Partida Rol por web

Thanes de Carrera Blanca

1. Consejo de Thanes.

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22/02/2014, 15:03
Narrador

Habíais recibido una carta de Provencio Avenicci, el administrador del Jarl Balgruuf, aquella misma mañana. Era una misiva parca en palabras, en la que se os convocaba a consejo en Cuenca del Dragón a la caída del sol. Vuestro Jarl no era una persona muy dada a reuniones sociales frívolas: sí os llamaba con esta urgencia era porque probablemente necesitara vuestra ayuda u opinión sobre algún asunto de estado. Así que despachasteis vuestros asuntos y os preparasteis para el evento.

Calculabais que estaban congregados prácticamente todos los thanes y muchos de los ciudadanos ilustres que no se encontraban fuera de la ciudad aquel día. Muchas caras os eran conocidas. Farengar, el mago de la corte, discutía algo con el Comandante Cayo. Irileth, la edecán de vuestro Jarl, había escogido un sitio apartado desde donde observaba a todos los indicados, junto a las escaleras por las que se accedía a los aposentos privados de Cuenca del Dragón. Miembros insignes de las familias Melena Gris y Batallador estaban situadas una en cada esquina de la estancia. Hasta el legendario Kodlak Melena Blanca, Heraldo de los Compañeros, había acudido en calidad de invitado.

Los criados habrían preparado una larga mesa en forma de U a base de tableros puestos encima de caballetes. Había algo de comer y de beber, todo ello frugal y austero. Balgruuf aún no había aparecido, así que teníais tiempo de mezclaros entre los demás y entablar un poco de cháchara intrascendente, o tal vez importante, según de quién habláramos.

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22/02/2014, 15:22
Narrador

Ákadir había desaparecido aquella mañana. Sabías que los vientos del Destino soplaban de nuevo en tu vida antes de que el mensajero hubiera llegado con la misiva de Provencio Avenicci. No has visto al animal en todo el día, pero Reela aseguró haberlo visto sobrevolar los establos, a extramuros.

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22/02/2014, 15:24
Narrador

Esta mañana ibas de paseo por la ciudad cuando viste una mujer enfundada en armadura de pieles. La forma segura de andar, casi con arrogancia, como si el mundo le perteneciera te resultó familiar. Pero no le diste más importancia, cuando te abordó el mensajero del administrador del Jarl. Leíste la carta y cuando te despediste del cartero, caíste en la cuenta de a quién pertenecían esos andares.

Thyra.

¿Qué hacía en la ciudad? Quizá al día siguiente podrías ir a buscarla a Jorvaskrr.
 

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22/02/2014, 15:32
Narrador

Si llegas a saber que hoy tenías una reunión ineludible con el jarl, no te habrías emborrachado hasta perder el conocimiento la noche anterior. Tienes la boca seca y pastosa, y el dolor de cabeza te martillea las sienes. No tienes muy claro cómo llegaste a casa, pero sospechas que Sigrun te arrastró hasta la cama.

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22/02/2014, 15:35
Narrador

Acababas de llegar a la ciudad tras una relajante jornada de caza. Habías abatido cuatro conejos y un alce. Te quedaste con un par de piezas para consumo propio y le vendiste las demás a uno de los tenderos del mercado. Fue entonces cuando el mensajero azorado te entregó la carta de Provencio Avenicci, pidiéndote disculpas una y mil veces por no haberte podido localizar antes. Sin apenas darte tiempo a algo más que darte un baño, te presentas en Cuenca del Dragón.

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22/02/2014, 15:43
Narrador

Al recibir la carta arrugaste la nariz. ¿Qué era ese olor tan extraño? Te acercaste la misiva a la cara, aspiraste fuerte y... ¿olía a queso o te estabas volviendo completamente majara?
 

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22/02/2014, 15:45
Narrador

Tus visiones habían empeorado los últimos días.

A las cruentas visiones del valle de los menhires se habían unido muchas otras, inconexas e incomprensibles, que se desplazaban a una velocidad vertiginosa. Habías visto un antiguo artefacto enano, una sombra que cubría el sol, una ciudad devorada por las cucarachas y muchas otras cosas que carecían de sentido. Pero una y otra vez se repetía una visión: un perro negro, ladrando rabioso mientras echaba espumarajos por la boca.

Tal vez esta reunión de Thanes te permita hablar de tus visiones con alguien para que te ayuden.

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22/02/2014, 17:24
Elynea

Elynea pudo notar el cambio de temperatura al cerrar las enormes puertas de Cuenca del Dragón tras de si.

