Partida Rol por web

Terapia de Grupo

Escena 1: El Sanatorio de West London

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15/11/2014, 09:52
Gregory Yeats

Gregory bebió un poco de su taza, pensando de nuevo en lo bien que sabía ese té ahora, y respondió al hombre de acento eslavo:

- Pues sí que se toma su tiempo, sí -tal vez el doctor estaba ultimando detalles menores. A él no le importaba esperar, siempre y cuando tuviese su tacita llena- En cuanto al método... me temo que ando tan perdido como usted, señor Vólkov: Lo único que sé es que compartiremos la terapia todos juntos. Tal vez el doctor quiera hacer unas pruebas médicas comparativas, o qué se yo. ¿Alguno de ustedes tiene más información? -preguntó, curioso. 

A pesar de que Yeats había estado en otras terapias individuales, sin ningún éxito, nunca había estado en una grupal (o al menos, que involucrara a otra gente que no fuese él mismo y sus sueños) e ignoraba su funcionamiento. Si a Nikolay Vólkov parecían preocuparle los gritos que se escuchaban por el edificio, Gregory cayó en la cuenta de que lo que a él le intimidaba era tener que hablar de sus horribles pesadillas delante de los demás. "¡Son sueños de asesinatos, por el amor de dios! ¡y hay una dama y un niño delante!", pensó alarmado. Confió en que el método del doctor Millner evitase entrar demasiado en detalles en público. O eso, o que estuviese lo suficientemente borracho para que le importase. Un nuevo grito se escuchó en la lejanía y acompañó a los pensamientos de Gregory, que ya nervioso, dio un nuevo sorbo a la taza.

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17/11/2014, 19:36
Melvin

Tras disfrutar de unos minutos a una temperatura más cálida, así como un poco de té caliente en el cuerpo, parece que ya estáis algo más relajados. Al menos físicamente porque los sonidos que emite el sanatorio no os permiten terminar de relajaros. Suponéis que es algo normal, la gente que esta aquí ingresada esta loca y podrían ser un peligro para la sociedad... pero aún así eso no hace más que provocaros porque vuestras propias circunstancias podrían acabar con vosotros aquí dentro también.
Tal vez esos pensamientos son los que han provocado un incomodo silencio entre todos vosotros. Tras los primeros saludos y muestras de generosidad respecto al té la conversación se ha acabado apagando.

Unos pasos se oyen por fuera de la habitación, un ritmo constante que cada vez se acerca más a vosotros. Finalmente los pasos se paran delante de la puerta y podéis escuchar el sonido del zapato al ser arrastrado por el suelo antes de que se pare. Unos segundos después llaman a la puerta y aparece el mismo celador de antes.

Caballeros... dama, muchacho. El doctor Millner les recibirá ahora, pueden dejar aquí sus abrigos así como cualquier otra de sus pertenencias que no sean necesarias para la sesión.
Debo informarles que pasaran cerca de los enfermos comunes del sanatorio, no se alarmen pues iré con ustedes pero eviten tener trato directo con ellos. Es decir, no les miren directamente ni les hablen, y por supuesto no les toquen.

Notas de juego

Melvin se queda fuera de la habitación a la espera de que salgáis, pero podéis hablar con él.

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18/11/2014, 09:28
Humphrey Arminton

Humphrey apura su te y deja su taza donde supone que van los elementos a ser limpiados. Recoge sus cosas y las deja junto al perchero intentando que ocupen el minimo volumen posible. Tras acabar esta tarea se dirige hacia la puerta.

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18/11/2014, 20:02
Lucrecia MacGuffin

La interrupción de la velada por parte del enfermero que nos había recibido nada más llegar, me pareció totalmente afortunada. La conversación se estaba llevando a los tirones, ninguno de los presentes tenía verdaderas intenciones de entablar una relación con los demás. ¿Como quererlo? Estábamos allí porque habíamos comenzado a tener sueños perturbadores. Más de uno seguro que temía no volver a salir de este lugar que ponía los nervios de punta. Más de uno temía que cualquiera de los demás enloqueciera y la situación se desbordara mientras nos encontrábamos solos.

