Partida Rol por web

Tomada por sorpresa, la joven observa al desconocido con expresión indefinida...

Le observa con atención, descubriendo que sus ropajes son superiores a los orígenes de su familia, y si bien sabe de memoria los deseos de su madre, y lo que pasaría si ella se enterase del asunto, no se amilana de ninguna manera...

Atenta, le mira con decisión, y le habla, con su tono de voz, dulce, amable, pero a la vez, distante...

-Disculpe...?-señala ensimismada, tras lo cual, se recupera pronto- Eh... Sí... Todo está bien... Pese a.. Bueno.. Tanto da..-sonríe de lado, abarcando con sus brazos a su alrededor...-Y usted? Acaso se ha perdido..? Parece un tanto.. desorientado...-pregunta, divertida, y un tanto atrevida, quizás....

"Bah.. Ya es tarde para rectificar mis palabras..."

-Saldré en una hora Señora White, haga que los mozos preparen el coche. Y que ensillen a Silver, es posible que quiera adelantarme montándolo y así llegar antes a Windfield.- le dijó a la entrañable Señora White.- Tan solo llevaré conmigo al cochero y a un chico para que nos ayude con el equipaje, creo que con el servicio de Skylands Manor tendré más que suficiente.- La Señora White asintió y se dirigió a organizar todo cuando Francis la llamó de nuevo.

-¡Beatriz! Y haga que preparen algo de comer para el camino, prefiero no tener que parar en alguna posada...

Francis dejo que Beatriz se encargará de aquelló mientras él supervisaba el traslado de sus baules de la habitación al coche. Los criados trabajaban con diligencia, sobre todo si él se hallaba presente.

Pronto todo estaba listo y Francis y sus dos criados partieron hacia Windfield. El tiempo era bueno y el coche llegaría a Windfield a la hora de comer el día siguiente.

Después de una noche de viaje pararón a un lado del camino para desayunar el refrigerio que habían preparado sus cocineros. Desde allí Francis decidió seguir el viaje montando a Silver, para así llegar a su destino a media mañana, un par de horas antes que el coche.

-...impresionante- termina la frase al cabo de unos minutos de perplejidad, admirando la enorme mansión y sus amplios jardines incluso con cierta envidia. Ojalá ellas tuvieran un terreno así de grande y bien cuidado por el que poder pasear, charlar y detenerse a leer.
Emite un pequeño suspiro pero después vuelve a mostrarse animada y enérgica, cómo casi siempre que está con sus hermanas.

-Deben de haberla heredado hace poco, o quizá comprado. Apuesto a que van a hacer una especie de fiesta de bienvenida y por eso hay tanta gente por el pueblo- asiente bastante convencida ante su deducción y después entrecierra los ojos mirando a lo lejos, intentando distinguir mejor en la lejanía.
-¿Crees que podría ser ese...?- pregunta a su hermana con curiosidad mientras la aparta un poco, siguiéndola para quedar más ocultas tras unas plantas enredaderas que penden de la valla.
Se queda en esa posición, quieta, esperando que por un casual se acerque un poco más para distinguirle, tampoco es que pretenda saludarle, simple curiosidad.

Charles observa intrigado a la mujer cuya primera impresión la muesra un tanto infrecuente, mirandola con curiosidad durante otro inacabable momento de silencio. Tras ello y con una pequeña sonrisa cortés dice: -Me dirigía a dar un paseo por las proximidades para familiarizarme con el paisaje. No soy una persona que aguante bien permanecer en un mismo sitio prolongadamente.- Añade acompañando la frase con una pequeña carcaja. -Permiatame que me presente. Soy Charles Patrick Avon, mi familia y yo nos alojamos en Crabwall Manor, la villa próxima. Me intrigó ver a una mujer pesadumbrosa y en soledad en tal día como este, y por si se encontraba necesitada decidí acercarme. Espero no ahberla molestado...- Dice dejando la frase en suspenso, dando pie a la joven a responder, sin dejar de observarla fijamente a los ojos.

Observa al joven caballero mientras éste habla, sonríe de lado:

-Vaya... Interesante...-tras un pequeño silencio, añade..-Pues yo soy de las personas que "debe" permanecer en un mismo sitio prolongadamente..-Ríe con astucia...-No se preocupe, no me ha molestado... De hecho, supongo que, simplemente, me dejé llevar por el precioso aunque caótico cielo que nos cubre... No me desagrada la soledad..-Mira hacia arriba, para luego devolverle la mirada al joven...-De todas maneras, ha sido un placer conocerle, Sr Avon... Si me disculpa... Creo que debería volver... Espero que tenga una agradable estadía en Crabwall Manor...

Le hace una pequeña reverencia respetuosa, tras lo cual le ofrece una sonrisa amable, comienza a volver hacia donde vive...

