Partida Rol por web

Tributo de Sangre (V)

Heraldos de Paz

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12/01/2009, 11:47
Director

Las tierras de Imledyr abarcan desde las Montañas Grises hasta donde el Mar de los Espíritus delimita su inestable silueta. Están compuestas por un ir y venir de colinas y bosques cuyo clima es agradable en verano pero extremadamente duro en invierno. Se encuentran divididas en una gran variedad de condados, ducados y baronías sobre los que sus respectivos nobles ejercen un férreo control feudal. La rivalidad entre ellos es continua y los enfrentamientos tan habituales como las nevadas, sin embargo ninguno consiguió nunca unificar bajo su dominio las tierras de Imledyr y alzarse ante sus rivales como rey, estableciendo una monarquía. Varios de ellos, los más poderosos, ejercen como soberanos sobre otros, quienes les juraron vasallaje a cambio de más tierras, hombres o simplemente obligados bajo coacción o amenaza. Sin embargo, cada uno de esos frentes, cada uno de esos señores, se considera a sí mismo como el mejor candidato para ostentar una ilusoria corona y unificar las tierras de Imledyr.

Si que existe, sin embargo, algo que todos ellos comparten y tienen en común: el yugo de la Torre Negra de Ybress. En lo más recóndito del Pantano de las Pesadillas se alza la construcción más temida y a la vez odiada de estas tierras. Desde la Torre Negra, Sarcess, una temible hechicera, una bruja que domina los poderes oscuros, siembra el terror entre nobles y vasallos por igual. Sus sirvientes, malignas criaturas que se asemejan a los Trolls de las leyendas y cuentos populares, y que le profesan una lealtad que roza el fanatismo, se encargan de cobrar a los nobles el diezmo estipulado. Éste pago, tres mil escudos de oro anuales, es lo único que les garantiza verse libres de las maldiciones, plagas y enfermedades que cuentan que Sarcess es capaz de crear.

Vuestro deambular nómada por el mundo os condujo hasta el Paso de las Nieves Eternas, donde tras un más que entretenido regateo, acabasteis aceptando el que pensabais sería un lucrativo acuerdo con un comerciante de marfil que se dirigía a Imledyr. Su caravana, compuesta por tres carros y sus respectivos conductores de mulas, necesitaba protección, gente valiente y con experiencia como vosotros. Atravesar aquellas montañas era siempre un viaje peligroso y Dalherin, que así se llamaba el supuesto comerciante, no quería correr ningún riesgo con tan valiosa mercancía. Sin embargo, el que parecía un trabajo más que interesante, acabó convirtiéndose en un gran fiasco. Al llegar a vuestro destino, la ciudad costera de Nausias, Dalherin desapareció utilizando ardides de la más baja calaña, dejándoos en una posada con las habitaciones a cuenta y sin entregaros la segunda parte del pago acordado. Las bolsas de monedas que formaban la primera parte de vuestro pago y que os fueron entregadas al inicio del viaje, resultaron ser dinero falso. Así, sin apenas recursos económicos, con unas habitaciones pendientes de cubrir y acusados como falsificadores y ladrones, tuvisteis que utilizar las últimas monedas reales que os quedaban en hacer frente a tales deudas y, de paso, en un pírrico plato de sopa aguada, fría como la noche, y un trozo de carne reseca.

Tras varias semanas recorriendo los caminos y aldeas de Imledyr siguiendo la pista del bribón de Dalherin os encontrabais en una situación bastante apurada. Necesitabais que algo ocurriera, un golpe de suerte u os veríais en serios apuros. Y éste llegó a través de un anuncio público, en la forma de un bando del Conde Nesvind de Riaghul. En él se solicitaban hombres valientes para un servicio al Conde que sería recompensado con diez escudos de oro por cabeza. Una situación complicada y un pago demasiado bueno como para pasarlo por alto se unieron, dando lugar a una decisión que no podía ser ni discutida. Antes incluso de tener tiempo de pensarlo os encontrabais ya en el castillo del Conde hablando con su secretario... y hechicero.