Dejé mi taza sobre la mesa y tomé la del niño con amabilidad. Mi capa y mi sombrero bien podían quedar en esa habitación, pero mi bolso vendría conmigo.

-Ven pequeño -le tendí la mano para que se sintiera más seguro-. Acompañemos a este señor, él nos conducirá a ver al doctor.
Aceptando la amabilidad de los hombres presentes que me cedían el paso para salir primera de la habitación, conduje al niño hasta el pasillo donde los aguardaba el celador.

Notas de juego

Britait, espero no haberme tomado demasiadas atribuciones al conducir a Ivan a la puerta junto con Lucrecia. Es que siendo tutora, es inevitable que se vuelque al niño, no solo porque cree que es quien más atención requiere, si no porque es el terreno en el cual se siente más cómoda. Cualquier cosa, decime que lo modifico.

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18/11/2014, 22:55
Iván

Ivan se terminó apurado la taza de té, posos incluídos, cuando vio aparecer al celador... es el tipo que no lo dejó entrar antes, y por un momento pensó que iba a agarrarlo de las orejas y echarlo de alli, escondiéndose detrás de la mujer para que el enfermero no lo viera.

Se tranquiliza cuando ve que la cosa no es con él, y cuando la mujer le quita la taza no opone resistencia, dejándose llevar de la mano observando a todo el mundo, pensando involuntariamente en la workhouse donde se crió, en una escena demasiado familiar de "los mayores me van a decir algo que no me gusta".

Escucha los gritos que con la puerta abierta son mas evidentes... son parecidos a los de la tercera planta del horfanato, gritos de dolor y desesperación... solo que son gritos de adultos, nunca se le ocurrió que los adultos pudieran sentir la desesperación tal como la sienten los niños de la calle.

Despeja esos pensamientos involuntarios, tomado de la mano de la mujer del traje morado, se siente relativamente seguro... por ahora. Dejándose llevar, saliendo los primeros de la habitación.

-¿Vamos a ver al doctor? ¿Vienen los demás señores?- se aventura a preguntarle a la mujer.

Notas de juego

una workhouse es una especie de horfanato victoriano donde se criaban a los niños de la calle en condiciones muy duras

potty, la iniciativa me parece perfecta ^^

 

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19/11/2014, 10:53
Nikolay Vólkov

Cuando Gregory comenta lo de compartir terapia resulta evidente que me violenta esa posibilidad, pues la mano dentro del bolsillo se mueve más frenética y se oye más el entrechocar de objetos dentro del pantalón.

Mis ojillos viajan de los presentes al exterior y del exterior a los presentes.

Una ligera sonrisa nerviosa se dibuja en mi rostro y por un momento podría parecer capaz de ejercer la violencia, pero ese momento pasa y vuelvo a mi apariencia habitual de un enorme oso tímido.

El carcelero aparece y lo que comenta sobre los enfermos no me tranquiliza demasiado, pero no digo nada. He venido aquí para curarme, y si algo no me gusta...

Si algo no me gusta le abriré la cabeza a ese Melvin con esa porra que lleva... y saldré de aquí. No me gusta que me miren tanto... ¿Qué quieren? ¿Sólo quieren ser corteses?

El hecho de que nos indican que dejemos aquí nuetsras cosas me da esperanzas de que saldremos rápido...

¿Cómo será esa terapia?

Grrasias... Me aventuro a decirle al enfermero, con cierta timidez, pero evaluando la amenaza que podría suponer.

 

 

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19/11/2014, 19:53
Lucrecia MacGuffin

Miré a los hombres que nos rodeaban y en sus rostros no pude leer más que una subyacente preocupación. Qué los había arrastrado hasta aquí, no lo sabía. Pero estaba segura de que no se irían sin que antes hubieran descargado sus temores en el doctor.

