Partida Rol por web

Leinad se había ido del todo. Tenía un cabreo infernal. Sabía que le había dado de lleno y que esto fundía hasta el material más duro, y el puñetero lagartijo lo había atravesado como si fuera una nube de humo en una fiesta de ricachones gobernadores planetarios cebados por su posición y pagados de si mismos.

Gritó dentro de su armadura sin activar las comunicaciones. 

Tras eso, y viendo que su posición era un tanto inútil, simplemente regresó a sus orígenes y se fue a tratar al Hermano Stein, que había soportado, sin dejar de trabajar, las "delicias térmicas" que él mismo le había dedicado y de las que había salido impune. Se había fijado en los controles de estado, y era un tanto preocupante. - No te muevas mucho hermano, que te ha chamuscado un poco la pintura. Por el fonendo exterior, como si fuera una conversación de lo más cotidiana. Además, no era la primera vez que les trataba a cualquiera de ellos, y esta vez estaba siendo la cosa más fácil. - Como hecho de menos la servocalavera-enfermera aquella. La broma era para quitarle importancia, pero, realmente lo estaba cociendo por dentro. Menos mal que la Armadura Pesada que portaban ambos era un tanto más resistente y las placas espaciadas le habían hecho un tanto de aislante térmico, si no, "sería un plato listo para servir tras ser cocinado".

Me quedé mirando al engendro volador en cuanto vi que giraba el cuello en una posición imposible sólo para lanzarme una llamarada. Jamás me hubiera imaginado que eso podría ser posible y me pilló desconcentrado. Sin capacidad de reacción. Por suerte, la velocidad que había imprimido al vuelo le jugó en su contra y una bolsa de aire caliente le desvió la cabeza justo al tratar de rociarme con su aliento pútrido. El Emperador premia la rectitud y a los justos. Este sería un error que no volvería a cometer. Lo que sí quedó grabado a fuego en mi mente fue el hecho de que estas criaturas no siguen lógica biológica alguna. 

Entrecerré los ojos. Me agarré a su “fuselaje” para evitar que me pasara lo mismo que había ocurrido hacía un momento y aguanté la pasada rápida. Balanceé en mi mano la Espada Titán, ganando inercia para soltar la estocada. Invoqué los poderes innatos del arma con toda la intención de incrustar la hoja, en el cuello del engendro demoniaco, hasta la empuñadura.

—No tienes lugar aquí dije notando como fluía el poder a través de la espada—. ¡Perece, engendro!

Contra todo pronóstico, el expiador pudo esquivar en el último momento el potente ataque del dragón y aún así Cole Angron no se cayó al estar encima de la demoníaca criatura, tras eso el dragón volvió a ascender, con Angron a sus espaldas. 

Trebek rodó de manera lateral en el último momento para esquivar las garras del dragón, acercándose peligrosamente al borde de la plataforma en la cual se encontraban mientras batallaban contra el enemigo. Logró volverse a poner de pie para realizar una nueva ráfaga de disparos. 

Otro golpe psíquico, con la mente dañada las palabras del ensalmo para la concentración apenas parecían gótico retorciéndose una y otra vez, como si una fuerza ajena se inmiscuyese en mis pensamientos, la energía era latente, pero no llegaba salir de entre mis dedos y por supuesto solo dejaba signos de su existencia como ecos disonantes de la disformidad. - Sagrado Emperador, guía a tus hijos bajo las sombras del caos, guía nuestros golpes en lo profundo de la perversidad y permite que se muestre la verdad.

Concentro mi mente una vez mas, queriendo sentir la luz del trono en la invocación, bajo la que me iba a concentrar. - Te maldigo una y mil veces criatura, ante las vidas de los fieles que te has llevado. 

Stein, concentrado a pesar de su piel abrasada bajo la armadura, siguió las instrucciones del Magos Klarn al pie de la letra.

