Partida Rol por web

Habían pasado ya varias horas y los nervios se lo comían por dentro. Estaba allí esperando desde la una del mediodía y no había señales del tipo aquel. Sólo se había ausentado de la oficina durante un par de minutos para ir al baño, y dejó encargado a Peter -un muchacho no muy listo pero obediente al extremo- con un mensaje muy claro: Si viene alguien preguntando por mí, sea quien sea, le dices que me espere, que vuelvo en dos minutos. Y que no se marche bajo ningún concepto...

 Pero nada, nadie había pasado aún por la oficina y Ulysses estab temiéndose lo peor. Quizá aquel tipo no aparecería por allí, o quizá lo habrían echado del trabajo a ver que había perdido la grabadora... Quien sabe

Y al fin, apareció Ned. Era un hombre orondo y de aspecto bonachón, que bajo las escaleras que llevaban hasta la oficina con aire agobiado. En cuanto vio la oficina dio un par de golpecitos al cristal, antes de asomar la cabeza con una sonrisa.

- ¿Usted Ulysses Brown? Yo soy Ned. ¡Encantado!-le saludó el hombre, con una alegría y efusividad que resultaban contagiosas. Un placer conocerle.

Aquel tipo no era ni mucho menos lo que Ulysses hubiese esperado de un investigador de lo paranormal. Ni era un jovenzuelo loco ("bueno, algo loco si que parece"), ni tenía un aspecto misterioso, ni parecía un erudito salido de un libro de ciencias ni nada por el estilo. Es más, a Ulysses le chocaba incluso su aspecto físico, poco dado a huir corriendo ante un fantasma y escabullirse con facilidad por cualquier agujero.

Todo ello le reportó una pequeña satisfacción: por un momento no se sintió tan "lejano" de su interlocutor cómo pensó en un principio. Al fin y al cabo se parecía un poco a él en ciertos aspectos y eso lo tranquilizaba un poco.

-Pensé que ya no vendría... Llevo toda la tarde dando vueltas a la cabeza acerca de este cacharrillo y su propietario, pensando qué hacer con él si usted no aparecía...

La cabeza de Ulysses se formulaba en aquel momento muchas preguntas, una a una, aturrulladamente, sin orden preciso y sin prioridad alguna ("¿De qué va todo esto? Explíqueme qué hacía en el túnel. ¿Qué son esas extrañas voces que se escuchan en la grabación? ¿Qué es eso de unos cadáveres en los túneles? ¿Y el fantasma, qué tiene que contarme? ¿Quién es usted exactamente y a qué se dedica?¿...") No sabía por donde empezar. Es más, no sabía si debía empezar o si tan sólo debería entregarle la grabadora y punto.

- Ah, siento mucho el retraso. El hombre se llevó la mano a la cabeza, algo avergonzado, retirándose la boina. Me temo que me equivoqué de línea de metro y no conseguía encontrar su oficina. Rió, algo divertido ante su propia torpeza.

Algo dubitativo al principio, Ned acabó tendiendo la mano hacía la grabadora que sostenía Ulysses. Al fin y al cabo, era lo que había venido a buscar. No quería parecer maleducado, pero tampoco hacer perder el tiempo a lo tonto al trabajador del metro. Seguramente tuviese cosas más importantes que hacer que charlar con un viejo parapsicólogo.

- Muchas gracias por recogerla. Me costó un buen dinero en Amazon, y eso que la encontré de oferta. Me gustaría devolverle el favor de alguna manera. Si tiene alguna tarde libre, conozco una de las mejores tiendas de donuts de Nueva York. comentó, guiñando un ojo con compañerismo a Ulysses. Desde luego el hombre era un tipo muy amable y quizás parte de su locura fuese, precisamente, esa capacidad de ser tan extrovertido y familiar con todo el mundo.

Tras esta breve charla Ulysses empezó a sentirse más cómodo. Ned no parecía ningún loco peligroso, sino todo lo contrario: un tipo de lo más normal, bonachón, simpático y hasta cierto punto familiar. Parecía una persona afable con la que quizá pasar una tarde diferente charlando de diossabequé e incluso echar unas risas. Además, esa invitación a tomar algo juntos fuera del entorno laboral era la ocasión perfecta para despejar algunas de sus dudas. Ned había ofrecido la posibilidad de quedar una tarde para tomar unos donuts, pero por su pinta posiblemente también le apetecería tomar una cerveza... y Ulysses tenía interés por saber YA algo referente a toda aquella trama, así que no lo dudó un segundo:

- Había previsto la tarde libre para poder atenderte, y todavía es temprano para cenar en casa. Qué tal si cambiamos esos donuts por una cerveza y me cuentas un poco lo que estás estudiando en mis túneles? A un par de minutos de aquí está el Bar de Harry, y podemos sentarnos tranquilamente a charlar...si te apetece, claro!

