Partida Rol por web

Viaje al corazón de la Hydra

Acto 4.0

Cargando editor
21/11/2013, 00:05
Director

[En alguna suite de un hotel...]

Efectivamente, la estructura superhipster que Drake había escogido para estampar contra la puerta de la lujosa habitación de hotel, había resultado ser una flamante silla de diseño, de esas que requieren de un estudio profundo del manual para saber si está del derecho o del revés: supercara, superfrágil y superincómoda. Sin embargo, la pretenciosa modernidad de la silla no pareció ser suficiente como para derribar una puerta magnéticamente sellada y simplemente terminó por convertirse en un un amasijo de plástico, alambre y cristal muy caro.

- ¿No te recuerda a esas cosas que exponen en los museos? - Derpy planeó hasta la maraña informe que en otro momento alguna clase de enajenado mental pudo pensar que serviría para que algún ricachón descansara sus carísimas posaderas. Era curioso, ahora que Drake se fijaba, aquel montón de mierda AHORA sí que se parecía más a lo que debería ser una silla como dios manda, que cosas.

De repente, las orejas del poni se irguieron alerta y como impulsado por un resorte saltó hasta esconderse, como buen cobardica que era, tras las espaldas de la chica. - Viene alguien… -Susurró asomando el hocico por encima de su hombro.

Drake agudizó el oído. Derpy tenía razón, por muchos cierres magnéticos que tuviera aquella maldita puerta, la habitación no estaba insonorizada, su ataque de furia y sus improperios habían terminado por atraer unos apresurados pero firmes y pesados pasos de botas. Estaba segura de que semejante andar no pertenecería a ninguna florecilla del campo así que rápidamente y por puro instinto, giró sobre sí misma para examinar con renovado interés su prisión:

Já, alguien había olvidado que las habitaciones con vistas tenían balcón...

Cargando editor
21/11/2013, 00:14
Director

[Lucky Roger. 20:10h]

El casino estaba a reventar, las máquinas tragaperras echaban humo, la ruleta casi no podía admitir ni una ficha más en sus casillas y las mesas de blackjack apenas daban a basto para repartir holocartas. Cada poco tiempo, unos 15 minutos, dos escoltas acompañaban al encargado de la caja desde las taquillas de cambio de fichas hasta el ascensor de seguridad. Ese cabrón de Carlisle Benedict se lo había montado la mar de bien, la publicidad sobre la exposición de la Santa María había atraído centenares de curiosos, turistas e incluso algún que otro ingenuo comprador dispuesto a soltar una auténtica fortuna por la mera ilusión de añadir la preciada reliquia a su colección personal. Carlisle lo sabía y no había reparado en gastos de marketing, ni por supuesto en seguridad.

Los hologramas informativos sobre el lugar y la hora de tan esperado acontecimiento parecían omnipresentes tanto en las salas de juego, como en el bar o los diferentes y carísimos restaurantes. Si uno se paraba a echar un vistazo, casi podía contar por cada 10 clientes un hombre de negro con pinganillo y gafas de sol reglamentarías, vigilando con el entusiasmo y la expresividad de una roca.

Como era habitual en estos casos, el servicio de guardarropa con su elegante y sonriente señorita incluída, no parecía ser más que una amable y obligatoria invitación a que los posibles clientes se desprendieran de sus armas, las cuales, por supuesto, les serían devueltas una vez abandonaran el casino y sus gremiales.

La entrada al casino estaba flanqueada por dos estatuas de obscenas proporciones del propio Carlisle en una nada sutil declaración de intenciones.

Jack encaró la hebilla de su cinturón (por que sí, una hebilla como aquella tenía que ir por delante) y haciendo caso omiso de la mirada reprobatoría de los gorilas de la entrada se adentró en el lujoso local.

Tal vez debería haber escogido un atuendo que llamara menos la atención, es decir, gabardina de cuero y pantalones ceñidos quizá estaban bien para hacer kung fu en alguna realidad alternativa de la matriz, pero definitivamente no era lo más apropiado para una noche en el casino si uno pretendía ser discreto. En cualquier caso, ¿a quien le importaba?. El tío que tenía delante, un rubio melenudo y cachas tampoco es que fuera el colmo de la elegancia.

Mientras Jack se tomaba la libertad de guiñarle un ojo zalamero a la chica del guardarropa, Frank Muller se adentraba ya entre el gentío de la sala principal. El sitio era mucho más grande de lo que uno podría imaginar, ¡que diablos!, no era grande, era jodidamente enorme. La pantagruelica araña de cristal de al menos 10 toneladas quedaba suspendida magnéticamente de la cúpula nummeria que, como si se tratara de un auténtico templo de la iglesia constantina, presidía la estancia.

El sistema de iluminación estaba programado para emitir luz diurna durante las 24 horas del día, así como la ventilación que suministraba oxígeno en elevadas concentraciones para facilitar la inducción a la euforia del juego.

Jack escogió una de las mesas de blackjack más cercanas a la salida. A su derecha, tres jugadores más miraban embobados el generoso escote de la crupier, una mujer de curvas de vértigo, tez morena y larga melena oscura. Esta, de vez en cuando, les obsequiaba con una arrebatadora sonrisa mientras barajeaba con maestría profesional las holocartas. Cuando le llegó el turno a Jack no iba a ser menos. Su mirada se centró en el nuevo jugador y sus manos se deslizaron tentadoras sobre el tapete de la mesa ofreciendole su primera carta, la sota de corazones.

Dustin, por su parte, había optado por echar un primer vistazo a las diferentes salas, en lugares como aquel

 uno no podía evitar preguntarse cuanto dinero tenía la gente para malgastar y la respuesta siempre resultaba ser una cifra muy superior a la esperada.

La sala de exposiciones, o Excelsius, como el propietario la había bautizado, aún estaba cerrada al público. El grueso del gentío se concentraba en el bar alrededor de una joven y bonita cantante de jazz, en la selecta colección de carísimos y exóticos restaurantes donde se podía pagar en efectivo, con tarjeta o con órganos a los que uno no estuviese muy apegado, y por supuesto en las salas de juego.

El acceso a las suites del hotel era privado para los clientes que ya hubieran contratado dicho servicio y tenían hasta tres ascensores exclusivos, dependiendo de la zona donde se encontrara su habitación. Tanto las salidas de emergencia, señalizadas de forma reglamentaria con el holograma de un hombrecito huyendo despavorido por una puerta, como las máquinas o las cajas estaban debidamente vigiladas por sus respectivos gorilas.

Seguridad y clientes, demasiados clientes, pijas podridas de pasta las había a patadas, pero de su objetivo no había ni rastro. Pulsó el botón de enviar en su telefono movil, estaba hecho. Solo esperaba que el esfuerzo mereciera la pena.

Aaron tampoco tuvo problemas para entrar, al contrario que Frank o Jack, no llamaba la atención en absoluto. Mezclarse entre la gente le resultaba fácil, casi orgánico. Recordaba lo que tenía que hacer y aunque aún no tenía un plan claramente definido sabía que, por la cuenta que le traía, no podía permitirse el lujo de fallar.

El lujoso centro comercial anexo al casino también estaba lleno de gente, con sus tiendas de ropa carisima y gadjets último modelo mostrando precios desorbitados en los escaparates, pero nada de aquello intersaba a Aaron, la puerta de la exposición seguía cerrada por un efectivo cordón de terciopelo y un par de empleados de seguridad con mirada severa y cara de malas pulgas. Una simpatica chica holográfica le contó que la pieza central de la exposición se guardaba en la bóveda de seguridad del casino, una de las más seguras de esta zona de la galáxia, hasta el momento de la inaguración de la exposición, cuando se depositaría en la nueva y flamante vitrina de cristal Vegano completamente impenetrable durante unos seis meses, momento en el que se subastaria en un evento multitudinario.

Terrence, en cambio, llegaba tarde. El casino era enorme, la exposición aun no había dado comienzo y la seguridad era… bueno, no iba a ser él quien se quejara de que un montón de zagales con cuerpos de gimnasio se pasearan por ahí, pero incluso para sus gustos era un poco exagerado.

