Partida Rol por web

Alester siguió las indicaciones del mozo de cuadras y se dirigió hacia la Torre del Fénix. Si recordaba bien, le había dicho que el Maestre se encontraba en la quinta planta. Mientras caminaba, el caballero maldijo la suerte que tenía y se preguntó por qué un anciano como él no estaba alojado en la planta baja. Era un hombre atlético, un hombre con buena forma que no se quedaba sentado todo el día. No era el esfuerzo lo que le enfadaba, era tener que esperar tanto para llegar a su destino, pues cinco plantas no se suben en unos segundos. Y tenía que tratar rápidamente con el maestre si no quería llegar demasiado tarde a presentarse ante los Vaelys.

En cuanto llegó a la Torre, se encontró con un soldado ante las escaleras, tal y como le había avisado el mozo. Parece que es verdad que en la Fortaleza están aumentando considerablemente las medidas de seguridad. Se acercó a él y se presentó-. Buenos días, soldado. Soy Alester Marbrand, de Marcaceniza. Acabo de llegar a la Fortaleza, invitado por Lady Vaelys a la fiesta de esta noche, y necesito ver al maestre, si fuera posible. Me es urgente enviar un cuervo a mi casa.

No se extendió mucho más, aunque cada una de sus palabras las pronunció con la mayor educación de la que disponía, que era mucha. Esperó paciente a que el soldado le diera permiso para pasar cuanto antes. 

El soldado inclinó la cabeza levemente. "Entiendo, mi señor. Pero comprenderéis que no podemos dejar subir a los invitados así, por las buenas. Le recomiendo buscar al castellano, Marvin, debe de estar por el recibidor o la puerta principal; él proveerá a sus necesidades."

A pesar de que Alester había escuchado que la seguridad de la Fortaleza había aumentado hasta límites que muchos consideraban extremos, no esperaba esa respuesta. Nunca antes había tenido problemas en visitar a los maestres de diferentes ciudades, sin permiso del castellano. Así que durante los primeros segundos tras oír la negación, su rostro reflejaba una clara confusión.

Sacudió la cabeza, pensando que de poco le iba a valer intentar convencer al soldado, pues solo seguía órdenes, y respondió:- Entiendo, sí –En realidad, no entendía del todo, pero si quería visitar al maestre cuanto antes, lo mejor era seguir las indicaciones y no discutir-. En ese caso, buscaré al castellano, como me habéis sugerido. Una pena no habérmelo encontrado al llegar, me habría ahorrado este primer viaje –añadió, con media sonrisa-. Gracias igualmente.

Alester volvió por donde había venido y caminó hasta la puerta principal. Por los pasillos, iba pensando en la mala suerte que había tenido. No había querido perder el tiempo y había ido a visitar al maestre cuanto antes, pero al final iba a tardar el doble de lo normal. Se maldecía a sí mismo por no haber pensado en la posibilidad de que no le dejaran acceder a la torre. Ya el mozo de cuadras le había advertido de la presencia de guardias, pero en ese momento había dado por hecho de que simplemente se trataba de llevar un control de quienes pasaban, nunca de impedir el paso.

Caminaba lo más rápido que podía sin llegar a correr. No sabía exactamente cuánto tiempo había pasado desde que había llegado a la Fortaleza, pero sabía que no podía esperar más para presentarse ante Lord Vaelys. Así que tendría que posponer sus asuntos personales un rato más. Ya buscaría al castellano más tarde.

Durante el trayecto, Marvin respondió las preguntas que Ser Alester le había realizado cuando salieron de las puertas de acceso a la fortaleza. Conocía que uno de sus deberes básicos era hacer el camino más ameno para el caballero.

- Toda mi vida, Ser Alester, toda mi vida llevo con orgullo el servir a esta casa. Y antes de mí, mi padre sirvió como castellano; y antes de él, su padre - expuso -. Los Curton valoramos mucho el puesto de confianza con el que la familia Vaelys nos ha recompensado - se notaba orgulloso y un poco vanidoso al mencionarlo, pero era un hecho de gran prestigio el cargo que él tenía.

Una vez llegaron a la torre, antes de subir las escaleras hasta el quinto piso, donde debería estar Caelus, Marvin se dirigió al soldado que servía como guardia allí.

- Disculpad, centinela, ¿ sabéis si el maestre se encuentra en su laboratorio o en sus estancias? - si el soldado les comunicaba que no era así, no haría falta fatigarse subiendo gran numero de escaleras.

Alester podía parecer hombre de pocas palabras a veces, pero disfrutaba conversando, sobre todo con el personal de una casa. Sirvientes y soldados eran sus interlocutores favoritos, por lo general.

