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Una espada contra el Caos [Capítulo III]

10. El alzamiento del Rey Oscuro

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18/07/2025, 22:09
Trebek N'Kari

El combate finalizó con la muerte del Rey Oscuro, desapareciendo hecho un amasijo de carne y de energía disforme, escondiéndose en sí mismo para evitar ser visto. Y con un gran estallido que dio de lleno a los Titanes. El pilar de fuego colapsó tras la oleada de disparos y la ira de la humanidad. Esto provocó que una gran oleada de energía inundara el lugar, impactando de lleno en los titanes. Trebek sufrió unas quemaduras bastante severas que fundieron parte del casco con su cara, haciendo que posiblemente su rostro quedara desfigurado para el resto de su vida, como marca de logro por haber derrotado a un dios del caos, o un aspirante a dios. 

Pese a todo los Cuatro Aniquiladores rieron a carcajada limpia al ver derrotado al aspirante por los titanes pero aquello significaba que ellos serían los siguiente, Trebek miró al cielo, donde se suponía que se encontraban sus presencias y tras las palabras del justicar y Zorael, el expiador habló:-Sois los siguientes.-dijo con ira y ferocidad el expiador. 

Una luz apareció en medio de aquella oscuridad que había quedado al morir el Quinto y que podía ser un faro para que los Astartes escaparan de aquél lugar:-Te seguiré hasta los confines del universo hermano.-comentó el expiador mientras avanzaba juntos a sus hermanos. 

- Tiradas (1)

Notas de juego

escojo cabeza, el rostro de Trebek ya estaba medio desfigurado así que no habrá mucha diferencia XD

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20/07/2025, 19:51
Leinad Ikegar

- ¡Los Heraldos del Amanecer prevalecerán!. Bramó de manera pagada, sintiendo en su brazo izquierdo una extraña sensación. Era una mezcla entre placer y dolor. Era el sentir por poner ese miembro ante él y sacrificando una extermidad sobreguardas el resto del cuerpo.

- Un honor el acompañar a mis Hermanos desde el principio al fin, por emboscadas y asaltos, entre traiciones y túneles ruinosos, por la realidad y por la imaginación de un perturbado. Un Honor de ser vuestro Hermano. Y demandó: - Justicar, ordena, nosotros obedecemos.

- Tiradas (1)

Notas de juego

Brazo izquierdo.

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21/07/2025, 08:34
Narrador

La Cámara del Nacimiento ya no era más que un vientre en llamas que se negaba a morir sin arrastrar consigo todo lo que hubiera tocado, un crisol donde la disformidad rugía en su agonía. El fuego se derramaba por las grietas como ríos de lava. Ya no quedaba cielo, ni suelo, ni razón.

Las llamas no ardían para purificar: Ardían por venganza. Todo lo que el Rey Oscuro había sido colapsaba sobre sí mismo, devorándose como una estrella que se niega a morir sin arrasar todo a su alrededor con ella.

Allí, al otro lado, donde una vez estuvo el Pilar de la Llama, se había abierto un túnel vertical de pura luminosidad, un resplandor desgarrando el velo ardiente como una herida abierta hacia el más allá o hacia el juicio final. No era cálido. Ni tranquilizador. Pero era real. Y era la única salida.

Los Heraldos del Amanecer comenzaron a avanzar. Pero el infierno no los dejaría marchar ilesos.

Leinad sintió el estallido de calor justo antes de oír el crujido seco, como una losa partiéndose bajo un martillo divino. Su brazo izquierdo, aún rodeado de placas de servoarmadura, se agrietó como la porcelana. La médula se evaporó al instante, y el hueso interno se colapsó. La extremidad cayó inútil, colgando a su lado como un estandarte roto. El capellán avanzó igual arrastrando el martillo trueno consigo, con su yelmo inclinado hacia el túnel.

Stein recibió la mayor parte del daño en pleno pecho. Su armadura de exterminador, forjada en los arsenales de Titan, resistió. Pero su cuerpo, incluso el cuerpo de un astartes mejorado augmentícamente, no era inmortal. Sintió el vacío dentro de sus pulmones, el aire convertido en cuchillas, los órganos intentando funcionar bajo una presión insoportable. Pero no cayó. Jamás había caído. Y no iba a hacerlo ahora.

Trebek fue golpeado por una ola de calor en la cabeza, donde su celada se estaba convirtiendo en un horno. Sus globos oculares se secaron al instante, la piel de su rostro se agrietó como pergamino viejo, y los mechones de cabello que aún tenía desaparecieron en un suspiro ardiente. Desorientado, comenzó a ver imágenes extrañas ante sus ojos dañados. Sus manos aún sostenían el rifle de fusión, y eso era todo cuanto le importaba al expiador. A tientas, siguió avanzando.

Zorael no puedo evitar soltar un grito cuando su brazo derecho fue volatilizado por un espasmo de energía ardiente, carbonizado al instante, convertido en ceniza que flotó unos segundos antes de dispersarse. La onda expansiva lo arrojó contra el suelo con violencia. Su cuerpo convulsionó, y solo el dolor le confirmó que aún estaba vivo.

A un metro de él, Cole también cayó. El fuego y las energías disformes que la muerte del Rey Oscuro estaba liberando le habían arrebatado el brazo izquierdo como a su hermano, como si le negasen el derecho a portar su espada. El impacto lo arrojó hacia el suelo, con el muñón humeante temblando bajo su peso. El Justicar también emitió un grito sordo dentro de su yelmo.

El túnel de luz los llamaba, pero sus cuerpos ya no podían avanzar solos. Cole y Zorael estaban a un paso del olvido, sin poder avanzar debido al dolor. Fue entonces cuando Stein y Leinad los alzaron, uno con un solo brazo, y el otro jadeando por el esfuerzo.

Zorael fue llevado por Stein, medio inconsciente, con sangre aún goteando desde su brazo. Cole se apoyó en el hombro de Leinad, y ambos caminaron como estatuas rotas... pero aún en pie. Trebek, aún tambaleante, fue el primero en alcanzar el umbral de la luz, avanzando a ciegas.

Las llamas los seguían, devorando el suelo, las paredes, los recuerdos... el mismísimo concepto del lugar. El suelo ardía. El aire era como cuchillas. Las servoarmaduras se derretían. Pero los Titanes se ayudaron como hermanos, como juramentos encarnados, arrastrándose, sosteniéndose, sangrando juntos... pero jamás deteniéndose. Como siempre lo habían hecho. 

Y entonces, cruzaron. Atravesaron el velo como condenados ascendiendo por su propio mérito, como caballeros que habían pisado el infierno pero habían vivido para contarlo y se negaban a ser olvidados allí. Como veredictos. No para ser recordados. Sino para recordar al mundo lo que jamás debe volver a nacer.

Los Titanes atravesaron la luz cegadora. Marcados. Mutilados. Consagrados. No como hombres. No como guerreros. Como los que caminaron sobre el fuego y vencieron a un dios, o a quien se creía uno al menos.

La Cámara del Nacimiento implosionó, arrastrando tras de sí los ecos de una apoteosis fallida. Y en ese instante, en algún rincón lejano de la galaxia, un millar de psíquicos murieron al mismo tiempo, como si la galaxia acabara de presenciar algo que no debía ser recordado. Y en ese instante… el Rey Oscuro, el Quinto, dejó de ser.

Y entonces, la luz lo llenó todo.

Pura. Absoluta.

Ni cálida, ni fría.

Solo... Definitiva.

Y el universo, por un instante, se quedó en silencio...

Notas de juego

FIN