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En los recuerdos, Vivec, Morrowind

El hecho de que precísamente aquel recuerdo se manifestase tan claro en su memoria no dejaba de ser sorprendente. Hacía décadas quizá, que no había vuelto a pensar en los baños de la Ceniza Roja. Y ahora casi se sentía sumergida en sus aguas.

Sí, recordaba ese día. Había vislumbrado a aquel ejemplar masculino de su raza. El único que se encontraba utilizando las termas en aquella mañana en la que acudir a los baños era, sin lugar a dudas, escuchar una vez más todo aquel asunto de la batalla de la Montaña Roja, y de la ascensión del Tribunal.

Desprovista de la ropa que había dejado en los vestuarios, y sin mostrarse avergonzada, había asentido de vuelta, y se había introducido en el agua, lentamente, sentándose frente a él. Lo había observado sin contención, y había esbozado una media sonrisa sugerente, apoyando los brazos a los lados de la repisa de mármol que rodeaba cada piscina, relajando su cuello, apoyando la cabeza contra el bordillo.

En los recuerdos, Vivec, Morrowind

El hombre te siguió con la mirada, podías ver que él tampoco cubría su cuerpo, preñado de cicatrices. Tenía aspecto de alguien que había luchado mucho, pero aun así no se mostraba hosco.

Un poco pronto para los baños. dijo el hombre. Esperaba algo de intimidad, pero no rechazaré una compañía tan interesante. añadió el dunmer mirándote a los ojos, echó una mirada a la entrada, luego a ti.

¿Vienes a menudo aquí? preguntó curioso.

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- En efecto. Un poco temprano. Pero quizá esta hora es la mejor, si uno desea no encontrar los baños indeseablemente llenos de gente. -contestó, utilizando un tono relajado, dejando rodar sus pupilas también hacia la entrada, para luego mirar hacia el agua y de nuevo, hacia él- Vengo bastante. Y en cambio nunca te había visto aquí.

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Eso es que es la primera vez que vengo aquí. respondió con tranquilidad, se puso en pie, con una perspectiva con la que pudiste ver toda su anatomía y se metió en el agua delante de ti.

Te miró con detenimiento, sentías una presencia en él poderosa que no sabías definir o dar razón. Su presencia era la de un dunmer poderoso, regio, pero su actitud casi mundana parecía ocultar tal cosa.

Me lo aconsejaron, para relajarme. continuó. Son tiempos difíciles para Morrowind, encontrar un espacio para uno mismo a veces se hace imposible.

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No se molestó en mirar hacia un lado, al ver que se levantaba. Siguió sus movimientos, sin perder detalle, intrigada por el indudable porte regio que poseía, por el aura de poder que emitía sin mostrarse abiertamente suspicaz u hosco al respecto- Es un buen sitio para relajarse, sin duda.-a juzgar por sus cicatrices, debía haber luchado muchas batallas. Las mismas hablaban de numerosas experiencias, las suficientes como para haber vivido quizá bastantes más años que ella. Pero al fin y al cabo, aquello a partir de cierto punto, comenzaba a carecer de importancia.- ¿Debes atender muchas responsabilidades? Yo sin ir más lejos debería estar atendiendo una en este momento. Pero decidí que quizá acudir a los baños resultaría... En alguna clase de encuentro agradable. Y por ahora veo que no estaba equivocada.

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El dunmer sonrió mostrando una actitud afilada, una sonrisa de tahúr intrigante, se acomodó en el borde del baño.

Hasta hace no demasiado.. muchas. Importantes y capitales. respondió sin entrar en detalles. Ahora tengo tiempo.. para lo que yo desee. añadió mientras sentías su mirada interesada en ti, el dunmer irradiaba seguridad en si mismo, al filo de la arrogancia.

¿Tan tediosas eran esas obligaciones? preguntó con tono jocoso, luego sonrió torcido. Ciertamente, ambos hemos tomado una decisión correcta en venir a los baños.

Te dirigió un sugerente gesto con la cabeza, una invitación velada a acercarte a él, a su vez el dunmer extendió la pierna bajo el agua acariciándote suavemente la piel de la pierna.

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- Importantes y capitales... Suena a que has estado trabajando a destajo.-  suspiró, sintiendo el roce de su piel- Y veo tu cuerpo preñado del recuerdo de todas esas obligaciones...-añadió, acercándose a él, posando las manos sobre su pecho, acariciando con las yemas de los dedos las cicatrices que poblaban su piel- Las mias de seguro no eran tan importantes. Pero, en efecto, eran tediosas.-comentó, alzando el rostro, para mirarlo- Seguro que te alegras ahora mismo de que lo fueran.

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Sintió tu tacto sobre su piel cicatrizada, el deleite de notar como tu exuberante cuerpo se posaba sobre el suyo, mirándote a los ojos. Sus manos cerraron un suave cepo en tu talle, mas notabas como acariciaban tu piel bajo el agua, el furtivo roce de su miembro creciente.

