Partida Rol por web

Tras la llamada telepática de Zorael salimos caminando a algún lugar que nos garantizase la mayor privacidad posible. La decisión más lógica pasaba por la capilla, así que nos dirigimos allí. Al encontrarnos les saludé con un movimiento de cabeza. Seguía pensativo y ausente, pero teníamos que ponernos en conocimiento de todo lo que habíamos descubierto. Tenía que poner las ideas en orden, no quería dejarme nada en el tintero porque era todo muy importante.

—Hermanos. Antes de que nos contéis vuestros descubrimientos, dejadnos poner en común nuestros hallazgos —hice una breve pausa—. La historia que nos contó la Vidente Calandriar tiene mucho en común con lo descubierto por el ex-Inquisidor Baltassar Caro. Por lo que he sacado en claro, los cuatro poderes ruinosos se alinearon para enviar al rincón más recóndito de la disformidad, al Abismo, a este quinto mal llamado dios. Allí permaneció durante milenios hasta que se le presentó la oportunidad de retornar —aquí hice otra pausa—. El Emperador, desesperado por encontrar la forma de derrotar al traidor herético de su hijo, debió de encontrar a este pestilente ser, que le embaucó ofreciéndole el poder necesario para alzarse con la victoria. Imagino que tomó posesión del cuerpo del Emperador hasta que el Sigilita quien, tras sacrificar su vida, volvió a exiliarle. Aunque encontró la forma de dejar parte de su esencia en Terra hasta dar con un incauto al que volver a embaucar. Y no fue otro que Invizarius Octarion. Al parecer este ser herético, el quinto, es capaz de cambiar de forma con la que se presenta ante aquellos a quienes intenta embaucar, y debió presentarse ante el herético profeta de Octarion en la forma del Emperador y tomó posesión de él. Junto al noble de la casa de los comerciantes dieron con Sanctum Secundus, y trataron de hacerse con el poder de las almas Eldar, pero la Vidente y su raza lo terminaron exiliando de nuevo. Nosotros llegamos a tiempo para evitar que se hicieran con las almas Eldar, pero es evidente que no llegamos a tiempo para evitar que despertaran al Rey Exiliado, el Quinto, en posesión del cuerpo de Invizarius Octarion —di in golpe en la mesa con el puño—. Caro ha apuntado a la Eclesiarquía de Terra como fuente de toda corrupción, porque la información de la existencia de tal herética presencia está al alcance de las más altas esferas. Y la verdad que veo que hay cierto sentido en sus palabras. Pero no tenemos prueba alguna de la veracidad de sus palabras. Sólo las grandes similitudes entre las historias contadas por dos testigos que en ningún juicio serían aceptadas.

Terminé de hablar y me senté volviéndome a calmar. Pese a que todo era confuso y sonaba a falacia, lo que habíamos ido descubriendo le quitaba un halo de incredulidad convirtiendo la historia en una consecución de hechos plausibles que nos conducían a un objetivo claro: Terra.

Esperé a que pensaran en la historia que les había contado y a que me pusieran al día con sus investigaciones.

Ahora con la escuadra reunida, podíamos empezar a poner sobre la mesa lo que habíamos descubierto, el hermano Cole es el primero en hablar, sus palabras son terroríficas en una parte y heréticas en otras muchas. Pero tras lo vivido hasta ahora nadie podría decir si no hay en parte, una parte de verdad.

- Esas afirmaciones Hermano ... han llevado a la raza humana a terminar en guerras civiles. Niego con la cabeza. - Debemos tener cuidado a quien se lo decimos, las implicaciones, nos llevarían a derribar la cúpula misma de la creencia imperial. 

Si de por si esto ya era grave, los hallazgos realizados que habíamos realizado Trebek y yo, no eran menos preocupantes.

