Partida Rol por web

Tras el registro algunas de las cosas que lleváis con vosotros llaman la atención de Gardel y sus hombres:

- A ver qué tenemos por aquí... un mapa de carreteras que... ¡oh! ¿Hoke? ¿Por qué tenéis marcado en vuestro mapa ese lugar abandonado? ¿Y esta carta con el sello del Obispo? Sois una caja de sorpresas, Xose y Declan, amigos de Tulio y Clemente... ¿un fusil? También un walkie talkie... ¿y esto qué es? Bueno bueno...

- Creo que estos regalos le gustarán al alguacil. ¡Encadenadles!

Nada más decirlo los hombres que acaban de registraros y encontrar estas cosas os sujetan las manos y se disponen a atároslas a la espalda con abrazaderas de plástico. Vuestras mochilas y armas están en el suelo.

Aquello me olía mal, y al final, aquellos hombres de la puerta nos lo demostraron. Parecía que Clemente y el Alguacil no eran la misma persona. Pero de pronto, había una carta de un obispo... ¿Qué? ¿Obispo? Eso sonaba a fráteres. Miré a Declan, asombrado, y a los guardianes de la puerta, asombrado. 

-¿Pero qué es esto? Somos pacíficos, gente de bien, sencilla, queríamos hablar con nuestros amigos y comerciar algunos peces, ¿Porque nos deteneis? No hemos hecho nada, nada. - Quería resistirme, pero eran demasiados, y no tenía mi arma cerca. Me quedé, entonces, paralizado...

-¡Mierda, la carta! la había olvidado y nunca la abrí, me la encontré y la guardé, no sé porqué- le dije a mi compañero, era quién más me importaba que confiara en mí.

-¿Quién es el alguacil, es Clemente?- sólo quería que se dejaran de intrigas y que nos concedieran una entrevista.

- Eh, ¡Eh! Esos son buenos peces, quería comerciar con ellos. ¿Porqué tenemos que entrar con cadenas? - Intenté ver si nos decían algo de la razón de la detención, pero me temía que la traición había llegado a Moraime, y que la cabeza del plan, había caído. Clemente habría sido depuesto por un Alguacil... mi mente estaba asustada, y confusa, y aunque me fiaba de Declan, y así se lo hice saber con la mirada, aquella carta quizás hubiera cambiado nuestro destino, o no... 

- ¡Guardaos las explicaciones para el alguacil! Llevadlos al calabozo, mañana les verá.

Ya esposados, os despojan de todas vuestras cosas, incluidas armas y armaduras. Os llevan a empujones, tirándoos al suelo y golpeándoos a través de la puerta de la izquierda. Está muy oscuro y apenas distinguís los edificios. Parece una especie de barrio de casuhas bajas, luego otra puerta más pequeña, una plaza, a la izquierda una casa de ladrillo a la que se accede desde un patio, a fondo un cobertizo y dentro varias celdas hechas con barrotes de rejas de ventanas y chapas soldadas entre sí. Os tiran al suelo y sin desataros las manos cierran la puerta. No os dicen nada más.

En la celda de al lado hay un bulto oscuro envuelto en una manta, es una persona, que os observa sin moverse en la oscuridad.

Maldición. 

Aquello era una experiencia nueva para mi, y muy frustrante. La verdad, después de matar zombis, de entrar en la Zona, de perder a dos compañeros, de huir de la muerte, de verla cara a cara... ¿Me detenían unos imbéciles porque si? De hecho, la sorpresa y el carecer de mis armas me dejó bastante parado y sin capacidad de respuesta. Cuando ya nos llevaban a la celda, o lo que fuera aquel lugar, me puse a fijarme en el camino, en a donde nos llevaban, y a saber porque lo hacían. Me controlé para no insultarlos, con el cabreo que me reconcomia, y al final, terminamos en el fondo de una celda. 

Miré a Declan, miré a mi alrededor, y me quedé mirando a la persona que nos miraba a la vez. Así que me enfado que me mirase así, y le dije: -¿Tú que miras? ¿Tu habrás hecho algo para estar aquí, pero nosotros no, maldicion. ¿Porque nos detienen, si venimos a ver a Clemente?

El hombre se remueve en su manta, pero aún no podéis verle el rostro debido a la oscuridad:

- ¿Has dicho Clemente? Jaja ¿Qué le queréis contar a ese viejo?

Estoy enfadado, dolido. Nos sale mal, cuando estamos haciendo las cosas bien. Así que como no lo entiendo, lo pago con aquel hombre, al que no le podíamos ver. 

-¡A ti te lo vamos a contar, claro! Para que encima de detenernos, nos maten...

El hombre se acerca a los barrotes que separan vuestras celdas. Ahora podéis ver una barba canosa asomando bajo la capucha que ha hecho con la manta con la que se cubre. Parece que lleva aquí algún tiempo, su voz suena débil.

- Si por lo que sabes van a mataros, dímelo. Yo soy Clemente.