-Vendrán a verlo, todos aquí queremos conversar con el doctor Millner de lo que nos preocupa -sonreí cálidamente, dejando a un lado mis tribulaciones. El niño debía encontrarse aterrado por dentro, no iba a ser yo quien lo asustara aún más.

-Cómo te llamas, pequeño? Yo soy la señorita MacGuffin

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19/11/2014, 22:28
Jack Turner

- ¡Ya era hora, redios! - No puede evitar soltar el exabrupto. Sabía que en un sitio así el doctor tenía muchísimo trabajo y nada agradable pero, por eso mismo, se sentía muy incómodo en este lugar. Tenía la sensación de que, si permanecía aquí más tiempo del necesario acabaría tan loco como el resto de los inquilinos. - Discúlpenme. - Parece que lo diga en general, que se disculpe ante todos sus interlocutores, sin embargo mira a la señorita MacGuffin. - Es... este lugar. Le pone a uno los pelos de punta. - Trata de fingir una sonrisa mientras se arregla un poco la ropa, asegurándose de que esté todo en su sitio, y sale al pasillo acompañando al resto de sus... ¿Sus qué? ¿Qué eran esa gente? ¿Compañeros?

Una vez en camino procura andar siempre entre Lucrecia y las celdas de los internos. Se esfuerza en que no se noten demasiado sus intenciones caballerescas pero en todo momento va atento a que nadie intente hacerle daño a la señorita. ¿Quién sabe lo que un loco podría hacerle a una dama? Él había visto lo que era capaz de hacer un marinero borracho y éstos tenían el aspecto de ser mucho peor.

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20/11/2014, 08:33
Gregory Yeats

Gregory, que aún tenía el abrigo puesto a pesar de que hacía un buen rato que había entrado en calor, arrugó la nariz cuando escuchó al celador hablar. "Dejar nuestras cosas aquí… ¡y todos dejan su abrigo! ¡Mi abrigo…!", pensó apretando contra sí la prenda inconscientemente.

El abrigo de Gregory era lo único que se había salvado (además de él mismo) de aquel incendio fatídico que se llevó por delante su anterior vida. Acostumbraba a llevarlo a todas partes, y si estaba en sitios desconocidos, no se molestaba ni en quitárselo. Eso a veces le venía muy bien, ya que cuando salía de las tabernas con las mejillas ardientes por el vino y el gélido viento del pleno enero londinense le golpeaba en la cara, su sencillo abrigo de cuero le venía muy bien para ir abrigado mientras daba tumbos hasta algún lugar donde refugiarse y dormir la mona.

Acabó su adulterada taza de un trago y durante un instante, estuvo a punto de hacerse el distraído y salir de la sala con todas sus pertenencias puestas, tal y como había entrado. Sin embargo, al ver que todos dejaban sus prendas de exterior en la habitación, se sintió algo azorado y se acercó al perchero. Dudó un momento y suspiró, cediendo ante la implícita normativa social. "¡Todo sea por esta terapia!" pensó, disponiéndose a colgarlo.

Antes de quitárselo del todo, no olvidó meterse su petaquita en el bolsillo de manera discreta y acompañó el acto con un carraspeo. "Tal vez la necesite después. El doctor comprenderá que tal vez necesite algo para calmarme ante tanto estrés por la terapia. Lo necesito, sí. Y el doctor lo entenderá, claro. Tal vez hasta guste de dar un pequeño trago el también: todos necesitamos relajarnos y estar con tanto loco tiene que ser exasperante" se dijo a sí mismo, justificando de manera imposible su adicción.

Tanto pensar en beber le estaba dando sed, pero intentó controlarse. Si tenía la oportunidad, ya bebería cuando caminaran por los pasillos; cuando las miradas se centrasen en los dementes encerrados en el edificio, a pesar de que el celador les había advertido de que no debían ni mirarlos. "Los ojos siempre se van donde uno no quiere", pensó en las miradas de lástima y desprecio que la gente le dedicaba furtivamente cuando iba beodo por las calles. Aparentaban ignorarle y no verle, pero siempre acababan mirándole por el rabillo del ojo. Él, por suerte o por desgracia, solo se enteraba cuando no iba lo suficientemente borracho.

