Partida Rol por web

- Asi sea.

Simplicio mira al resto del grupo, que anda dubitativo.

Ni Ventura ni Roger parecen tampoco muy decididos a hablar con la muchacha.

"¿A dónde os la queréis llevar exactamente?", pregunta Ventura a Simplicio. Y, observándola, añade: "No creo que acceda. Si apenas se atreve a mirarnos; parece que es de esas mujeres recatadas que rehúyen la compañía de los hombres. Además, no sabría qué decirle. Será mejor que os acerquéis vos, maese Simplicio, y hagáis lo que tenéis pensado. O eso, o seguir negociando con Sancho, ya que hemos escondido la cabeza, como él nos dijo."

Simplicio ve tan tímidos a su compaña que opta por intervenir él, así que se acerca a las muchachas lavanderas y dice:

Disculpen fermosas damas, busco a la dama hija de Sancho, para tratar un tema con ella, de no poco valor y de muxa importancia, y es alguna de vos, que se alce y que venga conmigo a ese apartado,lejos de orexas ajenas, pues tengo nuevas para darle y no buenas nuevas.
El resto de damas, que no tema mal en mi, que si nos separamos no  es para pecar, y si para fablar.

Las muchachas abandonan momentáneamente sus fregoteos bajo los arcos del aljibe y miran al gigantón de Simplicio. En un principio se quedan paradas y calladas, sin saber qué decir, intimidadas por su estatura. Luego todas miran a la hija de Sancho.

Esta está tan sorprendida que ni siquiera se da cuenta de que se ha quedado mirando a Simplicio. Cuando se percata de ello, baja la vista nerviosamente.

Con un hilo de voz apenas perceptible, le dice a Simplicio:

"Non sé qué nuevas son esas que podríades haber vos para mí, señor, pero cualquiere que fueren fablaldas con mi padre."

Está bastante nerviosa, y para colmo las demás mujeres están empezando a cuchichear y a sonreir maliciosamente. La situación es cada vez más incómoda para la hija de Sancho, que es la única que sigue con su trabajo, mientras las demás están expectantes.

"¡Venga, Adela!", la anima una de sus compañeras. "¡Que aqueste hombretón non ha de esperar siempre, et tú non te vas a casar con tu padre!"

Algunas de las muchachas se ríen, y Adela se pone roja como un tomate. Al verla así, otra de las mujeres reprende por lo bajini a la que ha hablado, que vuelve al trabajo; las otras poco a poco también van agachándose para seguir fregando las escudillas, pero dedican a Simplicio miradas fugaces.

Simplico lo intenta otra vez:

Vos haceis bien.juiciosa dama, en no ir con extraños ni a heredar. Lastima que lo traido por me,  no sea cosa de herencias ni de casamientos, solo de amorios pero hacia un padre, pues ambos queremos su bien y no mal para él.

Acompañadme ahi, a la vista de todas para no malpensar,ni ellas ni vos, y darme en tiempo  lo que un gallo mañanero  gasta en cantar. A partir de hay vos juzgar.

"¡Dios santo!", exclama Adela, "¿non me habedes de librar daqueste tormento? Vamos estonces, que más ayna quedaré libre de vos cuanto antes termine de escucharvos."

Habla con muy mal genio y muchos aspavientos, pero parece que lo hace de cara a las demás, que siguen con sus tontas risitas y cuchicheos.

Adela suelta las escudillas en el barreño y sale disparada hacia la zona cercana a la torre de don Xurxo, justo delante de la letrina, sin esperar a Simplicio, y cuando este llega a su altura, le habla en voz baja.

"Señor", te dice en voz muy baja y bastante molesta, "que me buscades la ruina. Vos lo ruego, dejadme en paz, ¡que nos va a ver mi padre!"

Perdonar mi atrevimiento fermosa dama, pero la razón que me lleva a importunarla merece tal atrevimiento. No traigo buenas nuevas, e incluso peores pueden llegar a ser si no obra vuesa merced, con tacto y tiento.
 

Su padre, maese don Sancho el cocinero, anda en una lyd , que si fuerase solo difícil no sería tan mala, pues de aquesta que os fablo es mas allá de mala, mas peor que mala, et mas repeor que peor et que mala.
 

No pidaisme dama, que os fable de los detalles, pues sería peor la cosa, pues crecerían ambos, la demora et el peligro.
 

Vuestro amado don Sancho, aun puede salvarse si nos dais ayuda, ayuda sencilla pero eficaz.
 

Uno, no fables de esta charla con nadie, amigo ni enemigo,  ni siquiera con el vuestro padre, pues aquesto, ayudarle no le faria, et dos, decirnos presto , et veloz, como podemos entrar en los aposentos del comendador, ese que lleva tiempo encerrado et que alguno de los que acostumbran a servirle conoce el sendero. Llevarnos vos a ese camino, o indicarnos alguien que asin facerlo bien pudiera, et no temáis , mejor rezáis por el vuestro padre, por todos los de aquesto castello, y por nos acá presentes, que de nuestro rápido juicio et veloz entendimiento, et de la  nuestra firmeza et valor, dependen la salud et la vida de muxos .

"¿Mi padre? ¿En una lyd?", pregunta, nerviosa. "¡Por Dios, non querrá matar al Esteban? Mas, ¿qué aprovecha en ello el ver al comendador? ¡Si tiempo ha que nadi le ve!"

Adela mira inquieta a sus compañeras, con rápidos movimientos de cuello. Sabe que no hay tiempo para explicaciones ni se las vas a dar, así que se muerde los labios, intentando tomar una decisión, hasta que, finalmente, habla.