- Uf, me temo que no puedo tomar demasiado alcohol, aunque....bueno, una no puede hacer daño, ¿no?- respondió, risueño. Volvió a calarse la gorra e hizo un gesto para abandonar la oficina, para ir a donde hiciese falta.

La cara de Ulysses se iluminó por unos segundos. Al fin iba a tener la oportunidad de conocer de primera mano todo lo referente a este extraño tipo y sus fantasmas de los túneles.

-Pues andando, no se diga más

Juntos abandonaron la oficina y caminaron tranquilamente por la 59St hasta la esquina con Hamilton Av. y a unos 30 mts vieron el luminoso de neón que les invitaba a pasar. Harry's Bar, un pequeño antro donde se daban cita personajes de lo más pintoresco, desde ejecutivos con la corbata desanudada tras un arduo día de trabajo a jugadores de rol empedernidos. En el Bar de Harry todos se sentían como en casa, gracias a esos pequeños reservados de madera típicos de las tabernas irlandesas, muy similares a los departamentos de los trenes antiguos. Como aún era temprano, estaba medio vacío y se podía charlar tranquilo. Pidieron un par de jarras de Brooklyn y se sentaron en un apartado lejos de la barra.

El primer trago fue largo, muy largo y pausado, y se observaron en silencio. No es que estuviesen midiendo sus fuerzas, pero casi lo parecía. Como el silencio debía romperse de algún modo, Ulysses preguntó sin más:

- Y bien, cuéntame...

La charla duró largo y tendido. Ned era un tipo agradable que tenía la capacidad de hacer que el tema más insulso de conversación resultase cómodo y divertido. No todo fue del interés de Ulysses, para que negarlo, pero al humilde trabajador del metro le resultaba difícil darse cuenta de que su compañero de bebida se estaba yendo por las ramas.

Sería cruel decir que Ned no respondió a sus preguntas por que lo hizo: sencillamente disfrutaba de una buena cerveza y de una buena conversación. El hombre no tenía la menor vergüenza de contar que había bajado a los túneles buscando la zona más cercana al lugar donde la mafia siciliana se libraba de los cadáveres indeseados allá por los años cincuenta. Su intención, lejos del vandalismo, no era otra que grabar una inofensiva aunque siniestra psicofonía.

El interés de Ned creció enormemente cuando Ulysses le habló de su fantasma, y fue incapaz de contener su emoción. Completamente emocionado y sacando una libreta y su recién recuperada grabadora, tomó rápidas declaraciones del tema. Todo para su web, Verdad que nos Ocultan. Al parecer el viejo contable retirado había dejado atrás una estresante vida tras sus problemas cardíacos y, teniendo suficiente dinero para vivir lo que le quedaba, decidió vivirlo como el quería.

Y eso era como parapsicólogo aficionado.

Ulysses no daba crédito a su asombro. Toda la vida pensando en sus miedos que lo acorralaban contra las cuerdas cuando escuchaba algo extraño en los túneles y...allí estaba él, aquel tipo extraño, asintiendo con total entusiasmo a todo lo que él estaba contando. Es más, asintiendo muy, muy interesado en su historia y en todo lo relacionado a esos interminables años de temores y sudores fríos vividos en primera persona bajo los túneles. Y él, el viejo Ulysses, podía ser uno de los principales colaboradores en destramar la historia que Ned pretendía contar; quizá el colaborador principal, el protagonista -como había dicho Ned con el bigote lleno de espuma de cerveza tras un trago de celebración- El, un viejo negro trabajador del metro, que aprendió a leer cumplida la veintena, que durante muchos años fue simplemente un chico negro que deambulaba por los túneles... El, Ulysses Brown, protagonista de una historia que leerían miles de personas? No podía creerlo. No entendía cómo el destino manejaba las personas y las situaciones y las hacía coincidir de manera tan inverosímil.

No se habían dado cuenta, pero la charla había llevado de una Brooklyn a una segunda, y de esa a una tercera. Habían pasado casi dos horas desde que llegaron al Bar de Harry y este se había ido llenando poco a poco. El ruido de fondo y la euforia que producía la bebida habían hecho que el volumen de la conversación hubiese ido subiendo poco a poco hasta casi hacer participar al entorno más inmediato de la misma.

