Partida Rol por web

Sientes un ligero mareo. Cierras los ojos y pareces encontrarte en otro lugar. La música te arrulla.

Ves tus manos, fuertes y rugosas, las de un hombre, no de elfa. En ellas sujetas las bridas de tu caballo. Escuchas la voz del montaraz. ¿dónde estaba cuando perdiste su pìsta? Quieres responderle. Soy yo, Eruannë, pero algo estrangula tu voz.

Te buscan, lo sabes, lo sientes. El animista te busca, el montaraz rastrea tus pasos. Todos los demás ya están juntos. Desesperada quieres comunicarte y te sientes a ti misma , hacia el norte, al norte, allí estás.

Pero no puedes hacer nada y sabes que el morador de la choza se acerca, tal vez ya esté entrando en ella. Te debates, quieres encontrarte otra vez, y ...

Abres los ojos, tus dedos no han dejado de tocar el arpa. Ya está prácticamente en la entrada de la choza. No hay tiempo de más, ¡ya está aquí!

Mis ojos se pusieron en blanco mientras alcé mi brazo buscando en las cuatro direcciones de repente me quedé fijo en el norte, mi brazo se extendía como queriendo coger o señalar algo, Allí allí está es ella, está en la choza del pantano un poco más al norte. Después visteis para los que estaban escrutando mi rostro, que mis ojos volvían a la normalidad, mi brazo bajó y miré a los presentes entre sudores, escuchando la voz de Ástomer.

Miré a todos y posé después mi mirada en Adronath, con sonrisa de triunfo, la tenemos Adronath un poco más al norte, se ha guarecido en una choza, debemos de darnos prisa me pareció intuir que hay un señor del pantano y ella se ha escondido allí, pero no está a salvo toca con su arpa para calmarlo pero eso no será suficiente.

El mal se extiende compañeros ahora miré a Ástomer, un poco más al norte Ástomer sacar vuestras armas, no sabemos a quién nos enfrentamos, liberemos a nuestra compañera y salgamos de estas horribles tierras, donde la pestilencia y enfermedades se extienden a nuestro alrededor.

Me subí en mi caballo y os dirigí hacia el norte donde tuve esa visión...

Turno 508

Drustan ya embrazaba sus armas cuando oyó el consejo. Su lanza era de las mejores herramientas para sondear el terreno antes de pisar. Las palabras de su amigo le intranquilizaron, pero después de estar con el bello pueblo sabía que existían cosas que escapaban a su entendimiento.

Esperaba que su lanza sirviese en esa ocasión al menos

Turno 508

Adronath asiente a las palabras de Elorham y muy bajo le pregunta.- ¿Sabes a cuanta distancia está?

Luego mira a los demás y mostrando su arma y su escudo les señala que se preparen para lo que pueda pasar. Tras esto se suelta de la cuerda que lo tenía atado, pero no la tira al suelo para no perder el contacto con los caballos. Y siguiendo la dirección que le ha dicho su compañero, comienza a andar hacia allí.

Turno 508 bis.

Turno 508

En marcha pues, digo desenvainando mi espada y azuzando al caballo que avanzaba lento pero seguro ante el espesor de la persistente y densa niebla de aquel siniestro paraje.

Resolución Turno 508

Janut llevaba demasiado tiempo viviendo allí, en el pantano, escondiéndose y cazando, durmiendo y penando. La monotonía del pantano se había impuesto y ayer parecía igual que hoy, el cual no se diferenciaba de mañana. Pero aquel día un cuerno había sonado. Sólo el oscuro sabía porqué.

Los muy idiotas iban a despertarle, claro que iban a hacerlo y se los comería por supuesto. Bueno, no era su problema.

Bueno, por lo menos no lo era hasta que se acercó a su casa. Una bellísima melodía salía de allí, y llegó hasta el umbral y encontró un ángel tocando unas notas que conmovieron. Era una elfa pero no le inspiraba odio, a pesar de sus ojos brillantes, de su elegante caballo y de sus gráciles maneras.

¿Quién eres? Le preguntó dejando que saliese de la cabaña.

Resolución Turno 508

El grupo avanzó alarmado. La zona de niebla despejada que rodeaba a Zigur les permitía avanzar algo más deprisa. Elhoram de algún modo había conseguido adivinar la dirección en la que se encontraba la elfa. Incluso les había dicho que se encontraba en peligro.

