Partida Rol por web

Cuando los demás salen, evito como puedo a Jose. Busco la presencia de Sunhee o Gaspar pero rápidamente me arrepiento, y vuelvo a marcharme a explorar, pero a los pocos minutos vuelvo a sentirme sola y asustada y sin darme cuenta vuelvo a buscarles. ¿Me estaré volviendo loca? Desde luego estoy profundamente afectada por lo que he hecho, y la guinda del pastel fue Jose y el abad. Cuando veo el delicioso guiso, la mesa puesta, el pan ... un enorme sentimiento de culpa me invade y me nubla el entendimiento. Deberé convivir con esto el resto de mi vida. Más me vale acostumbrarme pronto. Sirvo platos para 3. Reflexiono y saco otro plato de comida para Jose; al fin y al cabo yo he matado a dos. Me siento y devoro comida como una muerta de hambre hasta encontrarme francamente mal de tanto comer.

Cuando termino, friego mi plato, me guardo en la mochila un trozo enorme de pan y me dirijo al dormitorio grande de los monjes. Quiero ver las cosas de las dos personas a las  que he matado. Veo sus camas, sus cosas, y siento la necesidad de llevarme un recuerdo de cada uno. Así nunca olvidaré los sacrificios que he hecho, y no volveré a sentirme culpable, porque gracias a ellos seguimos vivos.

Cuando Jose me contestó, negué con la cabeza sin estar conforme.

—Tal vez tengas razón, Jose —contesté—. Tal vez no le habría perdonado, o tal vez sí... pero tú le has quitado la oportunidad de hacerlo.

Sin mediar más palabras, di media vuelta dispuesta a salir. A mi espalda escuché a Gaspar aplastando la cabeza del abad... por mi cuerpo recorrió un escalofrío terrible. Sin darme cuenta, aceleré el paso queriendo irme de allí lo antes posible.

Ya todo estaba hecho, así que... al menos, intenté buscar alguna prueba que realmente diera la razón a mis compañeros y nos mostraran que realmente el abad, Estelvio y André no eran personas de fiar. Para ello, subí las escaleras hasta encontrarme en el piso superior con una pequeña capilla. Allí entré y revisé a mi alrededor. Antes de irme, hubiera encontrado lo que hubiese encontrado, me senté en uno de los asientos totalmente abatida.

¿Qué hemos hecho...?

Habían pasado muchas cosas... tantas que no podía ni entender. Ya no éramos los mismos que salimos del refugio. En ese momento, miré a la figura religiosa que había allí, adornada con bellos adornos. Nunca había creído en nada, pero... aún así, cerré los ojos y recé por nosotros... porque todo volviera a ser como antes.

No sé cuánto tiempo estuve así, pero, cuando abrí los ojos de nuevo... me sentí como una estúpida. Sonreí amargamente al tiempo que me levantaba y volvía con mis compañeros. Ellos debían estar ya en el refectorio comiendo.

Cuando llegué y vi la mesa preparada para siete personas, sentí el peso de la culpa caer una vez más sobre mis hombros. De verdad estaban preparando comida para nosotros... de verdad querían que comiéramos con ellos... Comí en silencio, con la mirada perdida en el fondo de mi plato y, una vez terminé, fregué junto a Nara y fui a la Pulga sin emitir ni una sola palabra.

Allí caí totalmente frita debido al cansancio y el estrés del día...

Podría contestar a Gaspar. Podría decirle que fueron ellos quienes decidieron venir a un lugar con unas personas con quienes las relaciones eran de base muy tensas. Podría decirle que fue el quien provocó la muerte de Estelvio y, en consecuencia, todos los acontecimientos posteriores. Podría decirle que fueron sus actos los que obligaron a Nara a disparar, perdiendo un poquito de su humanidad en ello.

Nara también me evita por matar al abad. Pero si ella no hubiese matado a Estelvio no estaríamos en esta situación. Podría decirle que también ella ha provocado la muerte de todas estas personas. Incluido el Abad.

Puedo comprender su hipocresía. Es un método de defensa. Si el monstruo soy yo, entonces ellos no lo son. Lo que yo he hecho esta mal porque el abad estaba indefenso. No obstante, son ellos quienes lo han matado. Pero no puedo decirles eso, porque no los estaría protegiendo.

Yo hago lo que hay que hacer para que no tengan que hacerlo ellos. Así ellos pueden quedarse en su zona de confort donde no han hecho nada malo y yo soy una persona horrible y un loco.