Cada pulsador activado, cada panel ajustado y palanca accionada en el orden adecuado hacía que la baliza comenzara a iluminarse con una luz verdosa que aumentaba de intensidad. Un zumbido bajo, como el ronroneo de una colosal máquina ancestral, comenzó a resonar dentro de la estructura, y el suelo a vibrar con intensidad. Con cada nuevo ajuste, el sonido y la vibración se intensificaban, como una bobina de energía cargándose.

Leinad, observando el esfuerzo de su hermano de batalla, dejó de lado sus armas para arrodillarse junto a Stein. La servoarmadura ya le había administrado supresores del dolor, pero el exoesqueleto de la armadura estaba dañado y fragmentos de ceramita carbonizada se desmoronaban en sus manos mientras trataba de limpiar y cubrir las heridas de su hermano. 

Mientras tanto, Zorael finalmente consiguió concentrarse lo suficiente para canalizar varios poderes psíquicos. Los poderes que invocó debilitaron las defensas del dragón demoniaco, haciendo que su resistencia menguara, mientras sus Hermanos de Batalla sentían cómo su capacidad de penetración aumentaba.

Trebek, con precisión, disparó su cañón psi una vez más. Cinco proyectiles de energía azulada atravesaron el aire como estrellas fugaces, persiguiendo al dragón en su vuelo. Solo uno fue esquivado por la criatura demoniaca, pero los otros cuatro impactaron con fuerza. El dragón mecánico rugió de dolor y comenzó a caer en picado, todo apuntaba que más muerto que vivo. 

Cole, aún aferrado al lomo de la criatura, resistió el descenso mientras el dragón se precipitaba hacia la azotea. El monstruo mecánico impactó con una fuerza brutal, rompiendo barreras, destrozando el suelo y haciendo que el edificio se estremeciera bajo sus pies. Por suerte, la baliza se mantuvo en pie y Cole, pese a ser golpeado y sacudido violéntamente, se mantuvo firme gracias a que su mandoble Titán aún permanecía hundido en el cuerpo destrozado del dragón, usado para afianzarse al terreno como un ancla.

Polvo y fragmentos de piedra se levantaron en todas direcciones, y las luces parpadeaban mientras el techo del edificio luchaba por no hundirse tras el impacto. La criatura quedó inmóvil, con sus extremidades mecánicas extendidas de manera antinatural.

El silencio que siguió fue breve, roto por el creciente zumbido de la baliza. Los Caballeros Grises se reagruparon alrededor del tecnomarine mientras Stein continuaba con la activación de la matriz. 

En ese momento, un resplandor blanco, brillante, como un sol en miniatura, comenzó a formarse en el horizonte, justo donde la Fortaleza de Piedranegra bloqueaba la luz. Era un haz de energía pura, un resplandor incandescente, blanquecino en los visores de los Caballeros Grises, que crecía y se condensaba con una intensidad aterradora.

Todo parecía perdido... La Fortaleza de Piedranegra estaba lista para desatar un poder más allá de la comprensión. El planeta, su población, y las fuerzas imperiales que lo defendían, estaban al borde de la aniquilación. A pesar de los esfuerzos heroicos de los Caballeros Grises, el tiempo se agotaba.

El brillo en el cielo prometía la condena de Cadia, y por un momento, la sensación de derrota invadió a los Astartes. La baliza no sería suficiente si la Fortaleza lograba desatar su poder. Y aunque pudieran activarla, todo Cadia dependía de la capacidad del Mechanicus para activar unas defensas que aún no comprendían... 

El final estaba cerca, y el destino de la Humanidad pendía de un hilo...

- Hermanos, si eso es un bombardeo orbital, es el momento de marcharse de la superficie. Comentó como si fuera una sentencia. No se imaginaba que fuera posible, pero ahora mismo echaba de menos que el dragón metálico permaneciese con vida y lo hubieran domesticado como montura voladora. Dió una palmada al justicar y le comentó: - Jinete de Dragones. Era casi una burla, pero sería un nuevo título que añadir a los que ya acumulaba.