- ¡Manda truco! ¡Arredemo! - Miré con absoluta sorpresa a aquel personaje que no conocía y de pronto decía que era nuestro objetivo. Maldita sea, la aventura en la Catedral tendría que hacer que no me fiase de nadie, y ahora estaba en una celda, al lado de uno que decía ser el gran líder que nos tenía organizando la resistencia contra los fráteres, y sin embargo estaba ahí. - Ahora ya no se de quien fiarme, así que perdona que dude. - Lo miré con desconfianza, con algo de miedo... y le dije, sin embargo: - Nos mandan unos amigos de "Mireia" a hablar con Clemente, si eres tu. 

Todo estaba ocurriendo demasiado rápido y para colmo, la persona que andábamos buscando ahora estaba en la celda contigua. Mientras Xose le hablaba de una mujer para corroborar que se trataba de Clemente, yo inspeccionaba el lugar, cada rincón de ese agujero en el que nos tenían retenidos. Trataba de buscar una manera de huir, porque si realmente se trataba de Clemente, entonces estábamos en grandes problemas. 

El hombre retrocede y guarda silencio durante un buen rato. Luego vuelve a acercarse:

- ¿Quiénes sois? ¿Cómo conoces ese nombre? No reconozco tu voz... ¿están vivos?

Es imposible verle la cara. Sólo la barba puede intuirse en tan profunda oscuridad.

Mientras el hombre habla con Xose tú inspeccionas la celda. Es cuadrada, dos lados, formando un rincón, son muros recubiertos de cemento; no sabrías decir si de ladrillo, piedra y hormigón; otros dos lados son de rejas y chapas, bien soldadas entre sí, uno separa vuestra celda de la de vuestro nuevo amigo, otra tiene una puerta, sujeta por dos bisagras y una cadena. Se te ocurren dos puntos débiles: las bisagras de la puerta y la unión de la reja al techo y al suelo. Necesitas mucha fuerza para romper cualquiera de estas dos cosas, aunque... fijándote mejor, tanto el techo como el suelo parecen bastante viejos. Podrías horadarlos para desanclar la reja, si tuvieses algún objeto resistente con el que arañar el cemento y el suficiente tiempo...

Se echó hacia atrás, sorprendido de que le pronunciará el nombre. Yo lo sabía que nombre era ni de quién era, pero sencillamente era una clave entre Clemente y los chicos. Le dije:

-Los chicos estaban bien cuando los dejamos. Somos los que estamos con ellos, Tulio te lo diría, aunque nunca nos viste. Vinimos a avisarte de que hay traidores a tu alrededor. Creo que ya lo sabes, por lo que veo. 

Suspiré. Hablé duro, rápido, cortante. Me enervaba la situación, la traición, no las entendia, y aquella celda oscura me dejaba más bien incómodo. Echaba de menos mi lámpara solar. 

Mientras Xose le contaba algo del refugio, de los chicos, de Tulio... todo me sonaba un poco lejano. Ahora sólo quería salvar el pellejo escapando de aquella celda. 

-Xose tengo una idea para salir de aquí, mira- y me acerqué a la puerta -esas bisagras parecen un poco viejas, estoy casi seguro, que si nos coordinamos y le damos una buena patada podremos echarla abajo, ¿qué dices?- miré con entusiasmo a mi compañero, pensaba que habría encontrado una salida.

-¿Y con Clemente que hacemos? Deberíamos llevarlo. Él podría ayudarnos y coordinarnos, y además, conoce gente. Y debemos saber lo que pasa. Y además, ¿nuestras cosas?- por suerte, ni el álbum de fotos ni los recuerdos de Cena y Xervasio los tenían, más allá de la mochila. Maldita la hora. -Poder, podemos derribarla, pero..  -Me dirigí a Clemente: -¿Hay algo que debamos saber? ¿Y donde estamos? ¿Sería fácil salir de aquí?

- Lo primero será que intentemos salir de aquí y podremos escondernos y venir a por Clemente. En cuanto a nuestras cosas, por supuesto que no salgo de aquí sin ellas- quería contarle bien el plan a Xose para que viese que realmente podríamos hacerlo todo, pero desde fuera.

Lo miré, mitad como si estuviera loco, mitad como el que es una especie de divinidad que puede conseguir que salgamos de ahí. Hice un gesto a Clemente de que esperara, y dije: 

-Cuentame, nada hay que desee más ahora que salir de aquí y coger mis cosas, y aclarar esto... Y a los traidores...

El hombre no parece calmado:

- Me alegro de saber que los chicos están bien. Pero tienen que salir de allí cuanto antes. ¡Hoke no es seguro, ningún lugar en Galicia lo es! Todo está perdido ya, los frateres lo saben todo y traman algo... algo gordo... Escapad si podéis, y alejaos de aquí.

Clemente parece completamente derrotado, afligido, agotado. Seguís sin verle la cara. Sus palabras son muy inquietantes.