Lo he estado. respondió ciñéndose a sus parcos detalles. No era disimulado que el hecho de hablar de ello le confería cierta aura de misterio, pero su forma de hablar, los matices profundos de su mirada, te decían que no mentía ni exageraba. Pero ya quedaron atrás. Acabaron.

Sonrió pícaro al hacer mención de tus obligaciones, se permitió una risa a juego con la sonrisa.

¿En qué te basas en decir esto? preguntó incitándote, divertido.

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- Que atrás queden, entonces.-contestó, percibiendo su evasiva, aunque era evidente que le gustaba hacer referencia a aquellos asuntos sin tener que contestar. Dejó que sus manos se deslizasen por su pecho y por su vientre, desplazándose hacia los lados de sus piernas justo antes de propasar la línea de su pubis- Oh bueno... Simple intuición femenina, supongo.-dijo, dando un corto paso hacia él, provocando con ello que su piel, bajo el agua, se rozase contra su virilidad creciente.

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La respuesta del dunmer fue reír levemente, finalmente aquel viaje de ambas manos terminó atrapando tu trasero, que tomó con suavidad y amasó como si lo evaluara.

Sí, lo cierto es que las mujeres soléis tener muy buena intuición. respondió mientras hacia que su verga cada vez más erecta rozara con tu piel. ¿Debo preocuparme por algún pretendiente celoso? preguntó divertido mientras acercaba su rostro al tuyo, con actitud magnética, mezclando vuestras respiraciones.

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Se mordió el labio inferior, dejándolo escapar, despacio, al percibir su proximidad, su aliento...-¿Debo preocuparme yo?- preguntó, maliciosa, entrecerrando los ojos para lamer, con detenimiento y gula, el contorno de sus labios, empleando aquel gesto que encontraba tan satisfactorio al ser consciente de lo mucho que removía el instinto de los varones. Finalmente, e incapaz de resistirse, lo besaba, emitiendo un leve jadeo al encontrarse con su boca.

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Ninguna. fue la respuesta lacónica del dunmer quien también se entregó al beso con lujuria. Notaste sus manos agarrándote del trasero, apretando tus nalgas a las que empujaba para que notaras la amenaza de su miembro pegado a tu vagina.

Su beso se prolongó un rato, en breves separaciones en las que volvíais a chocar vuestros labios y lenguas haciendo que la temperatura del agua aumentara por momentos. Un gesto de autoridad, sentiste como una mano abandonaba tu culo y tiraba de tu pelo para ofrecer tu cuello al elfo. Con hambre te lo besó y mordió sensualmente, lamiendo el tacto mojado del agua recorrer tu piel.

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Gimió, al notar la proximidad de su sexo. Al ser presa de aquel gesto de autoridad, mediante el cual exponía la tersa piel de su cuello esbelto, degustándola, y provocando que se le erizase la carne, como si un profundo escalofrío recorriese su espalda. Elevó la barbilla, ofreciéndose al mismo tiempo, mientras rodeaba su cuello con los bazos, mirándole, enardecida, sabiéndose humedecida por su compañía y su hacer.

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Llevó el rostro un poco más abajo y empezó a mamar de tus deliciosos senos, se llenó la boca de ellos mientras su cuerpo se colocaba perfectamente para entrar en ti. Y lo hizo, empujándote con la mano que dominaba tu culo, la notaste entrar gruesa y dura hasta el fondo. Vuestras caderas se unieron, él soltó un placentero gemido, te besó los labios ahora mientras te miraba.

Si.. tu intuición no ha fallado en absoluto. dijo con aire pícaro mientras notabas que te agarraba con vigor, sujeta, impidiendo ningún otro gesto que no fuera el que lo notaras profundamente encajado en ti.

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Sus pezones oscuros, ya sobresalientes por la excitación, endurecieron en el acto, al sentir el roce de su lengua. Notó, con un jadeo, como se preparaba. Como se colocaba para penetrarla. Y cuando lo hizo, de manera completa y definitiva, abrió la boca de puro gozo, gimiendo, de igual manera. 

Se aferró a él, sintiéndose llena, penetrada hasta el fondo, mirándolo, sintiéndose incapaz de articular palabra mientras su interior lo abrazaba, apretándose en torno a él como la caricia del amante más fervoroso.

En los recuerdos, Vivec, Morrowind

Notabas su cuerpo unido al tuyo, mezclándose bajo las aguas termales que os hacían arder los cuerpos. El dunmer dio tregua a tu pelo, llevó las manos a tu espalda y unió su frente a la suya. Notabas su potencia apenas manifiesta, una mirada feroz y animal. Entonces empezó como un chispazo, la cadera del mer te espoleó arriba haciendo que sintieras la primera embestida con todo lujo de detalles.

