya presencia inundaba el lugar de una magia prohibida.

—Esos bastardos nunca tuvieron problemas en reclamar un crimen. Esto… Esto es algo más. Es algo nuevo, muchacho —explicó, mirándolo fijamente.

Con gentileza, Alastor se arrodilló junto a la mujer para cerrar sus ojos con cuidado. Eso ayudó un poco, pero no borró aquella expresión de terror de la pobre mujer. La auror había sido capaz de traer de vuelta a Marcus, pero al parecer no había podido hacer lo suficiente por salvarlos a todos. Eso iba a ser un duro golpe para ella, y también para el departamento.

Algo nuevo... Lo que faltaba, otra banda de desquiciados jugando a los soldaditos. -Y no solo nuevo, son unos fanfarrones pero también...-señalo la marca -Unas serpientes -remarco -Esperan para atacar y lo hacen sin piedad, las serpientes que traen la muerte -me dejo llevar por la línea de pensamiento hasta que pienso en voz alta -Hay que ir a San Mungo, es posible que quieran terminar el trabajo y eliminar al señor Pawl o a la bruja guardiana, de paso quisiera interrogarla si está consciente a ver qué recuerda, ¿Qué opina?

No era lo más compasivo pero sí lo más efectivo dadas las circunstancias. Pienso por un instante en mis compañeros allí y en Doe que está sola en el noveno piso del Ministerio... De pronto ningún lugar se me antoja lo suficientemente seguro. De pronto recuerdo las palabras del malqut de Beery y me asalta un pensamiento: ¿y si estaba hablando de esta serpiente? Si era así había alguien que estaba mostrando un rostro que no era, alguien que estaba guardando las apariencias, alguien del Ministerio, la misma persona que había dado información para que robaran el objeto mágico en un primer lugar. Sentía una corazonada, la pregunta era: ¿Cómo probarla?

El auror enarcó las cejas en un gesto bien intencionado de sorpresa.

—Esas son buenas observaciones, Fawley —admitió, y viniendo de quien venía era todo un cumplido—. Se han llevado la vida de una bruja sin tener razones. Algo muy serio debe estar ocurriendo con ese robo tuyo para que se vuelvan tan agresivos.

Moody guardó un momento de silencio, reflexionando sobre aquello con la mirada fija en la pobre señora Pawl, cuya palidez reflejaba su ausencia de vida. La muerte era algo que siempre solía llegar por sorpresa, pero aquello… Aquello resultaba demasiado.

—Tenemos que limpiar este desastre, acordonar la zona, hablar con los muggles… Pero ese no es tu trabajo, muchacho. Si tienes que ir a San Mungo, adelante. Yo le paso el reporte a Liz Fawley.

Por supuesto que son buenas observaciones, me digo a mí mismo. -Gracias, señor Moody -respondo doblando una de las comisuras de los labios y la otra no, sin que sea una sonrisa sino una mueca extraña, quizás porque en un momento así no puedo darme el lujo de gozar este cumplido de su parte...

-Al contrario, yo creo que su móvil deben tener pero nosotros lo ignoramos... De todos modos, sospecho que no tardaremos mucho en enterarnos de qué va esto -me encojo de hombros y asiento a su ofrecimiento. -Bien, me iré a San Mungo, se lo agradezco Moody -le extiendo la mano y luego me dispongo a salir pero cuando voy de camino a la chimenea decido enviar una lechuza a Liz por si acaso Moody se toma su tiempo en presentar el informe, en el mensaje  pongo lo siguiente:

"Para Fawley de Fawley:

Los atacantes de la casa Pawl son un grupo que aparentemente actúa de manera coordinada e implacable usando magia oscura. Me dirijo a San Mungo para interrogar a la bruja guardiana, aconsejo redoblar la vigilancia sobre el hospital y sobre el Ministerio. En cuanto sepas qué ha sido de Doe házmelo saber.

Atte.

Nicholas Fawley"