No tenía ni idea de cómo iba a encontrar a esa chica. No estaba acostumbrado a fijarse en las mujeres maldita sea. Ni a esta maldita sobriedad. Tal vez si tomara una copa… algunos días el mundo estaba desenfocado, y sólo podías enfocarlo debidamente mirándolo a través del culo de un vaso vacío.

Cargando editor
21/11/2013, 00:49
Señor Piraña

[Terminal P.195 - Lucky Roger]

El atlante recogió el equipaje con una sola mano. Al estar acostumbrados a vivir bajo el agua y tener que nadar constantemente, los atlantes tenían una fuerza física superior a la que aparentaban. La cargó en el amplio maletero de su coche, un AstroCadilac Legendario de color amarillo limón con asientos de cuero blanco, y le invitó a sentarse como copiloto.

- Bueno, el tema es el siguiente- empezó, poniendose un horrible par de gafas de sol, mientras arrancaba el descapotable y salía del aparcamiento del puerto espacial.- La Família parece totalmente concentrada en este asunto de las anillas y el tesoro, corren rumores de el resto de operaciones se han dejado en el aire mientras esto no este resuelto. Además, al parecer la hija del jefe ha desaparecido mientras estaba en un viaje de estudios, así que los nervios estan un poco crispados- la boca de su confidente no paraba de mascar ruidosamente esos caramelos aromaticos de regaliz crujiente importados de la colonia solentia en Helvetica, el tío debía de tener el aliento más fresco de la galaxia.

- Ese viejo cabrón de Benedict lleva años sablando pasta a la organización. Ellos le dejaron dinero para montar el casino pero el muy rata desvía parte de los beneficios desde hace tiempo. Alguien de dentro le pilló y por esto ha montado toda esta pantomima, para poder vender su colección de reliquias y pagar sus deudas antes de que venga el Arreglador- explicó Piraña, con un gesto de mano que lo dijo todo,

- Tengo un plan para robar la anilla, si te parece bien. A uno de los chicos de Carlisle se le escapó que la seguirdad del casino va a mover la anilla a las 12, pero si advierto a Benedit que le van a robar, y se que van a intentarlo al menos dos o tres grupos de personas, él viejo bastardo va a guardarse el anillo en el bolsillo. El muy mamón no se fía de nadie. Tengo unos amigos, de fiar, que podrían causar la distracción suficiente justo antes de empezar la exposición para que alguien hábil pudiera levantárle la pieza. Es un plan algo apurado, pero sólo vamos a tener esta oportunidad. Una vez el anillo se encierre en la vitrina, va a ser intocable durante seis meses, es la garantía de La Família de que ese bastardo pagará- terminó de explicarle, mientras frenaba el coche frente a un próstibulo, a escasos cien metros de la entrada del Lucky Roger.

- Sólo faltan cuatro horas para el gran momento. Siento haberte llamado tan apresuradamente, pero el tiempo se nos echa encima. Si podemos joderle esta operación a Benedict, no sólo joderemos la fuente de ingresos más importante de la familia en La Perla, sino que tendrás lo que buscan, aunque todavía no he averiguado para que lo quieren...

Cargando editor
21/11/2013, 08:59
Siegfried Straufenberg

[Flash Back: mañana del día 20 del mes Julio. Lucky Roger]

La idea estaba clara y parecía relativamente sencilla, ir sin armar jaleo al casino, hacerse pasar por un técnico si preguntan y sabotear los relojes para que cuadrase todo con nuestros planes. Rebuscando entre las pertenencias acabé encontrando un atuendo que podría dar el pego perfectamente, aunque el cuello iba algo justo. Manías de Angela para las fiestas...

Por lo que parecía el casino no cerraba a ninguna hora y siempre había alguna estrella rutilante accediendo al lugar atrayendo toda la atención. En este momento parecía ser una corista de moda con un traje extremadamente escandaloso que enseñaba más que demasiado; lógicamente los de seguridad estaban pendientes de que no la pasase nada y fue pan comido deslizarse entre la multitud sin ser visto, como una sombra. Como un armario de grande sí, pero ni visto ni oído. Una vez dentro aquello parecía más sencillo aunque con las pocas herramientas de precisión de las que disponía, destornilladores de varios tamaños y un martillo, el desafío iba a ser cumplir adecuadamente el sabotaje.

Como si aquello fuera mi casa, algo fácil de conseguir para quien está acostumbrado a moverse por los bajos fondos, fui derechito hasta la toma de electricidad de la que dependía el tema del paso del tiempo en el lugar, sorteando máquinas, luces y camareras ligeras de ropa. Angela había ofrecido echar una mano con no sé qué de la red, pero aquello no me convencía, donde estuvieran unos buenos solenoides haciendo la presión adecuada perfectamente calculada todo iría mucho mejor. Pero aquello era un jaleo de tres pares de narices.

No era precisamente un lugar sencillo de cables bien indicados ni manecillas o péndulos. En aquel manojo de cables iba a tener que dedicar más de lo que pensaba. Pero la confianza lo era todo, y los empleados del lugar bastante tenían con atender a los exquisitos clientes que se dejaban los cuartos como para prestar atención a un chispa. Maldiciendo entre dientes y con un par de golpes certeros de martillo para ajustar los elementos que se resistían a ir donde debían conseguí montar algo parecido a un temporizador con muelles que, teóricamente y si todo iba bien, debería cortocircuitar el cable verde-amarillo y el naranja. Eso, si había interpretado bien, haría que cada reloj se fuera a la zona horaria que le diera la gana y un par de ellos fueran más rápido a costa de parar otros dos. El tipo de desbarajuste que haría que alguien con manía por estas cosas sufriera algo cercano al Infierno en la tierra. O en el casino en este caso.

Misión cumplida. Ahora sólo había que salir de allí de la misma forma que se entró: por la puerta principal aprovechando la llegada del siguiente famosete que acaparase toda la atención. Dicho y hecho, un clamor en la zona hizo levantar la cabeza incluso a los quemados de las tragaperras, Roberto Jr "el Bajito", llegaba en su flamante deportivo con una muchacha de moral relajada en cada brazo. Flashes, seguridad, casi una avalancha de personal... y estaba fuera. Recordaba una serie de una infancia lejana en la que tras este tipo de situaciones el jefe de un equipo de mercenarios acusados injustamente fumaba un puro de la victoria. De haber sido dado a esos vicios, habría encendido uno también. ¡Quién me iba a decir a mi que acabaría emulándole de forma tan parecida!

- Tiradas (5)

Notas de juego

Sigilo para entrar: 30

Labia si me pregunta alguien qué hago aquí (improbable porque no me ven): 12

Si he entendido bien, usando un dado dramático añadiría tantos dados a esa tirada como la habilidad más baja, por lo que usando uno de los dos que tengo sumaría 2 dados, lo que va en el atributo más bajo. Si no es así corregid lo que toque

Hostia puta, que lo quemo...

Sabotaje al sistema de relojes: 6 (viva!) + 23 del dado dramático gastado = 29

Salida sin ser visto: 43

Cargando editor
21/11/2013, 09:24
Debrah Anne Drake

[En alguna suite de un hotel...]

-...-miré el amasijo que antes había sido una flamante silla minimalista y ladeé la cabeza, la cogí por lo que supuse que era una pata y le di la vuelta.- Ahora sí- me llevé el dedo corazón a la barbilla, apoyándola, y el índice extendido a lo largo de ese rostro hecho para vender productos ilegales, dándome toquecitos en el pómulo con aire de entendida mientras las espirales verdosas de los iris giraban como si la estuvieran analizando.

-Decidido. Quiero ser artista-dije muy convencida, hubo un pequeño chispazo entre las conexiones de las rastas sintéticas porque me puse a bailar como si de un programa de tecnovariedades se tratara- maaamaaa quiero ser artiiiistaaaa.