- Tras consultar el tarot imperial, hemos conseguido vislumbrar un objetivo hacia el que puede estarse encaminado el archienemigo. Señalo en las tablillas de datos que aun porto. - Van a Cadia. Al menos dos compañías de lobos espaciales se dirigen hacia allí para ayudar en la lucha, igual que cientos de regimientos de la Guardia Imperial, tanto Trebek como yo lo hemos visto y sabemos que ahí se dará el siguiente golpe. Golpeo el águila imperial marcada en mi pecho. - Es la llave a Terra, si cae, la humanidad se encontrará ante un peligro constante y terrible. 

- Es sencillo hermanos. No se lo podemos decir a nadie, y si necesitamos permiso para algo, sólo el Gran Maestre debería tener conocimiento. Afirmó como si fuera una sentencia, a sabiendas de que debía de ser el más puro de los Hermanos, pero también el primer objetivo de quién desea corromper por dentro.

El apotecario había estado asintiendo levemente ante las frases del Hermano Justicar.

La investigación de Cole y Leinad esclareció muchas dudas acerca de todo lo ocurrido des de que la escuadra de combate emprendió la misión:-Por el trono... Nunca hubiera imaginado tal plan por parte del enemigo.-comentó el expiador después de que Cole finalizara su explicación. 

Debemos tener cuidado a quien se lo decimos, las implicaciones, nos llevarían a derribar la cúpula misma de la creencia imperial. 

.-Tienes razón hermano.-comentó Trebek como respuesta a Zoreal:-Tengo mis dudas acerca de eso Leinad. Profeso un gran respeto por el Gran Maestre pero no estoy seguro de cómo se tomaría estas afirmaciones sin pruebas feacientes de lo que decimos, tan sólo tenemos una historia.-argumentó el expiador sobre explicar lo descubierto al Gran Maestre Leorac.

.-Tiene razón Zorael al preocuparse y por lo que hemos descubierto en el Tarot Imperial pero tengo la sensación de que el enemigo sabe que iremos a Cadia y allí nos esperará con toda su fuerza.-explicó el expiador ante la inquietud que sentía des de que vio la carta de la Ciudadela en el tarot pero había algo que tenía claro por encima de todo:-No podemos fallar en Cadia, no sólo por que pondríamos en jaque a la humanidad si no más bien por que no podemos permitir que ese bastardo traicionero del quinto se salga con la suya.-añadió a continuación Trebek, sentado frente a la figura del emperador:-Justicar, qué ordena?-preguntó al final el expiador. 

Escuché atentamente todo lo que tenían que decir y asentí una vez que vi que habían terminado. Sólo teníamos una historia contada por un condenado y un enemigo de la humanidad que, en realidad, cada vez me parecía más aliado. No había mucha discusión a la que entrar a debatir.

—Mientras no tengamos pruebas claras, no podremos demostrar nada. Por lo tanto no tenemos nada que hacer por ese lado. Aunque esas dos historias complementarias viniendo de dos puntos tan alejados de la galaxia nos da una idea de lo que puede estar pasando, seguimos sin saber quién es el que mueve los hilos, pues aunque derrotásemos a ese tal Quinto, seguiríamos teniendo la fruta podrida sin encontrar —me quedé pensativo unos instantes—. Acudiremos a Cadia y trataremos de descubrir algo más mientras frustramos los planes enemigos —asentí con firmeza—. Haced los preparativos necesarios y mantened el silencio sobre la investigación hasta tener algo tangible que presentar. Yo, mientras tanto, pediré que se nos asigne al hermano Caballero Rojo hasta que pueda ser reubicado.

Si no hay nadie que quisiera hablar más, iría a buscar al Gran Maestre para hacerle la petición formal. Parecía que teníamos un camino y habría que descubrir el siguiente paso mientras combatíamos a la horda herética invasora.

Enarqué una ceja al darme cuenta de lo último que dijo Baltassar Caro.

—Cadia… es la puerta —miré a Leinad—. Zorael, el libro herético que encontraste. Según el ex-Inquisidor Caro hablaba de el Ojo del Terror, una puerta y un guardián caído. Como ha dicho el Tarot… Cadia es el guardián de la puerta. La puerta de Cadia es la entrada a la disformidad y Cadia es el guardián —me quedé callado pensando—El guardián caído… es el objetivo del Quinto. ¡El resto de ataques son distracciones!