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12/01/2009, 11:49
Ashadir

El secretario del Conde era un hombre de corta estatura y complexión delgada, vestido con ropas demasiado gruesas para aquella época del año y cuyo embriagador olor a perfume podía percibirse desde varias salas de distancia. Tenía un acento extraño en el habla, de pronunciación ruda y basta, pero en cambio haciendo uso de un vocabulario noble, aristocrático y extenso.

-El trabajo es sencillo. Debéis proteger y transportar un cofre hasta su destino. Éste ha sido un año de malas cosechas y el Conde ha tenido problemas para reunir el diezmo acordado con la Torre Negra de Ybress. No teníamos el pago listo cuando aquellas asquerosas criaturas vinieron por él. Finalmente lo hemos logrado, aunque con algo de retraso, ¡tres mil Escudos de Oro no es cifra fácil de juntar! Lo que se precisa de vosotros es que llevéis el cofre a la Torre Negra y lo entreguéis a Sarcess en nombre del Conde Nesvind de Rhiagul. ¡Los hombres del Conde son demasiado cobardes! - aquellas palabras pronunciadas en voz demasiado alta eran una pulla hacia los soldados que os escoltaban frente a Ashadir. Éstos miraron hacia otra parte y bajaron la cabeza incómodos-. Demasiado cobardes y supersticiosos como para una tarea así, ¡malditos bufones de taberna! Hoy en día ya no se puede confiar en nadie. No es de esperar que encontréis problemas de ningún tipo, tan sólo debéis aseguraros de mantener el cofre alejado de bandidos y ladrones. Una vez allí, entregarlo será tan sólo un trámite. Por el servicio se os pagará diez Escudos de Oro por cabeza, cinco en este momento y cinco cuando regreséis.

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12/01/2009, 13:20
Ailara Sotobosque

Ailara había reculado a la retaguardia del grupo en cuanto descubrió que hablarían con un hechicero. A partir de ese momento, la joven druida se dedicaba a echar miradas suspicaces hacia el consejero esperando, como cada vez que se topaba con un hacedor de magia arcana, que por un desliz diese a conocer que fue él quien atacó a las criaturas del círculo druídico hacía ya dos años. Era muy consciente que aquello era harto imrpobable, pero jamás perdía la esperanza.

Por esa misma razón, Ailara ya había decidido aceptar el trabajo aunque no lo comunicó a sus compañeros en voz alta. Si lo aceptaba y lo llevaba a cabo, no sólo podría estar cerca del hechicero que los contrataba y, lo más importante, de los descuidados y habladores ayudantes que tiene a su cargo; sino que además podría ver mundo. Pese a que los terrenos en torno a la Torre Negra eran un cenagal, todavía la naturaleza luchaba por vencer a la magia de la hechicera y,aunque no sabía cómo, trataría de liberara esa tierra y hacer ver que el poder de la naturaleza es mucho más fuerte que la magia.

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12/01/2009, 17:52
Alfren Niubar

Aquel hombre le desagradaba. Su voz, las quejas, los insultos… Demasiado para el poco tiempo que llevaban allí. Por no hablar del dolor de cabeza que la pestilencia de aquel pusilánime le estaba poniendo, lo que no ayudaba mucho a mejorar su humor. Sí, sin duda, el Secretario del Conde era un ser repulsivo.

Si no fuera por el maldito Dalherin que los había llevado a su actual situación de penuria, Alfren se hubiera dado media vuelta dejando al medio hombre ese con dos palmos de narices, con sus críticas y con su cofre repleto de dinero. Y que se encargara él de llevarlo a esa dichosa Torre Negra. Pero tal y como estaban las cosas, se mantuvo en su sitio, esperando que Bathalias dijera algo. Porque algo no funcionaba en la perorata de aquel hombrecillo. Sin embargo, el elfo permanecía en silencio y Alfren, incapaz de morderse la lengua un segundo más, le espetó con cierta brusquedad:

- Señor Secretario si no hay problemas y es un mero trámite, ¿cómo es que los hombres del Conde, a quien deben lealtad, no cumplen con su deber?

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12/01/2009, 19:29
Moravius

- Porque son unos cobardes, Alfren.

