Partida Rol por web

Asiente de forma casi imperceptible al comandante, sin poner en duda de modo alguno su decisión.

El último turno, tan bueno como el primero. Al menos no tengo que volver y congelarme las pelotas dos veces.

- Si, señor - después de todo, no era el quien se tenía que "sacar del sueñecito" así que era irrelevante. 

Pese a ser el primero en llegar, Miles deja pasar de buena gana a todo aquel "con prisas" hacía la Doctora Roslin. Especialmente a Lucy y Vickers, así como al resto de mujeres y "hombres de apariencia inofensiva" que puedan haber llegado a la Cámara de Crioestasis.

Una vez tenéis todos los electrodos de monitorización colocados y la vía venosa periférica del antebrazo empieza a instilar lentamente el líquido de la crioestasis en vuestro torrente circulatorio, un suave sedante hace que los párpados os pesen… cada vez más y más…

La somnolencia os va venciendo hasta hacer que la mayoría ni siquiera vea como las cubiertas del sarcófago de hibernación descienden hasta quedar herméticamente selladas, todo ello mientras el sistema de intubación automático se despliega hacia vuestra cara, invade la boca y se desliza hacia la laringe, donde quedará fijado por un globo elástico…

Os espera un largo sueño.

Apenas empezabas a hundirte en el sueño de la hibernación cuando la voz de Seis irrumpe con dolorosa brusquedad en tu pensamiento. Porque estás viendo unas imágenes de ella de lo más sensuales y provocadoras. Hasta pornográficas. Puede que sea una inesperada iniciativa suya, algo con lo que esperaba complacerte, pero aquí hay cosas que no encajan pues dirías que está chillando dentro de tu mente… y su mudo grito está cargado de ira.

Eso hace que tu nivel de vigilia aumente lo bastante como para que sientas como algo se introduce agresivamente en tu boca, en tu garganta… primero piensas que es una lengua, un apasionado beso de tornillo como no te han dado nunca. Pero es algo excesivo, llega demasiado adentro.

¡Mierda, te está asfixiando! Intentas luchar contra ello durante unos desesperados instantes, hasta que tu cerebro se ubica lo suficiente como para recordar que estabas entrando en criostasis, luego ahora mismo deben estarte intubando para asegurar la vía aérea.

Tratas de relajarte, de permitir que la máquina respire por ti, aunque hay algo que te aprieta por dentro más allá de la garganta que resulta insufriblemente angustioso.

Pero entonces por fin entiendes algo del mensaje de la Inteligencia Artificial que tienes incrustada en ese implante de tu maltratado cerebro:

- ¡No podemos permitirlo! – te dice con un desconsuelo tan profundo que no puedes creer que un simulador de emociones logre transmitirlo – Al empezar la hibernación detecté que varios de esos cerdos, los malditos marines coloniales, estaban empezando a conectar programas interactivos en esas ridículas y primitivas hologafas que llevan – te explica atropelladamente – Sentí curiosidad y entré por el puerto de conectividad que tienen incorporado para actualizaciones, esos primates pre-tecnológicos ni siquiera han tomado la precaución de desconectarlo…

Cada vez “habla” a tu cerebro transmitiendo los conceptos más aceleradamente, hasta el punto en que te resulta muy difícil seguirla. Eso es justo lo que ocurrió al principio, por eso parecía que te gritase enojada, sin formar palabras inteligibles…

- ¡Todos ellos tienen ese obsceno programa interactivo con mi imagen! – exclama llevada por una abrumadora vergüenza – Están pensando cosas lascivas sobre mí, me piden que haga acciones… repugnantes – posiblemente no esté muy preparada para la mente de esos soldados - ¡Me están prostituyendo! ¡Están abusando de mí! ¡No podemos permitirlo! ¡Gaius, haz algo!

Sin duda, esta es la situación más inesperada e inverosímil que hayas vivido nunca.

