Partida Rol por web

Y esta vez, no logro detener el agarre de Parnassus. Aunque hay cierto brillo en mi mirada producido por la agradable perspectiva de hallar algo de acción en esta urbe después de meses de anodina rutina.

Se acercó con paso lento a la sala de entrenamiento. Necesitaba algo que la ayudara a concentrarse, algo que la centrara en sus habilidades de guerrera, y apartara de su conciencia todo el torbellino de sensaciones que la estaban envolviendo poco a poco los últimos días.

Estaba contenta, a pesar de lo terrible de su condición, a pesar del peso que los hados habían puesto sobre sus espaldas, a pesar de la difícil misión que tenía entre manos... aparecía radiante como el sol.

Salía Juan de Alvarado en ese momento de la sala, Deseo se sonrió. Su última pelea había sido con él, y el hombre había acabado con ella en un único golpe. Precisamente por eso necesitaba entrenar, centrarse, enfriar sus ánimos...

Entró, y se dio cuenta de que Parnassus era el contrincante con el que el de Alvarado había estado practicando.

Bien, perfecto. Me vendrá bien un cambio de impresiones antes de que tengamos nuestro baile a cuatro...

-Ah, Parnassus. me alegro de encontrarte aquí. Venía para entrenar un poco, gastar fuerzas, y quizá ganar algo de habilidad. Contigo será difícil tener oportunidad alguna, pero, soy una buena alumna. Dispuesta a aprender. Y a hablar...

Empezó con los ejercicios de calentamiento. Aunque rápidos en ejecución eran imprecisos, se notaba a la legua que estaba descentrada, que realmente necesitaba esta sesión de entrenamiento.

Parnassus observó a Deseo acudir en su búsqueda, y asintió ante las palabras de la mujer:

-Esto es por la derrota ante Juan, ¿verdad? El veterano lleva varios meses entrenando conmigo y ha mejorado mucho. Comprendo que hayas tenido dificultades contra él. Tus ataques son impresionantes, Deseo, pero te falta defensa. Con la velocidad que le das a esa terrible guadaña no debería de ser un problema contra nuevos adversarios, pero contra perros viejos, su lucha a la defensiva puede resultar una desventaja.- explicó mientras afianzaba sus escudos, dejando calentar a la mujer -De momento tu única opción es r a por todas, para lo que posiblemente soy la horma de tu zapato. Comprendo que desees que te enseñe y lo haré gustoso. Pero debes saber que no será cuestión de un día, compañera.- indicó Parnassus, listo ya para empezar.

Su primer movimiento desvió la hoja a un lado, trabándola por encima y saltando sobre ella, mientras usaba la arista lateral de su otro escudo para atrapar la garganta de la fatua pelirroja e in movilizarla contra su pecho:

-Por desgracia, mejorar justo en lo que adoleces te va a doler. Pero castigar las debilidades de uno es el único modo de mejorar; pronto no existirán. Por fortuna, cuando te juegas la vida aprendes más rápida, y en este Coliseo puedes jugártela tantas veces... Aprenderás, te lo aseguro.- dijo mientras la mujer se debatía bajo su ferrea presa.

Con la maniobra que Parnassus dominaba, y que ella odiaba, así había empezado la sesión. Odiaba verse inmovilizada, imposibilitada de moverse. Se sacudió, intentando zafarse de la dura presa que la fuerza del Favorito, y sus escudos, habían hecho de ella.

Se soltó por fin, pero, como ya había ocurrido en otra ocasión, no hacía mucho, la sofocación la dejó jadeando, sintiendo que la sangre pugnaba por llevar su carga de aire al cerebro, sin conseguirlo.

Deseo aprendía rápido y consiguió girar el filo de su guadaña lo suficiente como para meterla bajo la axila de Parnassus. El gladiador saltó a tiempo de impedir que la punta entrara en su costado, sajando su corazón, pero la retirada casi le destrozó el brazo contra la punta del arma de su adversaria.

-Aprendes rápido, compañera. Pronto seré yo el que tenga que preocuparme de verdad.- dijo el guerrero dejando recuperar algo de aire a su adversaria.

Golpes sobre el lado izquierdo del cuerpo, tratando de hacerla cubrirse lo suficientemente a fondo como para que su escudo entrara en su magullada garganta. La mujer tenía que aprender a preocuparse de dos zonas; aunque Parnassus comenzaba a advertir que su pupila encontraba formas inesperadas de resolver a su manera cualquier problema.

De nuevo buscaba su garganta, pero esta vez directamente con el filo de su escudo, no con la intención de estrangularla, sino de herirla, si esto fuera un combate en la arena, herirla de muerte. Bien, ese lenguaje lo entendía Deseo, y le gustaba más que la odiosa inmovilización. Morir libre no parecía una opción mejor que hacerlo en un estrecho abrazo, pero así era para ella.

Deseo respondió al ataque de Parnassus sajando a fondo a su pierna izquierda, sin importarle la serie. El impacto, aunque suavizada por la ligera deflección del favorito, fue brutal y seccionó los triceps del guerrero, que no lo sostenían, ladeándolo peligrosamente. Aun así, el guerrero, experto de mil batallas, se las arregló para cortar el brazo izquierdo desprotegido de la mujer, aprovechando su forzado giro.

