Partida Rol por web

En la incipiente oscuridad la mayoría os apresuráis en sacar vuestras linternas para iluminar el lugar. Frente a vosotros se abre la entrada, absolutamente negra hacia las entrañas del planeta, mientras a su alrededor se encuentran desperdigados sacos terreros abiertos, aparejos de minería destrozados y retorcidos y múltiples agujeros de distinta consideración, en algunos de ellos aún se puede ver manchas de sangre seca. Sin duda allí tuvo lugar gran parte del enfrentamiento de la guardia contra los rebeldes.

El olor a podredumbre lo cubre todo, aunque de forma más leve de lo que habíais esperado tras la primera oleada que salió del sello. No era agradable, pero por lo menos era soportable.

Una vez os apartáis del sello y el constante ruido de arrastre de la compuerta el silencio es casi total, únicamente vuestros pasos y vuestra propia respiración suenan en ese lugar. Más de uno sufrís escalofríos y absolutamente todos os sentís intranquilos por tanta calma en el ambiente.

Stig Silvanos provenía de un clan guerrero y el hecho de que se alistase a la guardia imperial no fue otra cosa que una gran matanza. Era joven y ya había visto brazos andando solos o cabezas que no tenían dueño. Esto era más de lo mismo, pero abandonado unos días. Con su mente pragmática funcionando lo primero era buscar cosas que pudieran ser útiles. Armas, cargadores y cosa que aún pudieran servir de algo. Es territorio enemigo, y lo más facil es crear trampas para bobos, así que había que tener cuidado con cosas que pudieran llamar la atención. Era facil que pudieran ser una sorpresa y su resultado no fuera excesivamente agradable.

- Chicos, voy a ver si veo algo interesante. De inmediato sacó su pistola y la espada. - Y ojo al tocar las cosas, igual son trampas para bobos.

Si había sido un campo de batalla igual aún quedaba algo, y si no, por la memoria de los compañeros. Recoger sus chapas para entregarlas al comisario.

- ¡Stig, alto! - dijo el arbitrador con el tono imperativo que no empleaba desde el descenso en la lanzadera.

- ¡Nada de separarse! No aún, al menos - aquel parecía el primer momento de paz desde que llegaran al planeta y no iba a desaprovecharlo. Hieronymus sabía como acababan las incursiones en territorio desconocido y había recogido los pedazos de docenas de cadetes arbites que entraban en los guetos de la ciudad colmena sin suficiente información como para permitir que un par de guardias ansiosos lo hicieran.

- La inteligencia salva vidas, soldado de primera. Ya sabemos lo que le pasó a la Guardia aqui, no nos ocurrirá lo mismo - La situación de peligro había vuelto a despertar su instinto de autoridad.

- Antes de dar un paso más, aseguraos de tener todo a punto. No tengamos prisa por morir.

- Soldado Heinrich, el mapa, por favor. Veamos que hay aqui abajo y planeemos una ruta de entrada, de salida y puntos de reunión.

- Soldado Stig, monte guardia, vigile los túneles, pero lo quiero aqui cerca, donde pueda oir la planificación.

- Reshi, por favor, cuéntanos que has visto ¿qué hay aqui dentro?

dicho esto y como para dar ejemplo, se colocó el filtro dentro de los orificios nasales y se aseguró el arnés de escalada en la cintura, aseguró la linterna en el rifle, se aseguró de la posición del selector de tiro y del seguro y comprobó si podía agarrar con firmeza el mango del arma con las nudilleras puestas, y espero las respuestas de sus compañeros.

Joer con el Arbitres marimandón. Que no me voy a ningún lado, solo voy a urgar por si encontramos algo útil y por aquí al lado, a la vista de todos. Se tenía que morder la lengua antes la injusticia de los justos.

- Si hermano, si solo merodearía por aquí, a la vista de todos. Ya lo haré cuando de su beneplacito.

