Partida Rol por web

Dolor, otra vez el dolor. Y con el dolor la consciencia. El dolor era bueno, porque significaba que estaba vivo.
Pero está vez había algo diferente. Ricardo noto una presión en su mano. Al mover la cara vio que era Deseo. Sonrió.

Vaya. Esto si que es un despertar agradable.

El norteño se incorporó y quedó sentado. Se fijó en su cara.

Espero que no estés así por mí. No es la primera vez que me matan en el coliseo. No tienes por qué preocuparte.
Además ha merecido la pena sólo por verte al despertar.
De hecho si estás aquí cada vez que me resuciten lo mismo no pongo tanto empeño en ganar.

Ricardo sonreía, pero en realidad estaba muy nervioso. Su corazón latía rápidamente, intensamente. No había soltado la mano a Deseo. No quería. Tenía la estúpida sensación de que si lo hacía se marcharía. Y no sabía por qué, pero eso le asustaba.

Con torpeza se puso en pie. Sin decir nada. Alargó su mano libre a la cara de Deseo, y la acarició suavemente, tiernamente. Se sentía torpe al hacerlo, pero no podía dejar de mirar a los ojos de la pelirroja.

Dioses, soy capaz de enfrentarme a una horda de ejecutores, pero estoy paralizado ante esta mujer.

Siguió mirando fijamente a Deseo, y poco a poco fue acercando su cara a la de ella. Podía notar su aliento, el calor que desprendía. Casi rozaba sus labios.

Ya estas vivo. No debes estar aquí. Debes irte. Debéis iros.
El monje los sobresaltó, interrumpiendo el momento.

Cuando abrió los ojos, y la miró, la habitación fué otra, la luz fué otra, el mundo fué otro.

-Hola, durmiente, ¿estabas soñando...?

Bromeó, pero no soltó su mano. Se levantó, azorado, como ella. Se rió con él, ruborizada, era todo tan... sencillo...

Ricardo la acarició tiernamente, pasó las yemas de sus dedos apenas rozando la piel de su rostro. Deseo cerró los ojos. Y en ese instante, volvieron las noches de estrellas de su AltaRoca natal, el aroma de la tierra tras la lluvia, el verdor de los campos de yerba en primavera. Volvió la risa argentina de su niñez, la calidez de la sol de una mañana de verano, el bramido profundo del mar...

Abrió los ojos de nuevo, sonriendo, para encontrarse los labios del norteño tan cerca de los suyos, tan cerca que respiraba de su aliento... un latido se detuvo su corazón, ansioso, inquieto. Un latido que dolió y supo a gloria, esperando, deseando. Deseo... por fin no es una pregunta, es una certeza...

El monje rompió el hechizo. Se miraron los dos, con una nueva mirada, con una nueva comprensión. Y ambos rieron abiertamente. Asintieron y salieron de allí...

-Bienvenido a mi arena, Juan. Ya tenía ganas de pelea...

Le esperaba en el centro del coso, imponente su figura estilizada, su cabellera pelirroja recogida en una cola de caballo que le llegaba hasta las caderas. Y a su lado, apoyada el asta en el suelo, la Guadaña inmensa, cuya hoja rebasaba un buen trecho su cabeza.

Saludó con una ligera inclinación de cabeza, asió su arma, y comenzó a voltearla, en un impecable juego de brazos.

Avanzo hacia el centro de la arena y me detengo a unos pocos pasos de mi oponente. Desenvaino y saludo a Deseo diciendo.
Sea. Cumplamos entonces con nuestro deber.
Me pongo en guardia y observo detenidamente como la gladiadora hace girar su guadaña cortando el aire.
Y cuando veo una oportunidad, me lanzo al ataque.
Doy un paso al frente y logro descargar una certera estocada sobre el rostro de Deseo.
Mi hoja penetra a través de su ojo derecho alcanzando su cerebro.
El baile de su guadaña se detiene súbitamente y esta cae, al igual que su dueña, sobre la arena del coliseo.
Y yo no dudo en cuadrarme y saludar a la caída mientras digo
Este resultado es, sin duda alguna, producto de la fatalidad. Nunca se puede saber lo que nos deparara el destino.
Y al ver como entran los sanadores para ocuparse del cuerpo de Deseo, envaino e inclino la cabeza levemente ante ella cuando veo como los resultados de mi ataque, desaparecen gracias a la extraña magia que nos permite revivir una y otra vez.