-Bueno Ulysses, se me ha hecho ya un poco tarde, y debo empezar a trabajar de lleno en la historia que me has contado. Todo esto empieza a cobrar más sentido del esperado y quiero echar un vistazo a mis notas y escuchar de nuevo mis grabaciones, para poder hilvanar los entresijos de todo esto... Si te parece podemos volver a quedar otro día y seguimos charlando del tema.

-Sí, es tarde, no pretendía entretenerte tanto, y...

-No, qué va, no te imaginas lo provechosa que ha sido esta charla contigo! Voy a dejarte mi teléfono para que puedas localizarme, ya sabes, para que me llames de inmediato si detectas algo sospechoso ahí abajo, y...

Ned se dio cuenta de inmediato del letal efecto que esa frase había creado en su interlocutor. Los ojos de Ulysses reflejaron por un segundo un miedo irracional, la tez amarilleó en segundos y la frente se perló de gotitas de sudor frío. Era necesario tranquilizar a ese pobre hombre de algún modo...

-...y bueno, buscar una explicación y una solución a todo lo que puede haber estado ocurriendo durante estos años, qué quizá no hayan sido más que extrañas coincidencias aliñadas con un poco de oscuridad y ruidos lejanos de vagones. No te puedes hacer una idea de la de casos como este a los que me he enfrentado en los que el fantasma resultaba ser una vieja tubería por la que se colaba aire o un nido de comadrejas en un rincón de un desván!!

Con un gesto tranquilizador y tras una palmada en el hombro, Ned le tendió una tarjeta con su nombre y un logotipo extraño, donde volvía a aparecer aquel ser de grandes ojos almendrados que protagonizaba la pegatina de la trasera de la grabadora. Ulysses, un poco más tranquilo, la guardó en el bolsillo y se levantó del asiento acompañando a Ned en su salida hasta la calle. Allí se despidieron como viejos amigos, como si se conociesen desde siempre. En cierta manera, ahora Ned lo conocía desde siempre. Al menos conocía desde siempre una parte de él, una parte muy importante que nadie había querido comprender hasta ahora pero que, según parece, era real...o al menos existía, fuese real o no.

El día había sido largo, muy largo, y se sentía cansado. Estaba deseando llegar a casa, abrazar a Maggie, besar a sus hijos, comer algo caliente y meterse en la cama para compartirlo todo con su esposa. Quizá ahora ella lo entendería.

Rick encendió un cigarro mientras se recostaba en una pared, era domingo por la tarde. Y no había apenas nadie en la calle. Cuando termino de encenderlo se levanto los cuellos de su gabardina y volvió a meter las manos en los bolsillos.

“Maldito frio Dios… A ver cuando aparece este hombre”

Saco la mano del bolsillo y miro su reloj, acto seguido volvió a meterla para no congelársela.

La mañana había amanecido fría, muy fría y seca, lo esperado para la fecha. Ulysses se levantó temprano, se echó un poco de agua fresca en la cara y preparó un café bien cargado, un ritual que venía perpetuando desde hacía años.

Se vistió deprisa, se abrigó a conciencia y salió a la calle en dirección a la oficina del metro. no eran aún las siete de la mañana y ya se empezaba a sentir el pulso de la ciudad. Estaba ansioso por llegar a su oficina, organizar el trabajo del personal y dar una vuelta por los túneles. Quizá Ned se pasase de nuevo por allí, o quizá le mandase algún mensaje o le dejase algo escrito en el blog... No sabía por qué, pero tenía la sensación de que hoy le esperaban nuevas sorpresas.

Thomas se había levantado tarde, a fin de cuentas era un puñetero domingo, y no fue hasta después de comer que recordó que había quedado con Rick para ir a echar un vistazo al Lumière.

-En qué cojones estaría yo pensando para ir a un bar de salir un jodido y condenado domingo... ayer habría sido el día, pero no...a todo esto, ¿qué fue de mi sábado?- el policía no recordaba haber pasado por ese día de la semana, su único respiro de lo que, en su opinión, era una rutina de mierda.

Se aseó un poco por encima y se vistió como buenamente creía para pasar sin llamar la atención. Sólo parecía otro tipo de cuarentaitantos que iba a tomar algo. Ahora sólo tenía que acordarse de dónde demonios había quedado con Rick... hacía veinte minutos.

-Mierdamierdamierda...- iba murmurando entre dientes, ¿o sólo lo pensaba y lo articulaba en silencio?, a lo largo del camino hasta el lugar donde, a lo lejos, atisbó la inconfundible figura de su compañero -seguro que el muy puta llegó a la hora y lleva casi tres cuartos pasando frío...-aquello iba a suponer una buena ración de quejas a aguantar, pero en fin, se lo había buscado.