- Entiendo perfectamente el honor con el que lleváis este puesto. El castellano es un segundo señor de la casa. De hecho, aunque a mí me traten de Ser, vos ostentáis un puesto más importante que yo, que formo parte del Consejo de mi tío. Si los Vaelys os confían tal responsabilidad es sin duda porque la merecéis –le aseguró Alester al orgulloso Curton-. No es un cargo que se otorgue a la ligera, seguro que lo sabéis. Os diré que Lord Damon Marbrand, mi tío, puede pasar días sin mantener una conversación larga y tendida con su esposa, pero a su castellano le dedica la mitad de sus horas. Siempre dice que sin él, Marcaceniza ardería y acabaría haciendo honor a su nombre –río, aunque sospechaba que había bastante verdad en esa afirmación. Su tío era un hombre de lo más capaz, pero su mano derecha era quien mejor resolvía los problemas, incluso mejor que el mismo Lord del castillo.

En ese momento, llegaron a la escalera. Era una pena el camino se les hubiera hecho tan corto. Le hubiera gustado preguntar por las hijas de Lord y Lady Vaelys, pues no las conocía y había hecho ese viaje precisamente por ellas. Pero no era un tema que se pudiera sacar a la ligera y Alester no quería dar una mala impresión al castellano.

Saludó al soldado con la cabeza. Era el mismo con el que se había encontrado la primera vez que había intentado subir a la torre. Esperaba que el maestre estuviera allí dentro y no tuviera que dar más vueltas por la Fortaleza.

Mientras esperaba por la respuesta del soldado, el castellano retomó el tema de charla con el noble que le acompañaba. Era un hombre de fácil conversación, cosa que agradaba a Marvin.

- La verdad es que es una labor que porto con mucha dignidad. No soy de alta cuna, pero los Vaelys han tratado a los Curton como tal desde tiempos antiguos. Agradezco vuestras palabras al otorgar valor a mi estatus, Ser -veía en sus palabras una sincera admiración por el administrador de su tío, algo que se yuxtaponía a su propio cargo -. Como podéis observar, hay muchas labores que debo realizar, y hoy es un día aún más importante para no cumplirlas. He de disculparme de nuevo por haberos hecho esperar en las puertas - se mostró compungido, algo avergonzado.

- Seguro que disfrutais de la fiesta. Es nuestro gran objetivo esta noche: que vos y el resto de invitados paséis una velada esplendida - cambio de tema, para no incidir otra vez en el tema de esperar.

Con una educada sonrisa, Alester escuchaba y asentía a las palabras de Marvin-. Sin duda, sois un hombre ocupado. Y por ello no debéis disculparos, en absoluto. Si no espero yo, habrían tenido que esperar otros caballeros. Y puede que ellos no tuvieran tanta paciencia –afirmó el caballero. No los conocía demasiado, pero por lo que había visto en la taberna la noche anterior y durante la cabalgata de esa mañana, sabía que algunos de esos invitados no habrían reaccionado tan bien ante la espera.

- La fiesta… sí. Todo el mundo tiene muchas expectativas puestas en ella. Incluso yo, no se crea. Tratar con algunos de los nobles más importantes del continente, reencontrarse con viejos compañeros de batalla… Y, bueno, para qué ocultarlo, la esperanza también de encontrar una esposa –La última frase la pronunció con cuidado, casi como si le resultara embarazoso hablar de ello-. Suena casi ridículo, ¿no creéis? Ni siquiera conocemos a las muchachas, la mayoría de los invitados.

Miró a su interlocutor un par de segundos-. Pero vos sí, por supuesto. ¿Podría pediros un último favor, Marvin? Contadme algo de ellas. Lo único que sé son sus nombres. No necesito muchos detalles, solo una pequeña idea de cómo es cada una –suplicó Alester al castellano. 

Encontrar una esposa, frase que Marvin escuchó y recordó, tras oírla, el objetivo final de esta fiesta. Como era lógico, Ser Alester deseaba conocer más acerca de las damas de la casa Vaelys. El castellano no pudo sino exponer al caballero las ventajas y virtudes de las hijas de sus señores, otra cosa sería impensable.