¿Y Sunhee? Pobrecita. Ella es buena persona y no le desea daño a nadie. Se ha visto arrastrada por las malas decisiones y la falta de autocontrol de Gaspar y Nara. Pero los quiere, son sus amigos de la infancia, yo no soy nadie. De modo que le resulta más fácil culparme a mí.

Tampoco a ella le diré nada. Porque todos son mas felices así. Y si ellos son felices… también yo. Por eso sonrío.

Me siento en la mesa y saboreo un delicioso estofado de carne. Lo cierto es que no me hubiese importado cumplir algunas estúpidas reglas del Abad para quedarme aquí un tiempo. Pero las cosas no salen siempre como a uno le gustaría ¿verdad?

Lo cierto es que el caos es la única constante.

Después de comer voy a los almacenes.

Quizás tenga suerte allí y encuentre el perdón de dios.

¡ha ha ha!

Mi voz resuena entre las gruesas paredes del monasterio.

Que aguafiestas son. Deberíamos estar de celebración, pues tenemos una cena riquísima y una cama calentita. Porque los muertos son ellos y no nosotros. Y porque cuando nos vayamos de aquí no dejaremos atrás un Abad lleno de ansias de venganza. Pero solo ven la parte negativa. ¡Y luego el loco soy yo!

El almacén está dividido en varias estancias sin ventanas, pero la mayoría están vacías.

Otras sin embargo están llenas de comida, y de otras cosas. Hay conservas, latas, tarros de mermeladas, tarros con encurtidos, hay sacos de harina y legumbres, hay hojas secándose, aceites, vino, vinagre, hay cajas con galletas, hay carne ahumada, verduras y frutas frescas, frutos secos, castañas... de los alimentos envasados te llama la atención la palabra Touriñán, que está por todas partes. Hay comida como para alimentar a cien personas, o para alimentar a tres durante varios meses.

En otra estancia hay carbón, velas, herramientas y aperos (algunos pueden servir como armas, aunque no tan contundentes como tu nueva maza), hay otra estancia llena de leña...

El almacén está dividido en varias estancias sin ventanas, pero la mayoría están vacías.

Otras sin embargo están llenas de comida, hay de todo. Latas, tarros, sacos, garrafas, cajas... hay carne ahumada, verduras y frutas frescas, castañas... Hay muchísima.

En otra estancia hay carbón y aperos de labranza, hay otra estancia llena de leña...

Ante las dos puertas, la de la derecha da al dormitorio del Abad y la de la izquierda al de André y Estelvio. Te decides por la de la izquierda. Adentro hay una habitación alargada con ventanas que dan al patio donde se encuentra la Pulga. Hay pocos muebles, es muy austero, unas literas, un escritorio, un armario... al fondo la puerta que da al baño. Hay sitio para unas diez personas pero ves que sólo dos camas se usaban, las de Estelvio y André. Sin embargo no están juntas, cada una está en un extremo de la habitación, dejando el resto de camas entre ellas; podrían dormir tan separados por intimidad, porque no se llevasen bien, o porque roncasen... quién sabe. En un lado todo está muy ordenado, mientras que en el otro las cosas están tiradas y la cama sin hacer, reflejan muy bien las personalidades de cada uno, ¿cuál será de cuál? En ambas mesitas hay un rosario, con el símbolo de los frateres rematándolo. En una hay una pequeña Biblia, una cajita llena de huesos (falanges de dedos), una vela, un mechero y nada más. En la otra una botella de agua, un vaso, otra vela, cerillas y nada más. En el armario hay ropas como las que llevaban puestas, limpias y perfumadas, pantalones, camisetas, guantes, ropa de abrigo, mantas... junto a él varios pares de botas. En el escritorio hay varios bolígrafos, algunas novelas, y un cuaderno al que le faltan muchas hojas, que han sido arrancadas.

La capilla parece muy austera a primera vista. Al fondo hay una hornacina con un muñeco de una virgen (supuestamente Nuestra Señora de Páramos), bañada en sangre. La sangre resbala por dentro de la hornacina hasta desbordarse y cubrir el altar, que también se desborda dejando resbalar gotas que manchan la piedra y los manteles blancos.

A un lado del altar está el símbolo de los frateres, iluminado por velas, y al otro un atril con una Biblia muy pesada, con pasajes tachados, otros subrayados, e incluso texto añadido, escrito con sangre. Las páginas tienen muchas marcas de sangre. Leyendo por encima algunas cosas descubres que las ofrendas de sangre son comunes entre los frateres, ofrendas a Dios, y la palabra pecado y pecadores está muy presente en dichas ofrendas. Sobre el altar hay un pequeño puñal.

Aparte de esto todo mo hay nada más, aparte de unos bancos y un perchero junto a la puerta con varias túnicas rojas colgadas.