En el exterior, el aire era tan fresco que le dejaba a una la cara helada pese a que toda Carrera Blanca estaba iluminada por el sol del norte, un sol cuyos tímidos rayos apenas lograban entibiar aquello sobre lo que se derramaban. Sin embargo, al entrar en el palacio del jarl, se notaba el ambiente mucho más cálido debido a la inmensa hoguera que ardía en el centro de la sala. Eso, y que su visión tenía que acostumbrarse de la deslumbrante claridad del exterior a la penumbra del interior.

La clériga avanzó por el largo pasillo con un suave ceño fijo en el trono del fondo, era una expresión prácticamente perenne en su cara pero al ver a tantas personas congregadas, se mordió disimulada y momentáneamente el labio inferior. Podría haber pasado lo de verse obligada a dejar para más tarde sus ganas de recoger las hojas de aquellas delicadas raíces de Nirn que tanto le había costado cultivar pero lo de tener que reunirse con media corte ya era algo que se le antojaba tedioso a más no poder.

Se consoló pensando que Balgruuf no era un hombre dado a la histeria ni al alarmismo así que, si había convocado a todos sus thanes e incluso al Heraldo de los Compañeros, el asunto era importante.

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22/02/2014, 17:29
Volshyene

El mensaje llegó cuando Volshyene se disponía a realizar una de sus clarividencias sobre la población. Cada día, si tenía tiempo y energías, elegía un barrio distinto de la ciudad. A veces la elección la realizaba en función de los rumores que llegaban a sus oídos… Vol consideraba que era asunto suyo, como consejera del jarl, informarse de los problemas que pudieran desestabilizar o crear tensiones en la comunidad… pero otras veces la elección era al azar. Vol disfrutaba de aquellas prácticas, que en parte tenían un objetivo útil, en parte eran un entrenamiento para no perder soltura con uno de sus conjuros signatura, pero en parte tenían también, innegablemente, un punto de diversión. Las cosas que podían llegar a visualizarse o escucharse de ese modo… qué extraña podía ser la gente.

Pero en cuanto leyó la misiva Vol se resignó a reestructurar sus prioridades para ese día. Dobló el mensaje en cuatro partes, distraída pero metódicamente, mientras reflexionaba. La urgencia de aquella convocación la preocupaba, y se sumaba a los temores que últimamente la acosaban. ¿Estaría relacionado el asunto del jarl con sus propias visiones? Pero quizá sería incluso peor que no lo estuviera; a Vol no le gustaba juntarse con una montaña de problemas a la vez.

"Adiós la posibilidad de reunirme con Angvild esta noche. Ay, con lo mucho que necesitaba distraerme un poco…". Vol frunció el ceño cuando vio que su familiar, que podía conjeturar lo que ella pensaba la mayor parte del tiempo, se tapaba los ojos con las patitas.

—¿Y tú que insinúas, bicho pulgoso sin nombre…? —le regañó, fastidiada. Innominada dio una voltereta con guasa, y su ama decidió ignorarle por el momento.

Al ocaso Volshyene acudió a la reunión con algo de antelación y con Innominado encaramado sobre su hombro. Saludó a los guardias de vigilancia a la entrada de la fortaleza con una sonrisa y su habitual pregunta sobre su estado de salud y el de sus familias, pero enseguida entró en el edificio. Por un momento evaluó la escena con la mirada, tomando nota de todos los que habían llegado y lo que estaban haciendo, antes de adentrarse en la sala, saludando a todos con amabilidad y haciendo las preguntas corteses de rigor. Con Irileth fue breve; no quería distraerla de su tarea de vigilancia, aunque tampoco hubiera sido propia de ella pasarla por alto. Volshyene era muy puntillosa con aquel tipo de cortesías, y lo que consideraba que era su deber.

"Aun faltan muchos invitados por llegar", juzgó Volshyene. Hizo una seña discreta a Farengar para que se reuniera con ella privado en su laboratorio.

Cuando ambos magos regresaron, la reunión estaba mucho más concurrida. Volshyene saludó a Cayo con una sonrisa cuando acudió a reclamarle a Farengar.

—¿Todo tranquilo por Cuenca, comandante? —era la pregunta con la que siempre le saludaba, un ritual entre los dos. Se quedó un rato a escuchar la conversación, pero pronto se acercó a Karin.

—No te había visto. ¿Sabes a qué viene esta convocatoria, oh señora de los rumores? —bromeó con la bardo.

