Partida Rol por web

Nuevamente, el criado convocado por Sanahuja os escolta a través de un laberíntico entramado de pasillos que acaba desembocando a una pequeña habitación en la que hay un hombre con aspecto de científico loco, al que Carlos reconoce como Jordi Canals, que escolta la camilla en la que reposa Alicia de Avellaneda.

La mujer está conectada a un gotero por el que, poco a poco, de manera incesante, va manando sangre; está cubierta por una sábana que, a pesar de su presencia, evidencia la presencia debajo suyo de gruesas correas de cuero que la mantienen sujeta al camastro.

Es por seguridad - explica Canals al detectar vuestra perturbación -. Está muy débil, muy baja de Sangre... es mejor así... - continua - ...por lo menos hasta que se haya recuperado suficiente - concluye.

Por cierto - añade dirigiéndose a Marina -, sospecho que no nos conocíamos y eso es algo imperdonable! - exagera el gesto -. Soy Jordi Canals, Primogénito del Clan de la Luna, enchanté - toma la mano de la Cainita dedicándole un beso algo más empalagoso de la cuenta.

 Observo a mi primogenito con genuina sorpresa, para nada me lo esperaba presente en el edificio, aunque pensandolo no resulta tan claro.

 Analizo clinicamente la situación de la tremere, desde luego no es un tratamiento al uso, pero supongo que tiene sentido que cuando la unica medicacion que necesitas es sangre, no hace falta nada más.

 -Señor Canals...

 Saludo formalmente, no sé muy bien la relación que Canals tiene con la bruja o si es que oficia como "doctor de la corte" asi que me muestro cauto aunque presto atencion a lo que viene a ser el "procedimiento medico"

— Primero la escolta y ahora éste... Qué fastidio —pieso al ver frustrada mi intención de hablar con Carlos en privado—.

Observo la sábana que dicen que contiene a Alicia y no me resulta difícil oir truenos a la lejanía. Parece que en cualquier momento vaya a levantarse mientras el gigante éste grita: «¡Está viva!» al estilo Frankenstein.

Desapruebo la explicación de la "seguridad" ladeando la mandíbula con incredulidad y un pequeño sobresalto golpea en mi pecho sustituyendo al corazón cuando el médico se dirige a mí, como si fuera un gato de dibujos animados y él me hubiera pillado robando la tarta de su ventana.

Bajo los ojos a la mano que besa preguntándome por esa manía que tienen todos en hacer eso. Y por culpa de esa rayada de cabeza tardo a procesar lo más importante de lo que ha dicho: Es el primogénito Malkavian.

La presión encarcara los músculos de mi espalda. Mierda y yo poniendo cara de acelga.

— El placer es pour moi —respondo amable y servicial—.

Es curioso cómo lo ha dicho, "sospecho", tal vez, el pobre sufra episodios de amnesia. Menuda putada, pero con un poco de suerte olvidará que hemos venido.

— ¿Puedo acercarme? —pregunto señalando con un índice tan tímido que ni se estrira del todo hacia Avellaneda— ¿Puede oírme?

El Primogénito asiente al saludo de ambos.

Si, como no, puede usted acercarse... - muestra una desvencijada silla ubicada justo al lado del cabecero de la cama - ...si no lo he entendido mal, de hecho fueron ustedes quienes la rescataron así que claro, como no - repite -, está muy débil y aletargada, ha perdido mucha Sangre, necesita recuperarse y descansar - reitera.

Con esto quiero decir que está aletargada y probablemente le cueste un tiempo salir de este estado - lamenta dirigiéndose a la puerta para abandonar la estancia -. Solamente les pido - y suena más a que eso es algo que ordena tajantemente - que no la liberen puesto que... - reflexiona un instante - podría complicar mucho las cosas, entendéis? - abre la puerta decidido a dejaros solos.

Y ahora, si me lo permiten, voy a ver qué tal evoluciona nuestro otro paciente - le dedica un guiño a Carlos, como si él tuviera constancia de a quien se está refiriendo y abandona la habitación cerrando silenciosamente su acceso.

Asiento en momentos puntuales a las indicaciones del primogénito. Y me quedo con la idea de que Alicia debe permanecer atada si no queremos una especie de Jack el destripador moderno corriendo por Barcelona.

Le miro con ojos atentos pero mis pies ya han empezado a buscar la silla junto a Avellaneda. No tomo asiento, aun así, hasta que Jordi ha abandonado la sala, por un extraño sentimiento arcaico de que sentarme en su presencia, y más en una despedida, sería de mala educación.

