Partida Rol por web

Mcnalley escuchaba a lo lejos los disparos, pero a la distancia que se encontraba los disparos ya no eran efectivos. Aun así, el ruido de un disparo en la lejanía imponía suficiente como para que el irlandés no dejara de correr. Estaba tan lejos, que de hecho casi no veía por donde iban sus compañeros.

El segundo grupo avanzaba a duras penas escuchando los disparos mucho más cerca, viendo como las balas arrancaban astillas de los arboles a pocas distancia de ellos. Alejándose poco a poco de sus perseguidores, que por alguna razón se habían detenido de golpe. ¿Qué había pasado? El cabo se había caído y decena de desarrapados se lanzaban sobre él.

Cuando logro ponerme de pie me veo rodeado por diez de ellos y decido vaciar el cargador del Viejo Gus concentrando los disparos en los cinco del centro del grupo.

Acariciando suavemente el gatillo susurro, – Viejo si fallas no podre cuidarte. – Aprieto el gatillo mientras me levanto gritando. – ¡Morir malditos!

En el instante que aprieto el gatillo el retroceso me hace caer al resbalar mientras me levantaba enviando todo el cargador las nubes.

Los disparos dejaron de morder los arboles alrededor del Irlandés, aun así una bala perdida es suficiente para acabar con su vida. La guerra en la trinchera es prueba suficiente de ello, cuando más de un compañero caía al lodazal fulminado por una bala perdida.

¿Que sera del destino de los demás? En realidad a Richard le importa solo el cabo, aunque la estúpida decisión de ir con los labriegos caníbales fue desacertada y el pelirrojo fue determinante en ese punto. Ahora todos pagan el precio de semejante error. Y quizás con la vida.

Por lo tanto corrió y corrió hasta tener la plena seguridad que había perdido completamente a la turba. Luego tendría tiempo para ver que fue de los demás, y tal vez encontrar la linea aliada y volver con soldados. ¿Aunque quien creerá semejante historia?

Anthony se giró al oir gritar al cabo, aquellos desarrapados se le estaban echando encima aún después de haberles amenazado con una ráfaga de su fusil. Anthony nunca había sido un héroe pero no podía dejar al cabo atrás además estaba haciendo de cebo por lo que era un buen momento para contraatacar y, tomando su fusil disparó sin pensarlo demasiado.

-¡El cabo está en peligro!- Gritó queriendo llamar la atención de sus compañeros. Cuando vió que su disparo había salido desviado quedó helado.-¡Mierda!- Gritó para si.

Primero el silbido de la bala, astillas del árbol sobre el que ha impactado saltan hacia ti, esquivas ramas, y te apresuras en alejarte de quien te esta disparando. Cuando fijo la vista solo veo al pelirrojo corriendo delante mio a bastante distancia, un disparo y luego otro se suceden a mi espalda. Giro la cabeza y veo Parks disparando contra la turba, una turba que ha frenado su marcha para apalear a uno de los nuestros, el cabo sino me equivoco. 

Nunca me habían caído bien los mandos, y ahora mismo lo que mas me preocupaba era mi pellejo, pero no me gustaría dejar a otro compañero por el camino ...  a manos de esos caníbales. Freno mi carrera, suelto la correa del rifle,y apunto con la mira hacia el grupo, había muchas posibilidades de que no sirviera de nada, pero preferiría dar esa oportunidad al cabo antes de que lo desmembrasen.   

Lanzado a la carrera, después de eacuchar una ráfaga de disparos, veo como James que va delante se detiene y apunta con su arma.

Escucho a Parks.

-¡El cabo está en peligro!

Freno y doy la vuelta agarrando el fusil para disparar. En la guerra hay mucho de sálvese quien pueda pero también de compañerismo. Tanto tiempo pegado a una gente con la que vives experiencias tan duras puede crear unos lazos fuertes. Además me cae bien el cabo. Nos ha guiado siempre con acierto y ha ejercido bien el mando. Es un buen tío y puede que fuera de la guerra fuera incluso una persona con la que te gustaría contar como amigo.

Con mucha prisa y poco acierto apunto a la masa que quiere echarse encima del cabo.

Mierda, no acierto a nadie, creo.