Ástomer miraba el suelo aprobador y ganando nuevo respeto por el animista. Cuanto más iban en la dirección indicada más se confirmaba que era la dirección correcta. En el poco espacio despejado de niebla que tenían el montaraz a veces encontraba huellas en los sitios donde todavía podían marcarse. Hacia el norte caminaron unos minutos. La elfa, confundida, se había alejado de ellos. Primero había caído al suelo y luego se había movido en el caballo pero en lugar de encaminarse a ellos algo debió confundirla porque se alejaba.

Escucharon una música a lo lejos, una música que se interrumpió. El arpa había parado. Pero sólo debían quedar unos centenares de metros para llegar hasta su origen, si es que el oído no les engañaba.

Turno 509

El beórnida se deshizo de la cuerda con todo el sigilo que tan sólo el pueblo de la montañas es capaz de mostrar, después acomodó su equipo, con tan mala fortuna de golpear con su lanza en el hocico de una de las monturas, lo cual hizo que soltase un relicncho que convirtió en fútil cualquier intento de subterfugio por parte del sigiloso Drustan.

- ¡¡POR LOS VALAR!! ¡¡POR BEORN!! - Gritó el beórnida a pleno pulmún.- ¡Aquí vienen los hijos del oso! - Exclamó a pleno pulmón como grito de guerra mientras cargaba por el traicionero terreno.

La suerte estaba echada

Turno 509

Cerró los párpados y vio unas manos grandes, fuertes y ásperas aferrando las riendas de un caballo. Las sentía suyas, pero no. No lo eran. Luego abrió los ojos y contempló otras manos, más pequeñas, de largos y finos dedos de arpista; entonces sí, eran las suyas. En su cabeza aún resonaba el eco de aquellas voces: eran Elorham y Ástomer, y la estaban buscando. ¿Se habían separado de los otros por ir tras sus huellas? ¿Acaso no habían escuchado el cuerno? ¡Debían huir de allí! Tenían una misión que cumplir… Eruannë mordió sus labios, nerviosa. Ellos no cejarían hasta encontrarla, por lo que ella tenía que ir a su encuentro o estarían perdidos. Hacia el norte, dijo Elorham. Si ella se encontraba al norte, entonces ellos estaban al sur. Al sur, repitió para sí.

Presta, se incorporó y guardó el arpa; luego aferró las bridas de su corcel. Fue entonces cuando el anciano adan se apostó a la entrada de la choza y le preguntó su nombre. No había miedo ni aversión en su voz: el sortilegio ya se había derramado sobre él como un bálsamo. La silvana giró sobre sí misma y sonrió, algo azorada. Sus entrañas se crisparon ante la triste visión del anciano. Solo y olvidado, pensó.

—Soy Eruannë. Lamento haberos importunado, no fue mi intención preocuparos. Mi caballo se encabritó y me extravié en la niebla. Luego me refugié aquí, cuando sonó el cuerno. Nada bueno augura ese cuerno, y no deseo que mi presencia os acarree desgracia alguna —susurró.

Hizo una pausa, al tiempo que el anciano se apartaba del umbral para cederle el paso. Luego montó en su caballo y, una vez arriba, observó en derredor. No lograba discernir con claridad dónde se encontraba. Entonces volvió la mirada hacia el anciano y añadió:

—Estoy algo confusa… ¿Seríais tan amable de orientarme? Mientras más rauda me aleje, más seguro estaréis. Sin duda, sabéis eludir cualquier escollo y conocéis estos páramos como las líneas de vuestras manos. Intento sustraerme de las garras de quienes hicieron sonar el cuerno y encaminarme hacia el sur, ¿querríais ayudarme en mi cometido? Quizá podríais guiarme un tramo montando junto a mí hasta un sendero seguro o simplemente indicadme cómo y por dónde continuar mi camino y os estaré eternamente agradecida. Lo dejo a vuestro arbitrio. Y quiera la ventura, pueda devolveros alguna vez este favor…

Aunque temía por la suerte de Elorham y Ástomer, tampoco quería arriesgar la vida del anciano. Ignoraba el porqué de su soledad y aislamiento, la secreta trama de su pasado y si acaso purgaba alguna culpa por decisión de los valar. Pero no era ella su juez y, menos aún, su verdugo. Fuera cual fuera su falta, si la había, a ojos de Eruannë la había pagado con creces sometido a una mísera existencia, olvidado de todos y a la deriva en un frío y lúgubre pantano.