Pensó sin dejar de mirar al hombre que les hablaba del supuesto trámite que sería entregar aquel cofre con lo recaudado, también le parecía un poco tonto que confiara en unos desconocidos para llevar al cabo aquella empresa, después de todo él no los conocía y ellos podrían ser los ladrones. Sonrió carismáticamente y de medio lado, era absurdo pero al fin, ellos no eran ladrones y tampoco eran cobardes o al menos ese era su pensamiento respecto del resto. Había aprendido en el camino que eran fuertes, que estaban más unidos de lo que aparentaban o quizás era sólo ese carácter soñador e idealista que le imprimía aquellos pensamientos positivos a una situación que de positivo tenía poco o nada.

Se cruzó de hombros mirando a Ailara que parecía pensativa allá al final de todos, le parecía una locura que la joven estuviera allí pero no se podía negar que gran parte de su encanto se debía al tesón que imprimía en las cosas. Se volvió al oliente hombre, la paga era buena y ellos necesitaban aquellas monedas o terminarían haciendo alguna cosa idiota, no sería una novedad. Seguramente todos estaban pensando ya en el camino, en los peligros y los mitos y leyendas. Demasiadas cosas que quizás en la vista de la gran mayoría, como ya habían demostrado los soldados del conde, no eran nada interesantes pero para Moravius lo eran; la sola posibilidad de enfrentar a aquel ser temido por todos, de probar algunas cosas aprendidas en la academia, le ponían de excelente humor y sus pupilas brillaban con la alegría de un pequeño.

- Control...

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12/01/2009, 19:45
Antor PielGris

Antor PielGris estaba de excelente humor esa mañana. Sus ropas parecían soportar bastante bien las privaciones, y su aptitud era tan despreocupada como cuando tenían la confianza de obtener un buen resultado en su última expedición. De hecho quien observara su cuidada vestimenta, sin signos evidentes de deterioro, su pulcramente afeitada barba y sus manos ágiles y bien cuidadas no pensaría que estaba viendo a alguien en la ruina.

Para Antor una situación como esta no era en absoluto una novedad. El dinero iba y venía, lo importante era saber gastarlo cuando se tenía. ¿Era viejo? Bueno, era indiscutible que el pícaro tenía más canas de las que le gustaba reconocer, y que a veces las articulaciones hacían ruidos extraños. Pero no era menos cierto que tenía experiencia en casi todo, y sabía de los pensamientos de casi todos. Una oleada de compasión y cariño llenó su pecho cuando escuchó las retadoras palabras de Alfren, y también cuando percibió a Ailara retroceder. Eran las dos tan jóvenes, y tan hermosas. 

-  Espabila, viejo - se reprendió suavemente- Que aquí hay gato encerrado más allá de las palabras de el hechicero secretario este tan "simpático" incluso para con sus propios hombres. ¿Qué le importarán unos extraños si tan poco le importan los suyos? 

El pícaro carraspeó suavemente y se inclinó en una elegante reverencia en dirección a Ashadir

- Saludos, y mis parabienes por haber pensado en nosotros para tal trabajo. Perdonad la curiosidad de un forastero, ¿quién de nuestros muchos amigos le ha dado nuestro nombre para encargarnos un trabajo de tanta importancia como llevar tal cantidad de dinero a la Torre?, pues ardo en deseos de agradecer tanta amabilidad. Y disculpad igualmente una duda, que sumar a la tan asertivamente expresada por mi valiente colega, ¿qué pasó cuando los seres de la Torre no recibieron su tributo? He oido que son poco amigos de negativas, y sería una pena que alguien hubiera sufrido algún daño. - las palabras de Antor son mesuradas y agradables

 

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12/01/2009, 21:44
Merkus

Permanecío de pie, con los brazos cruzados y esa mirada de pocos amigos que parecía atravesar todo en cuanto se fijaba. Daba la impresión de ser muy analítico, nada más lejos de la realidad porque la mole esa que respondía al nombre de Merkus no destacaba precisamente por sus habilidades mentales.

