Partida Rol por web

Sigues corriendo desesperado, todavía movido por el vigor que te otorgan la Sangre y el miedo; tomas varias callejas perpendiculares, penetrando en las entrañas del Raval, por callejones oscuros y malolientes, temes que te estén persiguiendo, cada sombra es un posible enemigo... hasta que te sientes solo, tal vez a salvo...

El desenfrenado ritmo de tus pasos baja para pasar de la carrera ciega al paso rápido y concluir, finalmente, parado en el umbral de un portal, muy alerta a lo que sea que ocurre a tus espaldas y alrededor... parece que no han logrado seguirte... o no han querido hacerlo, quien sabe...

El hecho, sea como sea, es que estás a salvo, aparentemente solo en el mundo pero a salvo...

El rótulo de una farmacia te informa que son las cuatro de la madrugada... tal vez debas hacer algo para seguir existiendo, quedarse quieto no parece la mejor de las ideas...

Eraser se apoyó contra una farola y el frío del metal mojado contra su espalda le ayudó a recomponerse. Salvo los ladridos de un perro y el lejano rumor del motor de un coche, no se oía absolutamente nada. Por lo visto, había logrado dar esquinazo a sus captores. O por lo menos eso creía el Nosferatu, ya que el frenesí de la huida había sido tal que en ningún momento había barajado la posibilidad de girar la vista y comprobar si alguien le seguía a la zaga con la intención de capturarle.

El joven, aunque ya no temiera por su vida, seguía asustado. En lo primero en que pensó cuando se hubo visto a salvo fue en volver a casa y llevarse a Madre a un lugar seguro. No obstante, muy a su pesar, un argumento paranoide y bastante convincente en aquellos momentos le hizo descartar la idea.

"Esos cabrones saben donde vivo y seguro que estarán esperándome en casa. ¡Mierda!"

Jodido por  no tener más remedio que dejar a merced de los gorilas de Montoya todas sus herramientas de trabajo y a Madre, a Eraser no le quedaba otra que intentar solucionar cuanto antes aquel, a todas luces, malentendido. Él era incapaz de hacer entrar en razón al Príncipe Regente, pero quizás Roc o algún otro representante influyente de la familia pudiera hacerlo. Debía bajar a las cloacas y buscar a su Sire. Ya le daba igual saber el motivo por el que le había dejado en la estacada aquella noche. Ahora lo único que quería era que las cosas se aclararan para poder regresar a casa con su gata sin miedo a ser ensartado por una estaca.

El Nosferatu permaneció unos minutos oculto entre un par de contenedores de basura y, cuando se hubo asegurado de que, en efecto, nadie le había seguido, buscó una alcantarilla y se introdujo en ella.

Con la pericia adquirida a base de haberte habituado a hacerlo, y aprovechando un momento en el que la calle está desierta, abres una de las tapas de hierro que dan acceso al alcantarillado y desciendes a tu particular infierno Dantesco.

Al principio, acceder al subsuelo de Barcelona te resultaba difícil, es complicado mover una de esas pesadas tapas macizas, más teniendo en cuenta que todavía no eras muy ducho en lo que a los poderes de la Sangre respecta.

Tampoco le veías gran utilidad y, para que negarlo, bajar al alcantarillado no es como irse a un resort caribeño...

Pero fue precisamente Roc quien te insistió acerca de la necesidad de aclimatarte a ese medio y, poco a poco y a fuerza de ir tomando conciencia de lo desplazado que te sentías en el exterior, fuiste cogiendo práctica en lo que al acceso a las cloacas refiere y haciendo tuyo el imbricado laberinto de túneles, pasadizos, canales y lagos subterráneos que cruzan la ciudad de una punta a otra en cinco niveles de inexpugnable realidad paralela.

Bajas a tu oscuro y hediondo hábitat, un sitio que, a pesar de no poder denominar hogar, si que resulta tratarse de un lugar en el que te sientes seguro, a gusto.

Tras bajar por una oxidada escalera soldada a la pared, al fin tus pies aterrizan en el acogedor suelo encharcado y maloliente que te espera en las entrañas de la urbe.

