Partida Rol por web

En los recuerdos, Vivec, Morrowind

El beso... Aquel beso... ¿Cómo había podido olvidarlo? Tan sentido, tan inusual, tan lleno de algo que no supo jamás explicar. Aquella voz resonaba luego en su cabeza. Una que en cierto sentido se le recordaba a Aleusa, pero a la vez, no. No, no podía ser la voz de Aleusa. Era algo más. Algo que sobrepasaba a su entendimiento. Algo que no lograba ubicar y que sobrecogió su corazón de una manera incontenible, congelando la respiración en su pecho, derramando lágrimas por sus mejillas. 

Y entonces entreabrió los ojos. Percibiendo aún el tacto de aquella niebla onírica y oscura que rompía en crisol. Y sus pupilas se contrajeron, sorprendidas. Parpadeó, una, dos veces. El rostro de Kennard se presentaba, familiar, tan familiar... Ante ella. 

Se sintió aún incapaz de hablar, recordando de golpe lo que había sucedido antes de que la niebla lo cubriese todo. Notó de nuevo sus pupilas arder y humedecerse, y volvió a cerrar los ojos, alzando una mano, y el brazo, para apoyar la palma sobre su mejilla, notando el agradable tacto áspero de su barba.

9 de Helada, Madrugada, Cueva

Al darse cuenta de que le acariciaste la barba, Kennard reparó en ti rompiendo su semblante serio, la mirada reveló la aflicción de la preocupación parejo a un suspiro de alivio.

Hay que ver.. no se te puede dejar sola. trató de bromear, pero ni el tono ni la mirada acompañaban ese intento.

A medida que la nitidez iba adueñándose de tus percepciones, aun embotadas por el alcohol, oliste a humedad y escuchaste una corriente de agua. Apreciaste paredes de piedra irregulares, una cueva, alumbrada por algo que resplandecía en las ropas del sacerdote.

¿Estás bien? te preguntó al fin mientras te seguía llevando en brazos.

9 de Helada, Madrugada, Cueva

- ¿Cómo...? ¿Cómo me encontraste?- preguntó, con la voz ronca y espesa, tragando saliva, con una mueca de desagrado- Ese guardia rojo me... ¿Lo hizo?- añadió, todavía confusa, temerosa, y con la desagradable sensación de tener todavía encima a ese hombre, tratando de forzarla, cerró los ojos de nuevo- ¿Dónde estamos? ¿Cómo... Qué cojones le ha pasado a tu ropa?- dijo, aún sintiendo la lengua pesada.

9 de Helada, Madrugada, Cueva

Vuestro camino os condujo a un lugar no demasiado profundo de la cueva, la temperatura había subido unos grados, lo cual hacia agradable estar ahí por el frío exterior. Había restos de un campamento no demasiado olvidado disperso por una superficie regular de la caverna, uno formado por un círculo de hoguera apagado, varios troncos y unos pocos catres destartalados, la luz de Kennard también reveló la fuente de esa humedad bochornosa, se trataba de una fuente de aguas termales naturales que llenaba de vapor y temperatura alta la zona.

Suerte. dijo breve. Volvía a Helgen desde Falkreath, vi el movimiento.. de ese tipo. Luego te vi a ti forcejeando. suspiró serio, notaste un imperceptible temblor en sus brazos. Se arrodilló junto al catre, te tumbó en él. Desde ahí pudiste ver un humilde altar dedicado a Talos.

No. dijo seco cuando sugeriste la violación, le viste apretar la mandíbula. Respiró profundamente para tranquilizarse, se miró un instante viendo la sangre, y respondió igual de lacónico. No es mía. No te preocupes.

Miró a vuestro alrededor antes de responder.

Un sistema de cuevas bajo Helgen, lo descubrí hace unas semanas tras hablar con Rodegar. explicó el sacerdote. Se ve que hace veinte años estaban conectadas a los sótanos de la fortaleza de Helgen, una ruta de huida, pero se colapsó cuando Alduin atacó el pueblo.

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Suspiró profundamente, sintiendo cómo la angustia en su pecho menguaba en cuanto lo escuchó aclarar que aquello que temía no había ocurrido. Notó cómo finalmente la presión cedía, y se le escapaban las lágrimas- Yo... Gracias.-dijo, con la voz temblorosa- Soy... Un poco imbécil a veces. Le debo una a ese Arkay tuyo. -añadió, secándose las mejillas con el dorso de la mano, casi con rabia.