- Pensad en que, al igual que vos, muchos de los invitados parten del desconocimiento. He de deciros que os hablare de sus virtudes y de su manera de ser. Así tendréis una idea de ellas como me pedís, Ser - Tardó unos segundos en pensar y elucubrar la mejor forma de definirlas - No os hablare de su belleza, ya que todas ellas son muy afortunadas en ese rasgo. Astrid, la heredera, es una autentica dama, de exquisito trato y esplendidos modales. Su carácter es el de una noble conocedora del protocolo y las normas. Tabitha, la segunda hija, es un raudal de energía y siempre nos sorprende con su forma de ser y de actuar. Es una muchacha que le gusta hacer las cosas por sí misma, sentirse libre y tratar con nosotros, los sirvientes. La dama Vaelys que se encuentra en el centro de la familia, Lenia, resulta ser ligeramente soñadora y, al igual que su hermana mayor Tabitha, es de agradable trato con el servicio. La considero una joven de personalidad muy afable y muy vivaz. Con ella podréis hablar de lo que sea que siempre la veréis con una sonrisa en su rostro. Lady Alyra - se tomó un poco más de tiempo para la cuarta hermana pensando bien lo que diría de ella -, es pura voluntad y fuerza. Su mente está en sintonía con su forma de ser, la cual es muy similar a la de Lord Rhys, todo cuanto se comprometa a lograr, sea lo que sea, lo hará. Para ella la palabra imposible es solo eso, una palabra. La pequeña Mira aún es muy joven para tener bien definida su personalidad, aunque apunta maneras de ser una noble dama.

Miró al receptor de las confidencias acerca de las mujeres Vaelys y bajó la cabeza, un poco compungido.

- Debéis entender, Ser, que es mi manera de verlas. No soy imparcial en su descripción, ya que las conozco desde toda mi vida y, por ello, les tengo una gran estima que puede nublar mi juicio sobre ellas - se excusó Marvin.

Sin duda, Alester ya imaginaba que él no era el único que desconocía a las muchachas. Aun así, la idea de buscar a una compañera entre mujeres de las que no sabía nada en absoluto le resultaba fría e incluso incómoda-. No es belleza lo que busco, creedme –respondió cuando Marvin le aseguró que las cinco damas eran hermosas-. Al fin y al cabo, la belleza es efímera. Si bien es de agradecer que un rostro deleite los ojos, el matrimonio es algo más que eso. De poco me serviría casarme con la mujer más hermosa de los siete reinos si no vamos a poder hablar de nada.

A continuación, prestó bien atención a la descripción que el castellano le dio de las Vaelys. Por supuesto, eran solo unas pequeñas pinceladas de lo que realmente era cada una de las jóvenes. ¿Con quién podría tener más en común? ¿A quién podría querer él? ¿Y quién de todas podría quererle a él?

Alester no era un ingenuo. Tenía ya cierta edad y sabía que la noción del matrimonio romántico casi nunca se ajustaba a la realidad. Tal vez entre dos jóvenes… Pero para él era casi una utopía. La mayor parte de su familia se habían casado con personas a las que no conocieron hasta poco antes de la boda, orquestada por los padres de ambas partes, quienes querían forjar alianzas, reforzar las que ya había, conseguir una cuantiosa dote... Algunos habían tenido suerte y habían encontrado una pareja perfecta; pero otros no tanto.

Y sabía que una sola noche no era suficiente como para conocer a fondo a una persona y saber si un futuro con ella será feliz. Sin embargo, albergaba una pequeña esperanza. Deseaba una esposa; y, más aún, deseaba no pasarse la vida odiado por ella. Acompañado y, aun así, solo.

Tras mucho cavilar, contestó al castellano-. Os agradezco lo que me habéis contado, Marvin. Y confío en vuestro juicio. Alguien que ha pasado con ellas todos estos años no puede errar mucho en su descripción. Todo lo que había escuchado hasta ahora era que eran hermosas y encantadoras. Pero nada más concreto. Es agradable escuchar hablar de ellas individualmente, saber que cada una es única.

Alester suspiró, con la mirada fija en la pared que tenía enfrente. Esa noche varias personas tomarían una decisión que afectaría al resto de sus vidas. Y él, ya con 34 días del nombre, se jugaba mucho. Tal vez sería su última oportunidad de conseguirlo…

- Decidme, Marvin, ¿estáis vos casado? ¿Tenéis hijos?

Notó como el caballero mostraba atención a las pequeñas descripciones que él le había dado y, tras ellas, reflexionaba un periodo de tiempo, tiempo que usaría para imaginar su compatibilidad con las doncellas Vaelys suponía Marvin. También era conocedor que había ciertas peculiaridades en cada una de las muchachas que podrían provocar un mayor acercamiento a ellas o una mayor repulsa, pero eso debía ser descubierto por cada uno de los pretendientes. Le agradó en cierta manera comprender que el representante de la casa Marbrand se tomase un tiempo y preguntase por las hijas de su Señor.

- Todas y cada una de ellas son únicas, perfectas damas e incomparables, Ser. Son como dulces melodías, que pueden ser muy diferentes y, aún así, agradan por igual y embelesan a todos - añadió al agradecimiento recibido por el noble -, mas a algunos les agradan un tipo de canciones que a otros no tanto - sonrió al terminar su metáfora. Tal vez no fuese un poeta, aún así, intentó usar la retorica propia de ellos para dar a comprender las personalidades de las mujeres de la casa Vaelys.

