Partida Rol por web

Observas con mucha atención la ventana de la parte lateral de la casa, y ves unas siluetas femeninas moviiéndose al otro lado. Te concentras durante unos instantes y distingues cuatro cuerpos distintos conforme se van cruzando por delante de la ventana. Tus oídos confirman lo percibido por tus ojos, pues, atento a las voces de las féminas, distingues cuatro timbres distintos.

Por lo demás, el lugar te parece algo extraño, pero tu experiencia y tus sentidos te dicen que no hay peligro de trampas ni emboscadas, y de hecho, a pesar de que la cabaña está rodeada de árboles, estos son demasiado altos y están algo separados, lo que hace que el lugar no sea propicio para practicar un asalto por sorpresa.

Miro con detenimiento el lugar, a ver que puedo encontrar. El oído, como he dicho alguna vez, lo tengo algo duro, pero lo que es la vista, la tengo bien fina.

- Compaña, por me entremos vemos et escuchemos, tened orexas alertas ademas de oxos.

Solo oyes las voces de unas mujeres que provienen del interior de la cabaña; no sabrías decir cuántas son exactamente, pero te parece que debe haber por lo menos tres. No se oye nada alrededor del bosque, salvo el sonido que hacen las hojas al mecerlas el viento.

En cualquier caso, Simplicio avanza con seguridad hacia la puerta, y si un avezado soldado como él no detecta peligro de emboscada, tal vez no tengas nada que temer.

Simplicio se acerca con paso firma a la puerta de la cabaña, entrando bajo el cobertizo. Llama con golpes secos; pero las voces femeninas no cesan.

"¡Abre tú, Elvira!", grita una de las voces al otro lado.

Al poco aparece detrás de la puerta una mujer blanca como la leche, que dedica una mirada lasciva a Simplicio.

"¡Virgen Santa, qué hombretón!", exclama la tal Elvira. "¡Amigas, atended, que habemos compaña acá! ¡Pero el grandullón es para mí!"

La chica agarra del brazo a Simplicio y le da un fuerte tirón, haciendo que entre.

Dentro hay otras tres muchachas, que enseguida salen a recibir a Ventura y a Ruperto, asiéndolos de los brazos con actitud muy cariñosa.

Una vez dentro, os encontráis en una sencilla estancia con una cocina al fondo, una alfombra y varios cojines en el centro, y tres habitaciones que se abren a la izquierda.

"Bienvenidos seades, señores", dice una de las dos mujeres que agarran a Ruperto. "Yo me llamo Bárbara, et aquestas son mis hermanas Elicia, Elvira et Leonor."

Elicia, que está agarrando a Ventura, saluda juguetona, con una amplia sonrisa.

"Passad et sentarvos", dice Leonor, que ha echado el brazo por encima del hombro de Ruperto, señalando con él los cojines.

Simplicio procura no dejarse intimidar ante tanta dama, y procura, además tentar sus monedas, no siendo que cambien de dueño sin su permiso. 

Mil cosas pasaron por la cabeza de Ventura cuando la jovenzuela Elicia tiró de él al interior de la mancebía. Por un momento sus sentidos se nublaron y el pecado sobrevolaba el lupanar presto a aterrizar de súbito sobre el desafortunado curtidor.

Pero las cosas pronto volvieron a su ser. Los delirios del héroe que Ventura siempre había soñado borraron el fantasma de la lujuria y agudizaron los sentidos del hombre. Como si de natural se tratase Ventura agarró por la cintura a la muchacha y comenzó a darle charla mientras observaba el resto del caserón en busca de lo que había venido a buscar.

—Pasaremos y nos sentaremos, como no; pues no todos los días tiene uno tan buen plato sobre la mesa —dijo mientras sonrío socarronamente dirigiendo la mirada a Simplicio haciéndole un gesto para que le siguiera el juego—. Así que tu eres Elicia, ¿no es así? Princesa Elicia, diría yo pues esos ojos no puede pagarlos una simple villana. Dime Elicia, bella Elicia, ¿cuantos hombres penan por esos tus ojos?

La mirada de Ventura alternaba entre la muchacha, el resto de la parroquia y sus compañeros.

Elicia sonríe y se hace la avergonzada, apretando el brazo de Ventura en señal de cariño.

"Agora los mis ojos son para vos, mi señor", dice, casi susurrando. "Et quizás querades vellos mejor solo que en compaña, si non vos parezco asaz* osada."

Puede que pudiese haberme controlado con una sola mujer, pero dos son demasiadas.

Así, abrazado a las dos mujeres, me olvido totalmente del castillo, la cabeza, el incidente del granero, los animales muertos, mis problemas en Ciudad Real...

De lo único que no me olvido, antes de quedar obnubilado por las mujeres, es de mi monedero. Que uno puede ser tonto, pero sabe como funciona el oficio, que no es la primera vez que va a un lugar de esta clase.

"Alahé, que aprovecha el tiempo mi remilgada prima", se burla Elvira. "¡Et non me se adelantó la muy perra? Levantad, señor soldado", exhorta a Simplicio, tirándole de las ropas, "¡que a mí nadi me toma la delantera! Apartémonos allá adentro, et mostradme lo que sabedes fazer, que deseo saber si ha fallado mi olfato cuando olí en vos a un hombre de verdat."

"Id", dice Leonor, "que nosotras nos quedaremos acá jugando con aqueste apuesto rubito."

Y, de un abrazo, intenta empujar a Ruperto para que se tienda sobre los cojines.

"¡Ja!", se ríe Elvira, mientras intenta empujar a Simplicio. "¡Cuidarvos, pequeño señor, que a nada que caigades en un descuido vos van a comer aquestas lobas!"

Las prostitutas atacan como si llevaran meses sin catar hombres. Entre los juegos seductores que se traen con vosotros, y atentos también a vuestras bolsas, dais un rápido vistazo alrededor. No hay ni rastro de Esteban, ni tampoco veis indicios de que pueda estar aquí escondido, aunque nunca se sabe.

Entretanto, Bárbara se levanta y se dirige a la cocina. Allí trastea entre unas cazuelas y saca una especie de pipa y una yesca. Después echa mano a una bolsita que lleva en el interior de sus ropas, se da la vuelta y vuelve junto a Ruperto y Leonor.

Nunca se vio caballero de damas tan bien servido. Aunque en aqueste castello hay más bien pocos. ¿Acaso semos nos los único homines de acá? ¿Et damas hay más?

Eso que en pipa fuma esa bella moza, huele no mal. ¿Puedo catarlo yo también a ello? , pues a ella el catar si procediere ya se hará Si la moza asiente y si la mi  bolsa no se  resiente.(1)

Antes de presentarse asi mismo y a los suyos, Simplicio decide hacer una pausa para escucharlas.