Lo miró largamente, antes de darle la espalda, tratando de sentarse sobre el catre, y se podría haber dicho, a juzgar por su expresión, que se sentía avergonzada en cierto modo. Notó cómo la cabeza volvía a darle vueltas, y se llevó una mano a la frente. Se preguntó si podría levantarse, y trató de hacerlo. Quería llegar al agua. Quería quitarse la sensación asquerosa del guardia rojo sobre la piel. Despejarse.

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Kennard te dejó espacio, suspiró profundamente sin llegar a tocarte de nuevo cuando te dejó en el catre. Negó con la cabeza lentamente.

No me las has de dar. Importa que no te ha pasado nada. respondió con un suspiro de alivio, soltando las cadenas de la rabia y la preocupación a un lado. Procura no deberle nada a Arkay.. pide solo una cosa, ya te la pedirá cuando sea el momento, no anticipes el momento. sonó algo macabro, pero viniendo del dios de los muertos no iba del todo desencaminado.

Dejó el equipo en el suelo, te siguió con la mirada cuando te levantaste para dirigirte al agua sin decir nada. Se sintió aliviado por poderse quitar buena parte del equipo.

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Sin llegar a responderle, y tambaleándose un tanto, llegó al borde del agua, y sentándose, se dejó arrastrar, aún con la túnica puesta, hasta sumergirse del todo, emitiendo un jadeo ahogado al percibir el sofocante calor. Aguantó, con los ojos cerrados, hasta que el cuerpo le gritó que volviese a respirar y salió a la superficie, boqueando, y con torpeza, se quitó poco a poco la ropa, dejándola apilada fuera, procediendo a frotarse la piel, a limpiarse la mejilla que había recibido aquel asqueroso lenguetazo, los brazos, los labios... Cada rincón en el que aún era capaz de percibir su tacto, hasta que el calor de las aguas hizo que le ardiese la piel.

Entonces suspiró, aliviada, y se arrimó al bordillo, apoyando la cabeza para mantenerse a flote, con los ojos entrecerrados- Descubriste este sitio hace unas semanas... ¿Y no me habías traído?- preguntó, ligeramente ausente.

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Kennard te contempló en la distancia, se acercó un poco, pero dejó un buen espacio entre tú y él. Instintivamente notaba que necesitabas ese momento para ti, sin invasión de ninguna clase.

Te iba a traer. dijo con un asentimiento, a lo que seguidamente suspiró. Pero entonces.. bueno. Pediste distancia. No quise presionarte. se encogió de hombros, se sentó finalmente sobre el piso mirándote. En un arranque para descongestionar esa leve tensión, trató de nuevo darle algo de humor, fracasando de nuevo. Ojalá lo hubieras conocido en mejores circunstancias.

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- Entiendo...-suspiró, mirando alrededor- Puedo imaginarlo. Tiempos mejores... -se dio la vuelta, apoyando los brazos sobre el bordillo, y la cabeza sobre los brazos cruzados, mirándolo- Me asusté.-dijo, de pronto- Me asusté de lo que sentía por ti. E hice lo que mejor sé hacer. -añadió- Beber hasta olvidarme de todo y buscar a cualquiera que me entretenga y me haga olvidar que en el fondo no paro de huir de mí misma. -declaró, como en una exalación.

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Kennard no se esperaba esa confesión, respiró profundamente como si acogiera fuerzas para escucharte con mayor firmeza. Fue negando con la cabeza, lentamente, mirándote a los ojos con confusión, frustración, cariño, resignación.. ¿amor? El sacerdote se quedó en silencio antes de responder.

No debes culparte. dijo al final. Lo entiendo. Todos huimos de algo. Y todos huimos de lo mismo. alzó por un instante la mirada al techo, en una referencia a la divinidad que servía. Me da igual que huyas. mintió hasta cierto punto. Que bebas. Que trates de.. olvidarme. sentía dolor por decir aquello, un dolor invisible y lacerante. Pero por el amor de Mara.. no te pongas en peligro así. Te lo ruego. nunca habías visto a Kennard de ese modo, casi sombrío. Se puso en pie y suspiró, te miró, sonrió con ese torcimiento de labios de tahúr.