Saludó con la mano con poco entusiasmo sin molestarse en disculparse, ya llevaban mucho tiempo conociéndose para andarse con chorradas -Entonces, ¿vamos?- preguntó, esperando que Rick no hubiera decidido que era una buena idea ir armado a un garito de "moda"

Siguió caminando hacia la estación y poco a poco le invadía una extraña sensación: había una calma inusual en el ambiente. Algunas de las tiendas habituales que ofrecían café, bollos y demás cosas para comer permanecían aún cerradas; El kiosco de prensa -que a esa horas habitualmente tenía algún cliente- tenía aún la persiana echada y los fardos de periódicos en un lateral sin desembalar; El tráfico no bramaba intensamente como era habitual a esa hora; Un par de barrenderos deambulaban tranquilamente camino del parque, sin mucha prisa... ¿Qué es lo que pasa? se preguntó extrañado mientras aflojaba el paso.

Se sintió un poco aturdido, dubitativo, desorientado. Aún no pensaba con claridad. Era muy temprano y en su cabeza daban vueltas entremezcladas todas las historias que había escuchado la noche antes en el bar. Aún resonaban las últimas palabras de Ned "... ya sabes, para que me llames de inmediato si detectas algo sospechoso ahí abajo, y..."

¿Qué pasa aquí? ¿Qué está sucediendo? ¿Qué me está sucediendo? !!

De repente una voz conocida lo sacó de su ensimismamiento:

- Hey Ulysses! Qué haces por aquí tan temprano? -Le pregunto Sam, el kiosquero del barrio

- Temprano?

- Vaya, no me vayas a decir que ahora los oficios son a las siete de la mañana...

- Los... oficios..?

- Sí, hombre, no me dirás que vas a misa a esta hora!!! Y sin Maggie!!

Jodeeeer....es domingo!!! Por eso no hay nadie en la calle... No pasa nada, jajajaja, no pasa nada extraño. Qué estúpido he sido!!!

- No, Sam, he salido a refrescar un poco las ideas. Tengo un asunto en la cabeza que no dejo de darle vueltas... y necesitaba pasear un poco y respirar tranquilo. Eso es todo.

- Ah, bien, es eso... Pues nada como un buen paseo matutino por el parque para despejarse! Imagino que luego pasarás por aquí con Maggie y el pequeño. Tengo algunos cuentos para él...

- Cuenta con ello, Sam, cuenta con ello. Ya sabes lo que le gusta venir los domingos al parque... "los domingos, jajaja"

Después de pasear un poco, descansar en un banco y ver un rato corretear a las ardillas, Ulysses se encaminó de vuelta a casa. Cortó un par de flores para Maggie para improvisar un pequeño ramillete y pasó por la tienda a comprar leche y un par de cosas más. Cuando llegó a casa su mujer lo esperaba levantada preparando el desayuno. Su extrañeza inicial ante la salida matutina de Ulysses fue en aumento cuando este apareció con las flores como regalo, y su sicología femenina le indicó sin lugar a dudas que algo sucedía a su marido. Le besó con suavidad en la cara, le abrazó con cariño, y le invitó a sentarse a la mesa.

- Bueno, cuéntame que sucede, grandullón, que aún es temprano para ir a la Iglesia...

Con bastante trabajo al principio, y luego ya algo más relajado, Ulysses fue contando a Maggie todo lo acontecido, desde el extraño encuentro inicial en los túneles a la entrevista de la noche antes con Ned, sin obviar la información que este atesoraba en su blog y los extraños sonidos registrados en la grabadora. Al finalizar Ulysses se sintió bastante relajado al compartir todo aquello con su mujer. Parecía que ya todo era menos complejo, menos caótico, más abarcable... Maggie se levantó y esbozó una sonrisa...

- Bien, vamos a vestirnos y a acudir a los oficios... El buen Dios seguro que nos ilumina el camino...

Recogieron la mesa del desayuno, se asearon y se vistieron y salieron con el pequeño a misa, como cada domingo.

Ahora ya como una familia feliz y como un sencillo trabajado con muchos menos problemas que antes, Ulysses fue con su mujer y su nieto a la casa del Señor. La comunidad, tan familiar y agradable como siempre reunida en su pequeña iglesia como una familia aún más grande, acabó de llenar el espíritu de Ulysses de calma.