Di un golpe con el puño a la palestra. Esto sí que tendríamos que comentarlo.

- Entonces nuestro objetivo es claro. Guardo las tablillas de datos, tendría que volver a entregarlas a los archivadores del capítulo. - Vamos a Cadia, y esta vez pararemos a nuestro enemigo. El Emperador lo quiere y la humanidad lo necesita.

... En algún momento, en algún lugar...

Reforjar la espada Titán no iba a ser una tarea trivial. No era simplemente reparar lo que había sido roto. La legendaria arma había sido partida y su integridad estaba completamente comprometida. Restaurarla a su antigua gloria, y quizás elevarla más allá, requería una reconfiguración casi total de su estructura.

Las llamas de la forja, alimentadas por el magma del planeta, danzaban al compás de un ritual ancestral conducido por la devoción del Adeptus Mechanicus, una ceremonia sagrada que continuaría durante seis semanas, seis días y seis horas. Los ciber-herreros y sacerdotes rúnicos, bajo la atenta mirada de Stein y la guía del Maestro de la Forja, aquel que cuando aún era carne fue aprendiz en Marte y se convritió en el especialista en metalurgia del Mundo Forja de Deimos al superar los límites de su cuerpo, se preparaban para emprender un proceso que trascendía la ciencia y la técnica.

La forja del mandoble comenzó con la selección de fulgurita como material base para la hoja. Este material, formado por la furia de los rayos al impactar en la arena, se complementó con silicatos imbuidos de propiedades psicoempáticas, asegurando que la energía psíquica pudiera fluir a través de la hoja. Sin embargo, el verdadero corazón de la espada era de psycurium, un material excesivamente raro e invaluable para el Imperio, conocido por su capacidad para canalizar la energía de aquellos dotados de capacidad psíquica. El núcleo de psycurium fue martilleado 666 veces, acompañando cada golpe con oraciones y cantos, y honrando de esta forma el número sagrado del Capítulo de los Caballeros Grises.

Los sacerdortes del Mechanicus procedieron a grabar runas hexagrámicas y salvaguardas a lo largo de ambos filos de la hoja, desgastando numerosas puntas de adamantio en el proceso debido a su dureza. Estos símbolos arcanos y sellos cargados con el poder del Sigilita, fueron inscritos siguiendo patrones delicados y exactos, formando círculos protectores contra la influencia del Caos. La empuñadura, una obra maestra con forma de águila bicefala, estaba formada por titanio y adamantio perforado, ofreciendo un agarre firme y seguro.

A medida que el proceso de forja alcanzaba su clímax, la espada Titán, renacida de las cenizas como un ave fénix, comenzaba a despertar. Su naturaleza semi-sentiente se estaba preparando para aprender de su portador, tanto como él aprendería de ella.

Los ciber-herreros y sacerdotes rúnicos del Adeptus Mechanicus se detuvieron finalmente, retrocediendo con una mezcla de reverencia y asombro ante la obra que habían ayudado a forjar. Un silencio solemne reinó en la sala, roto únicamente por el suave zumbido de la energía que fluía a través de la espada, y los revoloteos de varios querubines que impregnaban el aire con incienso sagrado.

Stein, testigo directo de cuando el Maestro de la Forja tomó el arma entre sus manos para envolverla con suma delicadeza, pronunciando las últimas bendiciones, no pudo evitar sentir un profundo respeto por todo cuanto el Adeptus Mechanicus había puesto en la forja de aquel arma. Era más que una simple espada, era un símbolo de la lucha eterna del Capítulo contra las fuerzas del Caos, un faro de esperanza para todos aquellos que luchaban en nombre del Emperador. Era una Espada contra el Caos. 