A pesar de la penumbra que te rodea, te sitúas con facilidad e inicias un lento e infructuoso peregrinaje por las principales zonas y refugios que le conocías a Roc... todo en vano.

No es complicado concluir que tu raza, o por lo menos Roc, ha huido apresuradamente. 

O eso o no desean ser encontrados algo que, a efectos prácticos y teniendo en cuenta la inmensidad e inexpugnabilidad del Reino subterráneo que se extiende tanto a tu alrededor como varios niveles bajo tus pies, viene a ser lo mismo: Los Nosferatu sois maestros de la ocultación, expertos en todo lo que al submundo concierne... Tanto tu como Montoya podríais pasar siglos registrando un túnel tras otro y lo único que sacaríais en claro es un montón de ratas, gusanos y otra fauna apestosa que se burlarían de vuestra evidente incompetencia.

No, definitivamente ese no es el asunto, concluyes, los Nosferatu jamás serán encontrados si no son ellos mismos los que desean ser hallados.

Con tan aciagos razonamientos pesando sobre tu cabeza inicias un abatido deambular a través de galerías que jamás habías explorado y que te son del todo desconocidas: Huido de los despiadados gobernantes del exterior, abandonado por tu propia Sangre nunca, en toda tu existencia, te habías sentido tan solo y desamparado...

No sabes hacia donde ir ni qué hacer, lo desesperado de tu situación llega a hacerte considerar la extinción como solución, salir de las cloacas a plena luz del sol y acabar como un trozo de carne podrida humeante y que acabe en llamas... No, eso nunca, por lo menos no tan pronto...

Alguien te observa.

Te giras sobresaltado y ves brillar, en la oscuridad, varios pares de ojos rojos, incandescentes, que parecen contemplarte como el que valora el aspecto del próximo plato que va a llevarse al buche.

Uno de los pares de ojos emerge, de la penumbra: Se trata de una rata enorme, del tamaño de un bulldog, que te observa con cierta inteligencia rezumando en su mirada, se levanta sobre sus patas traseras y olisquea el ambiente, analizando la naturaleza de tu atemorizada presencia con su nauseabundo hocico pulsátil cubierto de bigotes duros como alambres que escudriñan todo cuanto acontece a su alrededor.

El ciclópeo roedor se gira, dándote la espalda, y se aleja de ti unos metros en dirección a un oscuro túnel, se para y vuelve a girarse hacia ti, repitiendo el movimiento de hocico y bigotes... De una manera que eres incapaz de explicar, tienes la curiosa sensación que la rata desea que la sigas a algún sitio... Tal vez estés enloqueciendo...

Desde el principio de la noche, cuando los asistentes al Eliseo le habían hecho notar con impertinencia la ausencia de los representantes de su clan, inevitablemente el vampiro pensó en el asunto de María. Quizás el Primogénito Nosferatu había ido demasiado lejos en su pataleta al haberle sido arrebatada la oportunidad de abrazar a la actriz, pero Eraser no dudaba en que el desplante a Montoya se debía a una más de las muchas pugnas intestinas de la corte. No obstante, después de deambular por el alcantarillado de la ciudad y visitar alguno de los nidos de su clan, se topó con otra realidad: su familia no había asistido a la fiesta porque simplemente había huido.

Intrigado y sin poder dar crédito a que, sin más, Roc y los suyos hubieran abandonado la ciudad, Eraser pensó en dónde y cómo hallarlos y conocer el motivo de su desaparición. La teoría de la rabieta de Abascal cada vez tenía menos peso y, muy a pesar del Nosferatu, cobraba importancia la del asesinato de aquel tal Luque. Nervioso, sin saber en qué centrarse, el vampiro empezó a caminar por los intrincados corredores de las cloacas con la vana esperanza de encontrar alguna pista que arrojara luz sobre aquel asunto. Su vida dependía de ello.

No tardó mucho en darse cuenta que no tenía sentido seguir buscando, por lo menos de aquella manera. Necesitaba su ordenador y acceso a internet. Quizás en Schreck.net podría encontrar  respuestas, pero para ello precisaba regresar a casa, cosa que suponía ponerse al alcance de Montoya.