Al salir de la sala tras los demás, no pudo evitar dirigirse al empleado de la institución:

Esto… Disculpe… Nuestros abrigos no se moverán de aquí, ¿verdad? Es decir… Esto... bueno, podemos dejarlos tranquilamente aquí, ¿no? Fuera llueve y Dios no quiera que les pasara nada… -su tono era de preocupación, no de desconfianza, pero decidió no dar más explicaciones. No quería ser maleducado y estaba claro que nadie le iba a robar su cochambroso abrigo, pero no podía ocultar su inquietud por la seguridad de su única pertenencia de valor. De valor sentimental, pero de valor.

 

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20/11/2014, 19:27
Melvin

El celador se vuelve hacía Gregory cuando le pregunta si sus cosas estarán a buen recaudo y le contesta.
- Por supuesto caballero, nadie entrará aquí mientras duré su "tratamiento". Por favor, síganme, y recuerden las instrucciones que les he dado antes.

El interior del sanatorio, aunque alumbrado con lámparas de gas, sigue siendo bastante húmedo. El aroma en el lugar es bastante nauseabundo, es bastante normal encontrarse con ratas que escapan de la presencia humana, o pisar algún excremento o inmundicia. Evidentemente, este lugar no es famoso por sus condiciones higiénicas. Tampoco los gritos y alaridos de los enfermos mentales ayudan a que este lugar parezca ser algo más confortable.
Pero sin duda, lo que es peor aún es ver a los sucios enfermos, desaliñados, gritando como si fueran posesos, golpeándose con las paredes, o los que son más afortunados, deambulando con jaulas en la cabeza y camisas de fuerza para evitar que ataquen a todo el que pase.

Entre ellos, hay uno que destaca por su peculiar situación. Está encerrado en una jaula parecida a la de un pájaro, pero preparada para retener a un ser humano en su interior. Está colgada del techo a unos dos metros del suelo. En su interior hay un hombre relativamente joven muy delgado y harapiento, de pelo largo, blanco, sucio y despeinado. Tiene su mirada fija en vosotros, y sus ojos azules parecen que os atraviesan el corazón como fríos puñales. El hombre simplemente os observa mientras os alejáis lentamente de este lugar.

Tras unos tensos minutos atravesando angostos pasillos desde los que se divisan repugnantes celdas con enfermos con jaulas por sombrero, acaban por llegar a una pesada puerta de madera con un pequeño cartel dorado escrito con letras oscuras en el que puede leerse el nombre del doctor Johan Millner.
El celador llamará un par de veces a un pesado llamador de metal que produce un grave estruendo. Una voz proveniente del interior les invitará a pasar:
- Verbringen.

El celador abre la puerta y se queda en el pasillo a la espera de que entréis todos en la sala.

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20/11/2014, 19:45
Johan Millner

En contraposición al dantesco escenario de los pasillos del manicomio, el doctor Johan Millner tiene un precioso, amplio y bien iluminado despacho. Sus paredes están plagadas de pesados libros en robustas estanterías de madera. El suelo de parqué está cubierto con una bella y elaborada alfombra de origen indio, y sobre ésta, un titánico escritorio de caoba, sobre el que el doctor Johan tiene sus pertrechos de trabajo. Junto al escritorio hay toscas pero resistentes sillas distribuidas en círculo. El doctor Johan está atrincherado detrás del escritorio leyendo por encima de sus gafas una pequeña carpeta que tiene en sus manos.

Cuando entráis todos en el despacho él se levanta para presentarse y daros la mano a todos vosotros.
- Willkommen... perdón, la costumbre de usar mi idioma natal. Bienvenidos a mi consulta, soy el doctor Johan Millner y será un placer poder contar con ustedes para este estudio.