En los días que siguieron a la reunión en la capilla, el tiempo pareció detenerse dentro de las sólidas murallas de Nemesis Tessera. Las semanas, que parecían eternas mientras el equipo de batalla esperaba las órdenes de sus superiores pese a ser plenamente conocedores del destino, pasaban una tras otra entre sesiones de entrenamiento y oraciones, con cada miembro de la escuadra sumido en sus quehaceres diarios bajo una rutina disciplinada, mientras aguardaban las órdenes del Gran Maestre.

Leinad aprovechó las pocas oportunidades que tuvo para visitar a Yelena. Los encuentros eran breves y bajo una supervisión estricta, pero suficientes para que el apotecario verificara el estado de salud de la inquisidora. Aunque Yelena se mantenía firme, el confinamiento no dejaba de ser una prueba dura tanto para su resistencia mental como física. 

Cole, por su lado, tuvo su oportunidad para solicuitar que el Cazador Rojo superviviente de la incursión en Sanctum Secundus se uniera a la escuadra para su siguiente misión, al menos hasta volver a su Capítulo. La decisión final sobre el destino del guerrero recaía en manos del Gran Maestre, quien decidió que su integración en una escuadra de Caballeros Grises no era algo a tener en cuenta; para Covan Leorac, los Caballeros Grises eran guerreros puros, mientras que el resto de Astartes eran fácilmente engañados y tentados. 

El Cazador Rojo, aunque sobreviviera al enfrentamiento de forma casi milagrosa y quizá fuera un activo a tener en cuenta, carecía de bloqueos psíquicos que protegieran su psique de influencias externas, y su alma era sin duda corrompible. De hecho, como era costumbre y requisito, seguía en la zona de contención a la espera de su siguiente sesión de adoctrinamiento. Por ello, el Astartes podría ser considerado como un posible punto débil para la escuadra, al no ser un Caballero Gris. No obstante, lejos de decir que no, el Gran Maestre, con la intermediación del Hermano-Capitán Tegvar, dictaminó que fuera la escuadra quien votase su destino, pra bien o para mal. 

El tiempo restante fue aprovechado al máximo bajo la tutela del Epistolario Aldred, quien se encargó de instruir a la escuadra en el exigente Rito de Comunión. Este ritual no era solo un método para fortalecer los lazos entre los Hermanos de Batalla; su verdadera función era la de amplificar enormemente el poder psíquico de un único Caballero Gris, seleccionando a uno entre ellos para ser el canalizador de la potencia conjunta de sus hermanos. La carga de tal poder era abrumadora, y requería de una fortaleza mental sobrehumana para evitar ser consumido por la energía desatada.

Durante las sesiones, que se extendieron a lo largo de varias semanas, Aldred guió a los Caballeros Grises a través de complejos patrones de meditación y enlace psíquico, enseñándoles a sincronizar sus mentes y a dirigir su energía hacia el Caballero elegido.

Y así, finalmente, tras casi 7 semanas de espera, se produjo el momento deseado. El Hermano-Capitán Darig Tegvar convocó una sesión extraordinaria.

En el corazón del Strategium, bajo el inmenso fresco que representaba al Emperador, se reunían casi cincuenta Caballeros Grises. La fortaleza, que había permanecido en un silencio sepulcral durante las últimas semanas, ahora vibraba con la energía de media Hermandad, aunque aparentemente estos fueran retales de diferentes unidades. 

Cada escuadra llevaba la heráldica de sus propias hermandades y sus propias unidades, con las placas de cada caballero declarando la destreza y la historia de su propia escuadra. Nombres y hazañas de decenas de caballeros cuyos títulos hablaban por si solos, sumadas a hermanos de escuadras de las que nunca se había oído hablar.

La atmósfera estaba saturada de solemnidad y expectación. En medio de la sala, el Gran Maestre aguardaba, flanqueado por el Hermano-Capitán Darig Tegvar, el Epistolario Aldred y su guardia personal de paladines.

Al fondo, oculto en las sombras, el Gran Inquisidor Olzar observaba la asamblea. Su mirada, penetrante y calculadora, insinuaba una mezcla de desaprobación y desafío para con la escuadra que acababa de entrar en el salón.

