Partida Rol por web

Un nuevo impacto de los Kukris de Delderius hizo que se le nublara la vista y que su golpe no pudiera más que impactar levemente en el brazo de éste... si el combate seguí así no durarçia mucho.

Se preparó para un nuevo impacto de su oponente intentando a la vez golpearlo con su maza, pero sus heridas eran ya graves y no tenía muchas esperanzas de reponerse rápidamente.

Tras fallar en su ataque, y ser golpeado en el torso, Delderius siente el dolor del golpe, que hace que su concentración baje. Y vuelve a realizar un ataque fallido

No logro evitar el golpe de mi enemigo, que me deja malamente aturdido

Lazo un golpe contra el brazo izquierdo de Leon

En el centro de la arena... él y yo.
El sol pegando fuerte sobre los rostros sudorosos de las gradas, centenares, miles de elfos chillando como cerdos.

Balanceé mi maza con los ojos entrecerrados, asida firmemente por el mango envuelto en piel. Debía ofrecer una imagen casi divertida, un niño de quince años, con mi casco y mi cuerpo demasiado pequeño para la coraza que vestía. Pero no lo sabían, y yo sí. Mataorcos... mataelfos.

No dudé ya más, la cadena silbó y la bola cruzó el espacio que nos separaba, saltando al mismo tiempo para evitar que el golpe que Delderius había dirigido a mi brazo llegara a su destino. No lo hizo.

Pero una de las dos púas de la maza se incrustó en su cráneo. Un golpe seco, un cruiido aterrador. La sangre cayó del agujero junto con algo oscuro... probablemente su cerebro.
Sonreí...

Entré en la arena con paso firme a pesar que aquellas insaciables gargantas me recibieron con sonoros abucheos... pues yo era Kiurbu, el viento del desierto.

En el centro del coso, hallé a un muchacho, parapetado tras un escudo... con el emblema del lobo, con un yelmo que le queda grande, una peculiar maza enarbolada en su mano y el cuerpo protegido por una armadura de cuero; cada cual de distinta procedencia... curioso.

-. Bien hallado...- Le saludé aproximándome con mi perenne sonrisa en los labios... y el baile de mi voluntariosa lanza. -... me hago conocer como Kiurbu, y os juro que no os deseo ningún mal, muchacho.- Mi obediente lanza se detiene entre mis recios brazos. -. Auguro que los constantes abucheos nos acompañaran en la contienda... susurrus de viento.-

Estudié los movimientos de su extraña maza... debería mantenerme alejado de su presa.

Un nuevo rival, una nueva arena. Cada enemigo era un mundo y cada mundo un peligro. Habría que situarse rápidamente o el combate le desfavorecería.

- Mi nombre es León y me alegra que no me deseeis mal, aunque parece una burda palabrería que permita a vuestro atormentado cerebro aparcar la culpabilidad por las noches -

Mi sonrisa se acentuó ante sus palabras llenas de desafiante intención.

-. ¿Eso crees?.- Le dije justo antes de que mi cuerpo comenzase a girar acompañado de mi voluntariosa lanza.

La velocidad de mi primer movimiento sorprendió su descuidada defensa... torbellino del desierto que aferró su cuerpo y, con ayuda de ágil maniobra de palanca, voltear su cuerpo, alzándolo sobre mi inclinado cuerpo, contra la arena... lenvantando abundante polvareda con el doloroso aterrizaje.

Con el impulso de mis pierna me alcé, de mi inclinada posición, de un salto buscando con mi filo el brazo expuesto de su escudo... atravesándolo... clavándolo en la arena.

-. La culpa no reside en la mente... si no en el alma.- Libero su brazo de mi filo y me alejo unos pasos para dejar que se incorpore. -. No me habéis hecho mal... ni lo haréis en este sanguinario circo de leyes que responden a los caprichos de la dama. Digo verdad, León, al deciros que no os deseo ningún mal... no por la culpa, si no por certeza.-

A pesar de lo vistoso de la maniobra, los abucheos arreciaron contra mi... pues poca sangre había derramado. Aquello no me preocupa... viento del desierto.