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22/02/2014, 17:42
Volshyene

Volshyene esperó a estar en la intimidad del laboratorio para pasar los brazos al cuello de Farengar y darle un beso. No escondía su relación con él, pero tampoco le parecía oportuno dar muestras públicas de efusión en una reunión oficial.

—Últimamente me descuidas, cariño —dijo, medio en broma, medio en serio, antes de encauzar la conversación por temas más circunspectos—. ¿Sabes a qué viene esta convocatoria?

Se separó del mago, mientras miraba distraídamente los estantes repletos de vasijas, instrumentos y libros. Finalmente se volvió hacia él, y le confió su estado de ánimo. Y es que si Angvil era para divertirse un rato, y Eiliv la estabilidad y la seguridad que ella sentía que faltaba en su propia vida, Farengar era el único en que confiaba como consejero.

—Estoy preocupada. Algo no va bien, y no sé qué es —se pasó una mano por la cara, un gesto que traicionaba el cansancio que sentía—. Normalmente me gustan las preguntas que no puedo responder... hacen que las cosas sigan siendo interesantes, pero... detesto los peligros que no puedo ver. Lo detesto.

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22/02/2014, 17:40
Karin

Karin miraba a los ojos a todo aquel que se atreviese a mirarla a ella antes. Se mostraba tan orgullosa como siempre, con su sonrisa de confianza siempre al acecho en la comisura de los labios. Si se concentraba, incluso podía controlar el leve temblor de los dedos de su mano izquierda. "Cálmate" se dijo "aquí no puedes arreglarlo".

Era cierto, estaba en la Cuenca, en una de ésas reuniones en las que ella era tan feliz como una ardilla en una cesta de nueces. Podía enredar e intrigar a su antojo. Melena Gris, Batallador...ya estaba servida la diversión. Pensó en hacer alguna de las suyas para distraerse y aparentar normalidad, tanto para ella como para el resto.

Demasiados Thanes. Demasiada gente poniendo los ojos en blanco y mirándola con reprobación. Estaba Khaled (al que saludó con una sonrisa y un guiño), con quien siempre se podía contar para...bueno, para cualquier cosa con la que nadie hubiera contado. Y también estaba Thadeus, que era tan amigo de las camarillas como ella. Pero ya se imaginaba el rostro duro de Suro arqueando la ceja, y aquel Compañero, o ex-Compañero o lo que diablos fuera era terrorífico. Y Elynea, que la miraría como quien ve a su gato bailar encima de la torre de platos sucios. Ambos le caían bien, pero eran muy serios.

"Curioso que yo diga eso un día como hoy" sonrió a su pesar

Entonces vio a Kodlak. El Heraldo de los Compañeros. Aparte de cualquier consideración que su vil cabecita ya tuviera en cuenta ("sin duda pasa algo gordo", "¿para qué quiere el Jarl a los Compañeros?" "¿Cuántos malditos años tiene?"...) hubo una que se abrió paso a través de todo el ruido de su mente: podía preguntar al Heraldo de los Compañeros. Él sin duda sabía...bueno, todo lo que hiciera falta saber.

Iba a ponerse en marcha cuando se encontró de frente con Vol. Casi sintió fastidio. Casi. "Los amigos son los amigos"

- La verdad es que no - confesó con naturalidad, con cara de inocente -. Y lo peor de todo es que ha juntado a todo el mundo y nadie sabía nada, porque supongo que me habría enterado, modestia aparte. Pero es que ha llamado a todos - reclacó la última palabra -. ¿Has adivinado algo? ¿Qué crees que será? ¿El fin del mundo? Tiene que ser algo muy bueno o algo muy malo, ¿no?

Empezaba a hablar sin parar, empezaba a sentirse como siempre. "Bien, quizá no sea nada"

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22/02/2014, 19:18
Suro

Maldita sea, no tenía tiempo de ir a su casa a buscar rompa limpia, y la que tenía puesta, como era normal, estaba bastante manchada de sangre. Tenía un margen de una hora, poco tiempo... así que salió corriendo, se tiró al río, se frotó con fuerza para sacar la sangre, y luego corrió al campamento de un gigante al que había dejado un ciervo un par de veces y que como resultado de ello le dejaba estar cerca de su hoguera sin intentar matarlo. Allí se desnudó y puso la ropa a secar, tan cerca del fuego que un poco más cerca y la hubiese quemado, entre el calor y el viento... bueno, le dio tiempo a llegar a tiempo para la cita con el Jarl y con la ropa casi seca. Todavía había algún rastro de sangre... pero no se podían pedir milagros.