Y era cierto. Sus inmortales huesos llevarían consigo el frío abrazo del pantano y su memoria recordaría aquel inesperado encuentro… Por siempre y para siempre.

Resolución Turno 508

Los llevé hacia donde mi intuición me hizo ver que estaba, entonces sí allí en la lejanía se divisaba la choza, le hice un signo a mis compañeros para que siguieran. Mientras que me desvié dando un rodeo para poder encontrar alguna ventana o resquicio por donde otear, y ver la situación en la que estaba nuestra compañera.

Bajé del caballo y lo llevé conmigo, dando un rodeo, después me acerqué por detrás dejando el caballo atado en algún sitio cerca de allí. Mientras oteaba el interior en busca de algún signo que me indicase que nuestra compañera no corría un serio peligro, ahora mismo...

Resolución Turno 509

No bueno, no bueno el cuerno es. Porque les ha escuchado y les siente y les busca y pronto les encontrará porque domina todo lo que vive aquí e incluso yo me escondo cuanto puedo porque vivo sin meterme con nadie.

Eruannë eres y repitió el nombre un par de veces, como haciéndolo sonar y paladeándolo. Pues yo soy Janut y Janut soy yo y no hay más que hablar. Eres muy bonita y amable con Janut, no como los malvados dunadan o los perros de los rohirrim. Malditos sean, malditos todos ellos, que se hundan en las ciénagas y penen por siempre.

Janut hablaba de modo inconexo y a veces las ideas saltaban de frases anteriores a otras que quería decir o creía que había dicho o incluso como si debatiese consigo mismo.

Yo te llevo. Janut te lleva. Te lleva al sur, al sur te lleva. Pero no tienes ningún cuerno y no lo vas a tocar si lo tuvieses, ¿verdad?

Os ponéis a caminar y él se muestra muy solícito.

Gran caballo, bonito caballo. Te dice ¿Sabes si es bueno y tiene grasa? ¿No has pensado nunca en comerlo?

Aunque cuando ve tu rostro de alarma se retracta.

No claro, caballo no es para comer.

Se mueve con destreza por la niebla y pone los pies siempre en las zonas menos húmedas y más firmes, moviéndose con soltura a pesar de la desfavorable situación y la niebla.

- ¡¡POR LOS VALAR!! ¡¡POR BEORN!! - Gritó el beórnida a pleno pulmón.- ¡Aquí vienen los hijos del oso!

Reconoces la voz del beórnida y Janut al escuchar todo aquello da un chillido histérico, quedándose quieto y sin ocultarse.

Resolución Turno 509

Vuestra supuesta aproximación sigilosa es un verdadero fracaso y Drustan, sigiloso como la llamada a las armas de un castillo, decide dar todo por perdido y grita desaforadamente mientras carga por el traicionero terreno.

El caballo, espoleado y nervioso en medio de aquella bruma se lanza rápidamente hacia adelante, algo a ciegas aunque delante de ellos parecen distinguirse formas o voces. Una de ellas extraña pero la otra sin duda de origen élfico.

Parece ir todo bien hasta que de repente el caballo pisa mal en alguna irregularidad del terreno y se cae.

El beórnida se ve proyectado hacia delante, a los pies de dos figuras. El resto tarda unos segundos más en llegar.

Uno de ellos era un humano de delgado cuerpo, que se apoyaba en un bastón carcomido para moverse y al que se le notaba la dura vida en los pantanos. Sus ropas eran harapos y hablaba en rápidos susurros. Se le ve sorprendido ante vuestra súbita aparición.

¡Por el oscuro! dice y observa a Adronath largamente apoyándose en su bastón. ¡Dunadán! masculla tragando un insulto y al ver a Ástomer contiene su lengua. Elhoram, que ha tomado un pequeño rodeo se junta con vosotros y recibe una nueva mirada desaprobadora.

Eruannë por lo visto había encontrado un guía. Aunque fuese uno tan despreciable como un dulendino viejo y decrépito y lleno de odio.