El Gran Maestre se adelantó, con su voz resonando con autoridad.

- Hermanos, hoy nos reunimos no solo para prepararnos para una misión de suma importancia, sino para honrar a aquellos entre nosotros que se han elevado por su valentía y dedicación al Imperio.

Señaló hacia el fondo de la sala, donde el estandarte de los "Heraldos del Amanecer" se desplegaba por primera vez. Un grupo de novicios lo elevó hacia el techo, con un sol naciente en tonos dorados y plateados que brillaba intensamente alrededor de Titán, y los rayos de luz extendiéndose hacia el horizonte. Era la nueva heráldica de la escuadra, que ahora descansaría junto al resto de escuadras de renombre.

- Este estandarte representará a una parte de nuestro Capítulo en todos los campos de batalla -Anunció Leorac-, y bajo él, lucharán nuestros hermanos.

Hubo varios aplausos mientras un grupo de servidores, y un equipo completo de tecnosacerdotes de túnicas rojas, comenzaban a adherir y soldar con suma reverencia sellos de pureza y su nueva heráldica en las servoarmaduras de Cole, Zorael, Trebek, Leinad y Stein. Los símbolos antiguos fueron reemplazados cuidadosamente, sellando así la nueva era que estos guerreros simbolizaban.

Acto seguido, el Maestro de la Forja avanzó, portando la Espada Titán. El Gran Maestre Leorac avanzó, tomó con reverencia el mandoble, y lo presentó ante Cole.

- En reconocimiento a vuestros méritos y sacrificios, y ante la amenaza que enfrentamos, se os confieren nuevos honores y responsabilidades -Señalando primero a Cole, continuó-. Justicar Cole Angron, como Campeón de los Heraldos del Amanecer, te confiero esta espada como ya hiciera nuestro Supremo Gran Maestre antes que yo, un arma forjada en las llamas de la fe y templada con la determinación de nuestro Capítulo. Que te sirva no solo como arma, sino como un faro que guíe tus acciones y las de todos aquellos bajo tu mando, preservando la integridad del Imperio, la verdad y la justicia, y erradicando la herejía y la corrupción allá donde se oculten.   

El siguiente en ser honrado fue Leinad. Mientras Cole recibía la espada, el Capellán Grebrus Anael, portando un Crozius y un casco con forma de calavera, se aproximó solemnemente. Situándose junto al Gran Maestre, extendió estos símbolos hacia el líder de la Hermandad.

- Apotecario Leinad Ikegar, por tu espíritu inquebrantable, te elevo al rango de Capellán -Recogió y le entregó con reverencia el crozius y el casco-.  Como Capellán de los Heraldos del Amanecer, cura no solo las heridas físicas de tus Hermanos de Batalla, sino también las de sus espíritus. En caso de que el Campeón de los Heraldos caiga contra el archienemigo, tu labor será recuperar la reliquia y traerla de vuelta sana y salva. 

Aunque parecía que todo acababa ahí, Zorael no fue olvidado ni tampoco Trebek. 

- Expiador Trebek N'Kari, tu destreza con las armas a distancia ha salvado innumerables vidas y ha cambiado el curso de batallas -declaró Leorac, con su voz cargada de orgullo. El Hermano-Capitán se adelantó, llevando consigo un cordón rojo del que colgaba un proyectil de bolter dorado con una calavera tallada-. Por tus servicios excepcionales, te confiero el Honor de Tirador, un reconocimiento reservado solo para aquellos cuya precisión no tiene parangón. Bibliotecario Zorael Eduh -En este momento se adelantó el Epistolario Aldred, para acompañar las palabras del Gran Maestre-. Te confiero el título de Codiciario. Tu habilidad para dominar múltiples capacidades psíquicas será crucial en nuestro futuro, y esperamos que continúes tu entrenamiento para convertirte en Epistolario. Que tu mente sea siempre clara y tu voluntad, inquebrantable...

Nuevamente hubo aplausos. Se podían sentir las miradas de respeto, y hasta algunas con una pizca de envidia saludable.

