Sólo había pasado una semana desde que los Hermanos de Batalla lograron frenar el avance del Caos sobre el planeta Laurentix. Un par de días después, Yelena Isharya, la Inquisidora que acompañó a los Hermanos de Batalla durante su viaje, había abandonado La Inquebrantable por mandado del Ordo, para visitar otro de los planetas del Sector. Los Caballeros Grises, por su parte, se mantenían en órbita por si debían actuar nuevamente.
Por algún motivo aquel planeta del Sistema Belis Corona, un lugar infestado de agresivos Xenos y olvidado de la mano del Emperador fue el destino del Inquisidor Excomulagado Baltassar Caro, prisionero fugado de la Fortaleza Inquisitorial ubicada en Nemessis Tessera. ¿Por qué? Aún no estaba claro. Sus graves heridas, con sus piernas amputadas y su mente gravemente dañada, mantenían al psíquico en un coma profundo desde que fue rescatado de las corruptas manos del Magos Alek Ivanov.
El Magos, corrompido por un navegante poseído tiempo atrás, canalizó los amplios poderes psíquicos del Inquisidor para abrir un portal disforme que conectaba directamente con el Reino del Caos, por donde cruzó un enorme Astartes protegido con una arcaica y largo tiempo olvidada servoarmadura de Exterminador negra, que resultó ser un Señor del Caos llamado Devram Korda, el Lord Purgador de Abaddon, el Saqueador de Mundos. A este le acompañó una comitiva de Diablillas de Slaanesh, junto al Heraldo del Desaliento y Señor de las Mil Canciones: N'Kari, Guardián de los Secretos, y enemigo acérrimo de Trebek.
Cuando todo parecía perdido, Lord Kaldor Draigo, Supremo Gran Maestre de los Caballero Grises, cruzó el portal para ayudar a los Hermanos de batalla en la lucha contra el Guardián de los Secretos, mientras Cole sufría para mantener a raya al Señor del Caos. Fue Trebek quién hundió por última vez la espada en N'Kari, no sin la inestimable asistencia de Zorael durante el combate, mientras Leinad y Stein se deshacían de Ivanov y sus secuaces mecánicos.
Con la muerte del Magos el portal fue cerrado, su instalación sobrecargada, y el Complejo Olympus del Mechanicus sucumbió a la locura. Lord Draigo, por su parte, volvió al Renio del Caos, donde vaga desde hace años combatiendo a los secuaces de los Cuatro Dioses del Caos, no sin antes dar la tarea a Cole de reforjar la espada Titán, por su desempeño en la batalla, a cambio de cederle la espada demonio que recuperó del cadáver de la Inquisidora en aquel Titán reconvertido en basílica que fue la prueba de fuego de la escuadra; y Zorael, que llevase el mensaje al Capítulo de que arrancasen el Speculum Infernus, sea lo que fuera eso.
Con respecto a la misión, se recuperó el cuerpo mutilado del Inquisidor, aún con algún signo vital, se salvó la vida de la Inquisidora Yelena Isharya, se recuperaron los datos del Complejo Olympus y de las investigaciones realizadas por el Magos Ivanov, y también el libro herético que Caro había robado de Nemessis Tessera: "Las prodigiosas y celestiales ocurrencias del Sistema Cadia".
Había sido todo un éxito, después de todo...
Meses antes de lo acontecido en Laurentix, los Hermanos de Batalla tuvieron su primera prueba de fuego tras años sirviendo como novicios del Capítulo.
Lo que en un principio se trataba de dar caza a una antigua Hermana de Batalla de las Adepta Sororitas que servía de lugarteniente de Khârn el Traidor, el mayor Campeón mortal de Khorne, pronto se convirtió en una investigación a mayor escala en las entrañas de una basílica donde reinaba la locura y la corrupción, pero que en realidad se trataba de un Titán desaparecido durante la Guerra Gótica, un conflicto datado hacía más de 800 años.