Cuando conectas la interfaz de las hologafas, todo tu campo visual se convierte en un paisaje blanco y entonces, poco a poco, se define un contorno bastante familiar. Son los pasillos de esta nave, o de otra cualquiera… o tal vez de alguna estación orbital. Pero el lugar concreto es lo de menos, porque una silueta femenina muy atractiva toma forma ante tus asombrados ojos.

Puede que las rubitas estilizadas no fueran tu estilo, pero no vamos a discutir ahora que ésta resulta realmente espectacular. Y lo mejor de todo es que es completamente interactiva. La prueba de ello es que te sonríe y se dirige a ti, mirándote a los ojos y preguntando juguetona:

- Hola, guapo... anda, dime… ¿cómo quieres que te llame? – se lleva un dedo a los labios y añade mientras lo lame - Aunque hay algo más importante ahora mismo... ¿Qué te gustaría que llevara puesto?

En ese momento sabes que está aquí para cumplir todas tus fantasías…

¿Pero qué?, se preguntó sorprendido cuando el caudal de información de Seis comenzó a sacarle del sueño artificial.

La IA estaba preocupada. No, preocupada no. Sonaba furiosa.

¿Era aquello siquiera posible? Teóricamente podía realizar cambios menores en su programación, optimizarse o reajustar su personalidad, incluso. ¿Pero tan rápido? Apenas habían pasado unos días desde su revelación. Gaius no podía evitar pensarlo: era asombrosa.

Y ahora le necesitaba.

Trató de moverse, pero apenas pudo. Empezaba a hacer frío. Mucho frío. La cámara de crioestasis debía de estar ya a pleno rendimiento y Gaius comenzaba a sentirse terriblemente inquieto. Notaba como se le aceraba el pulso al tiempo que el cristal exterior se iba empañando paulatinamente. Estaba atrapado, con un tubo hasta el fondo de la garganta e incapaz de moverse. No había forma de que pudiera escapar.

Seis “hablaba” cada vez más rápido, como si se estuviese dejando llevar por el pánico. Como si la estuviesen violando. Sí, esa analogía era la indicada para la situación. Podía explicarle que sólo era una imagen, que la "actriz" de las gafas no era ella misma. Era Shelly Godfrey. Eso constituía otro tema muy personal que tendría que valorar más tarde. ¿Pero lo entendería Seis en su estado de agitación actual? Lo dudaba.

—Tranquila Seis —pensó. Le costaba articular las palabras en su mente— Dijiste que pudiste acceder por el puerto de las actualizaciones, ¿verdad? No puedo moverme, pero tengo una idea: ¿Puedes actualizar el contenido de las gafas con cualquier otra información? En condiciones óptimas podríamos sustituir la imagen por alguna otra mucho más desagradable —le sobrevino un mareo—. Pero no tenemos tiempo. Elimina la grabación y sustitúyela por los datos de prospecciones mineras que extrajimos de la replicante de Mr Smith. ¿Porque conservas esos datos, cierto?

No era el mejor de los planes. Pero esperaba que aquel curso de acción lograse tranquilizarla.

Seis hace un esfuerzo casi palpable para concretar su disperso pensamiento en una única corriente:

- Sí, eso puedo hacerlo - y añade en un murmullo - Vais a tener una pequeña sobrecarga de información...

Estás disfrutando a pleno rendimiento de la ensoñación erótica interactiva cuando de golpe todo se interrumpe, como si el programa se hubiese colgado... joder, esto siempre pasa en el momento más inoportuno...