A esa la siguió otra, luego otra, y pronto de viste envuelta en una vorágine de gemidos y deseo coronados por lujuriosos besos, profundas penetraciones y miradas que prendían fuego en tu cuerpo. Cada cicatriz parecía contar una historia, tu mirada podía perderse por ellas, pero cada vez que notabas que su virilidad horadaba tus adentros se desmontaba la imaginaria historia que pudieras hilar en tu cabeza por placer absoluto.

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Atraída y a la vez intimidada por el brillo animal y feroz de su mirada, a penas fue capaz de cabalgar la magnitud de aquel oleaje de embestidas salvajes que se sucedieron, una tras otra, sin tregua. El calor de las aguas, que se agitaban en derredor de sus cuerpos, el ansia de sus besos, la caricia de su piel, la espontaneidad de aquel encuentro...

Su mente, igual de prendida que su cuerpo, se volvió incapaz de hilar ninguna frase coherente. Entre jadeos, gemidos de absoluto placer, se sintió estremecer, percibió cómo la llenaba absolutamente, una vez, y otra, y otra... Envarándose de pronto su cuerpo, mientras sus dedos, sus uñas se enterraban en su espalda, quedándose ella muy quieta y rígida, temblando entre sus brazos, ahogando un grito extasiado en su boca al percibir los estertores de un orgasmo repentino e intenso.

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Como si vuestros cuerpos hubieran encontrado una sincronicidad, el éxtasis también alcanzó al dunmer. Sujetándote como te sujetaba, manejándote como te manejaba, empalándote como te empalaba, eran las teclas inmisericordes en las cuales ambos alcanzasteis el orgasmo mutuo. Pudiste notar dentro de ti la semilla del dunmer brotar de su verga, llenándote con inusual intensidad, una sensación que sabías que una vez la sacara dentro de ti se derramaría profusamente.

Pero se quedó dentro de ti, jadeante, como si contemplara una obra de arte. Te acarició la mejilla, el brillo rojizo e intenso de sus iris refulgía, pero en sus ojos se fueron tornando más apacibles poco a poco, aun con el fuego braseando en su interior.

Un buen encuentro, antes de partir. dijo el dunmer deslizando su mano por tu cuello, haciendo que sus yemas resbalaran por tu mojada piel. Gracias. te besó los labios imprimiendo ese agradecimiento, y enseguida tuviste una sensación extraña, casi de despedida.

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Jadeó, absolútamente complacida, sintiéndose llenar por él, en medio de su propio éxtasis. Lo miró, él la miraba. La miraba como quien contempla la mismísima belleza a la cara. Y quizá habría sido absurdo decir que aquel simple gesto la llevase a guardar su rostro en el rincón más recóndito de su mente durante décadas, siglos enteros, pero al sentir su caricia, su beso, algo en su interior se removió, inquieto. 

No quería que se fuera. Y ni siquiera sabía quien era. Siempre había sido ella, la que decidía marcharse. Y sin embargo al probar el sabor de la despedida en sus labios, supo que esta vez no sería así, y un desconsuelo inimaginable se instaló en lo hondo de su pecho- ¿Volveré a verte? -preguntó, aún prendida a su cuerpo, aún sintiéndole en su interior.

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El dunmer te miró con detenimiento, un silencio sepulcral que pareció invocar una niebla de recuerdos que empezó a formarse y apreciabas por el rabillo del ojo.

Puede que algún día en tiempo y lugar. respondió el hombre, una miríada de colores crepusculares refulgieron desde la niebla y sentiste un profundo beso en tus labios. Uno que no debía ser el de un amante de una noche, sino de mucho más. Con ese beso en tus labios, la niebla crepuscular lo envolvió todo, un aroma agradable de perfume parecía manar de la propia niebla y al contemplar el cielo veías hermosas ristras de estrellas conformando innumerables construcciones estelares. Extasiada por la hermosa visión viste a lo lejos definiste una figura señorial oculta tras ese velo, parecía sostener algo entre sus manos, pero solo lograbas ver que brillaba suavemente.

Una voz femenina, maternal, brotó de todas partes, reverberando en armonía desde todos los rincones de aquel lugar ignoto en el que ahora te encontrabas.

Brilla el fulgor del atardecer cuando todo parece perdido, brilla el fulgor del amanecer esperando que llegue la esperanza. En las nieblas del filo del día y la noche se esconden los secretos del alma. Abre los ojos, hija de los chimer. No olvides.

Tal como apareció todo aquello se fue diluyendo como si fuera un sueño. Volviste a sentir la sensación de flotar en el aire, pero a medida que el despertar llegaba a tu cuerpo percibías que alguien te llevaba en brazos. Abriste los ojos en esa duermevela mística, y viste el dunmer de aquel día en los baños de Vivec, parpadeaste y la figura desapareció para ser sustituida por otra. Era Kennard que te llevaba con el rostro cuajado de preocupación y rabia, había disimuladas manchas de sangre en su pecho que no eran suyas, te llevaba con ferviente actitud protectora.