Urgar entre los muertos es algo que se ha hecho siempre, y es parte de la vida de su clan. Batallar y sobrevivir del botín dejado por los caidos. Además esto no es rapiña. Es buscar útiles para todos mientras juegan a orientarse sin puntos de referencia.

- Espero que luego me dejen mirar el mapa, por si me dejan "solito", y saber regresar aquí, alemnos.

Ya que estoy castigado, cara al tunel oscuro; que es lo mismo que estar castigado cara a la pared.

Me descolgué el fusil de caza y lo amartillé para mas tarde colocar la linterna bajo el mismo en el soporte adecuado para ello.

-Cuando me escabullí por las tiendas encontré a un soldado imperial. Su nombre no es importante, baste decir que no era un mando importante del ejercito. Para abreviar diré que su cerebro parecía se parecía al rancho que suelen servir para comer... Una pasta uniforme de color gris con trocitos de algo que quieres creer que es carne.- Dije sin mirarles.- No para ba de farfullar cosas sobre sombras, tentaculos y ojos... Aparte de salpicones de sangre. El pobre soldado estaba con una camisa de fuerza, y parecía que había necesidad de ponersela... Pero aun así...

Dejé la frase a medio terminar mientras miraba al resto del grupo para hacerlos partícipes de mis temores. La palabra demonio rondaba por mi cabeza como un buitre.

Mientras miraba donde le había ordenado vigilar le contesta.

- No preocupes por él. Vamos, matamos al pulpito ese y cuando regresemos se lo decirmos; y si la cosa no tiene remedio, lo matamos también, para que no sufra.

Un brazo se podría perder, y luego un implante lo sustituía, pero si tu alma está perturbada, va a ser difícil poner un parche allí.

Heinrich apenas había comprobado y acomodado su arma, a dos pasos de la entrada cuando Hierónymus empezó a dar ordenes. Era viejo, y había sido arbitres. Si había juntado esas dos cosas, su experiencia seguramente valdría su peso en oro, así que no iba poner objeciones a que fuera el líder en este ambiente cerrado.

-Aquí está el mapa, Hieronymus. Ahora mismo estamos aquí -dijo señalando la entrada a la mina- lo de la ruta de entrada y escape está bien, pero el comisario nos dijo que estos días hubo bastantes temblores, con lo que podía haber desprendimientos que hayan cambiado la morfología de la mina... si me permite la apreciación, yo apostaría por revisar puntos medianamente defendibles cada 100 o 200 metros y establecerlos como punto de reencuentro o retirada en caso de que algo pase. De nada sirve hacerlos ahora si luego tenemos que improvisar ante un derrumbe.

Tras decir esto, se quedó mirando el mapa un momento, y luego a sus compañeros, esperando si añadían algo o no a su idea.

Mirando

- Soldado Heinrich, buena idea. Establecer puntos de defensa será más lento pero más seguro.

- Reshi, esperemos que tu testigo estuviera loco y los tentáculos fueran sólo cosa de su imaginación.

- Soldado Stig, tú serás la punta - si el muchacho estaba ansioso y quería desfogarse en combate, esa posición sería la más adecuada, además, el grupo estaría más seguro si era él el que sabía algo de trampas. Por otro lado, la idea de saquear cadáveres repugnaba al arbites, pero podían encontrar información además de útiles de combate... sin embargo, un cadáver también era un buen sitio para lo que Stig había denominado "trampas para bobos".

En otras circunstancias cualquiera hubiera dicho algo así como "Al negro siempre le toca la negra", pero Stig estaba orgulloso de ser de ayuda como guerrero al grupo.