El granjero, espoleado por el miedo, continúa corriendo por el bosque. Sin escuchar los gritos de ayuda de sus amigos. Solo piensa en sobrevivir, salir de ese absurdo bosque francés y volver a ver las estepas de Massachussets.

Una marabunta de hombres y mujeres se lanzó sobre el cabo atacándole con cuchillos, palos y dientes. En un intento por dispersar a la multitud Grimm vació el cargador de su arma, pero el atronador sonido de los cartuchos de 7,62 mm no fue suficiente para amedrentar a los desarrapados. Los cuchillos y los palos hirieron el cuerpo de cabo, los refugiados se pisan entre ellos tratando de alcanzar a su víctima. Alguno de ellos, llevado por el frenesí de la persecución, atacaba a sus compañeros con el fin de alcanzar la presa. Otros, sin más armas que sus dientes, se lanzaban a morder los brazos o las piernas de cabo.

En un intento desesperado de ayudar a su compañero de armas, Anthony, Martin y James, se parara para disparar contra la multitud. Pero con el corazón desbocado y los pulmones doloridos por la carrera, los rifles no paraban de moverse en sus manos, como si tuvieran vida propia, imposibilitándoles fijar un objetivo. Todos los disparos dan contra los árboles o impactan en el suelo a una decena de metros.

Mcnalley y Ryan continuaron corriendo tanto que el irlandés se perdió entre la espesura del bosque, lejos quedaban los gritos y los disparos.

Los tiros y los gritos apenas se escuchaban, a tu alrededor solo veías el verde de los árboles. No había rastro de tus compañeros.

Los disparos no llegaron a impactar contra ninguno de los que atacaban el cabo. Me desesperó tan poco acierto y me aterró ver como en sólo unos instantes el cabo Grimm pereció bajo la marabunta enloquecida. No íbamos a conseguir abatir toda esa gente ni con el máximo acierto de nuestras armas. Lo tenía claro. Por lo que dar por perdido al cabo y echar a correr era lo más sensato que creí poder hacer. Más cuando vi que alguno de esos canívales ponía la atención sobre nosotros. Sin más eché a correr. Y correría hasta que mis pulmones dijeran basta. En mi cabeza estaba llegar al mando e informar de lo sucedido. Eso si los demonios permitían nuestra salida de este macabro bosque.

-¡Oh, no!- Gritó Parks entre sorprendido y asustado. Sus compañeros habían tenido tan poco éxito como él y el cabo había caído bajo las sangrientas manos de aquellos locos. Lo peor era que habían acortado distancias con ellos. - Mierda, se acercan - Dijo para si. - ¡Correeeed!- Gritó a sus compañeros, ahora lo único que podían hacer era correr y "sálvese quien pueda".

Mientras corría no vio a Ryan y Mcnalley, ellos no se habían parado a ayudar.- Joder Emett, de Mcnalley lo esperaba podría esperarlo pero no de ti, ¡malditos cobardes! - exclamó frustrado, entre jadeos.

Corría sin saber hacia adonde iba, posiblemente se perdiera en el bosque, trataba de guiarse por los ruidos emitidos por sus compañeros para no separarse del grupo, se dejó llevar por su instinto animal como si fuera una bestia cualquiera del bosque, pero ¿que instinto animal iba a tener una rata de biblioteca como él?.

Como si de animales salvajes se trataran, los "civiles" franceses, saltan sobre el cabo con cuchillos, armas improvisadas, así como con sus propias manos y dientes ... habían perdido la razón. Nuestros disparos, levantan tierra y astillas alrededor del macabro espectáculo, pero nada mas, y apenas sirve para llamar la atención de esos psicópatas que rápidamente se giran en nuestra dirección.

Por un segundo, pienso en volver a alzar el rifle para una nueva intentona, pero Parks y Martin marcan la acción mas cuerda a seguir, y esa era correr. Siento que traiciono al cabo, pero nada puedo ganar si caigo en ese bosque, a manos de la gente que "supuestamente" debía proteger. 

- Pienso marcar este bosque como una posición que machaque la artillería, por el cabo .... por nuestros compañeros. Mascullo entre dientes mientras aprieto el paso, para alcanzar al resto de mi unidad. 