La bestia tuvo suerte de fenecer antes de que la Espada Titan centrara su ira innata en ella. La muerte parecía un final demasiado bondadoso para un engendro semejante. Caí junto con la criatura en la azotea. Bajo ningún concepto iba a permitir que la reliquia se perdiera entre los restos de un engendro caótico. Por fortuna la baliza quedó intacta pese a la destrucción desatada al estrellarse el cuerpo inerte del engendro caótico mecánico. Saqué la espada de entre sus restos y bajé de él. A tiempo para ver como en el horizonte, la nave del enemigo tomaba la posición del sol y apuntaba a Cadia con el arma que, como éramos conocedores, significaba el final de la guerra. Envainé la espada a tiempo de notar la palmada de Leinad.

Me permití el lujo de soltar una última carcajada. Sería el final, pero acabaríamos la misión. Me acerqué a Stein, sin acritud, sin apresurarle lo más mínimo. 

—Acabemos la misión, hermanos —dije con voz tranquila tras haber aceptado lo que venía. Miré a Stein—. Ponlo en funcionamiento. Confío en que lo harás.

Me subí al engendro mecánico y miré hacia el haz de luz. No le daría la satisfacción al enemigo de dudar en el último momento. Era un momento de júbilo, pues en unos instantes estaría junto al Emperador. No tenía la menor duda de ello.

Con un golpe sobre la azotea la figura del dragón demoniaco descansa vencido ante nosotros. - Puedes apuntarte su cabeza, hermano Trebek. Lo añado como chanza hacia mi hermano de batalla, aunque no había nada que celebrar en este momento, pues si no habíamos realizado adecuadamente nuestra misión, no podríamos salir de este planeta antes de que la fuerza de la fortaleza negra, se desatara. - El Emperador provee, lastima de no haber podido descansar, para abrir otro portal. Ahora solo podíamos esperar, las esperanzas de este mundo solo estaban en las manos de quien activase la baliza de defensa. - En este momento, la tecnología del mechanicus deberá ser nuestro escudo. 

El engendro mecánico logró esquivar cuatro de los cinco proyectiles que Trebek había disparado con el cañón psi pero por fortuna el último alcanzó su objetivo dañando y arrebatándole la vida al enemigo provocando su descenso precipitado hacia el suelo. Cole logró zafarse y teleportarse a la torre para evitar el choque contra el suelo:-En cuanto acabemos aquí me llevo uno de sus dientes como prueba.-comentó el expìador en tono jactoso ante el comentario de Zorael. 

Habiendo destruido la amenaza de los cielos de Cadia la escuadra podía concentrarse en acabar con la misión. 

Los paneles de la baliza resplandecían con luces que parpadeaban frenéticamente mientras Stein trabajaba visiblemente alterado, siguiendo las instrucciones facilitadas a distancia por el Magos Klarn. El tecnosacerdote utilizaba palabras extrañas, confusas, pero que gracias al Trono Stein comprendía a la perfección. Estaba claro que el tecnomarine sentía el enorme peso de la inminente destrucción de Cadia sobre sus hombros, y cada segundo que pasaba ese peso era mayor. 

El zumbido de la baliza alcanzó un nivel ensordecedor mientras el resplandor blanco en el cielo se volvió cada vez más intenso, creciendo hasta convertirse en una inmensa esfera cegadora. Todos los Caballeros Grises lo sabían: La Fortaleza de Piedranegra estaba a punto de desatar un devastador ataque sobre Cadia.

Zorael, Leinad, Trebek y Cole mantenían sus posiciones con la mirada fija en la Fortaleza de Piedranegra, impotentes ante una muerte de la que no podrían escapar, ni tampoco salir victoriosos luchando como habían logrado hasta la fecha. No era una muerte honorable, ni digna de un Caballero Gris. 

Y, tras un tiempo que pareció eterno, el arma fue disparada...

Un haz de energía pura se precipitó hacia el planeta, atravesando el vacío del espacio.