Llegó de los primeros, a pesar de todo, pero aprovechó para tomar una silla de la mesa y sentarse cerca de la hoguera de Cuenca del Dragón y terminar de secar. También sacó un grueso filete de un zurrón, una hogaza de pan, y una bota de vino barato. Y es que no había tenido tiempo de comer y no se había atrevido en el campamento del gigante, era algo que no había hecho antes y no sabía si el enorme monstruo podría pedir la comida como pago a dejarle secarse... 

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22/02/2014, 19:40
Farengar Fuego Secreto

Farengar te devolvió el beso y te acarició la mejilla.

—Últimamente he tenido mucho trabajo —se excusó el mago de la corte—. Un día despertaré para descubrir que ya no soy un mago sino que me he convertido en un burócrata.

Farengar nunca alardeaba de sus habilidades. Pero un día, en una conversación de alcoba, te dio a entender que había sido en su día una brillante promesa de la hechicería. Tú mejor que nadie sabías que bajo la pátina de burócrata obediente se escondía un ingenio chispeante y un conversador profundo cuando tratabais temas arcanos.

—Política. ¿Por qué otro motivo iba a reunirse el Jarl con sus thanes? —suspiró como respuesta a tu pregunta.

Cuando le contaste tus problemas, su expresión mudó del ligero hastío a la seriedad.

—¿Qué te preocupa, mi amor? —dijo cogiendo sus manos entre las tuyas.

Era evidente que sospechaba lo que podía pasar por su mente. Pero Farengar siempre te dejaba hablar primero y hablaba después, si es que se le pedía consejo.

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22/02/2014, 20:35
Innominado

Estaba aburrido. Su ama hablaba y hablaba, y hablaba. A Innominado no le interesaban lo que su ama llamaba "asuntos de la corte". Venían a ser cosas incomprensibles que los seres grandotes de dos patas consideraban taaan importantes, cuando en realidad eran taaan inútiles.

Innominado sabía lo que era importante. En cuanto su ama se despistó, saltó de su hombro a la mesa. Tanta comida, y tan rica… ESO sí era importante. El animalito se lanzó directo al plato más cercano.

Entonces vio al colega de su ama… ¿cómo se llama? Ah, sí, Suro… daba igual, es un dos patas grandote, todos son iguales… ¡sacando más comida! Innominado le miró con aprobación. Si se traía su propia comida, los demás tocarían a más.

"Al fin un dos patas que entiende las cosas…"

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22/02/2014, 20:53
Suro

A Suro le caía bien Innominado, cuando vió como lo miraba sonrió y le lanzó un trozo de su filete. Sonrió, su rostro cambiaba completamente cuando sonreía, pero generalmente hacía falta vino, cerveza o una linda mujer para que esa sonrisa perdurase un buen rato. 

Solo cuando lanzó el fragmento de filete a Innominado, se fijó que el Jarl había dispuesto comida y bebida. Una rápida mirada evaluadora lo convenció de que no había nada que mejorase su filete asado sobre una piedra caliente -no le gustaba la carne que se quemaba en las brasas-. Pero con un cierto disimulo guardó su bota de vino barato, y tomó una botella de vino un tanto mejor, de la que tomó un buen sorbo sin molestarse en echarlo en un vaso.

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22/02/2014, 20:58
Volshyene
Sólo para el director

Volshyene asintió comprensiva. Incluso a ella misma sus obligaciones con la ciudad le robaban más tiempo del que desearía, y sabía que no eran sino una fracción de las de Farengar.

—Nunca serás tan sólo un burócrata. No te lo permitirías a ti mismo —desestimó en tono ligero para animarle.

Vol se quedó mirando sus manos entre las de su amante un rato, antes de contestar.

—El problema… es que no lo sé —responde con un suspiro—. Y el problema no es nuevo, es lo de siempre. Premoniciones que no entiendo y a las que no les saco el menor sentido. Pero a estas alturas de mi vida no voy a dudar de que si una visión me alerta de peligro, éste vaya a ser real o no.

Volshyene duda antes de relatarle sus visiones.

-Todo tan incomprensible… tan insustancial… ni siquiera puedo ir a molestar al jarl con esto. ¿Qué puedo contarle, cuando no entiendo nada y ni siquiera sé si esto tiene relación con Carrera Blanca?

Sacude la cabeza. -¿Le sacas algún sentido tú?