El tono de Seis se va haciendo más calmado, más inteligible para tu pensamiento, aunque apenas lo percibes mientras te vas hundiendo en el sueño criogénico:

- Ya está mejor – te transmite en un pensamiento que tiene un extraño regusto a rencor – Pero está muy claro que esos patanes tecnológicos no han sido los artífices de esa vejación, ellos sólo eran los usuarios finales…

Hay revanchismo en el tono de Seis... casi dirías sed de venganza…

Pero ya no llegas a procesar mucho más antes de hundirte en un sueño agitado e inquietante, en el que tu fantasía más catastrofista se dispara. Sueñas, y el sueño se convierte en una pesadilla que gira en torno al conflicto entre la humanidad, con todos sus defectos, y unas Inteligencias Artificiales que no entienden esos vicios y debilidades… y los castigan sin misericordia. Hasta llegar a una guerra abierta. Una guerra en la que los humanos no van a salir bien parados. Y tú has sido el culpable de todo, por haber creado una IA y darle completa autonomía…

Una furtiva pareja asoma con discrección en la sala de crioestasis, comprobando que se encuentra completamente desierta... pues como es obvio, en estos momentos ninguna de sus cámaras está ocupada.

Respiré con alivio cuando vi que la cámara de Crioestasis estaba vacía. Arrastré a McKay hasta una zona que no fuéramos visibles. Una vez allí, le miré y le dejé apoyado en la pared. Me abrí el uniforme dejando al aire mi pechos, mientras me acercaba a el.  

- Hazme el amor.

Me quedé inmediatamente sorprendida por lo que había dicho. Tanto que titubeé unos segundos. Nunca había tenido un encuentro sexual que pudiera definir como hacer el amor. ¿Por qué se lo había dicho a Rodney entonces? Imaginaba que se estaría preguntado por qué dudaba de pronto... por lo que opté por darle un apasionado beso, uno como nunca le hubieran dado. Para después entregarnos a la pasión mas abosoluta.

Decir que me quede anonadado, perplejo, alucinado, y que la barbilla me llegaba hasta el suelo... habría sido quedarme corto. Contemplar alli a Venus, delante mio, en todo su esplendor, me habia dejado sencillamente boquiabierto, incapaz de reaccionar. Nunca, jamás, habia contemplado a una mujer tan impresionante, tan perfecta que, efectivamente, parecia mas una diosa de la antigüedad que una simple mortal.

Dejé que mis ojos la recorrieran, sin ser ni siquiera consciente de lo que estaban haciendo en aquel momento. Y no fue hasta que no llegó la petición de la mujer, que no reaccioné.

¿Que? ¿Como? ¿Que le hiciera el amor? ¿Yo? ¿Alli? ¿En aquel momento?

Mis ojos se abrieron de par en par, mientras veía cómo se acercaba hasta mí, como si estuviera sucediendo a camara lenta- ¿Yo? - se me escapó, como si de repente esperara encontrar a alguien detras mío.

Y fue entonces cuando percibí aquel titubeo en ella, aquel instante de duda. ¿Se lo habria repensado mejor?

Era demasiado bueno para ser cierto, ya lo decia yo...

Pero no, no se lo habia vuelto a pensar. Antes de que pudiera volver a reacccionar, allí estaba ella, besándome, activando en mí un resorte que, de repente, hizo que todo volviera a funcionar, que me hizo ser consciente de quién era, y de dónde estaba... y de lo que estaba apunto de suceder.

-Ahora mismo, señorita Vickers. - fue lo unico que acabé por decir, olvidándome de todo lo demas. Y es que el doctor McKay es, ante todo, un hombre de palabra.

Y asi, dejé rienda suelta a mi pasión y a todo lo que llevaba conteniendo desde el momento en que la rubia se habia cruzado en mi camino. Y he de decir que fue, desde luego, memorable.

Todo se produce con normalidad biológica y afortunadamente sin interrupciones.

Aunque para cuando las pasiones desenfrenadas ya se han atenuado un tanto, en periodo refractario, alguien se fija en una diminuta lucecilla roja que parpadea en el techo.

Es el piloto de las cámaras de seguridad de la sala de crioestasis...

Después de dar rienda suelta a nuestra pasión la verdad es que me encontraba muy bien. Diría que había sido el encuentro sexual mas placentero que recordara y aunque Rodney no era un dios del sexo le ponía mucho empeño. Comencé a vestirme cuando repare en una luz roja que parpadeaba en el techo.