No me importa encomendar almas a Arkay. miró fugazmente la funda de sus armas que había usado recientemente. Pero hay almas con las que no quiero lidiar en el tránsito. suspiró una vez más, dispuesto a regresar al campamento. Te dejaré que te laves tranquila, has pasado por una experiencia terrible.

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Se encogió ligeramente sobre si misma, al verlo mostrar aquella actitud, al escucharlo hablar, en cierto modo sintiéndose reprendida, aunque él no lo pretendiese. Lo miró, como si lo viera a él, y como si viera algo más, como si de hecho escudriñase en su rostro, buscando algo indefinido, y al verlo darse la vuelta sintió, quizá sin motivo, un amargo sabor a despedida que le resultó desagradable y conocido- No te vayas.-dijo, en un nuevo acceso de honestidad- No quiero estar sola.

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De algún modo venciste la gruesa armadura que se había ceñido, apretó los puños con tanta fuerza que parecía que debía herirse las palmas de las manos.

Joder, Sere.. se volvió hacia a ti, soltando aquello con enfado, no hacia a ti, sino hacia él. Se acercó finalmente, se sentó en el borde del agua, a tu lado. Perdóname, no quise ser brusco. 

Su tono de voz se desarmó de frialdad y dureza, sujeto por una bandeja de frustración y calidez. Tendió la mano junto a ti, cercano, señalándote que no te iba a dejar sola.

Lo siento. Yo también me asusté. admitió finalmente. Verte de ese modo.. yo no.. movió la cabeza, no quería remover ese tema escabroso en ese momento. Te miró a los ojos, sonrió para tranquilizarte, acarició tu mejilla. No te dejaré sola. Tranquila.

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Suspiró, sintiendo el roce de su mano contra la mejilla. Lo rodeó, con los brazos mojados, y se aupó ayudándose de él, para acercar su rostro y besarlo. Besarlo de aquella manera que recordaba haberlo besado antes, en un sueño. Intensa, llena de algo inexpresable, propia de quienes eran más que amantes de una sola escapada fugaz. Y lo volvió a mirar entonces, sonriendo, ligeramente obnubilada, acariciando su rostro, como si lo hubiese vuelto a ver por primera vez.

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Kennard facilitó aquel beso aupándote con fuerza, de algún modo sabía lo que ambos deseabais. Con necesidad, terminó de sacarte del agua y se acomodó sobre su regazo sin importarle que lo dejaras empapado, te dejó apoyada contra su pecho mientras te tomaba de las manos y sujetaba de la cintura. Se impulsó de nuevo para buscarte los labios, los encontró húmedos, tiernos, apetecibles, los besó con ahínco y sentimiento.

Te viste encogida sobre él, en una burbuja que rechazaba cualquier malestar o amenaza, Kennard era una fortaleza inexpugnable, un refugio para que fueras recobrando tu talante habitual que, mientras se encontrara ausente, hallarías en él un soporte firme como el ébano. Tras el beso te contempló en silencio, sentiste su caricia en la mejilla secándote lágrimas que ya se habían fundido en las aguas termales pero que él seguía viendo.

Definitivamente.. habló suavemente. ..no te cambiaría por ningún cabrero de carnes prietas. en esta ocasión el humor regresó a su entonación, pero vestida de un sentimiento tan intenso que no se atrevía a nombrar. Uno que se confesaba en cada mirada que te entregaba, que no hacia falta formular, porque había aparecido de repente como un intruso inesperado.

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Dejó descansar la cabeza contra su pecho, agarrándose a su ropa, recibiendo sus caricias, sus besos, como un bálsamo que alivió la ansiedad que se alojaba en su fuero interno. Buscó un hueco entre su cuello y su hombro, donde poder acomodarse, y respiró, despacio, relajando sus brazos, sus piernas, que desde que había despertado no habían dejado de presentarse casi rígidos, en absoluta tensión.

Supo encontrarle la gracia a su comentario y rió por lo bajo- Eso lo dices porque el cabrero no te quiere. -respondió, aún pronunciando las palabras con pesadez- Joder, he bebido mucho. - musitó- Menos mal que cuando no se habla de cabras y muertos sí que eres un caballero.