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22/02/2014, 21:08
Farengar Fuego Secreto

Farengar meditó la respuesta.

—El Jarl es una persona muy ocupada, y con poca paciencia para los asuntos arcanos —respondió con cautela—. La adivinación siempre ha sido una escuela de magia muy compleja y difícil de interpretar aún para los expertos. Pero eso ya lo sabes, tú eres una de ellos.

Ensayó una sonrisa y retiró las manos.

—En cualquier caso, es mi responsabilidad aconsejar al Jarl en problemas de índole mágica. Ya fui un estúpido desoyendo tus advertencias una vez, y mi error estuvo a punto de costar muchas vidas si no fuera por tu perseverancia. Estoy más que dispuesto a intervenir pero... me tienes dar algo más que artefactos dwemer desconocidos y perros ladrando si queremos convencer al Jarl. Lo primero que va a preguntarme es si esa ciudad que has visto es Carrera Blanca, y si no la has reconocido es que no lo es. Ni siquiera sabemos si esas nuevas visiones están relacionadas con los nigromantes del Valle de los Menhires.

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22/02/2014, 21:51
Thadeus Allectus

Cuando llegó el mensaje, Thadeus se encontraba dándose un baño. Fue avisado por su edecan, y éste avisó que procedía del Jarl. Así que terminó rápidamente con el baño, para poder leer el mensaje. "Una reunión en Cuenca del dragón... ¿qué querrá esta vez el Jarl?"

Tras leer aquella carta con la escueta información, Thadeus se preparó para la reunión que aquella noche, con tranquilidad. Escogió un atuendo elegante; no sabía de qué se trataba, por lo que uno siempre quedaría en mejor posición si iba bien arreglado a cualquier lugar.

Por ello, cuando entró en Cuenca del Dragón, pese a su curiosidad, entró a un ritmo sosegado, más pendiente de ver quienes eran los invitados a la reunion que de preguntar inmediatamente qué era lo que sucedia. Aunque todo el mundo parecía hacerse la misma pregunta, salvo quizá unos cuantos. Así que comenzó a mezclarse con los que allí se encontraban presentes, hasta que vio a Karin. 

La primera reacción era acercarse a preguntar a la bardo, pues tenía cierta confianza con ella, aunque pronto descubrió que parecía tener tan poca idea como él sobre aquel asunto. 

Después, tomó asiento en aquella mesa con forma de U, para cenar tranquilamente. Era un gesto de cortesía aquel pequeño banquete, que pese a su caracter austero y práctico, decía de su anfitrión algo del estilo a "disculpa". Nos había hecho llamar y ni siquiera sabíamos para qué. 

Thadeus comenzó una conversación sin importancia con Suro, hablando sobre los años pasados en Cyrodil, cuando sacó su propia comida y bebida allí mismo. Es por ello que el mago abrió bastante los ojos, extrañado y horrorizado por aquel gesto, que seguro que le parecía lo más inocente del mundo al cazador.

-¿Sabes que sacar tu propia carne y tu propio vino en determinados ambientes puede resultar casi un insulto? -le comentó más como si de una anécdota se tratase, que de reproche-. Recuerdo en Cyrodil que una vez un joven noble hizo justo este mismo gesto para indicar en una posada su indignación ante lo que le habían servido. Se trataba de una posada que era famosa por su exquisita comida, y por tener unas camas bastante agradables tras un largo viaje. Pues aquel gesto significó la desgracia para el posadero; los rumores corrieron tan rápido que en dos meses, la clientela se redujo tan drásticamente, como para decidir cerrar el negocio. ¿No te conocías aquella historia? 

El mago siguió hablando con la gente que allí había reunida, sobre temas sin importancia. Estaba deseoso de saber qué sucedía, pero sabía que con una breve espera, podría averiguarlo en cuanto el Jarl apareciese. 

Para su sorpresa, distracción e indignación, apareció casi de la nada Medea, su gata persa, y se subió a la mesa, como si de un asiento se tratase. Tan tranquila, la gata comenzó a acicalarse encima de la mesa, con un gesto de pasividad increible. De hecho, tras mirar a la cara a su amo, se colocó al lado de su plato, y le dio la espalda, contemplando aquella reunión tan tranquila como si se tratase de su propia casa. "Con la anécdota que le he contado a Suro, y va mi gata y entra en el mismo juego juego de siempre: ponerme en evidencia..."

