Partida Rol por web

El trayecto desde la Plaça de Sant Jaume hasta Les Rambles es corto, afortunadamente no llega ni a los diez minutos ya que el taxista pakistaní os obsequia con música Punjabi a todo volúmen...

Por fin llegáis a vuestro destino; por un extraño motivo que sospecháis asociado al hecho que los taxistas estuvieran esperando vuestra salida del Palau de la Generalitat, el individuo ni siquiera os cobra la carrera sino que se despide con un ladeo de cabeza y se va con la música a otra parte.

Estáis de pie, paradas en plenas Rambles, bastante cerca del lugar en que, parece que haga siglos de ello, se inició vuestra presentación y acceso a la inquietante sociedad cainita barcelonesa; durante el trayecto habéis decidido cazar; el Sol, a estas alturas del mes de enero, no sale hasta pasadas las ocho así que disponéis de un par de buenas horas y un escenario ideal para vuestros propósitos: Currelas y estudiantes empiezan a aparecer con el firme propósito de alcanzar sus destinos; algún local nocturno sirve sus últimas copas clandestinas; las putas, yonquies y demás chusma barriobajera no descansan a ninguna hora del día...

Durante el trayecto en taxi, a punto estoy de lanzarme al cuello del conductor para poner fin a su música. Lo pienso mejor y considero que estrellarnos contra un árbol no es la mejor opción. Por si esto fuera poco, puede que sea un ghoul.

Bajamos del coche, en Les Rambles, cerca del Liceu. Por un momento, tengo la sensación de cerrar un círculo, sangriento en este caso. Pregunto a Estel si tiene “hambre” con un tono pícaro. Sonríe y lo tomo como un sí. Tengo la buena costumbre de alimentarme un poco cada noche, lo suficiente como para recuperar la sangre gastada al despertar. Hoy además la he usado para aumentar mi destreza. Habitualmente lo hago en un lugar abierto, eligiendo con cuidado y tiempo la víctima más propicia, es decir, la más débil y alejada de los demás. Más que en una carrera frenética tras la presa, la caza de un depredador, como había comprobado durante mi carrera profesional y antes de convertirme en uno, consiste en esperar. Y es algo con lo que disfruto. Sin embargo, no queda demasiado para el amanecer, así que esta vez habrá que improvisar. Propongo a Estel que se siente en un banco y que simule estar afectada por algún percance cuando alguien, una mujer a ser posible, se acerque. Yo estaré junto a ella, de pie, fingiendo consolarla. Si pasa alguna joven de vuelta a casa tras una noche de copas, solicitaré que nos ayude. No debería ser difícil habida cuenta de la apariencia engalanada e “inofensiva” de las dos.

El trayecto de vuelta en el taxi de aquel paquistaní fue algo extraño, más bien exótico, por momentos agradable y por momentos desconcertante. Quizás, a causa de una música inesperada que rompía el aire enrarecido de la noche.

Estel se sentía satisfecha en compañía de Anna, tras la carrera en taxi se sorprendió con el plan de caza de su compañera. A la Toreador le preocupaba cazar en las proximidades del Liceu, aunque tenía entendido que aquella zona y las inmediaciones formaban parte de un territorio neutral.

Estel caminó hasta un banco cercano de las ramblas, siguiendo el plan Anna, escurrió el agua de lluvia del asiento con un par de manotazos y tomó asiento. No estaba demasiado convencida, pero se dejó llevar por la corriente, ya que, después de todo, ella no se sentía una gran cazadora, pensó que sin duda, Anna, tendría más experiencia en ese sentido. Pensó que gracias a Anna vería algo didáctico en cuestiones de caza.

- Espero que funcione, fingiré que me he torcido el tobillo a causa de un resbalón, es lo más razonable, toda la calle está mojada, ¿No te parece?.- Comentó mientras acariciaba su tobillo desde su asiento. - ¿Qué tal si le pides a alguien que me ayude a cruzar la calle hasta aquel callejón oscuro? Imagino que ésta zona está plagada de cámaras de seguridad. - Dijo mientras controlaba a los viandantes, siguiéndoles con la mirada. Desgraciadamente, alimentarse en su nueva condición ya no era tan sencillo como llegar a casa, abrir la nevera y prepararse un sandwich.

- Lo siento, no puedo caminar más, me duele mucho. Estoy hasta mareada del dolor, lo siento de verdad. No creo que sea una torcedura, me duele cada vez más, ya no puedo poner el pie en el suelo. - Comentó en catalán mientras frotaba su tobillo, fingiendo estar en problemas, poniendo cara de cordero degollado al ver que se acercaba la presa que Anna había acordado.

Al poco de apostaros, y repentinamente surgida de uno de los callejones que desembocan en Las Rambles aparece lo que estimáis que puede tratarse de una víctima perfecta para vuestra cacería:

Se trata de una chica joven, de aspecto exótico, piel aceitunada y grandes ojos almendrados, el pelo largo, casi hasta su cintura y la figura enjuta, de huesos marcados y sutiles curvas difíciles de apreciar. 
Probablemente como consecuencia de una desnutrición o malos hábitos alimentarios sostenidos a lo largo de su vida, la chica aparenta una edad bastante menor a la que realmente debe ostentar: Parece apenas una niña pero es obvio que ya hace tiempo que superó la adolescencia.