El Titán Colossus Prime sirvió como prisión durante siglos de un Gran Demonio tan poderoso que pese a tener su cuerpo físico cautivo, su psique aún era capaz de corromper la mente de todos aquellos que se encontraban a su alrededor, y encontró decenas de víctimas entre las Hermanas de Batalla que custodiaban el Titán, y vivían en la basílica.
Años antes que la llegada de los Caballeros Grises, una Hermana Hospitalaria, de apellido Isharya, fue enviada para ayudar en el sanatorio de la Basílica de Santa Mina y diagnosticar lo que estaba ocurriendo con las mentes de las Hermanas de la Rosa Ensangrentada. Isharya, el mismo apellido de la Inquisidora Yelena. Se trataba de su hermana mayor. ¿Casualidad? No, no existe la casualidad en el cruel y tenebroso epílogo del cuadragésimo primer milenio.
La Hospitalaria se suicidó tras días con el complejo asediado por fuerzas desconocidas, y verse acorralada en un ala médica sin víveres para subsistir. Esas fuerzas llegaron poco después de Alastor Anurah, aquel eco del Empíreo que decía ser el Profeta del Quinto. La Abadesa Lynenta Agnais, horas antes, abandonó su puesto al frente de las Hermanas de Batalla para seguir los pasos de Invizarus Octarion, el popular santo no canonizado.
Gracias a los descumbrimientos realizados por los Hermanos de Batalla en la Basilica de Santa Mina, sobre todo el vox-grabador localizado en el cadáver del exorcista Torold Prescott que, encubierto bajo el nombre de Joshua Denholm, fue a investigar el lugar en nombre de cierto afamado cazador de demonios, los inquisores asignados al Sistema Cadia determinaron que la Abadesa debía ser declarada Excommunicate Traitoris bajo los cargos de delito de herejía en primer grado, traición, y asociación con personas y/o entidades consideradas como amenaza moral.
Por sí sólo su ausencia no era evidencia suficiente. No hubiera servido ante ningún tribunal dado que mucha gente de diferentes estratos sociales había realizado el peregrinaje conocido como "La senda de Octarion" alguna vez en su vida, sin dar mayor importancia al hecho de que esa persona a la que llamaban "Santo" ningún miembro de la eclesiarquía había beatificado ni canonizado, pero con el paso de los meses grupúsculos de renegados comenzaron a aflorar alrededor de las capillas que fueron erigidas en torno a la figura de Invizarus Octarion tiempo atrás, creándose dirigentes fanáticos que decían seguir la palabra de un tal Anurah, "El Profeta del Dios Exiliado". Esto sí hizo saltar las alarmas.
A consecuencia del esfuerzo militar que el Imperio de la Humanidad estaba destinando a frenar la XIII Cruzada Negra, limitando así su poder de controlar a las masas a costa de enviar más hombres al frente, el culto se estaba haciendo cada vez más fuerte, contando cada día con más adeptos que esperaban que ese Dios Exiliado les salvase de una muerte probable a manos de cualquiera de los Cuatro Poderes Ruinosos.
A día de hoy el culto sigue existiendo, pese a que se ha llevado a cabo una gran purga por todo el Segmentum por parte del Ordo Hereticus, con apoyo encubierto del Ordo Malleus, pero se ha convertido en una tarea muy complicada ver quiénes son personas realmente devotas al Santo, o quienes lo usan para otro fin, incluidas algunas de las capas de la eclesiarquía. Y es que aunque la autoridad de la Sagrada Inquisición es infinita, en teoría, cargos poderosos dentro de las instituciones del Imperio pueden obstaculizar enormemente el trabajo...
- Te damos la bienvenida a nuestra casa, Inquisidora -Dijo el Archicardenal, ofreciendo su anillo de sello para ser besado. Detrás de él había un pintoresco séquito de servidores, humanos genéticamente aumentados, y querubines psíquicos revoloteando a su alrededor.
La Inquisidora permaneció donde estaba, alta y orgullosa. Ni siquiera hizo ademán de mirar su mano.
- Dígame lo que quiero oír y acabaremos pronto, su Eminencia. Estoy aquí por la autoridad de la Santa Inquisición.