Después de explorar un poco el lugar y comer en silencio os vais a dormir. La tensión se palpa en el ambiente. Ha sido un día muy duro para todos.

A la mañana siguiente, cuando os despertáis, el sol ya está alto en el cielo. No sabéis qué hora es, pero está claro que han pasado varias horas desde el amanecer. El día se presenta soleado, sin nubes, aunque frío. Os habéis quedado dormidos, y nadie ha hecho guardia. Lo bueno de todo esto es que habéis descansado muchísimo.

Lo que os despierta es el ruido de la verja al abrirse.

Planeaba contarles a mis compañeros lo que había descubierto ayer, así devolver a Gaspar el mapa que había encontrado en el cuerpo de Estelvio. También quería disculparme con Nara y Jose, pues... aunque jamás podría entenderles, quería hacer las paces con ellos. Eran mis hermanos después de todo, quizás no de sangre... pero eso no importaba.

Sin embargo, antes de que pudiera siquiera desperezarme, el ruido de la verja al abrirse me desveló por completo.

¡Oh, no...!

Nadie había hecho guardia y... habíamos cometido un error. Además, deberíamos habernos largado de allí... Pero ya era tarde para lamentarse. Tan rápida como pude, desperté a Gaspar si es que aún estaba dormido y a quien más estuviera durmiendo en la Pulga. A Nara ni la veía... aunque recordaba que había ido a los dormitorios.

Luego, traté de mirar de reojo por la ventanilla del coche, procurando asomarme lo menos posible para que quienes habían abierto la verja no pudieran verme. Un nuevo día y nuevos problemas...

El altar lleno de sangre... los textos de la biblia, el puñal... Quizás Jose, Nara y Gaspar estaban en lo cierto. No estaba segura de nada, podía ser solo sangre de animales que habían sacrificado como ofrendas, pero... leer tantas veces la palabra pecador me hizo temer que también podía ser sangre humana.

¿O tal vez me estaba volviendo paranoica? No estaba segura, pero... la noche anterior, al descubrir aquello y después de meditar en silencio, decidí coger tanto la biblia como el puñal. Quería leer con detalle los textos y asegurarme si habían hecho bien mis compañeros o habíamos hecho mal en matarlos. Y el puñal pues tal vez pudiera servir como un buen arma...

El símbolo lo dejé en aquel lugar. No sabía hasta qué punto podía sernos útil un objeto como aquel... y las túnicas no parecían aportar mayor protección que las vestimentas que ya usábamos nosotros. 

Me despierto sobresaltada por el ruido de la verja, me pongo la mochila, cargo la flecha en el arco y me acerco sigilosamente a mirar qué ocurre, escondida y con cautela.

- ¡¡Hola!! ¿Hay alguien aquí? ¡¡Jooooder!! ¡Parece que habéis tenido movida esta noche! ¿Queda alguien vivo?

La chica aparta con la punta del pie los restos de André, sin inmutarse, y camina por el patio con cuidado, sujetando un machete con ambas manos, mirando aquí y allá, vigilando que no aparezca ningún zombi y la pille por sorpresa.

Gaspar y Sunhee la veis a través de una rejilla que refuerza una de las ventanillas laterales, mientras que Nara y Jose lo hacéis desde la misma ventanas de la planta alta del monasterio.

Observé durante unos segundos a la chica, asegurándome que estuviera sola. Luego, suspiré y miré a Gaspar. Estaba preocupada... No parecía una de los fráteres, pues apenas se inmutó cuando vio el cadáver de André; pero... ¿quién era? ¿Una persona viajando sola en un mundo como aquel? Era extraño...

—Voy a salir —le dije en un suave susurro—. Vigila por si las cosas van mal, ¿vale?

Luego avancé intentando no hacer mucho ruido en dirección a la puerta más alejada de donde estaba Gaspar.

Temía que, si no salía yo primera, tal vez Nara dispararía una flecha o Jose, en su estado actual, haría una locura de la que pudiéramos arrepentirnos... Aún tenía muy presente la muerte del abad. Me ponía en un riesgo, pero... no quería otra muerte más.

—¡Hola! —saludé, cuando salí. Llevaba un machete, así que intenté no acercarme demasiado por si lo usaba para atacarme—. Sí... ha sido una noche movida... ¿Le conoces? Cuando llegué, ése era un zombie —luego hice una pequeña pausa al tiempo que esbozaba una amable e inocente sonrisa—. Soy Sunhee, ¿y tú? ¿Cómo te llamas?

Deseé con toda mi alma que aquella mujer no viniera buscando problemas...