-Pues no se quién podrá ser, pero no me quedaré aquí escondida para averigüarlo -responde a su hermana y se pone en lugar visible- ¿Te imaginas qué pasará si nos descubre espiándole? No me interesa quedar como una chafardera ante él ni nadie.

Toma a Anabel del brazo y hace que camine junto a ella.

-Acostumbro acortar camino por estos prados y la servidumbre me conoce, cuando estoy con tiempo me detengo a conversar con el ama de llaves del lugar, la señora Spooner. Según sabía ésta era o es la "casa de campo" de alguien, no recuerdo quien y ella nada me ha mencionado respecto a un cambio de dueños, así que han de ser los mismos.

A lo de casa de campo le dio una entonación especial, porque le parecía insólito que sus dueños la habitaran unos pocos días al año.

-Si ese hombre resulta ser el dueño y nos dice algo le pediremos disculpas por pasarnos por su propiedad sin su permiso y nos iremos por el mismo lugar que vinimos.

Patrick queda muy conforme con como ha organizado todo para la fiesta. Sus mensajeros ya han partido, no sería extraño que algunas personas recibieran la misiva hoy mismo. Con la satisfacción de un trabajo bien realizado, y estando seguro de que gozará de toda la aprobación de su benefactor, el joven Patrick sale a cabalgar por los prados que se extienden a diestra y siniestra cerca de su propiedad. Son ya las cuatro de la tarde cuando piensa que es momento de volver. Pero aún desea espolear un poco más a su corcel y sentir la libertad de la brisa recorrer su cuerpo. Entonces cree ver dos siluetas perderse cerca de su casa, parecen ser dos mujeres pero sólo llega a atisbarlas por un momento antes de que desaparezcan por uno de los jardines del costado de la mansión.

Entonces ve salir a una de ellas nuevamente. La joven no está fijandose en su persona, más bien está hablando con otra señorita. Ambas conversan, al menos así se supone por el gesto de sus manos. El jinete se acerca un poco más, hasta que ve sus rostros. Si presentarse o hacerse el desentendido es simplemente su desición.

La belleza de aquella campiña era incomparable. Cabalgando, palmo a palmo, la redescubría. Durante su paseo, llegó a olvidar las preocupaciones, la llegada del señor, la costosa fiesta y sus recuerdos, tan llenos de pasajes trágicos y memorables.

Se hacía tarde, y se encaminó de nuevo a Skylands Manor, cuando vió a aquellas dos figuras. Disimuló, haciendo como que no las había visto. Gente de paso, quizá. Pero, luego, reconoció a una de ellas, cuando salieron de nuevo. O, al menos, eso le pareció. Parecía la misma silueta que vió el día en que llegó allí, y eso espoleó su curiosidad.

Pensó en los modales ingleses, y en que era algo rudo presentarse uno mismo a unas damiselas en mitad del campo. O eso decía la alta sociedad. Pero, en verdad, él consideraba un ritual un tanto estúpido el no poder hablar con alguien si un tercero no hacía las presentaciones. Parecía como si aquello equivaliera al conocimiento de toda una vida, y la consiguiente confianza que abría paso a la charla amistosa.

Después de todo, para un señor era aceptable saludar y conocer a gente cuando estaba de paseo. Y, durante aquellos días, él había sido el señor de Skylands Manor. Aquello le hizo sentir bien, y le dió una extraña sensación de libertad. Hacía días, meses, que venía rondando aquella idea: su propia vida. Una vida propia, sin servilismo. Pero, el dinero siempre era un problema, una traba a los sueños. A pesar de todo, no era tan descabellado. Podría regresar al ejército como teniente o capitán, con sus ahorros. Era un trabajo digno, aunque peligroso, y el sueldo era bueno.

Tras estas cabilaciones, Patrick se decidió. Hasta que no llegara su señor, y debiera volver a ser el perfecto lacayo, guardaespaldas, amigo y hombre de confianza, él era un señor. Y allí, en el campo, donde nadie le conocía, podría labrarse una mejor reputación, una reputación más digna que la de la silenciosa y eficente sombra de Lord Heddington.

Se acercó a las damas con un trote largo, elegante. Al llegar a su altura, el trote se convirtió en un paso corto, y luego en el frenado pausado y completo de su montura. Cual señor a caballo, intentó transmitir una sensación de cordialidad y protocolo. Imaginaba que la calidad de su vestimenta haría el resto. Las observó un momento, con cierta curiosidad, e intentó esbozar una sonrisa.

-Disculpen, señoritas. ¿Puedo ayudarlas en algo?

Parpadeó un momento, pensativo. Se acordó de la regla de oro, y ahora su sonrisa fue sincera. En su voz apareció el deje típico de un acento irlandés.