Afiancé los pies en el suelo y esperé su embestida...

Tras los dos asaltos en vano me encontraba sangrando por varias partes de mi cuerpo sin entender muy bien como había sucedido todo lo ocurrido en esa arena. Las palabras del humano resonaban en mi cabeza con cada uno de los fuertes golpes que me asestaba con su lanza. La rápida reincorporación al combate era crucial. Los segundos siguientes decidirían si seguiría el vuelo de mi maza algunos asaltos más o si, por el contrario, la lanza de mi adversario se convertiría en un miembro más de mi cuerpo.

- Si no es mal lo que tu corazón anhela, ¿qué te obliga a empuñar la lanza que con tan alta estima blandes? -

Se incorporó con evidente gesto de dolor en su cara... aturdido, desorientado por este... parapetado descuidadamente tras el escudo... sin ganas de combatir por el momento... recuperando el aliento.

Podía sentir la mirada de la Dama negra sobre mi... estudiándome... deseando que le diese un motivo para poner fin a mi existencia... no podía mostrarme clemente, aunque quisiera.

Su escudo no estaba siendo enarbolado con suficiente eficacia dejando un clara brecha para introducir el filo de mi voluntariosa lanza... como así hice.

-. Venga muchacho... nos están observando.- Apremié sus intenciones.

Los abucheos se hicieron más ostensibles... unos abucheos que parecieron sacar de su letargo a mi joven contrincante.

Cita:

Aquello acentuó mi perenne sonrisa. -. ¿Qué te obliga a ti, muchacho?... ¿quizás el mismo mal que tanto mencionas?-

Quizás fue mi sonrisa, o quizás mi incierta respuesta... sea lo que fuese, los ojos de aquel muchacho se encendieron con rabia... embistiendo con su poderosa maza con fuerzas redobladas.

La bola de acero espinada buscó mi anhelo mi testa... para encontrar el escaso premio de mi obediente lanza, que me había salvado de un fatal destino.

-. Veo que mi respuesta no te ha agradado...- Afianzando mis movimientos sobre la arena. -. Todos, sin excepción tenemos algo que nos obliga, pues nadie podrá decirte que salió de las entrañas de su madre con un arma en la mano...- La curiosa imagen del enorme orco que se había compartido destino conmigo contra el Kraken inundó mi pensamiento. -. Bueno, no todos...- Sonreí. -. En mi caso, muchacho... me obliga la sangre.-

Le esperé con mi voluntariosa lanza preparada... bien aferrada entre mis manos... presta a su siguiente movimiento. La embestida no se hizo esperar, el torbellino del desierto lo volteó de nuevo aprovechando su propio impulso... con la lanza enredada en su cuerpo... un cuerpo que besaría la arena.

-. ¿Qué te obliga a ti muchacho?.- Recuperando la posición neutral, para abalanzarme al instante sobre él...

El golpe contra el pavimento no fue con tanta contundencia como la última vez, pero sí que le había dejado indefenso... a merced de mi filo. Su cuerpo rodó sobre la arena intentado evadir la letal punta de mi lanza... una audaz maniobra que, únicamente, se cobró un simple arañazo en el muslo cuando le pudo haber supuesto la muerte.

Ganó el suficiente espacio para incorporarse de nuevo con aire decidido aunque trastabillado... su defensivo filo intentó amilanar mis intenciones. Un giro de mi cuerpo y mi voluntariosa lanza lo apartó de mi camino, para terminar penetrando en su desprotegido costado... la armadura terminó por ceder.

-. Es evidente que esa armadura te viene grande... el yelmo también... incluso esa maza que portas.- Libero su costado de mi filo. -. Reconozco su enquistado significado... no somos muy diferentes.-