-Arbitres, ya que esto es un equipo vamos a trabajar en él. Me adelanto al grupo, con la cuerda atada a la parte posterior del arnes. Si caigo o algo, siempre, entre los dos últimos, pueden tiarar de mi y recuperarme. Y si hiciera falta movilidad, siempre le puedo dar un tajo y sólo perderíamos el trozo del nudo un el cacho que separa mi cintura de por donde corte. Que alguien con un arma de alcance me apoye a cierta, pero poca distancia. Se sentía orgulloso de lo que decía.- Os iré indicando sitios que no me gustan, cosas que pueda considerar peligrosas o a evitar y los sitios donde podemos hacer puntos fueres de defensa. Tal vez espacios de 100 metros puedan ser mucho o pocos. Hay que ver los espacios, la orografía del tunel y las cosas que hay en el, así como sus giros y otras peculiaridades. El compañero que porte el arma de alcance, no irá su sujetando la cuerda. Ya tiene bastante con mantener el arma encarada y preparada para disparar. Suego, si meto la pata en una sima, puede soltarla y ayudar. Los otros dos, los del final, si sería interesante que la sujetaran, y si acaso uno de ellos, el último, a mi forma de ver, que se la ate también.

Así, como iría adelantado, tendría más tranqulidad para mirar cosas, pararse sin que le den la lata o incluso, para buscar entre las pertenencias de algún caido.

- Ahora, mientras salimos y no, voy a ver esos dos que están destripados a que que les ha pasado.

En automático se acercó a los cuerpos y se puso de cuclillas a ver que le podría haber sucedido a ese amasijo de carne para estar así. (Y si veía algo que le llamara la atención también, pero urgaría a distancia, con la punta de la espada, hasta estar serguro que no corria peligro su vida).

Cuando se acuclilla, ve que no hay "carne". Los montones incoherentes del suelo, le habían jugado una mala pasa. Eso y la falta de luz le habían hecho confundir el entrono. No eran cuerpos, era el relieve del suelo, que junto a las manchas de sangre que los cubrían, daban la sensación de personas muertas. Eso daba que pensar.

- Gente, para ser locos asesinos, son bastatne competentes. No se si os habíais dado cuenta pero se han llebado los cuerpos. ¿Para qué los querrán? Si hubieramos podido ver alguno, sabríamos que tipo de armas usas y a que atenernos, o por lo menos intentarlo. ¿Serán sectarios canívales? A esos los odio. Sonaba muy dolido, como resentido y asqueado. - A los cuerpos hay que darles digna sepultura.

- Y a no ser que los usen para algo o se los coman, no tengo idea de para que vale un cuerpo. Y seguro que no es para trasplantes. Su cara de asco era todo un mapa. Ahora parecía querer vengarse.

Con ambas espadas envainadas me coloco detrás de Stig.

-No te tenia por alguien parlanchín... -Armo mi rifle de caza y enfoco al fondo de la cueva.- Deberíamos estar ganandonos la birria de sueldo que nos paga el señor inquisidor. Hay xenos que cazar y quizás demonios por desterrar. Avancemos.

Sin más empiezo a caminar con cuidado por el interior de la cueva sin alejarme del grupo. Lo último que quería es que empezaran a hablar y se quedaran atrás dejándome solo.

Entráis en la oscuridad de la mina con sumo cuidado, mientras vuestros pasos resuenan inevitablemente por el silencioso túnel.

Durante un largo rato no hubo incidentes ni cambios, tan un liso túnel de piedra y tierra adornado a veces por placas de identificación que servían para que el grupo no se perdiera gracias al valioso mapa. Habían pasado diez, quince, veinte... cuando faltaba poco para que el crono de Hieronymus indicase que había pasado media hora llegasteis al primer lugar diferenciable, un enorme cruce de caminos.

En varias direcciones había diferentes divisiones del túnel, algunas con raíles que bajaban a niveles inferiores, y en un par de casos éstos se encontraban retorcidos y doblados, como si alguna enorme criatura los hubiera arrancado y separado.

Rápidamente actuasteis como habíais planificado revisando las diferentes entradas una por una mientras estabais en guardia frente a posibles ataques, pero no ocurrió nada. El fino oído del asesino revelaba que no se podía escuchar ningún sonido extraño de los túneles, y tras la arriesgada entrada del soldado Stig en uno de ellos confirmó que no había nada que supusiera un peligro.