La suave voz de la Inquisidora Yelena Isharya adoptó un tono amenazante. El alto miembro del Adeptus Ministorum que había frente a ella tragó saliva, pero luego sonrió mientras guardaba su mano dentro de su hábito. Su confianza emanaba de él en un aura que era casi palpable.
Era un tipo fornido, de anchos hombros, de aproximadamente unos cincuenta años. Su cara era ancha y de gesto decidido. Estaba bien aseado, y vestía con ropajes eclesiásticos impolutos de colores blancos y dorados, junto con una mitra en la cabeza de la que colgaban dos tiras decoradas con escenas del Emperador.
Desde hacía más de un siglo y medio él dirigía los intereses del Ministorum dentro del Sector Belis Corona. Sustituyó a un predecesor débil e ineficaz y, desde que fuera ascendido al cargo de Archicardenal, hizo mucho por ampliar la influencia y el dominio de la Iglesia y por hacer crecer sus numerosas posesiones personales.
No obstante, lo primero y más representativo de su carrera fue su campaña para reclutar a un gran número de predicadores, confesores y misioneros personalmente, y seguidamente emprender una peregrinación por el Sector, sus nuevos dominios. Por donde pasaban él y su séquito, acumulaba cada vez más seguidores, lo que le atribuyó gran fuerza y poder dentro de la Eclesiarquía. La llegada del Archicardenal fue la chispa que encendió los fuegos de la fe en todo el Sector Belis Corona, tras una época confusa.
- Demos gracias a nuestro Dios-Emperador que nos protege -El Archicardenal Thaddeus van der Svor respondió a la Inquisidora-, por la labor que los Sagrados Ordos realizan. Pero se está equivocando, querida, y me temo que un error así puede costarle muy caro.
- Te dirigirás a mí como la inquisidora Isharya. Ya sabe por qué estoy aquí. Por respeto a su rango y a su carrera de momento sólo estamos hablando, pero si no me lo dice usted, deberé buscar otra alternativa, y no dudaré en hacer todo lo que esté en mi mano para llevar a cabo mi labor.
- Los culpables y los contaminados presentan batalla. Se niegan. Se resisten -El hombre respiró hondo y, de nuevo, mostró una sonrisa-. Haga lo que necesite, Inquisidora. Considere esta su casa.
- Entiendo que proclamáis vuestra inocencia, y que además me dais libertad para investigar en su Catedral.
- La declaro, así es. Y como esto no es un interrogatorio oficial, tengo asuntos importantes que resolver, como preparar el sermón de hoy. Los ciudadanos del Imperio necesitan la guía de la Iglesia tanto como una oveja necesita a su pastor, tan propenso como es el populacho al pecado y a la debilidad moral. Confío en que disfrute su estancia...
El Archicardenal van der Svor abandonó la habitación sin dar opción a réplica, seguido por su séquito, dejando a Yelena con sus pensamientos. La Inquisidora sabía que debía actuar rápidamente. Muy pronto, como cada día, la Catedral sería nuevamente un hervidero de peregrinos y fieles.
De la espada Titán se decía que fue creada en Terra por los armeros personales del Emperador. Ahora, esta reliquia de la antiguedad que había pasado por las manos de todos los Supremos Grandes Maestres del Capítulo yacía partida en dos debido a la batalla llevada a cabo contra N'Kari, el poderoso Guardián de los Secretos invocado por el Magos corrupto.
Muchos creerían que la carga de llevar consigo una reliquia de este renombre en su estado actual sería más una ofensa para el Capítulo que un honor para su portador, e incluso un agravio tratar de reforjarla y más siendo un recién nombrado Justicar. También hay que decir que muchos entre las filas del capítulo desconocen que el arma ya había sido reforjada con anterioridad, en situaciones bastante similares.
Otros dirían que es el destino el que condujo a Cole a recibir de manos de Kaldor Draigo la espada por un bien mayor, ya que sólo podía ser nombrado un nuevo Supremo Gran Maestre si este aceptara su nuevo cargo sobre la espada, y con esta rota o perdida en la disformidad el capítulo se quedaría sin esa posibilidad, y más en estos días oscuros. En cualquier caso, así había pasado, y había sido decisión de Lord Draigo.