“¡Joder!”

Eraser pateó con frustración una lata de refresco que yacía en suelo. El sonido metálico al rebotar contra el hormigón retumbó por todo el túnel en el que se encontraba y le aclaró lo profundamente solo que se encontraba en aquellos momentos. La mirada del vampiro se perdió en la penumbra mientras una sensación de angustia y tristeza se enredaba y oprimía su pecho. Temía por su vida y por la de Madre y, aunque la acabara de conocer, también estaba preocupado por María. Ahora que había dejado lejos el peligro, no podía reprimir cierto sentimiento de vergüenza al no haberla ayudado a escapar. Sin duda, si tuviera su ordenador podría hacer algo al respecto.

El Nosferatu empezaba a plantearse salir a la superficie y armarse de valor para regresar a casa, cuando notó una presencia a su espalda. Asustado, se dio la vuelta y encontró en la oscuridad un par de ojos incandescentes que le observaban, propiedad de una descomunal rata. Perplejo, la mirada del vampiro se clavó en el animal, receloso de sus intenciones y preparado para huir en caso de un repentino ataque. No obstante, después de olisquear el ambiente, el enorme roedor le dio la espalda y se introdujo nuevamente en las sombras. Sin ser plenamente consciente de lo que estaba haciendo, incluso dudando de su propia cordura, Eraser siguió los pasos de la alimaña.

Movido por un indescriptible instinto primigenio, acaso sea algo parecido a la locura o desesperación, sigues al animal a donde sea que quiera conducirte... Siempre y cuando sea esa su intención; siempre y cuando un gigantesco roedor tenga la voluntad de guiar a un atormentado Nosferatu en su ciego deambular por el inmenso alcantarillado de Barcelona.

La rata recorre túneles y galerías, baja niveles... Crees estar en la tercera altura del subsuelo, a una profundidad desconocida y, por supuesto en un lugar absolutamente ignoto para ti.

Ocasionalmente pierdes el rastro del curioso sherpa y quedas solo, aislado en la semipenumbra solo rota por las trémulas lámparas que, para mayor de tus asombros, resisten en este lugar, situadas, la una respecto a la otra, a un par de centenares de metros, provocando zonas de vacua oscuridad entre ellas.

A pesar de esos instantes de desconcierto, el animal siempre vuelve a tu posición, rescatándote de tu exasperado olvido.

Tampoco te pasa por alto que la curiosa comitiva que formáis se halla crees que permanentemente escoltada por otros animales de la misma naturaleza que tu guía... Media docena de roedores gigantescos, tal vez más, nunca llegas a verlos directamente pero intuyes su presencia, los pasos de sus repugnantes patitas reptando cerca de ti, el accidental brillo de sus ojos lanzándote un soslayo escalofriante. 

En muchas ocasiones te sientes como una res, conducida al matadero por un banco de pirañas; en esos momentos una sensación de vértigo se apodera de ti y casi lamentas haber huido, no haberte quedado con María a la merced del Regente... pero ya es demasiado tarde para lamentarte.

Por fin la rata se para frente a una oscura gruta, idéntica a los centenares que habéis sobrepasado, una abertura que se abre en una ramificación de la que, incluso a ti, te costaría saber cómo llegar o regresar a la superficie.

Alcanzado ese punto la escolta de roedores desaparece sin que puedas saber por donde o cómo se han difuminado.

Con un pavor e incertidumbre que resultan lógicos habida cuenta tus circunstancias, osas acceder a la oscura galería olvidada por el tiempo. Avanzas por ella a ciegas, palpando las paredes y temiendo ser objeto de un ataque despiadado en cualquier momento... hasta que vislumbras un amortiguado punto de luz en un recoveco de la hendidura.

Te armas de valor y esperanza, convenciéndote acerca de que ese es precisamente el lugar al que las ratas querían llevarte.