Después de las diferentes ceremonias, el Hermano-Capitán tomó la palabra, cambiando completamente de tercio y volviendo al verdadero problema de la galaxia.

- Hermanos. Cadia ha sido durante milenios un bastión de resistencia sin descanso contra los horrores que brotan del Ojo desde el nacimiento de la fisura, y tal y como el Gran Maestre ha podido corroborar, durante los últimos meses ha sido el objetivo principal de una nueva Cruzada Negra liderada por la Legión Negra -Explicó el capitán con seriedad. Todos erais plenamente consciente de que una Cruzada Negra era una siniestra parodia de las Cruzadas que lanza el Imperio para liberar o conquistar mundos-. Todos sus continentes se han visto asaltados y obligados a esforzarse al máximo en una defensa desesperada, pero ahora, rumores sugieren que la guerra podría estar alcanzando un punto crítico, quizá su final, o sólo el comienzo de algo mayor. 

Hizo una pausa, y activó un proyector hololítico de mano. Transmitió una amplia imagen a la mesa, mostrando el planeta de Cadia en rotación. 

- Nuestro destino es Cadia. Nuestra misión, descubrir la verdad detrás de estos rumores y asegurar que la resistencia no haya sido en vano. Escuadras Castor, Carthago y Terminus -Algo más de una quincena de Caballeros Grises avanzaron un paso-. Os dirigiréis al continente de Cadia Tertius, bajo el mando del Epistolario Aldred -Todos afirmaron y volvieron a su posición-. Justicar Gadriel y Justicar Hypenatos, vuestras escuadras se desplegarán en Cadia Primus junto a dos escuadras de purificadores. Allí os reuniréis con los titanes de la Legio Gryphonicus -Los dos afirmaron también-. Heraldos -Le tocó el turno a la recién nombrada escuadra de Caballeros Grises-, nos desplegaremos en Cadia Secundus, e iremos a entablar contacto con Sven Aullador, el Hijo de Russ que nos ha convocado. Una vez evaluada la situación, actuaremos. 

Nuevamente hizo una pausa. Miró a su alrededor, esperando a ver si alguien tenía algo que añadir o preguntar.

- Partiremos al amanecer -Concluyó, si nadie decía nada-. El Emperador Protege.

El apotecario esperó a que le cambiasen en casco. Era parte del ritual, el cual, él no podía interceder en ningún momento. Tras eso tenía que entregar todas sus armas de cuerpo a cuerpo, menos el cuchillo de combate integrado en la armadura. Todas esas armas eran sustituidas y referenciadas, como armas que se entregarán a otros miembros del capítulo como armas de pureza, pero el apotecario, ahora capellán, tenía que utilizar su símbolo. Su marca como lo que era: El guardión de la pureza, de las mentes y de las reliquias del capítulo. No solo sería responsable de sus cuerpos, si no también de sus mentes. Era responsable de ayudarles moralmente y de que ninguna reliquia capitular se perdiese o cayese en malas manos. Incluso las progenoides eran reliquias inestimables.

- Así se hará Gran Maestre. E hizo un gesto al Capellán con el nuevo casco, ya que, de ahora en adelante sólo se lo retiraría en la más absoluta de las soledades, y sin armadura, vistiendo las togas, seguiría llevando la máscara. Ya no tenía rostro. Era la muerte la que miraba, y él, tras aquella pantalla, guiaba a los que seguían vivos. Bueno, y en las ceremonias bajo el Circulo Capellanes, donde la retirarían, para ponerla a su lado, como avatar de una presencia de la que ellos, cuerpos vivientes, serían servidores de ese Espíritu Guía. De la propia Humanidad y del Amado Emperador.

Tras las frases, y acompañando las palabras finales del Hermano-Capitán: - ¡El Emperdor Protege!

Ahora ya teníamos destino. Nos dirigíamos al fragor del combate, donde la humanidad se "partía el bronce" y se decidiría el futuro del universo. Tenían que ver al "Hijo Aullador"... y esperaba poder cruzarse con algunos de los Sacerdotes Lobo, que a penas pensase en ellos, se vería reflejado.