-Perdonen... ¿Donde están mis modales? Patrick Collins, a su servicio.

Prefirió no darse un cargo o título, porque no estaba muy seguro de cual poseía. Y, claro, tampoco suena muy bien presentarse como "la mano derecha de lord Heddington".

Con una ligera inclinación despide a la señorita sin hablar, pero permaneciendo en el sitio, observando alejarse a la joven, serio, pero extrañado interiormente. Observa con curiosidad el entorno y el "precioso aunque caótico cielo" y concluye para si que la joven, a la vez que un tanto falta de educación, era ciertamente excéntrica.

Así permaneció unos intantes hasta perder de vista a la chica.

Camina un rato más, dejándose llevar por su imaginación, el olor salvaje del campo y ese cielo al que tanto admiraba...
Mientras lo hacía, sus pensamientos se desviaron mínimamente hacia el joven que acababa de dejar atrás...

"Ciertamente, no me mostré demasiado ortodoxa... Pero.. Qué importa...? Tampoco creo que vuelva a verlo..."

Suspira, a la par que patea una roca, levemente...Es entonces cuando el recuerdo de su madre viene a ella...

"No deseo para ti y para tus hermanas más que la felicidad..."

Vuelve a suspirar, y susurra:

-Sí madre... Claro... Pero... Qué es la felicidad...? Porque ni yo misma estoy segura...

Continúa su camino en silencio, demorándose más de lo normal...

La señora insiste, es cierto que es amable y educada, pero como la mayoría de las personas con demasiado tiempo libre, algo pesada, y yo ya no puedo permitirme el lujo de perder demasiado tiempo, puesto que empiezo a necesitar dinero y trabajo de manera importante.

Una voz a mi espaldas, levemente familiar, me vuelvo, y el rostro de mi primo, al que apenas recordaba ya, se muestra ante mí, me acerco hasta él ignorando a la anciana, y le doy un efusivo abrazo, ¡Gregoire!, cuanto tiempo me separo para hablar, tenemos tantas cosas de que hablar, me alegro de que al final hayas podido personarte, no conozco a nadie en este lugar, y francamente creo que me va a hacer falta trabar amistad con alguien el incesante parloteo de la mujer hace que me dirija a ella de nuevo, recuperando los modales.

Las tertulias requieren de un tiempo que ahora mismo no disponemos señora Deburg, aunque desde luego estoy seguro que una charla con usted ha de ser de lo más entretenido, le sonrío mirando a mi primo, ¿ha saludado a las chicas?, Ya me gustaría ser dueño de una de esas casonas, pero sólo soy un simple aspirante a escritor, hago un gesto cortés Y ahora le ruego que nos disculpe, pero llevo demasiado tiempo sin ver a mi primo y tenemos tantas noticias que darnos que sería cansado hacerlo en mitad de la calle inclino la cabeza ante la señora.

Gregoire, ¿te apetece desayunar? digo con amabilidad, y cuando estamos por fin a salvo de los oídos de la señora, ¿Conoces a las hermanas Hancock? pregunto entre sorprendido y admirado.

Las señoritas Hancock estaban hablando de la posible fiesta que se vendría así como de la necesidad de adquirir nuevos vestidos para la misma, sin embargo ya eran pasadas las cuatro y la mayoría de las tiendas cercanas estarían cerradas o a punto de cerrar. De todas maneras no sería sensato ponerse en movimiento hasta la confirmación del evento.

Es en ese momento que golpean suavemente la puerta y una de las sirvientes va a abrir. Claire y Mary Ann contienen el aliento. La mujer retorna con una bandeja plateada sobre la que se encuentra un sobre laqueado. El mismo es entregado a las muchachas y luego la señora se retira.

Claire lo abre con prisa y emoción.

Cita :

Ya que ambos padres están aún en Londres, las chaperonas deberán acompañarlas. Sin embargo la idea de la tertulia es demasiado buena para preocuparse por las formalidades a las que ya están habituadas.

Es un placer conocerla señora Deburg saludo quitandome el sombrero y dejando que Jean Antoine lleve la conversacion, o mas bien la despedida tras lo que de nuevo me despido educadamente y tomo por un momento un aire mas relajado

La verdad es que si, sali pronto a cabalgar para conocer la zona y la equitacion siempre me ha levantado el apetito, podemos desayunar y ponernos al dia con lo pasado desde la ultima vez que nos vimos

Cuando comenzamos a caminar recuerdo a las señoritas

En realidad no las conozco, llegue ayer a ultima hora y ya sabes que ser presentado es algo que lleva su tiempo, pero siempre se debe saludar a una bella señorita, siempre puede despertar su curiosidad, y las damas de su procedencia en general no pueden recordar a todas las personas que les han sido presentadas