Corremos como posesos, seguidos por pobres diablos que en algún momento, habían sentido tanto miedo como sentíamos nosotros ahora.

El granjero seguía corriendo por el bosque con el corazón a punto de estallar y las piernas magulladas. Se sentía como un crio escapando del grajero de turno al que había robado las manzanas. La escena le recordaba mucho a cuando había robado las manzanas del tío Tom. El agradable tío Tom había perseguido a sus amigos y a él durante más de una milla mientras les disparaba con su escopeta de postas de sal. Aún tenía una bonita cicatriz en el muslo de ese encuentro.

Los disparos de los desarrapados impactan contra los arboles provocando lluvias de astilla. Corréis esquivando los troncos de los arboles mientras los gritos quedan atrás.

-Venga, que los estamos dejando atrás. - Gritó sin estar muy seguro de si sus compañeros el oían. Quiso mirar si veía a algún compañero pero, al hacerlo sin dejar de correr, tropezó torpemente y cayó al suelo enredándose su pie con las raíces de un árbol.

Entonces el mundo se le vino encima, movía su pie nerviosamente mientras podía oír como aquellos desgraciados se abalanzaban sobre él.

-Mierda, mierda, mierda...- estaba aterrado, iba a perder su vida a manos de unos caníbales sin escrúpulos, qué clase de terrible final era ese -¡Ayudaaa!- Profirió un desesperado grito de auxilio, si alguien le ayudaba quizá tuviera una oportunidad.

Los disparos que impactan sobre los árboles de nuestro alrededor, nos dicen que lo que habíamos hecho, dejando al cabo a su suerte, podía significar nuestra salvación. Tras el primer disparo, zigzagueamos entre los árboles, evitando ser un blanco fácil. Esquivar ramas, evitar raíces, y saltar tocones era todo lo que me preocupaba en este momento, un grito de Parks rompe mi trance, y a punto está de que me golpee con una de las ramas mas bajas.

- Mierda.

Corría como pocas veces lo había hecho. Los pies se alzaban casi sin haber tocado el suelo. Tenía que aguantar sólo un rato ese ritmo y los perdería. Correr por tu vida te da una ventaja que no puede superarla ningún perseguidor que no se esté jugando lo mismo. Y a esos caníbales no les iba de un cuerpo o dos en esta maldita guerra donde caíamos a cientos.

Mientras corría me pareció escuchar un grito de auxilio. ¿Era Parks? Algo se removió dentro de mí y dudé un instante en el que paré para mirar atrás. Parks no. No podía caer Parks. Con este hombre había compartido charlas en las noches y días interminables en las que esperábamos órdenes en trincheras frías y lodosas. Había compartido su poesía con él. Era de los pocos que les interesaban sus versos. 

Pero no lo localicé. Sólo cuando escuché las múltiples pisadas de los perseguidores sin pensar que disparando sin ver a qué podría darle a Anthony, llevado por el terror y la rabia disparé en esa dirección. Ese tremendo desasosiego creció en pánico pues a cada segundo los pasos de los perseguidores se acercaban, y el disparo no hizo ni dismunuir su ritmo.

No pude hacer más que volver a correr a toda velocidad. Los pies y todo mi cuerpo llevados sólo por el pánico de creerme muerto y devorado se pusieron en acción sin ninguna reflexión elaborada. Esto era puro instinto de supervivencia. 

En muy poco rato sólo oía mis pisadas y mi aliento.

Sigue corriendo, sin mirar atrás. Los gritos de sus compañeros se mezclan con los gritos de los franceses, no sabe si le están pidiendo ayuda o simplemente le están indicando que corra más. Ante la duda, decide seguir corriendo, corriendo hasta que le revienten las piernas y no oiga más gritos.

Los disparos y los gritos ya no se escuchan. Alrededor solo se ve el verde de los árboles. Ryan deja de correr y comienza a andar arrastrando el fusil por el suelo solo sujetándolo por la correa. Detrás de él escuchar pasos, pero ya no puede correr más tampoco puede presentar pelea está totalmente agotado. La suerte quieres, que los pasos que escucha son los de James. El niño rico también ha conseguido escapar de los franceses. ¿Pero dónde están los demás?