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Kennard te arrebujó entre sus brazos otorgándote todo el tiempo que lo requirieras, a medida que la lucidez regresaba para ti, el sacerdote notabas que se relajaba. Esbozó una sonrisa burlona al escucharte, se le escapó una risa, pero casi replicó enseguida sin pararse a pensar lo que significaron sus siguientes palabras.

¿Eso es que tú me quieres a mi? se quedó mudo de golpe, te miró al principio sorprendido, pero luego se calmó. Acarició tu cabello en silencio, como si con ello te diera el permiso para no responder y se centró en tu estado.

Un poco de más, sí. Pero eso es por haberte bebido ese meado alik'r. repuso con aire burlón, a lo que añadió. Sí, se me da bien ser un caballero de brillante armadura que rescata damiselas en apuros. se jactó divertido con el permiso que daba que la mala experiencia solo hubiera sido una anécdota desagradable.

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La pregunta también la pillaba a ella por sorpresa, provocando que alzase las cejas y lo mirase, parpadeando un par de veces, sin saber muy bien qué decir en primera instancia, pues todo aquello hasta ahora... Había girado prácticamente en torno a esa respuesta. Y aunque había sido quizá bastante reveladora con sus gestos, las palabras... Las palabras tenían fuerza. Y no por cualquier cosa se empleaban en un rezo, o en un conjuro.

Percibió aquella concesión silenciosa, y emitió un suspiro- El meado de alik'r sabe bien cuando estás lo suficientemente borracho.-contestó- Y no exageres. Tu atuendo dista mucho de estar brillante. Y yo disto mucho de ser una damisela y sólo... Estaba en apuros porque fui tonta, y no llevé el báculo conmigo pensando que podía perderlo. Pero me has salvado. Y follas bien. Así que sí... Supongo que eso me hace quererte. -respondió finalmente, sonrojándose. 

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Sí, fuiste tonta de ir desarmada con desconocidos. admitió el sacerdote. Ni tampoco eres una damisela, creo que bien puedes patear el culo de la mayoría de tipos con los que te cruzas. sonrió arrogante y burlón. Menos a mi claro.

Se quedó en silencio, delante de ti, cavilando pensamientos ignotos por su cabeza hasta que finalmente, fruto de lo que estabas diciendo respondió.

Sí, tienes suerte de que folle tan bien. dijo con tono bromista. Que te haya salvado. Pero a pesar de eso soy un idiota sin remedio, incapaz de admitir una verdad elemental.. se quedó en silencio, te vio sonrojarte, y él también lo hizo mientras te miraba a los ojos. ..que yo también te quiero.

Sin esperar tu respuesta, alcanzó tus labios con un prolongado beso que encerró un volcán de emociones estallando en su interior.

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Quedó enmudecida. Por sus palabras, por su beso prolongado y sentido. Se aferró a él, algo más fuerte, separándose, reticente, cuando finalmente respirar se hizo necesario, tomando una profunda bocanada de aire, cerrando los ojos y apoyando la cabeza sobre su pecho, notando los latidos desbocados de su propio corazón, repiqueteando en sus sienes- No sé qué debería pasar ahora... ¿ Esta es la parte de la historia en la que tras salvar a la damisela, el héroe se va a vivir con ella a su castillo para que ambos sean felices comiendo perdices ? O quizá debería esperar algo más mundano... - sonrió, divertida- Estás empapado.

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Creo que vas a tenerte que apañar con una choza en medio del bosque. repuso riendo suavemente mientras te arrullaba entre los brazos. Pero.. prefiero pensar en el ahora, no en el después. confesó Kennard mientras te contemplaba los ojos fascinado.

¿Más mundano? rió de nuevo, tomó tu barbilla y te besó de nuevo. ¿Qué mundanal desenlace estará cautivando los pensamientos de la princesa? 

Al apuntar que estaba empapado, se miró sin darle importancia. Se encogió de hombros y te respondió con sencillez.

Tú también. susurró, y con un gesto aparentemente torpe, se lanzó al agua contigo riendo como un niño travieso. Tras la confusa caída, sacó la cabeza del agua frente a ti, totalmente mojado, sin dejar de reír a carcajadas.