Una vieja y oxidada puerta metálica, solo ajustada, separa la fuente de luz de la imperante oscuridad. Palpas prudentemente la fría rugosidad que el óxido de la cancela registra y empujas lo justo y necesario para ver el interior sin ser visto:

Una figura humana, sentada en una enclenque silla y tapada con ropas y capucha de arpillera como si de un monje del medievo se tratara. La silueta se halla encorvada frente a un escritorio, engulle un viejo y grueso volumen a la débil luz de una suerte de linterna arrancada del techo o la pared.
Poco más ofrece el reducido espacio a parte de las ajadas mesa y silla; solo un sucio camastro a un lado, y un viejo arcón cubierto de extraños símbolos en el punto más alejado de la entrada. Nada más que pueda servirte como referencia de algo.

Eraser jamás había visto ratas de aquel tamaño y eso que, en su larga estancia bajo tierra, había podido ver de todo. No obstante, pese a encontrarse ante unas criaturas desconocidas y a merced de su voracidad, por alguna extraña razón, el Nosferatu no se sentía amenazado por su presencia. Avanzó con ellas a lo largo del camino y, al llegar al fin del trayecto, cuando los descomunales rodeadores se perdieron en la oscuridad, se sintió de nuevo incómodamente solo y preso de la incertidumbre.

El joven avanzó con cautela hacia la puerta que tenía ante él y la empujó para descubrir tras ella una figura humana, embozada en arpillera e inmersa en la lectura de un polvoriento libro. El Nosferatu forzó un leve tosido para hacerse notar y, sin abandonar el quicio por si debía huir apresuradamente, se mantuvo inmóvil, expectante.

“Buenas noches. ¿Po-podría decirme qué hago aquí?”

El individuo prosigue enfrascado en su lectura impertérrito, aparentemente indiferente a tu llegada, como si no se hubiera percatado de la misma o fuera algo tan nimio que no mereciera la pena atender.

Sobrevivir, que no es poca cosa - afirma sin apartar la mirada del escritorio y en un tono sibilante que te inquieta y recuerda a la castigada voz de María.

Pasa - ordena tras otra eternidad leyendo -. O prefieres seguir deambulando hasta el fin de los tiempos? - inquiere sarcástico - No te esperábamos tan pronto, normalmente las fiestas de "el indiscutido Regente" duran hasta más tarde... - no lo expresa como tal pero parece una demanda de explicación acerca de tu tan pronta llegada al mundo subterráneo.

Por las palabras del enigmático ser, Eraser dedujo que le conocía o que, por lo menos, sabía qué era. Que el eterno lector dijera que le estaban esperando (el tipo de la arpillera y a saber quienes más) puso en alerta al Nosferatu que, al entrar en la estancia, procuró dejar la puerta bien abierta para procurarse así una vía de escape en caso de que las cosas se pusieran feas.

“La noche se torció bastante, pero…  Ehm… Mi nombre es Eraser y soy chiquillo de Roc “El Roig”. ¿Tú quién eres?”

El joven no sabía si la presión que sentía en su estómago se debía al temor de volver a ver su vida en peligro o a la curiosidad que le producía todo lo que estaba sucediendo en las cloacas.

Sé quien eres! - escupe la misteriosa criatura de manera vehemente, casi dirías que insultada por haber puesto en duda que eso pudiera no ser así.

En cuanto a mi - murmulla tras unos instantes de lectura - podríamos decir que soy tu Sangre, con eso hay bastante y de sobra - sentencia.

De nuevo el Silencio se cierne inquietantemente sobre ti. 
Solo el constante zumbido de la débil corriente eléctrica que mantiene a la única bombilla encendida en una vacilante luz amarillenta, tiñendo el escenario de un tono enfermizo, malsano.
Eso y el persistente goteo de alguna tubería desbordada de aguas fecales que, en alguna ubicación no precisamente próxima, es fuente de vida de toda suerte de gusanos y otras grotescas criaturas que reptan y se revuelcan en feroz competencia por algo de humedad que les permita sobrevivir.