- ¡Ahora, ahora, ahora! -Gritó Stein con desesperación en su voz, mientras el haz disforme se precipitaba sobre ellos. Stein, con sus manos temblando, apretó la última palanca de la baliza en un acto desesperado. El zumbido de la baliza alcanzó su plenitud y, en ese mismo instante, la luz disparada desde la fortaleza impactó en la atmósfera de Cadia.

Toda Cadia miraba en silencio. El cielo se iluminó con una explosión de colores, pero en lugar de una destrucción masiva, la luz disforme simplemente se fragmentó, dispersándose en millones de pequeños puntos luminosos que se disolvieron en la órbita. El haz había sido desviado por una especie de campo de fuerza.

La baliza resonaba con fuerza, emitiendo pulsos de energía que parecían haber interferido con el ataque, aunque nadie entendía cómo. Algo había ocurrido, pero nadie entendía qué. El Magos Klarn, que hasta ese momento había guiado a Stein paso a paso, guardaba ahora silencio.

Los Caballeros Grises miraban el cielo. La atmósfera, que hacía un momento parecía condenada a arder, estaba ahora tranquila, estable. No obstante, el ambiente estaba cargado de una sensación extraña, perturbadora, una ligera ruptura entre el mar de almas y el materium que restringía las capacidades psíquicas de los Caballeros Grises. 

Por suerte, los Caballeros Grises, incluso despojados de la mayor parte de su capacidad psíquica, todavía se encontraban entre los mejores guerreros del Imperio de la Humanidad...

Y en ese instante, antes de que siquiera pudieran tomarse un momento para dedicar unas palabras de reconocimiento o aplaudir a Stein por su increíble dedicación a pesar de las heridas sufridas, el sonido de las comunicaciones se activó en todos sus cascos. La voz grave y firme del Hermano-Capitán resonó por el vox.

- ¡Por la voluntad del Emperador! -Exclamó con una intensidad controlada, pero cargada de emoción-. Se ha logrado lo imposible. Cadia aún resiste... y mientras resista, el Imperio vivirá. 

Los Caballeros Grises, tensos y algunos aún sangrando por las heridas de la batalla, se reagruparon en silencio. A pesar del dolor y el cansancio, ninguno mostró debilidad. Habían sobrevivido, pero aún no estaba claro cómo. Un milagro, una bendición del Emperador, o tal vez el sacrificio de algo más allá de su comprensión había permitido que Cadia siguiera en pie.

- Sois los Heraldos del Amanecer -Prosiguió-. No olvidéis quiénes sois ni lo que representáis. El Imperio existe porque hombres como vosotros se levantan cuando todo parece perdido. Manteneos firmes. La batalla por Cadia no ha terminado, y mientras respiremos, el Emperador estará con nosotros.

Su última frase resonó como una orden y un juramento.

- Mantened la posición. Recuperad el aliento y preparad vuestras armas. No tendréis mucho tiempo para descansar. 

El Hermano Stein, herido pero aún en pie, observó a sus hermanos. Con su armadura dañada y sus heridas revistiendo aún gravedad ,aunque fuera de peligro, se movió lentamente hacia el centro de la formación, observando cómo sus compañeros ajustaban sus armas y equipos varios.

Había algo de solemne en el ambiente, pero Stein, con su usual falta de tacto, decidió romper el silencio a su manera. Con su voz mecánica y ligeramente distorsionada por el casco, soltó:

- No tengo ni idea de lo que acaba de suceder. Por fortuna... El Omnissiah actúa en la esfera de los milagros... 

El destello que se vio en el firmamento anunciaba un final indigno. No pasaba nada, se había aceptado. Habíamos llegado a este momento y lo abrazaríamos sin duda. Sólo me lastró saber todo lo que faltaba por hacer y nuestra injusta ausencia que quedaría en el campo de batalla venidero. Miré hacia el haz de luz, maldiciendo la cobardía del traidor. Pero algo ocurrió. Stein se las ingenió para qué, en el último momento, lograra activar el mecanismo, y la cúpula se activó. Millones de particular encendidas con todos los colores se esparcieron alrededor de la cúpula, por la atmósfera. La radio estalló en júbilo con un aire de nueva esperanza. Me quedé mirando hacia la fortaleza herética, hacia el lugar de donde había venido el haz de luz catastrófico.