La misa, amenizada por el coro de godspel del barrio, fue tranquila y larga, pero nadie de los presentes lo hubiera dicho. La música formaba una importante parte de ella y el sacerdote, un hombre joven que había llegado allí hacía poco, se había dedicado a sus fieles con toda su alma desde el primer día. No existían ya muchos jóvenes con vocación, pero habían tenido la suerte de recibir uno de los buenos.

Tras predicar el amor al Señor y la alegría de la vida que se anuncia en menos de un mes, pues ya eran fechas de adviento, el sacerdote fue a concluir la celebración. Llevaba en las manos unas cartelas blancas: anuncios de la comunidad que querían compartirse con el resto. Recuerdos de los difuntos, mercadillos, obras de teatro de los niños.

Pero hoy las noticias no iban a ser tan benevolentes.

- Gracias a todos, hermanos, por este momento de recogimiento. Antes de marchar, me gustaría rogaros a todos que ayudéis a Blanca y a su familia a encontrar a Tona, su hermana y parte de esta comunidad. El hombre inclinó la cabeza con tristeza, antes de señalar levemente a Blanca, que subió al escenario. Una rechoncha mujer afroamericana, como gran cantidad de los allí congregados, que desde luego lucía un semblante de puro miedo y preocupación. Pueden hablar con ella y, por favor, si averiguan algo compartanlo para permitir que, en navidad, una familia más se reúna al completo. Podéis ir en paz.

Un murmullo general se alzó con un "demos gracias al Señor", antes de que parte de la gente se acercase a Blanca, junto con el joven sacerdote, que parecía dedicarle unas palabras de ánimo en aquellos duros momentos.

Ulysses y Maggie se apretaron las manos y se miraron a los ojos con un solo gesto. Su doble condición de padres y abuelos les hacía ser muy comprensivos acerca de lo que podría suponer perder a un hijo. La madre  de Tona estaba destrozada por la pérdida de su hija, tanto que era su otra hija Blanca quien, con un poco más de entereza, hacía de portavoz de la familia y atendía a los vecinos que querían interesarse y ofrecerse para ayudar en lo posible.

Esperaron un poco a que se despejase el escenario y Blanca se quedase más tranquila para charlar. Al fin y al cabo ambas familias eran vecinos de la misma calle y se conocían desde hacía años, y podían conversar acerca de ciertos temas con mayor intimidad.

Con la aparente facilidad que tienen las mujeres para empatizar con las demás, Maggie se acercó a Blanca, la besó y con los ojos llenos de lágrimas se abrazó a ella y ambas rompieron en un sollozo que dio pié a un llanto incontrolado. Ulysses se acerco por un lado y le tendió su brazo, fuerte, cálido y protector.

-Qué tal estás, Blanca?

-Dios mio, Maggie, ya son varios días....

-Lo sé hija, lo sé... No se sabe nada nuevo?

-Nada, nada, nada... Sus ojos vacíos daban énfasis a las palabras.

Hasta ese momento Blanca no se había dado cuenta de que Ulysses la arropaba. El sabía de la desaparición de Tona, pero desconocía los pormenores de la historia. Su cara reflejaba su falta de conocimiento, y con ánimo de ser útil, se dirigió a ella en tono paternal

-Cuéntame todo lo sucedido, Blanca, me gustaría poder ayudarte...

Tragando una mezcla de saliva y lágrimas Blanca comenzó su historia...

La historia de Blanca duró un buen rato. Como buena hermana, recordaba hasta los más ínfimos detalles de aquel día. Jules se perdió entre aquella marea de datos aparentemente inútiles, y no sería porque no prestase atención... Lo que le quedó muy claro que Tona había desaparecido al salir a hacer joggin' por la tarde noche con un polar purpura y unas deportivas negras.

Estaba claro que Tona no tenía enemigos. Era solo una amable y solterona en los cincuenta que vivía con su familia. Había tenido su propia vivienda, pero había vuelto al hogar con su hermana para acompañarla después de un trámite de divorcio duro. No sufría ningún tipo de enfermedad mental que hubiera podido provocar que se perdiese, y todo el mundo hablaba en voz baja de un secuestro.

Por supuesto, no delante de Blanca ni de su madre.

Lo que también estaba claro es que, pese al poco valor que pudiera tener el discurso de Blanca en una investigación, le había servido para desahogarse. Con una sonrisa triste se separó de ambos y se limpió las lágrimas con la mano discretamente.

- Muchísimas gracias por todo, en serio. comentó a Maggie y Ulysses, antes de despedirse y volver con su madre. Lo primero era lo primero y era la familia, y el nieto de Ulysses se acercó a su abuelo solicitando su atención.