Normalmente habría seguido tras empezar Derpy a hacer los coros pero Derpy no estaba para coros.

MALO.

Miré sobre el hombro con la mirada dirigida hacia la espalda donde el pony alado y bizco se escondía entre las rastas y el pelazo (por qué no admitirlo, era un pelazo Pan-T3-Ne) que caía a lo largo de la espalda.

-¿Alguien?-fruncí el ceño como si no lo entendiera pero ahí estaban, los típicos pasos de maromo de seguridad o de mujer que se ha dejado la silla de montar en casa.-¡Mierda!- giré sobre mí misma y maldije internamente a la decoración minimalista. Afortunadamente aún quedaban las sábanas de seda, un balcón y una silla... no, una silla no, explosión de temperamento y ceniza que seguía expuesta contra la puerta.
De algún modo me las apañé para arrancar la sábana que cubría la cama y paseé hasta el balcón abriéndolo. Después me coloqué a un lado de la puerta, con la espalda apoyada en la pared, sábana recogida en mano dispuesta a crear un pequeño caos si entraban, tropezaban con la nueva escultura de mi recién descubierto talento y entonces podía envolverles con las sábanas en un ataque probablemente desesperado que... una de dos, o me daba tiempo para salir corriendo de ahí como si me fuera la vida en ello (cosa probable) o podía aprovechar el revuelo de desembarazarse de la sábana para tirar a ese alguien por el balcón.

Sí, bueno, no era un mal plan después de todo, a veces estar loca tenía sus ventajas.

Cargando editor
21/11/2013, 13:06
Meyer Adam

[En el ring de Lucky Roger, La Perla]

A estas alturas, ya me estaba empezando a acostumbrar a levantarme en los sitios mas extraños, desde cárceles a casas de abuelas psicóticas, pero esta vez me costo discernir que estaba ocurriendo, mareado por la ola de sonidos y luces que me desorientaban. "Estoy drogado, no, me han drogado." Intente aclararme, mientras me echaba una mano al rostro, intentando frenar la jaqueca producida por los deslumbramientos."La abuela me drogo con aquella sopa ¿Pero donde estoy?"

Y entonces, justo cuando me di cuenta de que mi rostro estaba cubierto por una especie de mascara, realice en donde me habían metido, estaba en la arena que comentaba la vieja, luchando contra un dinosaurio ¿Con un león, y un bailarín de ballet? No, Alan y Pierre, que suponía que ellos habían sufrido el mismo destino que yo, baje la vista, no podía ver que llevaba puesto en el rostro, pero por el resto del atuendo, alguien había decidido que el cuero y las mallas eran desde ahora mi prendas preferidas. Si alguna vez tuve algo de dignidad, creo que habían cortado el hilo del que pendía con esta ofensa.

-Te avisaría de que no es buena idea de que te enfrentes a mi, y que no tengo tiempo para esta idiotez de deporte.- Le comente al supuesto campeón, sin moverme del lugar, apretando los puños hasta ponerlos blancos de la presión.- Pero no se me dan bien usar las palabras para convencer a los demás, así que voy a golpearte hasta convertirte en una pulpa rojiza y verdosa, captes la idea y te rindas por "voluntad" propia.

Cargando editor
21/11/2013, 16:09
Jack "Black" Shepard

[Lucky Roger. Mesa de BlackJack]

Jack "Black" tenía una sonrisa imbécil pero afilada en la cara. Estaba disfrutando por dentro y, en parte, no dejaba de reírse. Se moría de ganas de ver a la troupe de la señorita Della Nocte en semejante tesitura. ¿De verdad pensaban asaltar ese lugar? ¡¿DE VERDAD!? Suicida. Épico, pero suicida. Desde un punto de vista altruista, casi deseaba que no lo intentasen, por su bien. Desde un punto de vista egoísta, casi tampoco deseaba que no lo intentasen, por el bien de Jack. Si otros se llevaban el precio de sus cabezas y los misterios de la expedición Jack se quedaría desnudo y tendría que empezar desde cero, y no le apetecía especialmente. Que otros capturasen al grupo no era una opción.

Ángela, más te vale seguir siendo una buena chica.

Un armario de seguridad por cliente. Era para cagarse. Habría que estar de su puto bando. Nada de Villanos. Héroes, Héroes. Así pues, tras que el "Hijo de Puta Peligroso" se sentase desarmado en la mesa de BlackJack y recibiese su carta, pensó. Molaba. El sonido de las máquinas tragaperras haciendo que la gente pensase que en el local siempre se ganaba. Los guardaespaldas infundiendo una certera sensación de legalidad y seguridad. La luz diurna obligando a perder la noción del tiempo, forzando a la clientela a jugar sin temor a que corriese el tiempo. Molaba, sí.

Jack redobló la sonrisa.

A mí me vais a enseñar a hacer hijos...

Con un dedo sobre la holocarta, volteada en la mesa tras saber su contendido, Jack pasó los ojos por la clientela y se rió por dentro al seguir el ángulo de las miradas. Se rió con fuerza y aplaudió por dentro. Sí, parecía ser que tiraban más dos tetas que dos carretas. Así ganar iba a ser muy sencillo. Que siguiesen concentrados en reventar los pantalones, por favor. Aunque bien mirado, la crupier era muy profesional. No podría hacer trampas. Bueno, podría, pero lo que no iba a hacer era jugársela a lo tonto.

Jack echó un nuevo vistazo a la sala. Niñas mimadas. Muchas, demasiadas, niñas mimadas. Aquello parecía de nuevo la jodida universidad privada de Dogma. Reparó en el Excelsius. Jack no era imbécil. Doce de la noche, una exposición. O los imbéciles eran los miembros de la troupe de Ángela o habían escogido aquel día ad hoc de la exposición. Rezaba, pese a las ganas de acabar entre rejas que había que tener para intentarlo, que fuese lo segundo.

- ¿Siempre es igual?- dijo Jack enarcando una ceja, pese a que sabía que la respuesta era un "no".

Naturalmente, si bien su pregunta iba un tanto al aire, miró ladeando los ojos a Miss Sonrisa Circunstancial. No le interesaba el "no", sino la explicación adjunta, y prefería que aquella escotada crupier le tomase por tonto que por listo, al menos por ahora. Es el fenómeno universalmente denominado como "matarlas callando". Era obvio que no todos los día habría un guardia de seguridad por cada diez clientes. No salían las cuentas a fin de mes, salvo que tuviesen una red de prostitución, tráfico de drogas, trata de blancas y venta de armas en algún sector. Y por muy soplapollas que pareciese el dueño del local, por el momento no pensaba que fuese algo más que simplemente eso.

- No sabía que hoy teníamos exposición- añadió, así, como intentando excavar información al respecto-. ¿Debería sentirme impresionado?- preguntó, ya directo, y en un tono bastante satírico.

Pensó en el juego por un instante.

La Sota de Corazones. En otro idioma de la galaxia* aquel era su jodido nombre y, valga la redundancia, el palo que más le pegaba por razones más que obvias. Casualidad, Jack, casualidad. La posibilidad de que fuese algo intencionado tendía a cero. O eso quería pensar, pues no dejaba de ser una posibilidad entre cincuenta y dos.

El mundo no gira a tu alrededor, Jack. No todas las noches, al menos.

Siguió jugando. Recibió su siguiente carta, y la siguiente, y la siguiente, arriesgando poco. Apostando la mitad de lo que llevaba encima, pero sin jugársela. Era casi imposible que fallase. Una posibilidad entre decenas. Si algo había aprendido Jack en seis largos años malviviendo dando saltos por el hiperespacio era que nunca arriesgues a lo loco en los juegos de azar. No con tu dinero. En todo caso, con el de la banca. Y eso pensaba hacer, jugar con el dinero de la casa. Mientras no salgas con menos dinero del que entras, da igual cuanto ganes o dejes de ganar.

Cinco Gremiales, Miss Sonrisa Circunstancial. Sólo Cinco Gremiales. Y Excelsius. Por ahora.