Los días se convirtieron en semanas a medida que la escuadra esperaba la autorización para el descenso sobre Cadia, cada miembro de la escuadra se centró en sus quehaceres y Trebek siguió entrenando en combates tipo sparring con los novicios de Nemesis Tessera, entre esas, iba a visitar al Cazador Rojo para ver que se encontrara bien y ver cómo le trataban, era el único superviviente de Santcum Secundus y habían confiado en él para que defender su retaguardia y había cumplido con creces así que se había ganado el respeto del expiador y del resto de la escuadra. Y dado que era decisión de la escuadra el sacarlo de allí para volver al combate le instó a que estuviera preparado para el combate en cuanto les dieran luz verde. 

Pocos días después se realizó el Ritual de Comunión, el cual se centraba en conferir un gran poder psíquico a un único caballero por lo que fueron practicando para que todos se adaptaran a la ingente cantidad de poder, el estrés físico y mental que sufrieron todos hubiera sido abrumador para cualquier otro pero los cinco caballeros, había soportado lo innombrable y se había adquirido una fortaleza mental y una voluntad de hierro a lo largo de las misiones que había hecho. 

Finalmente habían logrado completar con éxito el ritual para cuando fueron llamados por el Hermano-Capitán Tegvar para informar pero fue el Gran maestre Leorac quien rompió el silencio, señalando la nueva heráldica que había la fondo de la sala, mientras un grupo de tecnosacerdotes colocaron los nuevos símbolos en las armaduras de los miembros de Los Heraldos del Amanecer, el nombre por el que se conocería a la escuadra a partir de ahora. Acto seguido a Cole le fue entregada su nueva arma, la Espada Titán. Y al resto de la escuadra les fueron entregados diversos títulos y honores por sus actos, enchidos de orgullo aceptaron de buen grado estos obsequios para poder dar paso al informe de la misión. 

Todos los caballeros grises reunidos en el Strategium descenderían en diferentes puntos de Cadia para evaluar los rumores de la Guerra y actuar en consecuencia. Para los Heraldos del Amanecer les había tocado Cadia Secundus, dado que allí se encontraba Sven Aullador, que les había convocado personalmente. Trebek se estremeció un instante al recordar el Tarot del Emperador y darse cuenta que lo que vieron allí se está cumpliendo. Al terminar el informe Tegvar esperó un instante para comprobar si alguien quería decir algo y al no obtener respuesta dio por terminada la sesión informativa y dictaminó la hora de partida. 

Rezar, meditar, combatir, rezar, meditar combatir ... rezar, meditar, combatir. Día tras día que pasaba en la fortaleza, me concentraba en esas labores, pues la próxima batalla nos llevaría a la misma Cadia, corazón de la defensa del Imperio frente al Ojo del Terror, nuestro destino y el destino de la humanidad, bien podía residir en nuestra presencia allí. 

No pasa mucho tiempo hasta que somos convocados, pues en ese día se nos daría nombre a nuestra compañía, frente a todos nuestros hermanos e incluso algunos "ilustres" invitados. Nuestros nombres y títulos son aclamados, es ahí durante el momento de celebración cuando se me revela una simple verdad que ensombrece mi animo, pues en este día sería la última vez que todos los que estábamos allí volviésemos a estar juntos ... habíamos llegado tarde una vez, pero llegar a tiempo, significaría perder vidas de hermanos valiosos ... es un segundo, pero ya, ni con los nombramientos, puedo dejar de pensar en eso.

Te confiero el título de Codiciario. Tu habilidad para dominar múltiples capacidades psíquicas será crucial en nuestro futuro, y esperamos que continúes tu entrenamiento para convertirte en Epistolario. Que tu mente sea siempre clara y tu voluntad, inquebrantable.

- Con la ayuda del señor de la humanidad, cumpliré con mi objetivo. 