Hombre de pocas palabras, con bastante frecuencia reemplazaba éstas con alguna especie de sonido gutural o simplemente meneaba la cabeza ya fuere para afirmar o negar. Sus compañeros ya debían tener claro que si Merkus negaba con la cabeza y gruñía a la vez era mejor irse con cuidado porque el grandulón estaba de malas y ese parecía ser su estado desde que descubrieran que Dalherin les había visto las caras.

-Diez Escudos de Oro, eso es buena paga -se repitió cuando Ashadir lo dijo-... buena paga y tendría más si no fuera por ese bribón... esperen a que lo agarre le voy a retorcer el pescuezo y nos repartiremos su dinero... Diez Escudos de Oro y muchas monedas más lo que podría hacer yo con eso... cervezas, mujeres... terminar mi búsqueda y volver a la tribu...

El bárbaro una vez más se distrajo en sus pensamientos y prestó poca atención a lo que los demás hablaban. Tanta conversación le aburría y poco le importaban las razones por las que los contrataban, les iban a pagar y con eso le bastaba.

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12/01/2009, 22:15
Ashadir

Ashadir miró a sus interlocutores con un gesto de total desprecio, el cual no hizo esfuerzo alguno por disimular. Se alejó de ellos con pasos cortos y apresurados, como el que rodea una boñiga fétida que acabara de cruzarse de forma bastante molesta en su camino.

Cuando se hubo colocado a una cierta distancia les miró directamente, mostrando una expresión arrogante. No había duda o temor en sus ojos, únicamente descrédito. Aquel hombre no mantenía alejado de ellos por temor, lo hacía simplemente por repugnancia y tedio.

Enarcó una ceja y sonrió despectivamente ante el retroceso de Ailara. Quien sabe lo que pasaba por la cabeza de aquel hombre, quizá creía que su presencia había impresionado a la joven druida hasta el punto de hacerla recular, quizá la despreciaba por ver un signo de debilidad en ello. Sus ojos pasaron por encima de la montaña de músculos de Merkus casi sin darse cuenta de su presencia, sin embargo estudió con un poco más de interés a Moravius. Finalmente pareció dirigir su atención a los que habían hablado.

- ¿Se puede saber de qué estás hablando? – le espetó a Antor – Sois vosotros los que habéis acudido siguiendo este anuncio público. – al tiempo que pronunciaba estas palabras, con un gesto de la mano hizo aparecer de la nada un pergamino idéntico al que había servido de reclamo para el grupo de aventureros – Siento mancillar tu ego, pero jamás he oído hablar de vosotros. ¿O es que acaso debería? – soltó un bufido despectivo – En cuanto a tu otra pregunta… viendo que no eres capaz ni de saber cómo has llegado hasta aquí, no creo que pudieras ni empezar a entender las complicaciones políticas que ha supuesto el retraso del tributo. Y por supuesto no pienso satisfacer tu morbosa necesidad de escuchar desgracias ajenas. -

- Respecto a la cuestión de por qué nuestros soldados no realizan este trabajo. – continuó volviendo su mirada hacia Alfren – Son un puñado de supersticiosos y cobardes que dan crédito a los cuentos de viejas sobre el pantano… y estoy seguro de que el éxito de una panda como la vuestra será un castigo suficiente para su orgullo, si es que les queda. – dirigió una significativa mirada a los guardias presentes. - Esta es una misión oficial de entrega de un tributo, por lo que cuenta con el beneplácito de Sarcess. –

El secretario se calló y se limitó a observar al grupo a la espera de nuevas preguntas, de cuando en cuando lanzaba alguna mirada aburrida a una puerta lateral de la sala como si deseara que pasara algo pronto que le sacara de todo aquel estúpido trámite. Con frecuencia extraía un pañuelo del bolsillo y se lo llevaba a la nariz para aspirar su aroma. Parecía que el disgusto por el olor de unos y otros era mutuo.

Notas de juego

Respondo a las preguntas antes de completar el primer día de posteo, no para meterle prisas a nadie sino para darle un poco de fluidez a la escena. Por lo que a mí respecta este primer día acaba a las 12 de mañana (hora del servidor).