Solo vosotros sabéis cuanto tiempo os guarecísteis allí hasta sentiros a salvo antes de continuar, pero por supuesto aquello no iba a ser tan fácil.

A apenas unos cientos de metros tras salir por el túnel que debíais tomar el suelo súbitamente desaparecía del camino, al iluminar con las linternas hacia el fondo descubrís la razón. Toda la zona que sustentaba el suelo del túnel se había hundido unos metros y desplazado hacia una de las paredes. Aún quedaba un estrecho camino a unos tres metros más abajo, pero a su lado, y durante varios metros, no había ningún suelo que impidiera al grupo caer sobre una muerte segura.

Con los símbolos de manos del Idioma de Batalla, les digo que se acerquen.

Hablando bajo comenta:

- Gente, tenemos un problemilla. Un derrumbe ha estropeado un poco el camino. Esa ironía le hizo gracia. Stig haciendo bromitas. Eso puede significar dos cosas: o empezaba a preocuparse por la mina, o estaba al borde de su resistencia al miedo. Esta parada para discutir le permitiría relajarse y cambiar el sentido y devenir de su mente. Cambiar de tercio, dirían en su planeta. - Si queréis, sigo bajando yo, os comento cómo va la cosa; si es que vamos, un respiro, atravesando el “bujerejo”. Por mi no hay pega. ¿Qué decís?

- Esta vez no Sitg, esta vez iré yo primero - A Hieronymus no le hacía ninguna gracia descender a estrecho camino, pero parecía no haber otra opción y no iba a permitir que el soldado arriesgara su vida inútilmente.

- Muchachos, con el arnés que me dió el furriel, me será más fácil cruzar que a vosotros y además, me ayudareís. Eso sí, llevaré atado a él la cuerda de Stig. Cuando llegue al otro lado me desabrocharé el arnés y tirando de la cuerda lo recuperareís. Así, iremos cruzando todos nosotros con seguridad y sin riesgos innecesarios.

- Una cosa más, vamos a ser muy lentos haciendo esto, política de silencio total, no quiero que nadie se nos eche encima - y mirando a Reshi y pensando en lo que había dicho añadió - ni nada.

- Cuidado los que crucen - y por un momento pensó en sí mismo solo al otro lado de la sima - y los que queden aqui. El más fuerte de vosotros será el último en cruzar, porque tendrá que hacerlo sin ayuda, sólo con el arnés.

- ¿Listos? Vamos allá y sed silenciosos.

- Espera, espera, hermano arbitres. Yo necesito clases, que los aparatos se me dan muy mal. Como funciona eso del arnés. Tienes que entender que me explicaron como funcionaba la pistola laser diciendo que era como una botella, que abrías el tapón y se escapa el agua, así que eso del arnés tiene que tener algo. ... Por cierto, ¿Qué es un arnés?

Había saltado a lo desconocido, había atacado la oscuridad con fiereza, pero tenía cara de miedo ahora. Una cosa es luchar y otra es enfrentarse a la tecnología.

- Vas delante para ver yo eso de como funciona el arnés, pero luego voy yo. Sólo por eso. Luego, sigo delante.

Con cuidado y precisión Hieronymus se deslizó por la pared de piedra que había quedado al descubierto, dejando caer su peso con seguridad sobre las correas enganchadas a la cuerda. Tras un breve esfuerzo que no llegó a durar unos minutos finalmente llegó al estrecho camino que había más abajo y se separó de la pared.

Sin embargo cuando comenzó a desabrocharse las correas del arnés para que los demás pudierais usarlo os disteis cuenta de algo que habíais pasado por alto. La constitución de Hieronymus no era la misma que la del resto del grupo (de hecho ninguno tiene una constitución especialmente similar a la de los demás, variáis mucho en tamaño y/o peso). El arnés que el Arbites había conseguido en la tienda del furriel estaba adaptado a su tamaño, incluido el contorno adicional que proporcionaba su ropa, pero difícilmente podría ajustarse a otro de vosotros.