¡Dejádla!

El dulendino se interpuso entre ellos y Eruannë.

Yo protejo la señorita.

Y sacó una daga que había mantenido oculta entre los harapos.

Turno 510

Adronath espada en mano y escudo en ristre, se acerca al dulendino y al llegar a cierta distancia le habla. 

- Envaina tu arma. No queremos hacerte ningún daño. Pero si decides seguir en actitud ofensiva, atacaremos- le advierte el dunadan.

Turno 510

Eruannë avanzaba tras los certeros pasos de Janut y escuchaba sus palabras intentando comprender aquella retahíla inconexa, el monólogo deshilvanado de una solitaria criatura. De tanto en tanto, negaba o afirmaba con una silencioso movimiento de la cabeza en respuesta a sus preguntas. Las palabras manaban en apretados borbotones de aquella desdentada boca, y la elfa se preguntó cuánto tiempo llevaría sin conversar con otro que no fuera él mismo. Cuál era la razón de su confinamiento en tan aciaga circunstancia era algo que escapaba a su conocimiento, pero intuía una amarga soledad macerada en antiguos resentimientos. Como fuera, mucho había sufrido y penado en aquel horrible páramo. ¿Quién velaría por él en sus postreros días? ¿Quién le daría sepultura a sus ateridos huesos cuando le llegara la hora final? Solo y olvidado, pero resistiendo con feroz tenacidad.

Estaba ensimismada en estos pensamientos cuando la sorprendió el grito de Drustan y su intempestiva caída. Ahogó un grito y escudriñó en derredor, alerta. Instintivamente asió las riendas de su caballo para que no se espantara otra vez. Fue entonces cuando descubrió a los demás y suspiró aliviada al encontrar a Elorham y Ástomer entre ellos. Temía que se hubieran separado del grupo, empeñados en su búsqueda. Los había oído conversar...

De pronto, todo se precipitó. Janut se interpuso entre ella y los demás, dispuesto a defenderla de cualquier peligro; y Adronath se plantó frente al anciano, espada en mano. Eruannë corrió hacia ellos y le dijo al dunadan, al tiempo que alzaba los brazos:

-Adronath, Janut es un... anciano -resaltó, consternada. Y añadió: -Yo hablaré con él. Pero no veo con buenos ojos que le exijáis lo que vos no estáis dispuesto a cumplir. Envainad vuestra espada también como muestra de buena voluntad. Ya tendréis oportunidad de blandirla frente a un verdadero peligro.

Luego volteó la mirada hacia el dulendino y esbozó una pequeña sonrisa.

-Envainad también, por favor. Ellos viajan conmigo. Os doy mi palabra de que no intentaran nada contra vos. ¿Estáis de acuerdo?

Sus ojos posaron una límpida mirada en el apergaminado rostro del anciano y se preguntó cómo reaccionaría cuando el sortilegio desapareciera. Se encontraba frente a quienes consideraba enemigos, y quizá no le faltaba razón. Mucho había escuchado Eruannë de las interminables batallas y conflictos entre los edain. Feroces batallas y luchas de poder, traiciones, malentendidos e injurias que una joven elfa criada en Lórien jamás comprendería.

Paciente, esperó una respuesta del anciano.

Turno 510

Drustan se incorporó con toda la dignidad que le era posible en las circunstancias dadas, tirado del caballo, mojado y empapado como un perro.

Lanzó una mirada osca al dunledino. Como beórnida sentía gran animosidad hacia su pueblo, pero aquel anciano decrépito no significaba ninguna amenaza para el grupo, si conseguían controlarlo.

Hablando en lengua dunledina, se dirigió al extraño individuo.

- Somos la guardia de honor de la princesa elfa anciano.- A Drustan nunca se le dió bien mentir, pero estaba tan enojado que le daba igual todo. - Gracias por cuidar de ella en este tenebroso lugar. Como bien dice la señora lo mejor será que nos tranquilicemos todos y evitemos los accidentes. Ese cuchillo tuyo está fuera de lugar en este sitio. - Continuó con un deje de amenaza.- Estás muy lejos de tus tierras dunledino, al igual que nosotros. No somos enemigos. - Y para reforzar sus palabras, le tendió su odre con agua fresca con la mano que sujetaba el escudo.