- Tiradas (1)

Notas de juego

* La baraja inglesa denomina Jack a la Sota.

Cargando editor
21/11/2013, 18:59
Dustin Eberhard

Lucky Roger. Sala Central

Despues de pasearme por las diferentes salas, la conclusion es logica... Alpharius es un heroe sin duda y se le conoce por muchas cosas pero intentar robar este casino va mas alla de lo heroico o suicida. La cantidad de armamento de Carlisle ha sido siempre tema de mencion en varias areas frencuentadas de este lugar, pero despues de ver esto... la mayoria se quedan cortos. Si es capaz de montar semejante sistema de seguridad, lo preocupante no es lo que se ve bueno, la verdad es que si lo es...  pero es lo que no se ve y ahi es donde la cosa se complica aun mas. Despues de esto... simplemente considero que quiere morir... o estoy a punto de ver como salta la banca. Guardias, camaras y nichos para ametralladoras automaticas... el numero de diferentes medidas es asombroso.

Sonrio para mis adentros mientras me muevo de sala en sala hasta volver a la principal... el dinero esta bien pero igual, la verdadera recompensa esta ahi. Mis ojos se clavan en un cartel sobre una exposicion " Santa Maria"... eso de ahi no tiene precio sin ninguna duda y es mucho mas valioso y facil de trasnportar probablemente que el dinero en si mismo. El cartel reza a las doce de medianoche, cojo de nuevo el movil y trasteo con el un poco hasta que doy con un numero y lo pongo en marcacion rapida. Me quedo parado un momento, vuelvo a mirar el cartel y me pongo a buscar todo lo que pueda sobre la exposicion, objetos, valor y demas curiosidades.

Una vez terminada la busqueda en la redm me fijo en mis alrededores. Decidido, es hora de vigilar el entorno y ver por donde viene... bueno él y su equipo, porque tiene que haber un equipo. Intentare buscar un sitio desde donde controlar la mayor area posible incluyendo el carrito y la sala de exposicion, si es una zona de juego jugare siempre por lo bajo y si es de sentarse pues pedire algo de beber e intentare pasar lo mas desapercibido posible. La intencion es intentar fijarme en aquellos individuos que se salgan de lo normal... o que perciba que hacen lo mismo que yo.*

Notas de juego

Creo que es la sala central.

Editado:22/11/2013 12:00

Cargando editor
21/11/2013, 21:22
Frank Muller

Un caos de gente impaciente es lo que hay a la entrada principal del casino. Y sin embargo, curiosamente, no me cuesta demasiado avanzar hacia las puertas principales. Pues aunque no busco pelea, mi sable y mi mirada no presagian nada bueno a aquellos que se me cruzan. Finalmente, ante las propias puertas, un par de matones se fijan en mi presencia. Uno de ellos avanza cubierto por el otro pero yo, alzo los hombros y sonrío levemente mientras digo. Tanto os sorprenden mis pintas?. No iréis a decirme que soy el único con estilo un tanto particular, que aparece por aquí. Ambos matones se miran de reojo un instante hasta que uno de ellos, hace un leve gesto y yo, no me lo pienso demasiado. Entro en el impresionante vestíbulo y hasta me permito un leve arqueo de cejas para mostrar mi sorpresa ante el espectáculo montado. Pero no es momento de perder el tiempo. En la palma de mi zurda sintética, se halla el localizador cuyas vibraciones, parece que se van acelerando. No he de andar demasiado lejos de mi novato compañero. Y puesto que somos de la misma tripulación, es muy posible que compartamos gustos similares. Avanzo, por tanto, en medio del gentío hasta llegar a la barra del salón principal. Me apoyo con los codos en la misma alzando un momento la vista. Frunzo el ceño al ver la enorme lámpara y no puedo evitar pensar, que alguien ha de sentir algún tipo de obsesión para colgar semejante trasto de la bóveda principal. Detrás de mi, suena una leve tos. Y sin girarme del todo, aunque apreciando las finas facciones de la camarera, digo. Una jarra de Ron, ojazos, no seas tímida con la ración. Y mientras la señorita en cuestión marcha a hacerse cargo de mi pedido, yo examino el entorno buscando al chaval y esperando que no se halle demasiado lejos.

Notas de juego

Sigo marcándote solo a ti master, mientras sigo buscando a mi compañero. Que supongo yo que por algún lado ha de estar. ¿He de tirar algo para hallarlo?. Si es así, indícamelo.

Cargando editor
21/11/2013, 23:01
Terrence Nightingale

[Lucky Roger : Zona central (barra)]

 

El sitio era de lo menos refinado que uno podía imaginarse, y, de entre todos los vicios, probablemente el juego fuese de los pocos que no le atraía. Demasiado ruido, demasiado dinero perdido, consideraba. ¿Para qué jugárselo si las mismas monedas podían comprar el placer que apeteciera? Puede ser que de haber habido un grupier semidesnudo estuviese algo más predispuesto a favor, pero era poco probable. Ni que decir tiene que Terrence se sintió atraído al bar como las moscas. Una, pensó, sólo una, es lo único que haría falta... Una mentira tan mala que ni siquiera se engañaba a sí mismo.

Alcanzó la barra, miró los números y nombres centelleando en paneles fluorescentes y se quedó paralizado, embargado por la desolación. Aquellos precios eran mejor que una cura, intervención, reunión de alcohólicos anónimos o paliza. Soltó un bufido. Empezaba a entender de dónde sacaba Carlisle para pagar a una cantidad tan exageradamente amplia de seguridad. Con aquellos precios, no se sorprendería si le alcanzaba para comprar uno o dos planetas al final de la noche.

Desde luego, el precio no parecía disuadir a la gente que le rodeaba. Que le rodeaban por todas partes, dicho sea de paso. Gente sudorosa, en constante movimiento, caminando de un lado a otro, buscando placer, con las mejillas sonrosadas y las pupilas brillantes, alegres, radiando energía. Qué encantadoras pueden llegar a ser las drogas de diseño. Y yo aquí, pensó Terrence, dolido, tan sobrio. Pero por otro lado quizás fuera mejor. Al fin y al cabo, tenía que encontrar a esa venecti, ¿cómo era? Intentó recordar mientras sus ojos divagaban por encima de las cabezas.

Su paseo mental se vio interrumpido al posarse en uno de los múltiples, casi omnipresentes relojes que indicaban la cuenta atrás hasta que la exposición comenzara. La Santamaría. Una sonrisilla nerviosa apareció en sus labios. El pequeño intelectual dentro de Terrence estaba, en el fondo, casi tan feliz por la exposición que iba a ver como por no llegar a ella borracho. Aquella era una reliquia histórica, y sólo por atisbarla ya merecía la pena aguantar aquella masa entre la que prácticamente no se podía distinguir una cara de la otra... 

Lo que le devolvía al punto principal. A Angella della Nocte.

Ahora sí que recordaba su nombre. Por supuesto que encontrarla entre tal maraña de gente iba a ser imposible y, sin embargo, no había otra opción. Era una masa drogada, borracha, excitada por el juego y la lujuria que, dicho sea de paso, no es que Carlisle fuera sutil al incentivar. He visto uniformes más sutiles en burdeles, pensó atisbando las groupiers mientras comenzaba a alejarse de la barra. Ah, pero volviendo a la masa, que le rodeaba, que le aprisionaba, la masa drogada, lujuriosa, borracha, feliz, ansiosa... No había nada mejor que una masa. Mejor dicho, no había nada mejor que una masa de gente rica. Y por supuesto, era un buen sitio para empezar.