La pregunta sobre matrimonio y descendencia cogió al castellano desprevenido. Respondió con un tono melancólico en su voz.

- No tengo esposa o hijos, Ser. Mi principal cometido es para con la casa. No he tenido tiempo para plantearme el desposar a una mujer y condenarla a una vida de hastío a mi lado - bromeó para romper la seriedad del momento.

Llegaba el momento de subir las escaleras, buscar al maestre y mandar el mensaje. Marvin procedió a abrir el camino hacía Caelus, que era su meta.

- Por favor, Ser, acompañadme.

El anciano se acercó a la torre del Fenix cansado y con el rostro preocupado, caminaba con dificultad mientras en silencio hacía plegarias a la Vieja para que le diese Sabiduría, ella conocía los dolores de la vejez y entendería su situación perfectamente, como el cuerpo limitaba el movimiento y la mente, llena de experiencia, veía mucho mas allá que el resto, sin poder alcanzarlo. Se acercó a uno de los guardias que custodiaba la entrada.

- Buenos días, que los Siete te bendigan, muchacho. Tengo que hablar con Lord Rhys por un tema del Consejo, hubo una conversación que ayer no terminamos y me he tomado el atrevimiento de venir aquí antes de que los preparativos para la fiesta de esta noche nos impidan completarla. Puede avisarle que he venido a verlo? Por supuesto si me permites pasar, será aún más sencillo y no tendrás que abandonar tu puesto. Haz lo que consideres que mas place a tu Señor - dijo, y lo miró con paciencia, pero mostrando claramente su malestar físico.

Lo lamento, Septón Tiziano, pero Lord Rhys no se halla en sus aposentos. Y por desgracia no sé decirle donde se halla, llevo tiempo sin verle.

El Septón abrió los ojos de par en par y no pudo ocultar su mirada de preocupación, temió por su Lord, en parte por su salud y en parte por la posibilidad de que los rumores sobre su intento de asesinato fuesen ciertos. Suspiró, era un hombre de fe, si el destino de esa casa era prevalecer, entonces seguramente Lord Rhys estaría a salvo, debía confiar en ello y no desesperar, aún en los difíciles momentos que atravesaban.

- Comprendo, buen hombre. Entonces, ya que he caminado hasta aquí y para que mi esfuerzo no haya sido en vano, si me es posible veré al Maestre Caelus, también estuvo presente en la conversación dentro del consejo y puedo hablar al respecto con él. Usted sabe, los ancianos caminamos poco pero tenemos encima muchos años de experiencia, no podemos dejar pasar las oportunidades para hablar. Puede anunciarme o me permitirá subir?- dijo lo mas relajado que pudo, haciendo un esfuerzo por ocultar su preocupación, y aprovechando el encuentro para algo importante que debía resolver con el consejero.

Cuando le dijeron que el rumor que corría sobre ella era que estaba enamorada de Merol, lo que primero que hizo fue sonreír con incredulidad, y de hecho les dijo si era una broma, pero le dijeron que no, que no lo era, luego se río con más ganas, hace días que no la escuchaban reír de esa manera al punto que debió llevar una de sus manos a sus ojos para limpiarse un poco las lagrimitas que salían ya de ellos. Era divertido y se los dijo, realmente pensaba que se les ocurriría algo más escabroso, algo más sucio, pero aquel rumor le parecía hasta adorable, Merol era un chico agradable aunque demasiado tímido, pero eso era parte de su encanto, sin embargo aquello le hizo reír más, pero se dio cuenta de algo, esos rumores parecían estar siendo tejidos por alguien de afuera, y una mirada que le lanzó a Evan transmitiría ese pensamiento al hombre. De ser de dentro, a ella podrían hacerle bastante daño, después de todo, todos tienen sus secretos.

Salieron del cuarto de su amiga, y los dos jóvenes la llevaron con cuidado, mientras Alyra caminaba delante de la pequeña comitiva, ella aún sonreía ante el rumor que corría de ella, ahora comenzaba a sentirse un tanto ofendida, realmente esperaba algo más glamoroso, pero no era así, quizás no la veían como un verdadero peligro. Cuando llegaron a la torre, los guardias los detendrían, los hombres no tendrían permiso para entrar. 

— déjalos pasar, no puedo cargar a Fiona por mí misma — ahí sacaba su voz de mando, delante del soldado y mirándolo a los ojos, dando por hecho que no iba a aceptar un no por respuesta, cuando se ponía así, se notaban aún más los rasgos semejantes a su padre, y no sólo físicamente, sino en su carácter.