Delderius entró en la arena de Deseo. La pregunta de esta le había dejado... inquieto. Y no había podido responderle en ese momento. Sonrió a la humana mientras esperaba que esta se preparase para el combate.

- ¿Por qué te interesa la casa de Khurgle, Deseo?

-Ah, saludos, Delderius...

El Oscuro elfo había llegado, como siempre, con pasos de silencio. Era un ser enigmático, a pesar de tan transparente en según qué facetas, y dado a los recovecos esquivos. Pero esta vez su pregunta fué directa, aunque no cogió a Deseo desprevenida.

-Pregunté por eso porque he oído rumores acerca de un objeto que se hallaba escondido en ella. Y, de ese objeto, se dicen muchas cosas. Quería saber qué se dice de eso en círculos distintos a los humanos. ¿Te mueves en círculos Oscuros, Delderius...?

La pelirroja se sonrió ante su propia pregunta. Perversa pregunta, quizá, o quizá no.

Mientras esperaba la respuesta y, dado que había confiado en Delderius mucho más de lo que éste en ella, sólo con una pregunta, clavó sus pupilas en las del elfo, empezó a practicar con la Guadaña, y se dispuso a la lucha. De lo que más segura estaba es de que, fuera cual fuera la respuesta, fuera cual fuera el derrotero que tomara la conversación, lo que no dejaría de lado el temible contrincante era la posibilidad de matarla...

- Comprendo... - murmura Delderius negando con la cabeza- Lamento reconocerlo, pero me temo que sabes mas que yo de esos temas. Llevo varios días tratando de evitar que la ciudad que tanto me gusta termine por sucumbir a la barbarie, y mi motivo para estar en ese lugar no era relativo a ese objeto. Solo vi humo, y signos de combate en la lejanía. Y fui hacia allá movido por mi curiosidad. Aunque si quieres puedo preguntar por ese objeto, aunque no entiendo bien el motivo de tu curiosidad. ¿Qué era ese objeto y por qué te interesa?
- luego parece recapacitar en algo- ¿Circulos oscuros?. Me temo que todos los circulos en los que me muevo se refieren a mi mismo. Asi que supongo que sí. Que para la percepción que quieres creer que tienes, son oscuros

Tras esas palabras Delderius observó el movimiento de Deseo casi con asentimiento. No era una mala idea atacarle al brazo. Y el movimiento de su adversaria era bueno, como de costumbre. Sin embargo el movimiento de Deseo, justo en el momento del giro, dejaba un segundo al descubierto el costado. Con la rapidez de un jaguar Delderius esperó al último segundo para atacar. Primero fue un golpe al costado desprotegido, que se hundió en la carne de Deseo profundamente, haciendo que la valiente humana trastabillara y escupiera sangre. Luego aprovechando la inercia de sus propios movimientos fue un corte en dirección al cuello que estuvo a punto de decapitarla, pero Deseo se logró recuperar lo bastante para mover su terrible guadaña e impactar el brazo izquierdo del elfo oscuro, haciendo que este retrocediera un par de pasos, dándole espacio.

- Me gustó combatir contigo en la arena de parejas, asesina. Ya te lo dije: matas bien, mueres bien.

-Era un Orbe. Un extraño objeto que, al parecer, en manos apropiadas posee un enorme poder mágico. Y quien me habló de él... no creo que me haya engañado. Fué la propia Dama Morkhalee, Delderius. Y se dicen muchas cosas... rumores... acerca de quien lo busca, y por qué.

Deseo hablaba como si las heridas que soportaba no fueran tales. Tenía una nueva entereza, una determinación casi fatalista. Y, al mismo tiempo, una extraña alegría. Era extraña, porque era difícil ver a la mujer de la Guadaña sonreir. Y, sin embargo, ahora mismo lo hacía...

-Necesito saber más acerca de ese Orbe. Y de su perseguidor... otro elfo... Lorithen es su nombre.

Deseo aprovechó el espacio que había logrado obtener para golpear con fuerza el brazo sano de Delderius justo cuando este estaba a punto de cortar sobre el abdomen a la combatiente pelirroja, acabando el combate. Aun asi el ataque de Delderius golpeó de refilón a Deseo, haciendo que esta palideciera y retrocediera a su vez un par de pasos, lo que Delderius aprovechó para golpear con saña su pierna izquierda.