No es que fuese un gran plan, pero de algún modo debía matar el tiempo. Y estaba claro, dicho sea de paso, que su trajecito podía estar a la moda en Oxbridge IX, pero que aquí la opinión dominante venía a decir que menos es más, en específico en lo que a ropa respecta. Una ilusión de las buenas, inocente. De esas que habían llevado a más de un estudiante a experimentar, como lo acababan llamando. Quien no la viese, no la vería, entre tanta gente... Con alguien debía de funcionar. Por no añadir lo práctico de aquella multitud yendo y viniendo para ocultar un cambio paulatino. Con una mejora añadida a la apariencia, todo era cuestión de mezclarse, conocer gente que estaría deseando conocerle, cotillear con gente que estaría ansiosa de demostrarle que eran inteligentes, comentar que si habían oído de una venecti. Quizás así lograse informarse, o adquirir una descripción de aquella mujer a la que no conocía en absoluto. Con algo debía matar el tiempo hasta que la exposición comenzase, ¿no es cierto? Y si en el proceso le invitaban a una bebida, bien, no era él quien para quejarse.

Pero sólo una, se dijo, hará falta sobriedad para llevar esto a buen puerto. ¿Sólo una?, criticó, incrédula, su conciencia. Um, admitió, aproximadamente.

Terrence, entre la multitud, comenzó a sonreír y a concentrarse. La sangre parecía revolotear en sus venas, parecía que su corazón le bombeara bandadas de libélulas. Era un hormigueo que se extendía desde la punta de los dedos y desde ellos, como si lo conectasen, los demás, la masa que le rodeaba. Era una multitud que estaba allí para divertirse, para conocer a gente guapa y desearla, oh, como no habían deseado nada en sus vidas. ¿Quién era Terrence para defraudarlos? 

 

Cargando editor
21/11/2013, 23:23
Angela Gabriella Della Nocte

[Flash Back: mediodía o tarde del día 20 del mes Julio. Hostal "La Perla"]

La secuencia del vídeo que se iniciaría cuando las tragaperras dieran el premio estaba preparada. Empezaba con la imagen de una pelirroja escandalosa y la música, la misma que usaríamos para medir el tiempo. La música era importante. 

Justo al final de la canción aparecería el mensaje, dicho por nuestra misma pelirroja. Y luego un poker de ases. Perfectamente claro.

Para la chica había usado de modelo a Minerva-Sookie, disfrazada de corista rollo una pin-up. Pero lo importante era la declaración de intenciones. 

Sookie seguía rondándome en modo irritante, con un montón de preguntas y ofertas molestas. Que si quería que posase en lencería, que si quería chocolatinas, o que si podía ir a cambiar el vestido rosa. Cuando lo único que realmente quería de ella era que no hablase. O que al menos se pusiera un vestido decente. Si no fuera ordinaria, tal vez, podría haber servido para ir dejando caer rumores sobre el apuesto Diego de la Vega de pasado oscuro y misterioso, capaz de la más ardiente de las pasiones y con una mirada tan intensa que podía hacer que te derritieras en suspiros con el sonido de su voz varonil. Pero Sookie era ordinaria y no podía trasmitir si no eso. 

Suspiré e hice un gesto dismisivo con la mano mientras salía. Evidentemente vestía de rojo, porque ningún otro color dice pasión como el rojo, las rosas y el baile. Así que naturalmente, Alpharius y yo habíamos preparado un tango. Sólo por si acaso. Por supuesto, cuando apareciese Eva Love, me dejaría y bailaría con ella. Era doloroso para el orgullo, pero teníamos un objetivo. 

Salí del cuarto y le dí un beso cariñoso a Sigfried en la mejilla. Luego fuí hasta Alpharius y me dí la vuelta delante suyo, para mostrarle el vestido. No era un diseño exclusivo, pero al menos la tela y la caída eran buenas y permitiría bailar. 

Los zapatos, de tacón vertiginoso, eran tal vez lo que más lamentaba. En mi mente había diseñado unos que habrían sido perfectos para la ocasión, pero tendría que conformarme con aquellos. Di un abrazo cariñoso a Alpharius. 

- ¿Vamos? - le pregunté a Sigfried - Deberíamos ir hacia allí, para pedir que nos guarden la caja en la caja fuerte. Naturalmente seré Carmen, Carmen de la Miel - sonreí y le guiñé un ojo a Alpharius. Había comenzado nuestra obra particular. 

Leon conduciría la limusina, porque Sookie no era de fiar. No me habría extrañado que hubiera alquilado uno de esos todoterrenos con pintura fluorescente y completa y absoluta carencia de estilo. No, necesitaba alguien que supiera lo que hacía, para hacer una entrada elegante. 

En condiciones normales, habría hecho una entrada con Alpharius, Sigfried y Minerva, pero en este caso era mejor que fuera sólo con Sigfried, haciendo el papel de esposo. De modo que mientras él jugaba a las cartas, su "querida esposa" que en realidad suspiraba por Diego de la Vega, pudiera socializar por el resto del casino. O lo que era lo mismo dejar caer rumores sobre el apuesto Don Diego de la Vega de mirada ardiente y pasado misterioso. 

Ajusté con cuidado la chaqueta de Sigfried y luego le até la pajarita del esmoquin. Perfecto. Sólo echaba en falta a la vieja Minerva. Nada dice apestosamente rico como alguien que se anticipa a cada uno de tus caprichos... 

Notas de juego

No he tirado nada porque no sé qué tengo que tirar y si tengo que tirar XD

La hora la he puesto a ojo. 

Cargando editor
22/11/2013, 00:33
Esteban Castillo

[Junto a un prostíbulo en los alrededores del Lucky Roger]

¿Cuatro horas?

—Cuatro horas.

¡Cuatro horas!

A veces cuesta creer lo que uno oye. Esta era una de esas ocasiones. A la llamada de Piraña, la noche anterior, le habían faltado en igual magnitud urgencia y precisión.   

Al menos tenía un plan en marcha. Y en cualquier caso, no me importaba ir directamente al grano. La planificación tenía sobradas satisfacciones, pero no podían compararse a las que reportaba la acción.

—Bien —repuse, imitando su gesto poniéndome unas gafas de sol para protegerme del todavía brillante sol de La Perla—. Vayamos por partes.

»¿Qué es eso sobre la desaparición de la hija del jefe? —Podía no ser importante esa noche, pero quién sabía qué nos depararían el futuro próximo—. Me he pasado tanto tiempo buceando tras la cola del pez que he perdido de vista la cabeza.

Estiré el brazo hacia los asientos traseros y rebusqué en los bolsillos de la americana, que había dejado plegada ahí atrás, hasta que tuve mi terminal portátil entre los dedos. Pulsé el botón que proyectaba la interfaz holográfica y entré al buscador. No es que necesitara aprender sobre una reliquia para robarla, pero el conocimiento era un activo apreciable, que podía ser útil más adelante.

—¿Qué sabes de esos grupos interesados en robarla? —pregunté a continuación. Que fuera a pasar era apenas noticia, el tal Benedict estaba, prácticamente, rogando que le robaran. Pero que Piraña tuviera información sobre ello me decía que mi amigo atlante estaba empezando a morder demasiado. Por lo que leía entre líneas, los intentos de robos estaban destinados al fracaso.

—Y, por cierto —añadí finalmente, cuando Piraña detuvo el AstroCadillac—, ¿vas a presentarme a esos amigos tuyos?

El Jolly Roger era un mojón vestido de luces. Incluso de día, sus neones eran claramente visibles desde donde estábamos.

Eché un vistazo al lugar en el que nos habías parado. Nada menos que un burdel. La casita del sexo a la sombra del imperio del juego. Me gustaban más las mujeres que el juego, pero comprar sus favores eliminaba toda emoción del acto. Y sin emoción, sin incertidumbre, se convierte en rutina. El juego es el ejercicio de la incertidumbre. Así que, a mis ojos, resultaba apropiado.

- Tiradas (1)

Notas de juego

Tiro documentación para buscar información sobre las reliquias y las anillas (no tengo claro qué son exactamente).

Cargando editor
22/11/2013, 12:49
Alpharius Tanhausser

[Flash Back: mañana del día 20 del mes Julio. Hostal "La Perla"]

Con un suspiro dejé a un lado la pluma roída que había conseguido en el mercado: no es que en esta Luna hubiese muchos amantes de la escritura, pero una carta de amor ha de escribirse con pluma, y más cuando uno es cruzado, como Diego de la Vega.