Al llevarla a la nave, el arma sagrada fue entregada al Jefe Artesano, y este a su vez convocó al Ciber-Herrero, ambos encargados como Tecnosacerdotes del mantenimiento y la reparación del equipamiento de batalla.
En primera instancia el Ciber-Herrero se negó a tratarla por la gran responsabilidad que conllevaba, aunque en realidad fuera por no creerse merecedor de tal honor. Sin embargo, al descubrir que la tarea había sido encomendada por el mismísimo Supremo Gran Maestre, decidió no dejarla en ese maltrecho estado.
La Inquebrantable no contaba en su forja con el equipamiento necesario para forjar armas némesis, pero al menos sí para una reparación de campaña. Tras días de duro trabajo con ayuda de Stein, los dos experimentados Tecnosacerdotes y un equipo de automátas lobotomizados que trabajaron día y noche, se pudo recomponer la hoja de acero templado, revestir la circuitería de plastiacero y, mediante ritos y oleos sagrados, canalizar sus conexiones psíquicas para que la espada fuera, aunque frágil, funcional.
No obstante, estaba muy lejos de ser el arma que un día fue. Para que los Magos del Capítulo pudieran tratarla con todo el respecto que se debía, la espada de los Grandes Maestres debía ser enviada a una de las forjas del Capítulo. Debía ser reforjada bajo llamas sagradas, de forma que su conexión con el portador pudiera nuevamente llevarse a cabo para lograr revelar todo su potencial. Hay que mencionar, que presentarla ante el capítulo podría causar que la vanidad de más de un poderoso caballero quisiera reclamarla para si mismo...
Espada Titán:
Espada Némesis (1d10+2, 2 Pen)
Cualidades:
Espada Bastarda: Si se usa a dos manos, adquiere la cualidad "Proven (4)". Cualquier tirada de daño de 1-4 será considerada siempre 4. La penetración no cambia.
Némesis: Por cada punto de Factor psíquico del portador el arma aumenta su daño y penetración en +1. Además del daño normal, siempre que un psíquico dañe a un oponente, como acción libre, puede canalizar su fuerza psíquica y voluntad asesina en el arma. Esto requiere una tirada enfrentada de concentrar poder contra la Voluntad del oponente. Por cada nivel de éxito, el arma causa 1d10 de daño adicional que ignora el blindaje y la bonificación de Resistencia de la víctima.
Santificada: El daño hecho con estas armas cuenta como si fuera sagrado. Esto evita que criaturas demoniacas o de disformidad multipliquen su mod. de resistencia por "X", donde "X" es una cantidad que depende del tipo de criatura (Una especie de resistencia antinatural demoniaca).
Frágil: En una tirada de ataque 96-100, hay un 10% de que el arma se vuelva a partir. Si la tirada 96-100 es en una acción de parada, el porcentaje asciende a un 15%.
Desequilibrada: Las armas desequilibradas otorgan un malus de 10 cuando se usan para parar ataques, debido a que son pesadas y difíciles de manejar.
Perdición de enemigos: Cuanto más poderosa sea la entidad demoniaca a la que se enfrenta, más poderosa será el arma. Añade 2 de daño y penetración adicional por cada grado de Miedo del demonio.
Presencia cautivadora: La espada otorga otorga al portador un bonus +20 a Mando al tratar con otros miembros del Capítulo no jugadores. Los personajes jugadores ganan un +10 a su Voluntad, siempre y cuando el portador esté en su campo de visión.
Llamas sagradas: Una vez por encuentro, la espada puede ser recubierta de llamas. Para ello, es necesario un chequeo exitoso de "Voluntad" como media acción, aplicando cualquier bonus que exista en juego (positivo o negativo), y una dificultad de 20. Una vez activado, si el objetivo de un ataque es alcanzado (aunque no sufra Daño), deberá superar una prueba de Agilidad o quedar en llamas. El daño aplicado en este estado, ignora blindaje. Este efecto dura tantos turnos como Mod. Voluntad del portador.