Podéis apreciar un leve acento alemán en su voz. Es un hombre en los finales de los cincuenta años, pelo corto con algunas canas a la vista. Detrás de sus pequeños anteojos redondos, sus pequeños ojos son de color oscuro. Va vestido con un impecable traje de chaqueta con chaleco y pañuelo a juego. Su tono de voz es grave y meloso, ese que logra hacerte dormir apenas lo escuchas unos minutos. Lo peor es que parece que a él le gusta el sonido de su propia voz.

- Bueno, se preguntarán que vamos a hacer aquí. Seré breve con la explicación, es un método sencillo... - el doctor saca de su bolsillo un reloj - este reloj actuará de péndulo cargado electro-magnéticamente, así podré sumirles en un estado de trance en el cual, hablaran de la experiencia que les está traumatizando. Al estar dormidos, no sufrirán vergüenza alguna y podrán controlar sus sentimientos para poder afrontarla más eficazmente.

El doctor hace una pausa a la espera de que hagáis preguntas aunque es evidente que han dispuesto una silla por cada uno de vosotros y que cuando antes empecéis, antes podréis salir de aquí.

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21/11/2014, 08:43
Nikolay Vólkov

Pasamos entre los "enfermos" y me encojo de miedo... Miedo de mi mismo... Miedo de acabar como ellos...

¿Y si todo esto es una trampa para traernos y podernos encerrar aquí? ¿Y si esa terapía es un camelo para atrapar a los locos?

Y meto mi mano en el bolsillo del pañuelo, y lo aprieto con fuerza.

El viejo de la jaula nos mira, como si fuera un profeta, un vidente... Un loco.

Sería más humano matarlos a todos...

Было бы более гуманным, убить их всех

Se me escapa en susurros, incapaz de retenerlo sólo en pensamientos.

Nos introducen en el despacho del doctor y nos da la mano, cosa que hago con educación, aunque cierto recelo. Su voz me inspira confianza y tranquilidad. Mis temores se diluyen con cada palabra que pronuncia.

Quizás sí que al final hay una terapia nueva...

Parece que nos quiere inducir un estado de hipnosis y reproducir nuetros sueños... ¡Delante de todos!

Doy un paso atrás y lo miro asustado.

Perrdon... ¿Desir que hablar de suenio delante otrros perrsonas? No gostarr.

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22/11/2014, 23:02
Johan Millner

Perrdon... ¿Desir que hablar de suenio delante otrros perrsonas? No gostarr.

El doctor se acerca algo más a la posición de Nikolay, y lo observa con atención unos segundos de abajo a arriba antes de contestar.
- Entonces, caballero, ahí tiene la puerta por donde ha venido. Aquí venimos a hablar, y a compartir, si no quiere colaborar no entiendo a que ha venido hasta aquí.

El semblante serio de Johan Millner indica que no esta dispuesto a perder el tiempo. La amenaza ha sido fría y directa, el que no quiera colaborar que se largue de aquí.

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22/11/2014, 23:14
Jack Turner

Este sitio era mucho más siniestro de lo que esperaba y las instrucciones... un escalofrío le recorre toda la columna mientras se obliga a seguir andado en pos del celador. En cuanto a los olores estaba acostumbrado, eso sí. Las entrañas de un barco lleno hasta los topes de hombres sudorosos podían oler muy, muy mal. Aún así no puede evitar arrugar la nariz y... - ¿Llevan jaulas en la cabeza? - Esto cada vez le gustaba menos. ¿Qué clase de chalado le pone una jaula en la cabeza a una persona? ¿Y quién mete a una persona entera en una jaula? Esos ojos azules, tan fríos y penetrantes, los nota en el cogote según se alejan de aquel hombre. Jack debe hacer un esfuerzo supremo para no contemplaros, para no zambullirse en ese azul tan profundo desobedeciendo las órdenes del celador. 

Por fin, llegan a la consulta del doctor... ¿Fabri-qué?