— ¿El urbano? —pregunto a Carlos cuando la puerta se cierra, sin poner demasiado interés, tan solo para contrarrestar el despecho de sentirme excluida en la confidencia del clan de la luna.

Me siento con cuidado, justo al borde de la silla, y vuelco mi compasión en Avellaneda, repasando la sábana con ojos sombríos.

— Carlos—le llamo incluyendo un "siento molestarte" en el tono—, Estamos muy jodidos — expongo y luego sclaro —Sanauhja es una impostora, el pelirrojo es demasiado corto para verlo, pero habría que ver si Dalí está en el ajo.

Señalo con la cabeza hacia la puerta para hacer referencia a Jordi Canals.

— ¿Confias? —pregunto sin rodeos y la mirada se me escapa de nuevo hacia Alicia.

— Te necesito. Despierta.

 Despido al primogenito con un asentimiento dando a entender que me hago cargo de que tiene tareas pendientes.

 -Lo del urbano ni idea, me he enterado ahora, bueno hace un poco, en la otra sala.

 Dejo pasar unos segundos dando a entender que mi conversacion siguiendo ese sendero ha acabado.

 Cuando Marina comienza a hablar de traidores y movidas me llevo un dedo a los labios haciendo que me rasco la barba pero dejando claro inequivoiacmente a Marina que se calle.

  -Marina...

Me acerco un paso hacia ella sacando el movil del bolsillo y desbloqueandolo con la experiencia de media vida trasteando con ellos. Comienzo a escribir en la pantalla arrastrando el dedo pulgar rapidamente de una letra a otra para que se vayan formando las palabras y se lo muestro a Marina para que vaya leyendo.

 -No digas esas cosas aqui. Si quieres salimos afuera.

  Sin embargo mis labios forman palabras diferentes.

 -Marina, no le des tantas vueltas ahora, ha sido una experiencia aterradora, lo supongo, ahora estás asustada y preocupada por tu amiga. Es normal ver las cosas desenfocadas...

 Giño un ojo a la muchacha.

— ¿Y entonces quién? —reclama mi curiosidad mordiéndose las uñas sin que yo me digne a darle voz.

Y tras esperar el tiempo prudencial y ver que no va a añadir nada más sigo con lo mío. Contando aquello que necesitaba informar a Raul y ni siquiera me fijo en el consejo que Carlos pone en su gesto.

Es al escuchar mi nombre cuando dejo de intentar adivinar los rasgos de Alicia bajo la sábana para mirar a mi compañero.

Me cuesta mirar la pantalla de su teléfono, acostumbrada a no cotillear, pero siento una cierta llamada en su luz apuntando a mi que me hace entender que me la muestra, no por casualidad, sino para que mire.

— Me lo voy a tomar como un no —concluyo a la pregunta sobre Canals—.

Paso los ojos del teléfono al rostro de Carlos, sintiéndome pequeña para mi piel. De nuevo, una niña disfrazada de adulta que se ha metido en un laberinto de cetos altos y suelo de cuadros rojos y negros.

Le aguanto la mirada todo lo que necesito para que mi lenta cabeza coloque en su sitio cuánto sé, cuánto creo saber y cuánto temo.

— Tienes razón, solo estoy enfadada porque no llego a tiempo —me rindo a las falsas palabras de Carlos, siguiendo su teatro pero mis párpados caen con completa sinceridad—.Ali merece más —añado sin pensar, y no estoy muy segura de si ese "más" es para bien o para mal.

Me inclino un poco hacia ella, guardando las distancias por temor al monstruo de Frankenstein.

— Ali, ese pavo va directo al infierno —prometo—.

Luego me incorporo, me levanto y saco mi móvil.

Me pego a Carlos para escribir y mostrarle a la par lo que de verdad quiero decir.

¿Puedes entrar en su cabeza? Me gustaría probar algo.

Yo no puedo

Contemplo apenado a la Tremere, lo que he dicho en voz alta bien podría resultar ser cierto.
La veo sobrepasada por la situación.

-Aunque la verdad , que van a por ellos es algo tangible.

Marina sufre y no es sólo el sufrimiento típico de acompañar a un ser querido en la enfermedad, a ese estoy más que acostumbrado, es también porque no puede cambiar las cosas y en eso poco puedo ayudarle.