Con la celebración terminada, vuelven los entrenamientos, esta vez es la comunión con los hermanaos de escuadra. Esta disciplina psíquica es la que nos daría una ventaja táctica crucial en el campo de batalla, ninguno duda, ninguno falla, pues somos piezas engranadas de la misma maquinaria. Ahora era más sencillo sentir la mente de los otros.

Aun pasan los días, pero las idas y venidas por la fortaleza ya empiezan a tomar sentido, aumentan los entrenamientos de las escuadras, mas armas y mas municiones se apilan en los pasillos, siervos marchan de un lado a otro preparando la interminable lista de accesorios que se necesitaban para llevar la guerra a nuestros enemigos. Y finalmente nuestra reunión en el estrategium, allí estábamos todos los que responderíamos a la llamada de Cadia, ahí es donde se decidiría el primer paso de la campaña. Aceptadas las ordenes, solo quedaba cumplir con nuestro destino. -  El Emperador Protege.

La monotonía del día a día se rompió en el momento en el que fuimos llamados para hacer el ritual de comunión. Durante ese ritual fuimos presentados a nuestros hermanos y otros invitados de renombre, con el nombre con el que nuestra unidad sería conocida y recordada en los anales de la humanidad. “Los heraldos del amanecer” empezaría a ser una letanía que se aparecería en los sueños de los enemigos del imperio del hombre.

También se nos otorgaron cargos y honores. Un gesto que se agradeció, pero que nunca dejó de parecerme una parafernalia que servía más para motivación de aquellos que puedan perseguir prestigio que para aquellos que sólo queremos llevar la luz del Trono dorado a los lugares oscurecidos por la herejía y la disformidad. Me nombraron Campeón de los Caballeros Grises y asentí con firmeza al recibir el elogio.

—Acepto con determinación y humildad este nombramiento. Prometo continuar protegiendo con la misma pasión y fe intactas el Imperio de la humanidad y al Emperador —cogí con respeto y firmeza la espada Titán, y la mostré ante todos—. Con esta espada seguiremos impartiendo justicia en cada rincón donde sea requerido y se convertirá en un símbolo que los enemigos de la humanidad —hice una breve pausa— teman.

Envainé la espada y espere a que todos terminaran de decir unas palabras. Pronto nos pondríamos en marcha hacia Cadia, donde estaba seguro que nos encontraríamos con nuestro enemigo y, quizá, con la forma de llegar al Quinto.

Tras semanas de travesía por el Mar de las Almas, un viaje que casi se podría decir transcurrió bajo una tranquilidad que rozaba lo monótono, la pequeña flota de los Caballeros Grises finalmente se aproximó al sistema Cadia. 

El contingente de Caballeros Grises, al que se unió el Gran Inquisidor Olzar a última hora, viajó a bordo de una pequeña flota compuesta por el crucero de asalto "Espectro argénteo", la fragata "Espada de Titan", y la "Inquebrantable", aunque esta última estaba ahora bajo el mando del Epistolario Aldred.

La escuadra se alojó en el "Espectro argénteo", bajo la supervisión directa del Hermano-Capitán Tegvar, quien no solo dirigía la nave sino también las sesiones de entrenamiento de las unidades de Caballeros que se alojaban en el crucero. 

Al salir de la disformidad y aproximarse a la órbita de Cadia, la flota se encontró con una escena desoladora: Lo que debía ser un paisaje estelar caracterizado por la operatividad y la logística  militar, se reveló como un enorme campo de escombros espaciales. Un cinturón de basura espacial flotaba en torno al planeta, testimonio de los conflictos que habían azotado el sistema en los últimos meses.  

Entre la maraña de basura espacial, solo una nave destacaba en órbita alrededor del planeta: un crucero de asalto imperial que envió sus datos y se identificó como "Ira de Dorn", perteneciente al Capítulo de los Templarios Negros. Mientras la flota de los Caballeros Grises maniobraba con cuidado a través del campo de escombros, un mensaje cifrado fue enviado desde la "Ira de Dorn". Era una invitación directa para que los miembros de la Inquisición a bordo se unieran a una reunión urgente en la nave.