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12/01/2009, 23:36
Alfren Niubar

Maldito seas Dalherin, pensó Alfren una vez más e, inconscientemente, acarició el pomo de Ígnea, su espada. Si aquel estafador no se hubiera cruzado en su camino, ahora no estarían allí, aguantando las ínfulas y memeces de aquel ridículo y apestoso tipo que los trataba como si fueran basura.

Y por una vez echó de menos no tener el verbo rápido del viejo Antor o la sabiduría de Bathalias. El mismo Moravius callaba. Y a ella le faltaban las palabras para responderle como le hubiera gustado. No se le daban bien este tipo de conversaciones que exigían diplomacia, un ingenio vivo o cierto cinismo.  Así que optó por mantener la boca cerrada. No quería decir nada que impidiera que les dieran el trabajo. Bien sabían los dioses cuánto necesitaban aquel dinero.

Sin embargo, no podia dejar de pensar en algo. ¿Cómo era posible que aquellos hombres no obedecieran a su Señor y no recibieran castigo alguno? ¿Dónde estaba el honor de aquellos soldados? ¿Y el del Conde?

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12/01/2009, 23:37
Bathalias de Emdelis

Bathalias se había mantenido pensativo todo este tiempo en el que sus compañeros hacían preguntas, unas más útiles, otras más estúpidas, pero preguntas al fin y al cabo.

Su longeva vida como elfo le había enseñado a tomarse las cosas con calma, a pensarlo todo detenidamente, lo cual minimizaba siempre errores como los que sus compañeros habían cometido por ser demasiado impulsivos.

¿El Pantano de las Pesadillas? ¿Por qué me parece que esto me va a dar más de un dolor de cabeza?

¿Llevaremos caballos o un carro o debemos cargar con el cofre a mano hasta la Torre?

Es una misión oficial, no creo que nos la intente jugar igual que Dalherin.

Se rascó la barbilla con la mano, pensativo y espectante por una respuesta que ya creía conocer y que suponía que si era la misma que pensaba no le iba a gustar en alsoluto.

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13/01/2009, 00:14
Ashadir

El tono de la respuesta de Ashadir cambió ligeramente al dirigirse al elfo. Seguía sin haber respeto en su forma de hablar, pero en este caso al menos el desprecio era un poco menor.

- Me alegro de que haya alguien en este grupo que hace preguntas sensatas. Se os proveerá de un animal de carga para transportar el cofre del tributo. - visiblemente impaciente añadió - ¿Alguna otra pregunta? -

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13/01/2009, 00:23
Bathalias de Emdelis

Creo que no tenemos más preguntas, ¿sería posible que nos proporcionaran un mapa de la ruta a seguir? De esta forma sería más dificil que nos perdiéramos y probablemente el cofre llegaría mucho más rápido a la torre.

No me cae bien este tipo, pero al menos parece serio.

Miró a sus compañeros por si tenían más preguntas que hacer, pero con la mirada intentó hacerles ver que tuvieran cuidado y pensaran bien antes de hablar.

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13/01/2009, 02:30
Ailara Sotobosque

Ailara le devolvió la hosca mirada a Ashadir. Su arrogancia, algo característico de los magos en su opinión, era algo que no soportaba en absoluto. A excepción de Moravius, a quien tenía como un compañero leal y que estaba abandonando poco a poco el perverso sendero de la magia, jamás le había gustado sentirse en presencia de un mago; y esta no era una excepción.

La joven sabía bien que debía dejar que fuera Bathalias quien hablase. Su edad y experiencia eran mucho mayores que las del resto, y sabría qué necesitaban para atravesar los pantanos. Ella, por su parte, daba vueltas a la cabeza pensando qué peligros encontrarían en la zona. Era muy posible que, de pequeña, le hubiesen hablado del Pantano de las Pesadillas, pero de eso hacían muchos años y siempre había preferido las historias más alegres y fantasiosas.