El tipo pasa una hoja, provocando un cataclismo en la desasosegada paz imperante:

Así que la Noche se torció - repite los términos por ti empleados -. Qué pasó? Montoya no se tomó bien determinadas ausencias??? - apunta, afilado como un certero estilete -. Me decepciona: Lo creía menos voluble de lo que me cuentas - habla del Príncipe con una familiaridad y desprecio inauditos, más teniendo en cuenta la despótica personalidad del objeto de tales agasajos.

Después del desenfreno de emociones que había sufrido aquella noche, Eraser no pudo contener el enfado ante las palabras, a sus oídos cargadas de altanería y burla, de aquel tipo.

“¡Determinadas ausencias, dices! ¡No vino absolutamente nadie! Nadie salvo María Pellicer y yo: los recién declarados pringados mayores del reino. ¿Se puede saber qué cojones ocurrió para que ni un solo Nosferatu se dignara a aparecer sin avisar? ¿O también es un secreto?”

El joven olvidó su pretensión de una huída rápida y, transportado por el acaloramiento del discurso, se adentró un poco más en la habitación, abandonando así el quicio de la puerta.

“Pues que sepáis que vuestro menosprecio con María y conmigo os ha valido…” - Eraser rectificó- “nos ha valido, entre otras cosas, ser acusados de asesinato y perseguidos por ello. Así que ahora... ¡a joderse!”

El Nosferatu guardó silencio y procuró serenarse. Pasados unos segundos, la ira se transformó en decepción.

“No os habría costado nada darnos el aviso de que no teníais pensado asistir a la mierda fiesta esa. Se supone que somos familia, ¿no?”

Escasamente impresionado ante tus vehementes lamentaciones, el individuo se vuelve hacia ti. Su rostro permanece oculto bajo las sombras de la capucha.

Asesinato - escupe con desdén -. Asesinato de quien? - requiere -. De momento no hemos matado a nadie así que no creo que Montoya pueda sostener una acusación así, tan grave, a la ligera - argumenta.

Vuestra presencia en la ceremonia era... - tras unos instantes de incómodo silencio recupera esa petición - ...cómo decirlo... protocolariamente necesaria - relata poco interesado en que logres entender las circunstancias que rodean vuestro presunto sacrificio -. Pero de ahí a que la ausencia del Clan se traduzca en una acusación de asesinato media un abismo... - te da la sensación que algo barrunta mientras habla - ...a no ser, claro está, que concurra una fatal coincidencia... - reflexiona, algo hay que alimenta sus sospechas y que necesita confirmar -. Dime pues, Sangre Nueva, de la muerte de quien y porqué se nos acusa??? - sus ojos brillan incandescentes en las entrañas de su capucha.

Transportado por la inercia de la conversación, Eraser hizo el ademán de responder, pero el recuerdo repentino de las palabras que una vez su Sire le dedicó le hizo contenerse.

“En nuestro mundo la información tiene un precio, Sangre nueva.”

El joven se aproximó todavía más al ser encapuchado.

"Si quieres saber más, dime el motivo por el que nadie del clan quiso asistir a la fiesta de Montoya y por qué, a María y a mi, no se nos informó de ello."

Eraser se cruzó de brazos.

“¡Ah! Y también quiero saber quién cojones eres.”

Acaso me consideras ciego, Chiquillo impertinente!!! - el individuo ruge; por un momento se ha elevado en toda su envergadura y su cuerpo, que creías enjuto y delgaducho, ocupa toda la dependencia -. Crees que por llevar décadas aquí enterrado soy como uno de esos estúpidos gusanos que solo saben retozar entre su propia mierda??? Escoria!!! - y no acabas de discernir si se refiere a ti o a los gusanos con los que convive, solo que lo has irritado.

Ja ja ja! - el tipo regresa a su aparente insignificancia, de nuevo postrado, encorvado en su postura original -. Hay que joderse! Un día le viene a uno un Chiquillo, apenas recién nacido, con aires grandilocuentes, haciendo ver que todo lo sabe... Hay que joderse! - repite con una risotada.