Ese era el nombre del alter ego que escribía finos folletines amorosos a Eva Amor. Diego de la Vega, misterioso y seductor cruzado, alma en llamas y amante fogoso, porque no hay mujeriegos más encantadores que los del Reino de la Cruz. Había sido idea de Angela, como casi todo en la pantomima romántica que iba a representar. Frente a mí yacía, mirándome con ojos huecos, una máscara que la nueva y lasciva Minerva había alterado para mí bajo las exigentes ordenes de su señora. Cuero negro y terciopelo rojo. Torcí el gesto bajo mi máscara metálica, tan estéril y sencilla: dos polos opuestos.

Demasiado llamativa, pero...¿que puedes esperar de una noble de venedeti? Para la gente como ellos la discreción es solo una palabra más perdida en el medio del diccionario. Y no es que la nueva copia burda de la sutil y elegante Minerva añadiese demasiado al peligroso coctel.

Junto a la máscara, completaban el disfraz un sombrero de corte pirata y una peluca de pelo oscuro como la noche y rizos. Suspiré. Por lo visto todo Don Juan ha de tener una cabellera que haga perder el aliento, sea suya o de pelo sintético. Condición sinequanon.

Sin embargo yo confiaba en algo más allá de las apariencias, no como la joven Angela, una jovencita hormonada y acostumbrada a los juegos de cama. No. Eva Amor era una mujer tan hermosa que podía conseguir a quién desease entre sus sabanas con un abrir y cerrar de ojos, con un simple chasquido de dedos: no era eso lo que quería. Quería atención. Quería amor. Quería lo que ese cerdo de Carlisle no le daba mientras se rebozaba en su pocilga de oro.

Y yo confiaba en mis cartas.

El olor a jazmín, de un pequeño perfume comprado en una tienda llamada Esencias Secretas después de una larga charla y cháchara con los dueños, inundaba la habitación impregnando con su aroma las cartas. El papel era el más decente que había conseguido encontrar, y posiblemente lo único del bar que no estaba lleno de manchas de grasa. En una era tan tecnológica y en un lugar tan lleno de criminales, la gente se había olvidado de las cosas buenas, del placer de llevar una carta aduladora escondida en la cartera. La tinta dibujaba caligrafías que hacía años que no ponía en un papel, elaboradas pero de una rapidez intuitiva, espontánea.

De alguien que escribe con el corazón, dicen.

Tomé las fotografías entre mis dedos enguantados y, cogiendo aire y recostándome en la silla, eché de nuevo un ojo a las copias de mis creaciones, que ahora estarían siendo apretadas contra los turgentes pechos de la corista con un suspiro de anhelo. O eso esperaba.

Me he armado de valor, bella dama, para escribirle estas líneas con el único propósito de mostrarle mi adulación. Como un espíritu atado al mundo de los vivos me hallo, errante, con la única y desesperada intención de captar sus dulces rasgos entre la vulgar y anodina multitud de esta Luna tan roja como este corazón que late solo cuando, a lo lejos, capto el brillo apagado de vuestros ojos.

¿Quién soy, me preguntaréis? Tan solo uno más, otro vulgar y anodino aporte a esa multitud, un hombre simple que ha quedado prendado de un ángel caminando entre mortales. Un hombre simple al que vuestra presencia ilumina su vida como un resplandeciente faro frente a las aguas oscuras y embravecidas de la vida. 

Un hombre simple que vive enamorado.

Más cuando veo vuestro hermoso rostro, pronto la calidez que generan en mí vuestros cándidos rasgos se torna una triste preocupación. Vuestros ojos pagados, vuestra alegría marchita, una linda flor que se apaga entre los pestilentes humos de la ciudad, entre los gritos y los crímenes de esta Luna malhadada.

¿Qué jaula de oro os encierra como al más excelso ruiseñor, quién pone el candado a vuestra felicidad? El único anhelo mayor que el de encontraros, furtiva, en medio de las sucias calles, es el de ver en vuestro carnosos labios una sonrisa.

Espero que halléis bien en responder a esta alma conmovida, cuyo corazón no latirá hasta saber vuestra respuesta.

DV 

Sonreí bajo la máscara y deslicé el dedo por la pantalla, contento con los resultados, en busca de la última de las misivas. 

Esta alma cruzada se torna alegre y vital al sentir el papel que transcribe vuestras palabras en mis manos, el olor de vuestra presencia flotando en el aire como el sacro aroma del incienso en un templo no puede hacerme más feliz.

Os vi ayer de nuevo y me sentí completo, esa pequeña sonrisa cómplice que se que lucisteis solo para mí, como la joya más destacada de esta Luna. No me merezco tal gratitud pero...¡me hacéis tan feliz! Tan solo unas suaves palabras de vuestra melodiosa voz podrían sacarme de tal encanto, solo para ser ascendido a los más esponjosos cielos. ¿Me concederíais ese favor?

Quizás lo hagáis sin daros cuenta, pues planeo visitar el Lucky Roger para el acontecimiento del siglo. ¿Os creéis que sería tan fácil eclipsarlo como darme el regalo de vuestra presencia allí? La Santamaria no es nada ante Eva Amor, la verdadera joya de la Luna Roja. La mera idea de encontraros e intercambiar furtivas palabras ralentiza la agujas del caprichoso reloj, mi único ánimo el de marchar en vuestra búsqueda.

Ojala sean dichosos los ojos y el alma que habita mi cuerpo, pero late por el vuestro.

DV 

La suerte estaba echada, si, ¡pero con que elegancia!.

Cargando editor
24/11/2013, 15:49
Lev "Leon" Y. Korolev

[Tarde del día 20 del mes Julio. Hostal "La Perla". 19:58]

Contemplo con cierta tensión la armadura de cuero que llevo puesta por encargo de la señorita ricachona con la que he acabado después del desastroso vuelo y, en última medida, la desaparición de Waltz en quién sabe dónde. De todas formas, con Estela en el firmamento, mi trabajo con el gobierno urso se ha acabado, así que buen viaje, viejo amigo. Sin poder evitarlo, tanteo con la mano mi costado sólo para recordar que por culpa de este horror de falda no tengo bolsillos, y por ende no tengo mi pipa disponible. Enseño los dientes una vez más, molesto por ello. A mi lado, carachapa alias cruzado picarón, y al otro lado frentebuque alias reparador y chico para todo. Y los tres esperando a la niña rica, que se lo toma con una calma tremenda.

-A este paso, va a serr mañana y no habrrá salido. -Digo con un tono neutro, mientras sigo observando la puerta y repaso mi armadura pectoral. Los brazaletes no están mal, y si tuviese algo más, hasta la falda sería decente. Y por lo menos han tenido la decencia de acceder a mi petición de dejar la espalda al descubierto en su mayor parte, por lo que pudiera pasar. No es como si les hubiese dicho por qué, pero han tenido la decencia de dejar de preguntar cuando me he negado cinco veces a responder, gruñendo en urso unas cuantas frases que suenan horribles, pero que no eran más que el nombre del rancho que nos daban en la guerra. Eso sí que eran tiempos. Luego me paso la mano por la barba. Me han obligado a afeitarme, los muy... Y todo para aparentar.

El resto del equipo para mi posterior entrada en el casino, una vez nos lleve ahí -¡y por qué demonios se cree la niñata que puede usarme de chofer! Ni que pudiese hacerme pasar por su sirviente para entrar, cuando mi misión es pasar desapercibido y estar lejos suya- está ya en el vehículo. Algo llamativo, para hacer pasar el resto como si no estuviese ahí. Porque para rato se me iba a ocurrir a mí llevar una condenada piel enorme como capa, ni un bastón pesado como soporte de mi enormidad. Pero el bastón puede transformarse, con un par de pasos mecánicos sencillos, en un arco de poleas de los míos. Y la capa oculta, como si fuesen filigranas, un par de piezas metálicas que juntas son un gancho, y suficiente cuerda de lino embebida en los bordes como para atarla al cabo y disparar junto con otra pieza para alcanzar la lámpara del techo del local. Joder, eso sí que va a ser divertido. Dan las ocho de la tarde. -O quizá darrán pasado mañana.