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13/01/2009, 06:50
Moravius

Levantó una ceja, luego la otra. ¡Ah, las cosas serían tan distintas si él no fuera lo que era! Por desgracia, había abandonado poco a poco lo que no le gustaba y había cogido sus propias costumbres, a pesar del comerciante, a pesar de la nueva misión y de los días comiendo inmundicias, era mucho más feliz así. Meneo la cabeza, la soberbia de algunos le ponía de mal humor pero era capaz de controlar aquel deseo de patearle por el sólo hecho de continuar la fiesta en paz, después de todo las mujeres lo estaban haciendo bien y los hombres del grupo no eran ningunos estupidos; se sentía parte de ellos como de una familia y pensaba inclusive, que era mejor que la que los dioses le habían entregado en primera instancia. Estuvo a punto de hacer una pregunta pero luego se arrepintió, sabía perfectamente que descubriría la respuesta de camino en aquella empresa que tenía tan mala pinta. Pero había cosas a favor, si lo conseguían, no sólo conseguirían las monedas suficientes para comer y partir, sino que además ganarían en fama, una fama que los hombres del conde desearían, una reputación que les abriría casi casi cualquier puerta, se cuadró de manera que su porte se vio cual era, parecía incluso más alto: estaba confiado, seguro. Hora de caminar, hora de hacer aquello y volver con la cabeza en alto, hora de ganarse el respeto del mundo o de callar más de una boca. Lo que pensarían en su casa si le vieran, esbozó una sonrisilla y apretó el pomo de su enhiesta espada para recordarse por qué era quien era.

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13/01/2009, 10:44
Conde Nesvind de Riaghul

Ashadir abrió la boca para responder a la pregunta de Bathalias, mas la puerta a la que el secretario había estado dirigiendo frecuentes miradas se abrió de pronto y por ella entraron seis soldados, dos de ellos espada en mano, escoltando a un hombre de gran estatura y porte noble que no podía ser otro que el Conde Nesvind de Riaghul.

El Conde lucía unas vestimentas de gran calidad, en tonos azules, navegadas por hilos de oro. Mostraba numerosas joyas, así como un enorme broche también de oro que le sujetaba la capa. Llevaba suelto el largo cabello rubio y sus ojos eran apenas dos rendijas blancas sobre un rostro marcado y bien definido.

-Ah, estáis aquí. Bien, al fin os encuentro. Supongo que todo habrá sido ya acordado, ¿verdad? – el tono de sus palabras era el de aquel que estaba acostumbrado a infundir temor tan sólo con su presencia, rango y título.

Los soldados que formaban la escolta se movían a su alrededor, tratando de no estorbar su avance y de mantenerse a su vez lo más cerca posible de su señor. El conjunto resultaba por igual intimidante y cómico.

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13/01/2009, 10:47
Ashadir

El secretario del Conde echó un rápido vistazo a los seis recién llegados y se volvió hacia el noble.

-Si, señor. Tan sólo perfilábamos los detalles de la misión. - el tono de voz había cambiado considerablemente del que había utilizado para dirijirse a ellos. Mantenía su expresión culta y la forma de hablar elegante, mas cubiertas con un perceptible deje de sumisión.

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13/01/2009, 10:48
Conde Nesvind de Riaghul

-Bien, bien. Así debe ser. - con un gesto displicente de la mano pasó por encima de la respuesta de su secretario casi sin escucharla siquiera y se dedicó a examinar con la mirada a los seis aventureros - Parecéis un grupo valiente y con recursos. Espero que no me defraudéis y podamos brindar con vosotros dentro de unos días, al calor del fuego, por el buen término de esta entrega. -

No esperó respuesta, no lo consideraba necesario. Se giró con un gesto elegante y se dirigió hacia la salida. Los soldados se apresuraron en rodearle, precediéndole en su salida y protegiéndole la espalda. Sin embargo, antes de alcanzar la puerta se volvió de nuevo hacia ellos. Aunque sus palabras se dirigían al secretario, los ojos estaban fijos en el grupo.