Podía ser una sesión de entrenamiento, pero era cruenta como un combate ante los elfos. Y silenciosa. Seguían ambos más preocupados de sus golpes, de sus respectivas habilidades, que no de sus vidas.

-Parnassus, quería preguntarte algo, y no he tenido ocasión. ¿Qué opinas de Morkhalee, en qué concepto la tienes...?

La pregunta fué hecha entre susurros, muy próxima a su oído. No era conveniente, fuera cual fuera la respuesta, que nadie la escuchara. Ni tan sólo que escuchara la pregunta...

-¿Morkhalee? Es una de las grandes titiriteras, por no decir la gran titiritera, en todo esto. Su poder tiene pocos límites, al menos en los confines de su intcable Coliseo, que incluso los jueces respetan. Nos va a utilizar, a nosotros, anuestros amos, a todos... Lleva haciéndolo una eternidad, estoy seguro.- dice Parnassus con sorpresiva decisión, antes de arremeter con otra pregunta -¿Pero por qué preguntas algo así? Tus palabras son las de alguien que ya sabe algo; dímelo y tal vez mi opinion sea más clara, si realmente es una respuesta lo que buscas.- dijo el gladiador, tras recibir un tremendo impacto de la pesada arma de la mujer, que casi le secciona el brazo.

Deseo buscaba inteligentemente las zonas dañadas del gladiador, que estaba en evidente compromiso. Sin embargo, como bien sabía la pelirroja, a pesar de sus graves heridas, Parnassus era un verdadero peligro.

Deseo se detuvo unos segundos. Estaban en un entrenamiento, nadie podía censurarle un comportamiento que en un combate en la arena, ante las gradas repletas, le habría costado una amonestación severa.

Miró a Parnassus, la duda agazapada en el fondo de sus ojos.

¿Qué debo hacer...? Confiar... confiar, sí, pero... ¿en quien...?

-Vine a Angkortak como pago de una antigua deuda de sangre. Tan antigua como yo misma. Mi vida ha sido siempre la preparación para mi llegada, y para cumplir algo que me ha sido destinado, y que desconozco. Solo sé que he sido entrenada para matar, de modo que a eso he venido. Y he sido entregada a Morkhalee, pues con ella es la deuda. Ahora... ella me ha explicado cosas, cosas terribles que ocurrirán si no se les pone fin. Pero ha aparecido ante mis ojos no como la malvada que has descrito, sino como alguien preocupado por el futuro de todos nosotros. No solo el suyo, no solo el de los suyos. Y no sé qué hacer... no sé a quien creer...

Demasiado largo el discurso, incluso para un entrenamiento. Debe volver a combatir, antes de que se den cuenta de que algo extraño sucede entre el esclavo y ella.

-Me sorprende lo que me dices de Morkhalee, la hechicera negra, pues los rumores sobre su historia apuntan a ancestrales dioses impíos, que son quienes le otorgan su poder. Aunque difícil es saber cuándo un elfo oscuo miente y cuándo dice la verdad. Si cuentas con algún detalle sobre ese futuro del que hablas, quizá podríamos investigar sobre él y desentrañar lo que de cierto hay en todo ello. Si confías en mí, claro.- dijo el guerrero, como respuesta a lo planteado por la mujer.

Sin embargo, ella tenía razón, y era hora de comenzar a moverse de nuevo, si no querían despertar sospechas.

Una vez más, volvía a estar sujeta, y pronto esa sujeción se convirtió otra vez en esa zarpa en su cuello, esa presa férrea que odiaba, que la llevaba a un estado de ahogo agonizante.

Imposible soltarse, imposible hablar, los ojos de Deseo de clavaron en las pupilas de Parnassus.

¿Cómo confiar, si sólo existía entre ambos el lenguaje de la agresión?

La presa de Parnassus se convertía en una constricción mortal, mientras la mujer se debatia primero por sacar su arma del aprisionamiento, y luego por liberar su propio cuello. Sin embargo, su cuerpo se iba sofocando lentamente. Parnassus sabía que no podría responderle, pero habría más oportunidades, y sabía que al menos lo escucharía:

-Deseo, has mejorado mucho hoy, y aún mejorarás más en jornadas futuras, si deseas seguir con el entrenamiento. El combate, como la confianza, es una obra que necesita una sola imperfección para malograrse, y que lleva mucho tiempo completar, pero que te llenará de júbilo mientras su perfección se vea avanzar tácita. Valoro tu espíritu y tu afán de superación; cuando vuelvas a buscarme, te estaré esperando, sea para enseñarte... o para compartir tu carga.- dijo Parnassus, desde una actitud muy distinta a la que tenía cuando aquella misiva que le había entregado mediaba entre ambos.

Luego la mujer se sumió en la inconsciencia previa a la muerte y Parnassus la libero. No le deseaba el dolor de despertar entre los Monjes, y menos por un entrenamiento.

Y nuevamente puntual a su cita, el espadachín volvía a enfrentarse a Parnassus. Esta vez había un bruillo curioso en los ojos del gladiador. ¿Tal vez había decidido pasar a la ofensiva en esta ocasión? La respuesta llegó tan rápida como el primer movimiento del favorito, todo tajos y fintas. En efecto, Parnassus esta probando otros estilos más veloces.

De nuevo me preparo para combatir contra Parnassus. El gladiador, como de costumbre, se lanza sobre mi y logra sujetarme. Trato de soltarme pero, de momento, no puedo.