Leo su móvil con la esperanza de que haya algo racional en él, pero no.

Hago un gesto negativo con la cabeza y muestro que lo siento con mi rostro.

-No sé y casi mejor, si con el hambre sale la bestia, puede que su mente ahora no sea la de una rubia elegante...

Ante la negariva de Carlos me encojo de hombros «no importa» dice mi sonrisa que agradece el intento, o como mínimo la intención de ayudar.

— Vamos fuera —invito mientras borro las letras —Necesito aire— ¡Agua!

Y ya que estoy con el móvil en la mano, cierro el wasap para abrir la agenda.

— ¿Puedo pedirte el número? —pregunto tendiéndole el teléfono para que lo añada él mismo si quiere.

-Si, vamos.

Digo mientras ya me pongo en marcha hacia la puerta.

-Te lo escribo y me llamo ¿Ok?

No me parece nada mal salir de la habitación, no podemos hacer nada por su amiga y no podemos hablar tranquilos, nada que hacer aquí.

— Perfecto —confirmo levantando un pulgar un segundo desincopado—. Si no te importa añadete como Carlos enfermero, Carlos trabajo, Carlos uni o algo así —pido siguiéndole hacia el pasillo y con un gesto de mano quito importancia a lo dicho—. Es para ahorrarme el tercer grado en casa —me explico atormentada por Tina—.

Levanto una ceja divertido por lo de tercer grado en casa.

-¿Aún vives en casa? QUe movida ¿No? Quiero decir con el tema nuestro de lo de las noches y el sol y eso...
Mi madre me mataba al segundo día, le encanta levantar las persianas asi a lo loco.

Hago gestos con ambas manos como levantamdo unas persianas del tiron.

-El que vale para trasnochar vale para madrugar!

Me rio de lo propio que estoy imaginando, la sonrisa se torna un tanto triste y vulevo al tema.

-Que solia hacerlo a las dos de la tarde para comer, pero... Ahora me achicharra.

Mi movil suena un par de acordes de una cancion y devuelvo el movil a la chica.

-He puesto Carlos Uni, que me hace ilusion creerme universitario aun. A ti ¿Como te guardo? ¿Marina Uni? Ah no... Marina privada.
Que es la excusa que pongo ultimamente, que curro en una privada. Guay, todos los de.. de esto, sereis de la privada.

Guardo el movil tan campante con mi idea.

Me hace gracia la confusión producida por el concepto de casa. Dice mucho de Carlos y de lo diferente de nuestras historias. Pero no le interrumpo, me gusta como se expresa así que callo como si estuviera maldita y le dejo seguir con el error.

Lamento que por dejarle rienda suelta haya llegado a un punto de sus recuerdos que la tiña la sonrisa de nostalgia y no estoy segura de si envidio o me alegra no tener nada que añorar.

Cojo el móvil cuando me lo tiende y lo guardo en el bolsillo trasero del tejano negro.

— oh que especial me siento —bromeo al meter a toda la estirpe en un mismo saco, aunque es bastante acertado que seamos de una privada—.

— No —retomo sin más—, no me refería a mis padres. Hace muchos años ya que me independicé. Pero una amiga de la privada —añado con malicia— me... bueno, si alguna vez ve tu contacto, así no pregunta.

Creo que tiene poco sentido lo dicho pero yo me entiendo lo suficiente como para estar satisfecha con la explicación.

Si nadie nos lo impide sigo caminando hasta la calle.

— Porque ¿Tu dónde está viviendo? No me digas que en el hospital...

Camino junto a Marina en dirección a la calle.
Me río con la malicia de sentirse especial.

-Tiene chispa la jodida.

Lo otro de que le vigilan el móvil, movidas raras de "vampirosmagos" Ya me habían dicho que eran los más raros.

-No que va... Bueno, cuando me toca currar prácticamente.
De normal vivo en un piso alquilado,. antes compartía, pero ahora, pues está difícil encontrar compañeros. Así que solo, una cosa chiquita para mí solo.

Me abstengo conscientemente de dar la dirección o el barrio siquiera, eso sí que me lo habían explicado gráficamente.

-A ver qué dice de las conspiraciones esas...

Una vez en la calle* levanto los ojos al cielo tan rápido como un fumador acostumbra a sacar el paquete de tabaco tras unos minutos encerrado, necesito el aire como aquellos la nicotina, o más que el aire, ver la luna, las estrellas o la contaminación lumínica de la ciudad para sentir que de verdad he llegado a un exterior, al fin. 