No le da tiempo a pensar en el palabro cuando el cambio de escenario lo deja atontado. ¡Eso sí que era confort! Parecía que la suciedad y la incomodidad estaban restringidas a partir de aquella puerta de madera, toda la inmundicia tenía prohibido el acceso a esa habitación. Jack mira maravillado todos los libros que posee el doctor imaginando el contenido de ellos. ¿Antropología? ¿Fisionomía? ¿Psicología? Luego sus ojos se paran en la alfombra, traída de las Indias. Puede que incluso aquel maravilloso entramado de hilos lo hubiera acompañado en alguno de sus viajes desde el subcontinente indio. Las Indias... Quizá debería volver...

- Buenos días doctor. - Saluda Jack cuando sale del ensimismamiento sin embargo no le gusta demasiado lo que anuncia el doctor. - Disculpe, doctor, no tengo problemas en contarle a usted mis dolencias, para eso estoy aquí pero... - Mira a los demás. - ¿Es necesario hacerlo en grupo? - Eran desconocidos y, aunque no lo fueran, no le gustaba abrirse así. No le gustaba descubrir su debilidad a los demás.

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22/11/2014, 23:59
Humphrey Arminton

Humphrey se sienta en la silla sin remoloneos. En silencio y con una sonrisa.

-Ya que estamos aqui...

La forma de actuar de aquel medico le gustaba a Arminton. Exponer los problemas ante la colectividad. Compartir como hermanos y hermanas nuestros secretos y ponerlos en comun para que la colectividad resuelva el problema. Para que la carga no fuese llevada por una sola espalda.
 

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24/11/2014, 08:07
Nikolay Vólkov

Me agito ante la respuesta del doctor, que es como si me dieran un mazazo. Enrojezco hasta las orejas y miro un momento a mi alrededor, confuso, buscando la salida. La mano del bolsillo aprieta más el trapo, luego lo suelta, y se mete en el otro bolsillo, y agito lo que hay allí dentro, con el "jrrujrru" característico.

¿Qué hago? Volver fuera... Cada noche soñar lo que sueño... ¿Hasta que se cumpla? Será un sueño que se hará realidad? Serán ciertos mis temores? Necesito saber... Lo necesito... No puedo volver allí fuera sin las respuestas...

El hombre de aspecto rígido y silencioso ya se ha sentado en una de las sillas...

No puede ser tan malo... Y si es uno de ellos lo podré matar con mis manos... Ese doctor alfeñique no me puede detener... Y para cuando llegue el carcelero... Espero que no sea nadie de ellos...

Algo azorado me siento en otra silla. En silencio. Con la vista fija en el suelo.

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24/11/2014, 14:37
Gregory Yeats

Gregory se había colocado al final de la comitiva que formaba la terapia, con la idea de dar un traguito a su escondida petaca si se presentaba algún descuido. Sin embargo, en cuanto empezaron a atravesar la verdadera cara del sanatorio, se le quitaron las ganas. 

Acongojado y, por la costumbre, intentando arrebujarse en un abrigo que ya no llevaba puesto, Yeats intentaba no mirar directamente a los dementes encerrados en las celdas. Pero no podía evitar escuchar los gritos. Gritos que podían helarle la sangre hasta al más fiero de los soldados, y que aportaban al edificio una extraña melodía de sufrimiento y desolación. Los alaridos de aquellos pobres diablos con cabezas enjauladas, acompañados del nauseabundo olor que producía la falta de higiene, hacían que aquel lugar pareciera el mismísimo infierno.

Gregory se asustó aún más cuando empezó a pensar que si la terapia del doctor Millner no funcionaba, no pasaría mucho tiempo hasta que su cabeza estuviese metida en una jaula y su cuerpo en una camisa de fuerza. "Pero con una jaula de jilgueros en la cabeza... ¿cómo voy a beber el whisky? ¡me tendrán que poner un bebedero, como a un pájaro, y yo ni siquiera tengo pico!", el mero hecho de imaginar la ausencia obligada de alcohol le hizo temblar. Ese sitio era horrible.