Notas de juego

¿Todos con imágenes? Ale, pues yo también con imágenes.

He supuesto que sin problemas puedo adquirir esas cosas que Leon ostenta. El bastón-arco, las cosas para fabricar las flechas y la capa. Todo lo paga Angela o los suyos. Y la capa tiene bolsillos, donde van todas las cosas que Leon dejará por el camino, incluyendo las cartas. He considerado que yo no necesitaba un flashback para hacer todo eso xD

Cargando editor
24/11/2013, 22:47
Derpy

Con un zumbido, los cierres magnéticos de la suite dejaron paso a una silueta oscura sobre la que Drake no dudó un segundo en abalanzarse. El pobre infeliz ni siquiera tuvo tiempo para quejarse, tan solo un ahogado -mierdfffff....- y antes de darse cuenta ya estaba envuelto en las fantabulosas sábanas de seda cual rollito de primavera. Una lástima que no se tratara de algún vil magnate de la república del Loto, habría sido la mar de poético.

- Esto si que es arte moderno, toda una performance sí señor. -Comentó Derpy asintiendo con aire de entendido mientras se mesaba una perilla falsa. - ¿y ahora qué? - Preguntó ajustándose sus nuevas y flamantes gafas de pasta, tan apropiadas para la ocasión.

- Tiradas (1)
Cargando editor
24/11/2013, 23:08
Debrah Anne Drake
Sólo para el director

[En alguna suite de un hotel...]

-Eh amigo-me senté sobre el bulto acurrucado usando la primera de mis creaciones para ayudar a hacer presión contra el suelo-No te lo vas a creer, pero no sé qué hago aquí... así que vamos a jugar a "qué hago aquí"-inspiré hondo-tú me lo dices y si me suena convincente todo irá chachi, si no te golpearé con esto hasta que revientes si no has enloquecido antes.- Miré hacia atrás medio segundo para comprobar la puerta

-Bien, qué hago aquí y qué sabes de lo que ocurre

Cargando editor
24/11/2013, 23:54
Vicky Banks

[Lucky Roger. Mesa de blackjack. 20:15h]

Las manos de la mujer se deslizaron sobre el tapete haciendo su magia con las holocartas. Tras unas cuantas rondas, Jack había acumulado unos nada despreciables 15G, vale, era cierto, estaba jugando cómodamente y sin riesgos, él lo sabía y ella, a juzgar por la sonrisa de gato que de forma fugaz se permitió dedicarle, también.

- Ya sabe lo que dicen señor, la fortuna sonríe a los valientes...- Dejó caer. Su voz era cálida aunque no como una plácida tarde de verano, si no más bien como una lengua de fuego del abrasador desierto de Sonora. Le estaba llamando cobarde. Tal vez lo estuviera haciendo con estilo, pero le estaba llamando cobarde. ¡Y lo había hecho delante de toda la mesa!

Un cincuentón, que se resistía a asumir su calvicie con un nada discreto bisoñé, soltó una molesta risita que automáticamente le transportó a su primer año de universidad, cuando el mismo bochornoso coro acompañó la elegante negativa de Aurora, SU Aurora, a ayudarla a repartir folletos contra el maltrato a los malditos monos cagones de Arthas IV que seguían arrojando excrementos a los turistas que invadían sus paradisíacas playas, al parecer ella ya tenía a cuatro babosos mucho más altos, mucho más cachas y, por lo visto, también mucho más adecuados para ayudarla en la noble tarea.

Es más, había algo más en aquella situación que le hacía sudar como solo lo había hecho en la universidad y era la horrible sensación de que ya había visto esa cara antes. No, la cara no, esa sonrisa y sus irresistibles hoyuelos. Los había visto en otra parte, en otra vida. O se estaba volviendo loco, que bajo la euforia inducida por el casino bien podía ser, o aquella chica realmente se parecía mucho, pero mucho, mucho, a Aurora. No era ella, estaba casi seguro de que no lo era, pero se parecían tanto... que si uno se perdía en el pozo negro de su único ojo visible casi podía olvidarse.

Cargando editor
25/11/2013, 00:04
Director

[Lucky Roger, Piano-Bar, 20:15h]

El bar, o Piano-Bar, como rezaba el cartel luminoso que daba acceso a la barra, gozaba de un ambiente engañosamente 

más tranquilo que la sala de juego. Una bonita corista cantaba acompañada de música en directo mientras que las extremadamente vistosas camareras no dejaban de servir sus extremadamente vistosas copas, carísimas por cierto...

Dustin escogió una zona apartada de la barra desde la cual vigilar el gentío, mientras consultaba los datos que llegaban a su dispositivo móvil en compañía de una vaso de wishky. 

Durante los últimos años, en los diferentes planetas del sistema, se han ido desenterrando yacimientos de lo que se cree que pudo ser una antigua civilización perdida. Lugar de culto para los nativos, los símbolos que decoran las tallas e instrumentos encontrados y los numerosos caracteres que cubren cada estructura, no se asemejan a nada conocido hasta la fecha en toda la galaxia.

Las ultimas pruebas del Octanio-16 datan los yacimientos de P95 (La Perla) y P92 (La Cruz de la Hidra) en cerca de unos 323.401 años cruzados de antiguedad (fechas similares a los yacimientos encontrados en el resto de sistemas). Las sociedades científicas barajan varias teorías sobre su origen, entre las que comienza a tomar fuerza la llamada "Teoría del primer advenimiento", la cual sitúa el origen de esta extraña civilización más allá del espacio profundo.

Las famosas reliquias de las Damas de la Trinidad, también conocidas como la Santa María, la Pinta y La Niña, forman parte de la colección de hallazgos de las excavaciones de la Perla. Aunque su utilidad se desconoce, la mayoría de las publicaciones las relacionan con los trabajos del afamado profesor Errol Flint y la mítica Ciudad de las Bestias.

 - Será 1G encanto. - Repuso alegremente la pechugona camarera, mientras con maestría deslizaba por la barra una generosa jarra helada de ron local hasta las manos de Frank. Su dispositivo le indicaba que el tío que buscaba no estaba lejos, tan solo tenía que cruzar la sala de juegos en dirección al ala contigüa, un estadio acondicionado en un enorme ring donde al parecer se estaba librando el combate del siglo. Sonrió para sí mismo, empezaba a caerle bien ese novato...

El "encanto" particular de Terrence, por su parte, no tardó en surtir efecto. A pesar del carísimo atrezzo, El Lucky Roger no dejaba de ser otro puerto espacial más en el que no dejaban de desembarcar marineros, conveniente y fugazmente forrados, pero marineros al fin y al cabo. De esos que no se enrolaron precisamente para conocer sirenas y en los que Terrence se había graduado en "Cum" Laude.

En poco tiempo las primeras rencillas, por no decir codazos y empujones cargados de testosterona, comenzaron a emerger entre tanto cachas interesado en invitarle a una copa. A pesar de los esfuerzos de Terrence por intentar razonar, después de todo no había necesidad de usar la violencia ¡había Terrence para todas esas copas y más si hacia falta!, la confontración fue inevitable. El germen de la pelea de bar al más puro estilo de los tugurios más cutres de la vieja Luna Roja no tardó en extenderse y contagiar a una buena parte de la zona de la barra y alguna de esas mesitas bajas tan monas fue victima del terrible espaldarazo de algún desalmado sin un ápice de buen gusto.

Algunos miembros del servicio de seguridad comenzaron a dejarse ver cual nada sutil advertencia...