Ambos contrincantes se observaron mientras tomaban aliento. Los brazos izquierdo y derecho de Delderius estaban bastante dañados, pero aun conservaba su movimiento. Por su lado Deseo estaba empapada de sangre, su respiración era difícil, trabajosa.

- Me interesa lo que me cuentas. Mucho. Si quieres hablaré contigo con la señora del eliseo. Tal vez pueda ayudaros si nuestros intereses coinciden. Aunque... Deseo, querida, ¿cómo se tomará Ricardo tu amistad con una de las mas prominentes personalidades de mi raza? - una sonrisa perversa, afilada, se forma en los labios de Delderius- Seguro que sabrá comprenderlo. Ricardo es famoso por su amabilidad y comprensión. Estoy seguro que pronto te darás cuenta

Casi sin esperar respuesta Delderius decidió terminar con Deseo antes que la formidable gladiadora pudiera dar la vuelta al combate. Con un rápido giro lanzó sus kukris hacia el cuello de Deseo.

La mirada de Deseo habló por sí sola. No fué necesario vestir con palabras su significado, valía tanto o más desnuda, descarnada, como si hubiera ido adornada con el mayor de los discursos...

La había distraido. Aun así la gladiadora se las apañó para lanzarle un golpe con la guadaña que, de haber acertado, hubiera forzado unas tablas mortíferas.

Pero no fue asi. El elfo oscuro bailó acercándose al cuerpo de Deseo como si un amante fuera, e interpuso, con un gesto elegante y mortal, el kukri entre los dos cuerpos, degollando a la humana con un único movimiento.

- No debes dejarte distraer así, Deseo. - dijo el elfo oscuro mientras se agachaba junto a la humana agonizante y limpiaba sus armas empañadas de sangre en la cara de su adversaria.- De todas maneras mi ofrecimiento no era falso. Ven a verme y si existe posibilidad de que ambos trabajemos juntos por algo, creeme que lo haremos. Y si tu objetivo nada tiene que ver con el mío... bien, aun asi podría ayudarte. Por un precio justo, claro.

Delderius sonrió. Deseo ya no le escuchaba. SE desagraba a toda velocidad. Con un gesto piadoso Delderius terminó su vida enterrando su kukri por completo en el cuello de Deseo. Entonces se levantó de su lado, enarboló la cabeza de Deseo frente a la multitud, y tras recibir la obación del público, la volvió a dejar junto al cuerpo de la humana. Para que los restauradores pudieran resucitarla sin problemas, a pesar de todo

DUELO PARA DELDERIUS. ARENA LIBRE PARA NUEVOS DUELOS

La Guadaña volaba, literalmente. Lo que era digno de ver, dada la envergadura y el tamaño del arma. La hoja plateada surcaba el aire como la nave de un velero surca el mar, trazando olas imaginadas en la mente de Deseo. Sonreía.

Algo alegraba el corazón de la pelirroja, algo lo hacía latir deprisa, a pesar de que otros pensamientos enturbiaban su cerebro. Tenía una misión que cumplir, y sabía el peligro que se cernía sobre sus cabezas. Pero aún así, una figura se recortaba en sus ojos, que miraban sin ver las evoluciones del acero. Una figura masculina, unas pupilas sedosas y profundas, un rostro que se acercaba al suyo en su imaginación...

La distrajo de su espejismo una capa oscura, una cabellera brillante y blanca, un andar elegante...

-¡Liu! ¡Oh, mi querida elfa! ¡Estoy contenta de verte... aunque sea para pelear...!

¿Qué le sucedía a la férrea mujer...?

Como sonríes pelirroja... alegra el verte tan feliz... casi es contagioso

Tenemos que pelear, ¿lo sabes no?... no es que hoy me apetezca, pero si no estamos totalmente en forma no nos tomaran en serio.

Esos ojos vivos, esa sonrisa condescendiente... estas distraída guapa... cuéntame cuéntame.

Aunque la sangre salpicaba la arena y el bullicio ensordecía las palabras. El combate era algo natural en ellas, podían combatir y estar conversando como el ama de casa habla mientras hace la compra.. algo innato en ellas... y no se odiaban por el dolor causado, era parte de su oficio.

Cuéntame... hace tanto que no tengo noticias alegres... hace tanto que no hablo con Anat… cuéntame eso que te hace tan feliz…