Lleva una carpeta de la Universidad de Vic, situada en las cercanías de Barcelona. Con toda probabilidad el presupuesto familiar no alcanzaba para más así que, muy a pesar suyo, la chica debe despertarse algunas horas antes para poder llegar al lugar en el que estudia.

Lo siento, no puedo caminar más, me duele mucho. Estoy hasta mareada del dolor, lo siento de verdad. No creo que sea una torcedura, me duele cada vez más, ya no puedo poner el pie en el suelo.

La chica dedica un soslayo, no exento de suspicacia, a las dos mujeres que se han cruzado en su camino: Dos pijas, elegantemente vestidas en tonos carmesíes, es obvio que han salido de algún acontecimiento importante y han acabado colgadas en Las Rambles; guiris no son, la del supuesto tobillo roto habla catalán, no sacan la típica pinta de las rumanas que engatusan a la gente para hurtarles lo que sea pero... Porqué debería ayudarlas??? Ella madruga para ir a estudiar, no socorrer a niñas pijas que han quedado desamparadas al final de la noche...

No había pensado en las cámaras de seguridad. Quizá no haya precisamente aquí, pero desde luego es mucho más seguro el lugar que sugiere Estel. Es muy lista: si consigue que alguien le preste su cuello para apoyarse casi estará hecho.

Se acerca una chica que parece una niña con una carpeta. Pedimos su ayuda y accede. Más de cerca, la chica presenta una figura bastante atlética. Bien, somos dos. Puede que sea una prueba necesaria en nuestro proceso de aprendizaje. Llegamos al callejón y me dirijo a Estel como si intentara calmarla por el “percance” cuando solo quiero recalcar mi ayuda. Tranquila, digo y la miro, estoy contigo, y hago un gesto con la cabeza para que muerda.

-Moltes gràcies.- La vampiresa agradecía así la buena acción de la joven que se había prestado a ayudarla a cruzar la calle hasta un rincón oscuro, una callejuela que a esas horas parecía poco transitada. Su actuación era rastrera, cojeaba y apenas apoyaba el pie derecho en el suelo.

La Toreador todavía no se había acostumbrado a la vileza de la caza, seguía sintiéndose sucia al hacer ese tipo de cosas pese a que de ello dependía su propia supervivencia. Puede que por ello todavía no comprendiese ni celebrase la emoción de la caza.

Tranquila, estoy contigo.

Estel interpretó las palabras de Anna como la señal para entrar en acción. Acto seguido, los colmillos de Estel crecían lentamente en el interior de su boca.

Por un segundo dudó, le preocupaba que aquella chica sufriese algún tipo de daño, no parecía alguien demasiado saludable, tampoco la más indicada para saciar el instinto depredador de dos vampiresas como era debido. Sin embargo, la cabra tiró al monte, en el caso de la Toreador, buscando el placer culpable.

Estel miró a los ojos a la joven, sonrío y la abrazó de manera cordial para mostrar su agradecimiento. -Eres muy... amable... ¿No te lo ha dicho nadie?- Murmuró cerca de su oído mientras duraba el abrazo cordial.

¡Ñak!

Estel apoyó con fuerza la pierna derecha, de la que anteriormente se quejaba, mientras clavaba sus colmillos en el cuello de la muchacha y la sujetaba con fuerza para después apoyarla contra la pared a su espalda.

-"Mmmmm... delicioso..."- Pensaba la vampiresa mientras se deleitaba con su presa y su actitud se tornaba en otra más excitada y sensual.

La escena, a partir del momento en que el curioso triunvirato se interna en la penumbra, se produce a una velocidad endiablada, fuera de lo común...

Tranquila, estoy contigo

Las palabras de Anna parecen actuar como una espoleta que, desde su falsamente herido tobillo izquierdo, catapulta la mandíbula de Estel al cuello de la joven.

La dentellada no es excesivamente precisa pero si rápida y efectiva, a la joven solo le da el tiempo justo de notar la suave punzada de los caninos de Estel sobre su piel, sin tiempo ni siquiera para tensarse o reaccionar; simplemente se abandona a un letárgico estado en el que cada gota de Sangre caliente que sale de su cuerpo, succionado por la ávida Toreador, aproxima a ambas participantes en un clímax sexual al que la Vástago, a pesar de estar habituada a ello, se abandona con lujurioso placer mientras que para la mortal... Para ella supone una experiencia supina e indescriptible, tan rara e intrigante como excitante a la vez.

La carpeta cae al suelo, y Estel hace lo propio, abrazada a su presa sobre la que también cae Anna que se une gustosa a la orgía que aprovecha para saciar de manera animal su Sed.

Dos certeros lengüetazos, propiciados por cada una de las depredadoras, cierran eficazmente las heridas, borrando toda marca de su acción sobre la chica.

A pesar de abandonar rápida y clandestinamente el lugar de los hechos en dirección al merecido descanso en el hotel, a las Vástagos todavía les da tiempo a divisar la escuálida figura de la joven confundida y con las rodillas temblando... Lo último que recuerda es algo muy extraño, haberse cruzado con dos mujeres increíbles que pedían su ayuda... A partir de ahí poco más, un sueño increíble, erótico y lujurioso, algo que será difícil de borrar de su mente y que todavía conserva... Húmedo y palpitante... Eso y una repentina debilidad que la ha llevado a desmayarse a ese lado de Les Rambles...

La chica enfrenta la creciente confusión con un encogimiento de hombros, recoge su carpeta del suelo y sigue su camino hacia la universidad... Un día ciertamente extraño para ella.