- Tiradas (2)
Cargando editor
25/11/2013, 00:08
Jack "Black" Shepard

[Lucky Roger. Mesa de BlackJack]

Jack, inicialmente, se rió. Una carcajada limpia, enseñando una dentadura brillante, mientras señalaba a la crupier dándole la razón con la diestra y con la otra siniestra arramblaba con sus gremiales.

Sin embargo, poco a poco esa sonrisa se tornó una mueca confusa conforme fue evocando recuerdos. El cóctel sacudió su cerebro tiñendo sus neuronas de barro, nublando su buen juicio. Un juicio que con paciencia y tapones para los oídos le podría reportar con toda seguridad una fortuna. Pero ahí estaba el cerebro, gritando tonterías.

Escuchó en su mente el rugir de su moto tras girar el acelerador con la muñeca.

Pero derrapó con éxito. Jack pulsó el freno de mano y giró antes de caer por el barranco.

Con el bramido de su ego visceral barrió todo aquello. Llevó entre tormentas cerebrales todo lo que no le servía y lo desechó. Lo tiró en una fosa común de su cerebro, vertió líquido inflamable y lanzó un mechero encendido. Vio como se quemaba todo y sonrió. Jack no iba a dejarse atormentar por tonterías, y menos tan viejas.

A otro perro con esos huesos.

Una vez desechado todo ello se concentró en la imagen de Aurora. Elevó a la séptima potencia todo lo que la rodeaba, y comenzó a tener lugar un efecto inotrópico en sus ventrículos. Su corazón comenzó a contraerse con más fuerza. Evocó la belleza de Aurora. El tacto de su piel. El eco de su voz. El mecer de su cabello. La magia de su personalidad. Y cuando estaba en el punto más álgido, cuando Jack estaba consumiéndose por las emociones como una ninfómana en su noche de bodas, simplemente cambió la imagen de Aurora por la de él. Jack. Por su piel. Por su voz. Por su cabello. Por su personalidad. Por su belleza. Fue un reemplazo fugaz, casi instantáneo. Su subconsciente hizo el resto.

Jack sonrió de nuevo. Era ya demasiado viejo. Demasiado curtido. Demasiados golpes. No caería tantas veces en la misma piedra. Otro perdedor se comería la cabeza con basura emocional. No Jack. Él ni siquiera sabía porqué demonios quedaba un ápice de frustración en su cerebro. No le dio más vueltas. Ya estaba eliminada.

- Desconocía que la banca fuese valiente- apuntó Shepard en un tono Orgulloso con una sonrisa taimada aflorando por los labios. Cogió su siguiente holocarta y apostó.

La valentía sin sabiduría es una virtud inútil, querida.

No cambió el valor final de sus apuestas, pero sí los concentró. Era plenamente consciente de que era trabajo de la crupier apretarle las tuercas, forzarle a arriesgar y, por tanto, a incrementar sus posibilidades de perder. Cobraba por, no sólo tener un hábil juego de muñeca y un ojo despierto, sino una lengua afilada para decantar la balanza a favor de la banca a base de descalibrar clientes. No la culpaba. No la castigaría. No la devolvería la pelota a ella. Lo hizo a sus superiores, pues ellos eran los responsables.

Pese a que sabía todo aquello, Jack se dejó sólo por la emoción. Por hacer algo interesante. Por darle vida al juego. Por divertirse. Por concentrarse más en el disfrute del riesgo que en la satisfacción de acumular un dinero que a fin de cuentas sólo servía para comprar bienes y servicios. A partir de ahí, sólo podía subir el valor final de sus apuestas. No estaba dispuesto a concentrarlas más, a sabiendas de que eso sí sería tirar el dinero por el desagüe. Sólo un necio haría eso, y no tenía ya nada que ver con la valentía, sino con la temeridad y la falta de juicio.

- No me aprietes más- apuntó el buscavidas a la crupier, tirando su BlackJack holográfico sobre la mesa de juego-. Soy un chico tímido- bromeó poniendo su mejor cara de calvo con bisoñé-. Piedad, por favor.

Y siguió jugando. Por Jack, aquella profesional podía seguir haciendo su trabajo. Él seguiría jugando, al menos hasta que algo afectase al status quo de la situación. Le sobraba tiempo por todos lados, y es que, en teoría, sólo tenía que esperar mientras dejaba que la vida se le escapase lentamente. Y, sino, si aquello salía mal, siempre podría invertir los gremiales que estaba ganando en no depender de Della Nocte y eyectarse rumbo a Flint y la jodida excavación de las pelotas, porque, desde luego, aquella era una serie de catastróficas desdichas.

- Pero insisto- dijo poniéndose un tanto más serio, exigente-. ¿Qué tiene de especial lo que Excelsius esconde hoy?- preguntó de forma directa, sin ambages, sin medias tintas. Jack necesitaba saber a qué se enfrentaba la displicente troupe.

- Tiradas (1)
Cargando editor
25/11/2013, 00:53
Señor Piraña

[Frente al Lucky Roger, coche del Piraña, 20:15h]

El Piraña, con su siempre alegre camisa hawaaiana abierta de par en par, se introdujo otro puñado de caramelos mentolados en la enorme boca y los masticó ruidosamente mientras él le preguntaba.

- Oh si,- explicó, después de tragar la aromática masa de azucar sintético,- al parecer la hija del jefe se halla en paradero desconocido. Iba en un viaje de estudios o no se que y su nave fue asaltada, pero lo más chungo del asunto es que al parecer ha desaparecido cualquier dato suyo en la red. Hay muy poca gente al alcance de ese tipo de mierda, sabes... esa mierda URSUS de la guerra contra las máquinas que nadie sabe como funciona...- insinuó, bajando la voz en tono conspirador.

Esteban lo recordaba perfectamente. Existía un misterioso software antiguo capaz de borrar a alguien de la matriz. Todos los registros se perdían y, simplemente, uno dejaba de exisitir. Incluso impedía que se crearan nuevos datos relacionados con esa persona, pero nadie había sido capaz de encontrar los programas responsables.

- Sobre la gente que quiere robar eso...- retomó el Piraña, después de otra apestosa dosis de caramelos,- no se quienes son, pero trabajan con Helena Tijeras, y eso nunca es nada bueno. Esa mujer es el diablo- sentenció,- no se si los ha engañado o saben con quien están haciendo negocios, pero o bien son unos ingénuos o bien el tipo de locos más peligroso que te puedes encontrar por aquí. Además, hay varios tipos persiguiendo a esa gente, siguiéndoles el rastro ¿sabes?- expuso el atlante.

Él seguía buscando con el terminal móvil por la matriz. Al parecer las damas de la trinidad eran famosas en el mundillo de las reliquias. Nadie sabía muy bien que hacían con certeza, pero había multitud de leyendas y rumores al respecto. Los más aceptados entre los académicos y autoridades eran los de que, unidas, eran la clave para llegar a una misteriosa ciudad de la civilización Shii, que supuestamente tenían en su poder tecnología capaz de derrotar a los mismísimos dioses. Esto se interpretaba de diversas maneras: desde que poseían la tecnología para, de algún modo, desactivar la transhumanidad, como que conocían el secreto de los viajes a través de la Zona Negativa y algunos, los más atrevidos, hablaban de un tipo de transhumanidad desconocido por completo que iría mucho más allá de los sueños más locos de los hombres.

En cualquier caso, de ser cierto, se trataría de un tesoro de un valor arquéologico y monetario como reliquia incalculable y, potencialmente, un valor estratégico y tecnológico sin precedentes que podría inclinar la balanza de poder a favor de su dueño.

- ¿Mis amigos?- preguntó el piraña, ante su inquisición.- Bueno, ahora mismo están en órbita baja en su nave, preparados para crear esa "distracción" de la que hablábamos. Si interrumpimos el silencio de radio delataremos su posición. El plan es algo delicado, pero es el único que he podido montar en tan poco tiempo y sin levantar sospechas. A la hora indicada, las 00:13, tendrás tu ventana de oportunidad, eso es todo lo que te hace falta ahora. Si quieres después podemos quedar. De todos modos, habrá que pagarles en algún momento...