Levanto una mano a a altura de mis ojos y la examino por ambos lados asegurándome, en una curiosidad repentina, que no tengo quemaduras.

— Sí, es lo mejor —resumo distraída la seguridad de Carlos—. He oído que debajo del clínico hay millones de trozos de muertos. Ahí. Guardados porqué no saben de quien son y por lo tanto si se pueden usar— me encojo de hombros queriendo no hacerme responsable de la verdad de esa leyenda urbana—. ¿Es verdad?

Doy un par de pasos más para alejarme de los terrenos de Gaudí.

— De verdad que creo que Sanahuja no es la nuestra... —comento para cortar el tema anterior, en el fondo prefiero seguir creyendo las historias raras sobre el hospital a que venga nadie a desmentir nada— Y me creo poco que vayan a ayudar a Alicia a despertarse. ¡O al Urbano ese! En cuanto le saquen quién le ha atacado... —no planeo dejar la fase inacabada en mi cabeza está claro lo que pasará y es justamente esa certeza que me traba la voz y golpea en mis tripas hasta dejarme muda.

Mis pasos conducen hacia el Liceu, quiero probar suerte con Montoya.

— Y la culpa de todo la tienen los Tremere pero ¿a qué no adivinas quién se la cargará en su lugar? — inquiero arqueando una ceja y luego suspiro resignada— Oye, ¿tienes algún amigo forense? ¿Uno que quiere irse a tomar unas cañas a estas horas?

Estaba a punto de contarle la versión oficial de lo de los muertos del Clinic, pero cambiamos de tema a uno mucho más oscuro.

-No ¿Quien? ¿Pero porque?

Tengo que admitir que no sigo el patrón de pensamiento de la muchacha, así que me paro.

-Marina, espera.
Empieza desde el principio porque no te sigo.
¿Qué te hace sospechar de Sanahuja?

La pausa de Carlos llega como una llave inglesa atravesada en mis engranajes. Me paro tres o cuatro pasos después de que él lo haga cuando ese "espera" logra abrirse paso hasta al centro de control de mis nervios.

Y en ese alto, me quedo bloqueada. De pronto todas mis ideas se me han ido de la cabeza, incluso las que hablan de algo tan sencillo como moverse.

Tomo aire, respirando profundamente en un gesto de calma que arrastro desde humana. Tal vez no necesito ese aire para seguir existiendo pero ahora lo necesito para seguir siendo.

Pivoto en mis talones y vuelvo hasta Carlos.

— Sé que cuesta de creer pero Montserrat no es tan perra como hoy la has visto —me encojo de hombros con disculpa—. Creo que no es arriesgado decir que estaba de hostia.

— Pues eso. Si te cambiaran a tu madre, a tu hermana o tu algo seguro que lo notarías, ¿No? Lo que no sé es quién mierdas es.

Saqué el aire que había cogido esperando arrancar con él una molesta canción que se había encajado en mi cabeza.

Flipo, en colores y con musica dance.

-Que me estas contando... ¿Que han cambiado a una persona por otra?

Pienso un par de segundos y continuo.

-¿No será que la estan obligando a actuar como lo hace? ¿No se puede hacer? Igual por eso la notas rara.
Y aunque la hayan cambiado ¿Como podemos demostrar algo así?

La movida es rara de cojones, pero despues de todo, todo es raro de cojones ultimamente. La teoria de Marina es peregrina y no veo que tenga demasiada prueba a la que agarrarnos.

Aparté los ojos más allá de Carlos, pasándolos por encima del hombro de este hasta dar con algo en la oscuridad de la noche, o la propia oscuridad. Una señal clara de que los edificios seguían sin orejas de más.

— ¿Para qué? —pregunto antes de volver a mirarlo— ¿Por qué queremos demostrar nada? —pregunto con la inevitable sensación de qué algo se me escapa, como siempre. Aunque me encaja esa pregunta con enfermero, a fin de cuentas, siempre buscan arreglar las situaciones que no controla quien debería hacerlo. Y si ha elegido ese trabajo, esa necesidad de que todo cuadre tiene que estar en su carácter.

— A lo mejor es muy milenial lo que voy a decir pero si eso no nos causa problemas, prefiero invertir esfuerzos en otros asuntos.

Escondo un mohín agachando ligeramente la cabeza ante una oleada de soledad que me azota tras mis palabras.

— Pero como quieras .