Escúchame, préstame atención y hazlo bien porque no suelo perder mi tiempo en monsergas inútiles - pedagógica, casi paternalmente -. Que yo esté aquí no me resulta impedimento alguno; mis tentáculos son largos y poderosos así que, entérate bien de lo que digo, lo que sea que pasara en la estúpida celebración de Montoya, tanto por lo que dices como por lo que te guardas me lo puedo imaginar perfectamente y será cuestión de tiempo que llegue la confirmación - alardea -. El hecho que te permita hablar conmigo de ello en un supuesto plano de... igualdad... Ja! Debes tomártelo como... un privilegio, entiendes pequeño???

Sé lo que ocurre en la ciudad porque llevo décadas ocupándome de que eso sea así, de modo que no me subestimes! - censura -. Tu sabes algo que yo ya sospecho y que va a ser cuestión de tiempo que corrobore... En cambio yo, yo lo sé todo, sé, por ejemplo, porqué sería un error que regresaras a tu refugio, porqué la policía lo ha registrado a fondo y porqué ahora, Tomás Pombo Hernández es el distribuidor de pornografía infantil más buscado en Europa... y créeme, eso no tiene nada que ver con lo que sea que haya ocurrido en la fiesta hijo mío: La información es Poder, El Poder genera enemigos, eso es algo que debes estar dispuesto a asumir. Cuanto más sepas más gente pondrá precio a tu cabeza - sentencia.

Como te he dicho - sigue sin darte opción a réplica - yo me entero de muchas cosas y últimamente está... el asunto muy agitado... Un extraño mar de fondo está haciendo temblar los cimientos de esta ciudad. Tal vez un nuevo orden se imponga y aquí todos. Todos - repite enfáticamente - están afilando sus cuchillos para salir de esto lo mejor parados posible, tómate nuestra ausencia como eso: Parte de la estrategia Nosferatu para tener una posición ventajosa... El hecho de que no se os advirtiera de esa circunstancia se debe a... Minucias: No privaros de vuestra presentación en sociedad, por dura que esta fuera, y hacer llegar al Regente un mensaje claro: Los puentes de comunicación con el Clan Nosferatu no están del todo rotos. Todavía no... - concluye enigmáticamente y sin dignarse a decirte quien es.

Cobarde y de un salto, Eraser se retiró al quicio de la puerta después de que, ante su sorpresa, el ser embozado desplegara la envergadura de una acechante ave carroñera gigante. El enfado que sentía el Nosferatu se diluyó en el sobresalto del momento y, tras escuchar las agoreras palabras del tipo encapuchado, quedó en incertidumbre y temor.

"¡Madre! ¡Madre sigue allí! ¡Lo sabía! Sabía que irían a casa, pero..."

La credibilidad que rezumaba de las palabras de aquel tipo, pese a su actitud inquietante, incluso amenazadora, empezaba a calar hondo en el cerebro de Eraser. El rostro del vampiro parecía dudar en cada palabra que sus finos labios pronunciaban.

"Pe... pero, si el cuento ese del distribuidor de pornografía infantil no lo ha extendido Montoya, entonces..."

El Nosferatu tardó unos segundos en atar cabos. Cuando lo hizo, después de recordar los discretos intentos de sonsacar información a Roc sobre la extraña tarea que aquel mendigo le había encargado y sus desastrosas consecuencias, su cara quedó más blanca de que costumbre.

"¿E.. ellos? ¿Sabes algo de la Orden de Sant Jordi?"

Madre... - masculla el individuo con tanto desdén como incomprensión a tu exteriorizada referencia.

¿Sabes algo de la Orden de Sant Jordi?

A pesar de no ver su rostro, te parece notar la sonrisa del tipo en lo más profundo de su existencia encapuchada.

No tan rápido, Chiquillo - advierte sosegadamente, tranquilamente sentado en la endeble silla metálica -. Pides mucho y no ofreces nada - enfatiza.

La Orden de Sant Jordi... - cavila -. Si, por supuesto que sé, faltaría más que no supiera, sería un necio si no la conociera - asegura -. Otra cosa es - y de nuevo te parece verlo sonreír - qué precio estás dispuesto a pagar por ese conocimiento - lanza un guante esperando que seas capaz de tomarlo al vuelo.