Tras un par de conversaciones sin importancia, Thadeus sacó la carta y se la enseñó a Suro por un momento:

-¿Crees que esta carta es normal que esté así escrita? Parece como si se hubiese escrito en un mal momento... - le dijo enseñándole la carta del Jarl un tanto arrugada, con un agujero en el centro y con la tinta levemente corrida, para ver qué opinaba sobre aquello, y tras enseñársela, se acercó la carta a su nariz para olerla discretamente.

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22/02/2014, 21:52
Thadeus Allectus
Sólo para el director

Thadeus, tras leer la nota, la olió, no estando seguro de si era cierto aquello que percibía. ¿Olor a queso? Además, comprobó mediante el uso de su sentido del gusto si aquello era cierto; parecía que no... ¿o sí? Por un momento le pareció haber notado un ligero sabor a queso, solo por un momento. De hecho, al pasar la lengua por el centro, rompió la carta a causa de su saliva, haciendole un pequeño agujero.

 

 

Notas de juego

He aquí el motivo por el que la carta se la enseño a Suro un poco arrugada, por haberla intentado "degustar", como método directo de comprobación de aquel olor a queso. 

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22/02/2014, 21:56
Khaled

Lo sabía. Sabía que iba a pasar, pero era la única forma de que se callara y cesara en su intento de licuarle el cerebro.

Esa voz tan aguda, o tan grave, no estaba seguro. Sonaba grave, pero hurgaba en sus sesos como un punzón, lo cual daba la sensación de agudeza. “Quítateesaropaypontealgolimpio, quítateesaropaypontealgolimpio, quítateesaropaypontealgolimpio”. Qué absurdez. Ya le conocían, a nadie iba a molestarle que apareciera con la camisa que llevaba puesta. Estaba limpia; se notaba porque todas las manchas eran frescas. Y además no eran de nada asqueroso, salvo la del vómito de Mikael, solamente aguamiel.

En cualquier caso, lo sabía, era inútil. En cuanto había salido por la puerta, los críos se le habían echado encima, sobándole con sus manos embarradas y apretando sus rodillas ensangrentadas contra sus pantalones. Podía haber desenvainado y partirlos por la mitad antes de que se le echaran encima. Se lo merecían, de verdad; esos gritos se colaban por sus orejas como cristales rotos. Pero no eran más que niños, al fin y al cabo.

Y así, cuando consiguió quitarse a la chavalería de encima, atravesó la ciudad y llegó a la choza del Jarl. Abrió las puertas él mismo y se dejó ver en el gran salón, la empuñadora de su extraña espada sobresaliendo sobre su hombro, la casaca, o levita, o comoquiera que se llamase la chaqueta que llevaba puesta, luciendo lamparones de barro, y las calzas en carmesí sobre blanco.

Había bastante gente reunida. Todos ellos caras conocidas; todos con alguno de esos títulos que servían para poner las pelotas encima de la mesa aunque no tuvieras pelotas. El pobre Provencio debía haberse dejado la mano escribiendo cartas. O, más bien, el pobre desgraciado que dedicara su vida a escribir documentos oficiales.

Le apetecía tanto estar allí como emborracharse con orina de caballo. ¿Por qué tengo que venir en lugar de seguir durmiendo? Si yo no pedí ser thane.

Intercambió palmadas en la espalda aquí, saludó allí, y acabó su trayecto en una de las largas mesas. Apartó bandejas, platos, jarras y botellas para hacer hueco a toda la envergadura de sus piernas y trasero, y se aupó, sentándose con las piernas cruzadas, rodeado de comida. Cogió una de las bandejas, de patatas asadas. Y una jarra de aguamiel; en los últimos tiempos bebía demasiado aguamiel, no se sorprendería si algún día, al remojarse el rostro tras despertar, descubriera que el color le había abandonado la tez y el cabello.

Al menos, entre tanto rostro solemne, había algunos agradables de ver.

—¡Tócanos algo, hermosa! —gritó a Karin, que le había saludado con un guiño momentos antes—. Pero que sea suave; me duele tanto la cabeza que he estado a punto de dejarla en casa.

Se fijó entonces en la silueta del hombre que comía junto a la hoguera. Suro, a quien tenía por un hombre taciturno, sonreía al animalejo de la sibila, quien también debía estar por ahí, aunque no la veía por ninguna parte, y le tiraba pedazos de carne.

—¿También a ti te han hecho venir? —preguntó al guía—. Y yo pensando en mudarme a las afueras para que me dejen en paz. Se impone un cambio de planes.