"Nadi puede entrar en los aposentos que non sea de la confianza de don Fernando. Cuatro criados le sirven et dos son mi padre et mi madre, et con ellos van Eustaquio et su mujer. Agora mesmo credo que están sirviéndole. Ellos tocan la puerta para entrar. Non puedo decirvos más. Perdonadme por lo que he de fazer."

Adela le arrea un sonoro guantazo a Simplicio, de tal forma que a este se le cae la gorra, dejando ver su brillante calva. Un vigía que hacía la ronda por el adarve, y que estaba observando la escena, empieza a carcajearse. La muchacha vuelve a toda prisa junto con sus compañeras, cuyas risitas y cuchicheos aumentan en intensidad.

Simplicio, sonrie recoge y se ajusta su boina, y para sus adentros piensa:

-A fe, de haberme comido tortas de manteca menos dulces que ésta.

Y muy ufano, se dirige a donde estan sus compañeros.

Una vez con la compaña dispuesta, simplicio les explica sus conclusiones:

-Algo fablé con la hixa de Sancho, y mis mejillas aun coloradas, bien que  pagaron el impuesto.

La chica dijome esto:

"Nadi puede entrar en los aposentos que non sea de la confianza de don Fernando. Cuatro criados le sirven et dos son mi padre et mi madre, et con ellos van Eustaquio et su mujer."

Es más que facil, que por la hora en la que andamos, alguno de aquestos sirvientes, ande cerca, asi que cosa juiciosa será ir pallá.

Dicho lo cual, el grandullón marcha,  y hace gestos para que los demas le digan. Pretende dirigirse hacia la zona donde él cree que limitan los aposentos de don Fernando, con la esperanza de que la diosa fortuna le sonria al menos por aquesta vez.

Os quedáis junto al aljibe, donde las criadas siguen con su faena. Estas dedican fugaces pero continuas miradas a Simplicio, ríen y cuchichean entre ellas, pero Adela se mantiene al margen y no levanta la cabeza ni una sola vez. En la muralla, el vigía que fue testigo de la escena anterior, se la cuenta a otro muy efusivamente, haciendo gestos y alzando la voz.

El tiempo pasa, y las criadas van terminando su trabajo y recogiendo baldes, barreños y cuencos y llevándolos al edificio donde comen. Después, Adela cruza hasta la cocina, rápidamente y mirando al suelo.

Pasa un rato antes de que se abra la puerta del edificio que estáis vigilando y alguien baje las escaleras. Por sus ropas está claro que es un criado.

Mientras está bajando, oís un portazo a vuestra izquierda. Cuando volvéis la vista, veis a Adela cubriéndose el rostro con las manos y corriendo hacia el edificio de los criados, el contiguo a la torre del homenaje, gritando y llorando. Acto seguido, Sancho asoma por la puerta, os ve y se dirige hacia vosotros con paso enérgico. Entonces véis que sostiene un enorme cuchillo.

Sancho se dirige directamente a Simplicio, y se acerca a él amenazante, a menos de media vara. Ambos hombres rivalizan en corpulencia, pero a Sancho le confiere aún mayor presencia la patente furia que trata de dominar.

"Estúpido", susurra con ira contenida, levantando la punta del cuchillo en dirección a Simplicio. "Debería rajarte."

Entonces Sancho mira hacia arriba, hacia las murallas, y a la puerta, donde los vigías asisten a la escena con mucha curiosidad, pensando seguramente que solo se trata de un padre enfurecido ante un pretendiente de su hija. La persona que bajaba por las escaleras también se detiene, expectante. Sancho consigue apaciguarse y baja el cuchillo.

"Suerte habedes de que vos necesite", dice finalmente. "Fazed lo acordado et habredes ocasión de entrar donde queredes, yo mesmo me ocuparé. Pero si vos acercades a mi familia, vos desollaré vivos. ¿Estamos?"

Sancho permanece unos segundos mirando fijamente a Simplicio, y después da media vuelta y vuelve a la cocina.

Simplicio no parece inmutarse ante la amenaza de Sancho, de hecho su lanza es más que el cuchillo del otro, y su conocimiento del arma y del oficio le dan  confianza en si mismo.

Ua vez pasado el suceso, mira a sus compañeros y les dice.

- temome, que debemos esmerarnos en trazar el plan para meter en el ajo al soldado preñador, pues Sancho conocedor de nuestra estratagema, a buen seguro fabrá alertado a los otros y él será el único al que podamos recurrir.

¿ a todo esto, ¿ cómo anda el embuste de la cabeza?

Temome compaña, que no podré de facer todo esto yo solo.

Ego puedo enredar a los mozos, para que del establo salgan, pero alguno de vuesas mercedes deberá de traer aca al preñador.

Los mozos son cosa mia, y del preñador que vuesas mercedes se hagan cargo.

Tal vez, de su preñe podamos hacer sangre, siendo como parece ser debilidad en él. Embustemos pues, una cita con la hija de Sancho, a la que él no pueda negar la presencia, y llevemos alla,  a Sancho al frente.

Juicioso seria fablar la trama con el cocinero, y más aun cuando la vez última recibiome cuchillo en mano.

¿ que opinan vuesas mercedes de aquesta trama? ¿procedemos con la cita?

Simplicio se rectifica:

Creome mejor, arreglar el asunto de noche, siendo asin más facil que los mozos de cuadra no esten en sus labores, y siendo como es la noche más territorio para el amor y la lujuria.

Condimentemos esta lyd esta noche, y sirvamosle el plato al preñador.