-Ashadir, ¿les has contado ya lo que hicimos con los soldados que desertaron el año pasado? – observó de reojo como el hombrecillo negaba con la cabeza y emitió un leve gruñido - Ocho hombres fueron escogidos de entre los que sirven en mis dominios para llevar el pago, tal y como vosotros haréis este año. Cometieron el error de considerarse más listos que yo y trataron de huir con el cofre y el dinero. Tardé casi una estación entera, pero finalmente di con ellos. Aún podéis observar las maderas donde fueron crucificados en el camino del Norte, quedarán ahí para siempre como un recuerdo de lo que les ocurre a quienes me traicionan. Si pensáis que podéis escaparos con mi dinero pasaréis el resto de vuestra vida huyendo. Será lo último que hagáis. Os perseguiré hasta encontraros y os despellejaré vivos. – las bravatas del Conde habrían sonado vacías pronunciadas por otra voz, emitidas por otro cuerpo. Sin embargo, el aura de autoridad y seguridad que irradiaba, unidas a la fría mirada que ocupaba su semblante, no dejaba lugar a dudas de que aquel hombre cumpliría su amenaza aunque fuera lo último que hiciera.

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13/01/2009, 14:08
Alfren Niubar

Alfren miraba con poco disimulada admiración al elfo. ¿Por qué a ella no se le ocurrían aquellas preguntas tan de sentido común? Sin duda, era una mujer hábil con la espada. Más que muchos hombres. Pero cuando se trataba de palabras, ahí fracasaba. No, ese no era su terreno. Sí, podía ser divertida y una buena conversadora cuando se trataba de algo intrascendente. O si se trataba de hablar de armas, de caballeros, de tácticas y estrategia. Pero para el resto... la escasa educación recibida y lo poco atractivo que le resultaban los estudios le rendían cuentas.

La llegada del Conde interrumpió el hilo de sus pensamientos. La mirada de Alfren recorrió apreciativamente el porte del noble, pero pronto su cara cambió de expresión. ¿Acaso no había dicho aquella rata servil que les había costado recaudar el diezmo a pagar? ¿Cómo podía ser entonces que el Conde llevara encima más joyas que una mujer de alta alcurnia? El valor de las mismas debía ser increíble. Pero claro, cómo renunciar a esas piedras cuando era posible estrangular al pueblo con impuestos, pensó asqueada.

Más fueron las palabras del noble Nesvind de Riaghul las que despertaron su ira. Su rostro enrojeció hasta adquirir la misma tonalidad de su cabello y sus ojos verdes brillaron en medio de aquel fuego. Su mano se cerró con fuerza sobre el pomo de su espada y su respiración era agitada bajo la cota de malla.

- Si no confiáis en nosotros, más os valdría buscaros otro grupo en vez de amenazarnos e insultarnos. Pero si nos contratáis, podéis estar seguro de que llegará a su destino. Sin que falte una sola pieza. No mancillaría mi honor de aspirante a Caballero de Aerys por unas monedas. Ni aunque fueran tantas como estrellas hay en el cielo.

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13/01/2009, 18:23
Moravius

Miró a Alfren con sorpresa, no se esperaba que dijera lo que estaba pensando, en realidad, lo que seguramente la gran mayoría de ellos estaba pensando. Lo cierto era que aunque el conde resultaba intimidante, había vivido cosas peores y hombres peores; cruzó los brazos divertido, aquella era buena. Quizás Alfren hablaba poco pero cuando lo hacía, había que tener cuidado. Esperó que el hombre no se volviera contra ella, aunque parecía no tener tiempo.

Lo que le causó cierta curiosidad fue el tema de los soldados crucificados, lo pensó y repensó un rato porque o no tenía lógica, o les estaban mintiendo, o se tardaban siempre para dar el pago a Sarcess, lo cual no hubiera sido nada común a menos que sus tratos con la bruja fueran de otra índole; levantó la mirada y abrió la boca como para hablar y preguntar cuántas veces se habían demorado con el pago pero lo evitó de último momento y echó una mirada a Ailara, una fugaz sólo para cerciorarse que estaba todo en orden.

-Alfren tiene razón, podéis estar tranquilos. Entregaremos ese pago y brindaremos después...

Caminó hasta la joven guerrera y se paró justo a su lado, por si sus palabras levantaban la ira de algún soldadito de esos que no tenían agallas para llevar el pago a Sarcess pero sí para cuidar a una refinado conde cargado de joyas, como si eso los fuera a salvar de la inmundicia en la que vivían. Definitivamente prefería no tener algo seguro, a ser uno de esos.