Sin esperar a una petición más clara por parte de su interlocutor, Eraser, impaciente por tener información sobre la temible Orden de Sant Jordi que pudiera arrojar algo de luz sobre la delicada situación en la que se encontraba, empezó a recitar, casi de carrerilla, el episodio que había hecho que huyera a toda prisa del Liceo.

"A mitad de la noche irrumpió en la fiesta un tipo medio muerto con una calavera de colmillos dorados en un saco. Un tal Eduard salió de la nada e identificó al dueño del cráneo como Luque, su Chiquillo, y al hombre como el ghoul de este, Claudio. Después explicó que hacía una semanas que el vampiro había desparecido cuando husmeaba en las alcantarillas de la zona del Besós."

Los ojos de la rata se entornaron hastiados mientras hablaba.

"Te puedes imaginar  lo primero en que pensó la panda de simples de allá arriba cuando el Eduard de las narices dijo "alcantarilla". Pues sí, a Montoya le faltó tiempo para dar la orden de apresar a todos los Nosferatu de la fiesta, es decir, a María y a mi."

Eraser no pudo reprimir cierta vergüenza.

"Pero yo conseguí escapar. Y aquí estoy."

El vampiro concluyó el relato y su semblante se ensombreció.

“¿Y bien? ¿Qué me puedes decir sobre la puta Orden de Sant Jordi?”

Ja! De modo que al fin al Chiquillo de Pi-Sunyer le dio por aparecer justamente hoy! - proclama -. Ya es mala suerte - añade de manera socarrona, condescendiente... hay algo, en la manera como lo dice, que parece indicar que a pesar de todo el tipo es poco proclive a creer en las casualidades -. En cuanto a Montoya, su actitud es comprensible: Era necesario escenificar el interrogatorio a los Nosferatu presentes - explica -. Aunque estos fueran un par de Neonatos que nada saben de lo que se cuece en la ciudad - concluye levantándose con ciclópeo esfuerzo de la silla en que se hallaba postrado y renquea hasta el camastro cuyos oxidados muelles reciben con un coro de metálicos graznidos. 

El tipo, el que vendría siendo tu grosero anfitrión, se tumba, aparentemente para echar una cabezada o dormir durante el día que fuera despunta...

Ah si... en cuanto a lo tuyo... - recuerda tras unos instantes de incómodo abandono -. Tu información es de escaso valor, no merece mi tiempo - menosprecia sin ocultar su desdén -. Ahora ya es tarde, tal vez mañana pueda indicarte la manera de obtener información de verdad, algo que realmente valga lo que pides - determina -. Hasta entonces puedes echarte por ahí si no quieres vagar por las alcantarillas hasta la llegada de un nuevo día - con un gesto ofrece un rincón de la exigua dependencia, un lugar en el que hay un ajado jergón de paja que, a parte de excrementos de rata, acumula polvo y humedad en grandes proporciones.

La suma soberbia con que el ser encapuchado contestó a la pregunta pilló por sorpresa al Nosferatu, que, completamente desconcertado ante la desfachatez de obviar su presencia y echarse a dormir, tardó unos segundos en reaccionar.

“Hijo de la gran…”

Con los puños apretados por la ira, Eraser salió de la estancia, dispuesto a abandonar aquel hediondo cuchitril y olvidar el frustrante encuentro con aquel tipo. No obstante, después de dar tres pasos en la más completa oscuridad, cayó en la cuenta de que no tenía idea de dónde se encontraba. En vano, buscó por los alrededores alguna alimaña que, mediante los poderes de la sangre, le indicara la forma de salir de aquel agujero perdido, pero no encontró nada que pudiera servirle de ayuda. Impotente, volvió a la habitación donde su anfitrión le había recibido y, contemplando con rabia contenida como este dormitaba, se sentó en el suelo y reclinó su peso contra una de las paredes. Finalmente, inmerso en miles de cavilaciones acerca de la enigmática Orden de Sant Jordi y el estado de Madre y María, el joven Nosferatu acabó también por caer dormido.