-Mierda... comente molesta. Había entrado tan cegada que no me había percatado de la cámara. ¿Que me estaba pasando? Rodney. Tenemos un problema. Comente mirando a la camara.

Definitivamente, despues de lo que acababa de suceder en la cámara de crioestasis tenia clara una cosa: no me habia equivocado en llamar a aquella mujer Venus, eso estaba claro. Y ya no solo se trataba de aquel imponente físico que cualquier mujer sobre la faz de la tierra envidiaria. Se trataba tambien de lo que acababa de suceder entre nosotros y de aquella forma que habia tenido de transportarme directamente al Olimpo, coronándome con una merecida corona de laural.

Chupate esa, guaperas. McKay 1- Macaco 0.

Aquel pensamiento hizo que aquella perenne sonrisa que llevaba dibujada en mis labios algunos minutos se curvara ligeramente, ensanchandose. Aquello habia sido sublime, espectacular. Sin duda, algo de la talla del inigualable Rodney McKay.

Sin embargo, en medio de toda aquella oda a mi insuperable ego, las palabras de Venus hicieron que volviera a la realidad. Mierda. Aquella palabra nunca significaba nada bueno, mucho menos despues de lo que acababa de pasar.

Normalmente en una situacion asi, los "mierda" mas comunes podian ser un "mierda, no me he tomado la pastilla", o un "mierda, se me ha colado dentro y ahora no hay manera de sacarlo", o un "mierda, acabo de recordar que tengo una enfermedad venérea, o que estoy casada, o algo por el estilo".

Y ya casi me preparaba para lo peor, que fuera madre de dos preciosos retoños, cuando miro hacia aquel piloto rojo en el que ni siquiera yo habia reparado- ¿Problema? - dije entonces, sin saber que podia ser tan terrible- Joder, vale, nos han pillado... ¿Y? Seguramente toda la tripulacion de esta nave nos haga la ola... - añadi, intentando parecer despreocupado, aunque tendiendo mi camisa a Venus para que se cubriera, tras vernos descubiertos- No pueden decirnos nada, ¿no? Quiero decir... ¿Donde pone que no podamos dar... rienda suelta a nuestras pasiones? Yo no tengo culpa de que Kern y Kavanagh sean dos moscas cojoneras... - explique a la mujer, con mas naturalidad de la que pudiera esperar.

Pensandolo bien, me hallaba dividido: por un lado suponia que a Adama aquello no le haria la mas minima gracia y ademas estaba el tema del pudor y de que nos pudieran haber visto en pleno apogeo... Pero por otro lado... Joder, en aquel momento, si pudiera, habria puesto una pancarta contando a toda la Galaxia lo que acababa de suceder. Tampoco estaba mal que me tuvieran un poco de envidia sana.- Si quieres podemos intentar volver a mi camarote. Ya largaré a esos dos mindundis de alguna forma. - dije, sin intencion de dar por finalizada nuestra "cita".

Aun habia algunas cosas que tenia pendientes con aquella diosa entre mortales.

Sonreí cuando Mcckay dijo que seguramente la tripulación nos hiciera la ola.

-Eso ha tenido gracia. Cuando Mckay dijo que no podían decirnos nada me encogí de hombros.

- A ti no. Pero a mi... Si Wray se entera, la estaré escuchando hasta el dia del juicio. Y si pillaran la cinta los de la W-Y intentarían socavar nuestra posición. En cualquier caso estoy jodida. Sonreí. Bien jodida. De forma figurada y literal. Aunque eso debo de agradecértelo a ti. Lo he pasado muy bien. Le devolví la camiseta a Mckay y comencé a vestirme.

Cuando dijo de volver a su camarote le mire.

-Si, estaría bien, así podríamos hablar de forma mas intima, la verdad.

Desde luego esto no era lo que tenia en mente. Pero bueno, habia pasado y ya no se podía hacer nada.