—Una vez más, la fé y la rectitud han conseguido lo que para otros resultaría imposible —sonreí—. Recoged hermanos. Tenemos un planeta que liberar de la opresión herética.

Me bajé del engendro mecánico y me puse en contacto con el capellán.

—Aquí los Heraldos del Amanecer —dije sin festejo alguno—. ¿Dónde se nos precisa?

Todo pareció ir a cámara lenta como si algo hubiera detenido el tiempo mientras la Fortaleza de Piedranegra se preparaba para disparar y eliminar Cadia. Stein se había convertido en una máquina artificial intentando poner en marcha la baliza por lo que el resto miraron fijamente al cielo y al enemigo, aunque fueran a morir lo harían con la vista fija en el enemigo. 

Entonces ocurrió lo que todos esperaron, el enemigo disparó y el haz de luz se precipitó hacia la atmósfera del planeta. Entonces Stein obró su magia y Trebek se giró al escuchar los gritos de victoria del tecnomarine. El haz de luz enemiga impactó contra la atmósfera del planeta pero se disipó al hacerlo contra el escudo que proporcionaba la matriz nula. Trebek volvió a mirar al cielo y levantó la mano derecha y señaló a la nave enemiga levantando el dedo corazón. Hizo lo mismo con la otra mano y empezó a mofarse del enemigo:-Buen trabajo hermano.-dijo a continuación el expiador y vio el estado en que se encontraba el tecnomarine y el primero se acercó para auxiliar al segundo:-Leinad será mejor que parchees a Stein si queremos que sobreviva.-añadió el expiador justo antes de la transmisión del Capitán Tegvar.

Tras la transmisión en la cual el capitán elogió los actos de los Heraldos del Amanecer, les dio otra orden, la de permanecer en aquella torre para repeler un ataque enemigo:-Creo que se refiere a que nos quedemos aquí para defender esta posición, hermano. Si el enemigo que hay en el planeta toma esta posición podría desactivar la matriz nula para que ese pedazo de chatarra que está ahí arriba vuelva a disparar.-explicó el expiador intentando comprender las órdenes del Capitán Tegvar. 

El Hermano Trebek se le había adelantado. Estaba por explicar lo mismo, pero, aún sin salir del asombro de lo que acababa de suceder. Era un caos toda esta batalla, pero ninguna era un dechado de rectitud y orden.

- Los planes duran hasta que se enfrentan con el enemigo. Pensó, dejando de lado la supernave que les había disparado, y agradeciendo su fracaso, sobre todo gracias a la modificación que se le había hecho a la baliza, y por el acto de activarla.

- Gracias Emperador por guiar nuestros pasos en el camino correcto y mantenernos el la línea de la Rectitud.

Como si de un nuevo amanecer se tratase, desde la fortaleza herética un rayo de energía surge golpeando la atmósfera del planeta, por solo el Emperador sabe, la tecnología desplegada por el mechanicus funciona desviando la energía. Es justo en ese momento cuando siento que la conexión psíquica se pierde en cierta medida, hilos de energía disforme empiezan a deshacerse a nuestro alrededor. - Se ha vencido a un alto coste, pero aun me parece que vamos a pagar mas. Digo mientras me quito el casco y me masajeo las sienes. - Es como si un pitido se hubiese metido en metido en el centro de la mente. Escupo al suelo. - Esto será un incordio. 

Recargo la pistola de plasma y envaino la espada de energía, no parecía que tuviésemos mas que hacer, pero el enemigo no descansaría hasta hacernos caer. - Hemos soltado un bofetón en la cara del Saqueador, no creo que tarde en volver al ataque, esperemos que el odio le haga cometer errores.