No empezó a sentirse mejor hasta que no llegaron a la seguridad (¡y comodidad!) del despacho del doctor Millner. Durante un momento sus peores temores se vieron confirmados, ya que tendría que hablar de sus pesadillas delante de todos. Incluidos la dama y el niño. Sin embargo, en cuanto el doctor aclaró que no sufrirían vergüenza al estar en un estado de trance, automáticamente se relajó. "¡Menos mal! Seguirán escuchando las barbaries de mis sueños, pero al menos yo no me enteraré de nada. ¡Como cuando bebo mucho vino!", se dijo a sí mismo con optimismo. Otros, por el contrario, eran más reticentes en cuanto a ese tema.

- Señores, tranquilos -dijo Gregory con alegría- no tengan vergüenza a abrir sus sentimientos para la terapia, si no he entendido mal, estaremos como dormidos y no nos vamos a enterar... al menos disfrutaremos de una siesta tranquila -comentó para animarles. Y a continuación frunció el ceño algo preocupado: "Solo faltaba que tuviese una pesadilla en medio del sueño de la terapia... el doctor controlará eso, ¿no?"

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25/11/2014, 23:10
Johan Millner

El doctor mantiene la mirada con Nikolay pero no muestra ninguna reacción cuando el hombre se sienta en la silla. Sin embargo cuando escucha la voz del marinero se vuelve hacía él.

¿Es necesario hacerlo en grupo?

- Ja*, claro que es necesario pues forma parte del tratamiento. Siempre pueden usar los procedimientos médicos habituales, habrán pasado delante de otras muchas personas que siguen usándolos. Pero ustedes no, ustedes van a entrar en los libros de la medicina con este nuevo tratamiento - el doctor pone su mano sobre el hombre de Jack y podéis apreciar como su voz denota un tono de satisfacción y emoción. Confíen en mi, soy médico, y sé lo que estoy haciendo. Trabajando juntos podremos encontrar la solución a sus males, por favor tomen asiento.

Notas de juego

* Ese ja no suena como una carcajada sino como una palabra en alemán.

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25/11/2014, 23:19
Jack Turner

Jack se rasca su calva cocorota, nervioso. - No... Lo siento, doctor, no quería poner en duda sus procedimientos. - Un zote como Jack valoraba como casi nadie a las personas con estudios superiores, las cuales dominan conceptos que a él no se le ocurriría ni soñar. Dócil como un niño se sienta en su lugar. Además, el tono germánico impone lo suyo. 

Él sabía de lo suyo: el mar, gobernar un barco, predecir el clima, localizar la estrella polar y casi cualquier constelación, reparaciones básicas mecánicas... Pero los misterios de la mente humana se le escapaban. En su silla, se frota las endurecidas manos mientras espera que el doctor les diga lo que tienen que hacer.

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26/11/2014, 11:42
Lucrecia MacGuffin

El corto recorrido desde la sala de espera hasta el despacho del doctor se me antojó eterno. La miseria humana se reflejaba en los internos del sanatorio, pobres despojos de personas que una vez habían sido como yo, alguien que tenía su lugar en la sociedad y la enfermedad de la mente se lo había arrebatado.

Agradecí que Jack nos ocultara al niño y a mí los horrores más grotescos. Los esfuerzos de aquel hombre por brindarnos algo de protección no pasaron desapercibidos para mí, pero no supe cómo hacérselo saber. Me encontraba demasiado conmocionada como para pronunciar palabra.

El despacho del doctor Miller era un bálsamo para los sentidos. A diferencia del miedo, la opresión, la suciedad que inundaban los pasillos y las salas por donde habíamos pasado, aquella estancia se veía pulcra y ordenada. Una pequeña isla de confort en medio del mar de la locura. Al igual que mis compañeros, sentía reticencia de hablar de mis sueños en público, pero había llegado hasta allí. Debía enfrentar mis demonios.

Conduje al niño de la mano hasta ubicarlo en una silla libre y luego me senté lo más cerca posible de él. Tal vez no pudiera ayudarme a mí misma, pero allí estaría si la criatura me necesitaba.