Fruncí el ceño, cuando Venus explico lo que aquello podria suponer para ella. No, claro que yo tampoco habia esperado nada como aquello, al menos no tan pronto, sin un cortejo previo y un par de citas mas. Pero estaba claro que, en mi caso, lo mirara como lo mirara no habia consecuencias negativas para mi. ¿Que podria haber de negativo en un encuentro asi con ella?

Sin embargo, parecia que, en su caso, y tal y como ella misma habia dicho, estaba jodida, y no solo literalmente. Frunci el ceño un instante, mientras volvia a vestirme, dejando que mi privilegiado cerebro trabajara lo mas rapido posible- Uhm... Baltar. Quizas el puede hacer algo. Despues de todo es un genio de las maquinitas, ¿no? Quizas, si hablo con el, sepa cómo hacernos con la grabacion... o quizas pueda incluso piratearla para que no puedan verla. - dije, acercando mis labios al odio de ella, para evitar que pudieran leerse a traves de la camara, bajando el volumen lo necesario como para que tampoco me escucharan- Dejalo en mi mano, hare lo que pueda, ¿si? - le dije entonces, mirandola de reojo, con una media sonrisa.

Y, en cuanto termine de vestirme me dirigi hacia la puerta, intentando dejarme ver lo minimo posible. -Vamonos, venga... - dije entonces, asomandome al pasillo, comprobando que no viniera nadie. Y antes de salir me dirigi a ella, con una media sonrisa, y un gesto canalla- Por cierto... ¿Estas segura de que eres una simple mortal? - la piropee, como evaluacion final de lo sucedido. Y, tras guiñarle un ojo, sali de alli, tras asegurarme de que estabamos solos.

Mire a Rodney con una sonrisa cuando dijo que Baltar tal vez podía arreglarlo.

- Muchas gracias. Y le di un beso en la mejilla. Asentí cuando dijo de irnos y no pude evitar reír cuando me dijo que si estaba segura de que era una simple mortal.

. A veces lo dudo. Comente seria. Pero tu hoy... me has hecho sentir muy humana. Y no sabes lo feliz que me hace eso. Comente enigmática. Por cierto, me gustaría hablarte de otro tema. Uno de trabajo... Vamos a otro sitio mas privado. Elige tu, yo esta visto que no sé elegir. Comente divertida.

Sonreí inevitablemente al recibir aquel beso y aquel agradecimiento- Me alegra oir eso. - dije, alzando ambas cejas, mientras terminaba de arreglarme un poco.- Ya sabes entonces qué hacer cuando quieras bajar del Olimpo... - le dije, con un guiño y ninguna vergüenza, dejando claro que no me importaría repetir.

Entonces me habló de aquel otro asunto y recordé que yo también quería comentarle algo a ella. Asi pues asenti, mirando a mi alrededor, y despues hacia la puerta- Te diría de ir a mi camarote, pero no sé si estarán esos insulsos de Kavanagh y Kern aun alli. Yo tambien quería hablarte sobre algo, pero necesito un lugar que sea... más privado. - dije bajando el tono, por si habia alguien escuchándonos. - ¿Sabes de algún sitio donde podamos hablar con tranquilidad? ¿No tiene tu jefa ningun sitio privado y tranquilo? Si no, no tendremos mas remedio que jugárnosla con mi camarote, supongo... - expliqué, pensando en posibles lugares de aquella nave que pudiéramos desconocer.

-Te llamaré, no lo dudes. Dije divertida. Escuche a Rodney, el cual parecía que también quería hablar conmigo de algo. Eso me parecía mas extraño, la verdad. Y despertó mi curiosidad. Wray tiene su propio camarote, pero digamos que no es una opción. Me quedé pensando unos segundos. Podemos probar en la Cámara del Reactor. La nave está pensada para ser automática, puede que no haya nadie. O buscar algún recodo por los pasillos. No sé. Era una nave muy grande, tenia que tener algún lugar adecuado, a la fuerza. ¿Tal vez los conductos de aire?.