Partida Rol por web

La habitación de Shadar, como la de cualquier habitante digno del castillo era de lejos lujosa y acogedora. Suelo alfombrado, varias estanterías con libros de interés, un escritorio particular, un tapiz decorativo justo sobre la cabecera de su cama con el símbolo del reino y una cama mas grande de lo necesario para una sola persona dominaban la habitación, aunque habían muchas mas cosas claro.* La estancia en si, se encontraba a oscuras aún, debido a la cortina de terciopelo que cubría la ventana. Era ya la mañana, y el hombre se encontraba durmiendo sin mas. Anoche había sido una ardua jornada aleccionando a la nueva "chusma" que había ingresado a las filas del ejército de Alanku . Como siempre, se habían separado grupos entre aquellos que dominaban la magia y aquellos que destacaban con el metal en las manos.

Hace algunos días Lord D'Thire en persona le había citado a él y al comandante de las fuerzas no-mágicas de la ciudad, un vampiro llamado Andrue Ikandriel, para comunicarles que había decidido, tras meditarlo, recompensarles de una forma especial por sus respectivos logros y lealtad. Ese día, les sería otorgada una de aquellas esencias elementales tan preciadas.

Algo lo despertó de su sueño. Se sentía observado, incómodo...

Pero tumbado como estaba no podía ver dos puntos rojizos que le acechaban en una esquina de la habitación.

Se despierta con una extraña sensación en el cuerpo. Instintivamente con su mano izquierda busca debajo de la ropa de dormir el collar de esmeralda de Idu que siempre lleva consigo. Al sentir el reconfortante contacto de la gema se siente algo mas tranquilo.
Se levanta de la cama y se dirige hacia las gruesas cortinas de terciopelo para echarlas hacia un lado y permitir que entre la luz del gran astro.

-Deben de ser los nervios- dice, con una voz que suena un tanto cansada.

Se dirige a su armario y se queda mirando la ropa con detenimiento. Preguntándose si la prenda que había comprado unos días antes era la mas adecuada para ir a ver al Rey. Sabía que recibir una esencia elemental era un honor del que muy pocos podían presumir, y que, si no quería ofender al rey debía ponerse sus mejores galas.

Después de vestirse se sienta en la cama, y se pone a contemplar el brillo del collar de su gema de Idu. Esa gema le había acompañado desde su infancia. En las noches en las que había tenido miedo, su luz había disipado sus temores, y en las minas de esmeraldas le había permitido durante muchos años, ver en los lugares donde ya se habían extraído todas las otras gemas. Esa esmeralda podría decirse que formaba parte de su ser, y se preguntaba si a partir de ese día sucedería lo mismo con la esencia que le iban a entregar. Con una mirada de determinación se levanta, se cuelga la espada de ceremonias a la cintura y se dirige hacia la puerta, dispuesto a averiguar que es lo que está por suceder.

Me mantuve en silencio, observando como aquel hombre iba de aquí para allá, sin notarme. Me preguntaba si estaba ciego o si simplemente era estúpido. Sin mas, cuando vi que estaba a punto de marcharse, coloque la punta de mi espada en su espalda, sin presionar demasiado, para detenerlo.

-Creí que un comandante del ejercito de Gamias me notaría mas rápidamente, pero tu ni siquiera prestaste atención.-

Devolví a Dantmor a su funda, rodeando al hombre hasta quedar frente a el -Soy Andrue, seguramente ya conoces mi cargo.- me acerque a una de las paredes -¿Pude haberte matado sabes? Alguien como tu debería estar alerta en todo momento. Ahora apresurate, no hay tiempo que perder.- Sin mas, traspase aquella pared para salir de aquella habitación, emprendiendo camino hacia el lugar donde me entregarian la primera esencia, cada ves sentia mi venganza estar mas cerca...

'¿No te preguntas como alguien asi llega a ser comandante de un ejercito? No me extrañaria que en poco tiempo algun asesino lo mate por la noche, en fin. Vamos, apresurate vampiro, como le has dicho: No hay tiempo que perder.'

Era extraño, el siempre serio comandante Andrue se había metido de forma descortés en su habitación a intimidarle. Quizá hubiese tenido esa necesidad de intentar intimidarle, iban a recibir la esencia a la par. Dependía de Fezbane ahora, si dejaba pasar aquel atrevimiento o iba tras de Ikandriel a ponerle las cosas en claro.

Ve como Andrue se funde con la pared de su habitación. Le deja machar y piensa:
-Si Andrue, conozco tu cargo, pero a ti apenas te conozco, aunque eso es algo que me encargaré de remediar. Y si; realmente alguien como yo debería estar mas atento. Y créeme no volveré a cometer el mismo error.-

Cierra la puerta de su habitación y se dirige hacia el lugar donde se realizará la entrega de las esencias.

Mientras camina, hace un esfuerzo para tratar de recordar todo lo que ha oído sobre Andrue y la familia Ikandriel y para ver si recuerda algún pasillo secreto que vaya a dar a las habitaciones de Andrue, pues a él también le gustan estos jueguecitos.

Poco a poco empiezas a recordar sobre lo que sabes del comandante Andrue. Era un simple soldado en el tiempo de Serpaul en el trono, aunque parece que algo mas sanguinario que la media. Tras la toma de poder del actual Lord, siguió en su pocisión pero empezó a lucirse mas, debido a que había aumentado notoriamente movimiento militar. Se le asignó un reducido grupo de 10 hombres como prueba, y estos en poco fueron conocidos como "los carniceros" por su brutalidad. Participó en la conquista de Shrae, donde su espada fue vista en acción: aquella misteriosa hoja de metal negro con las letras Dantmor grabadas, y esa gema azul en la empuñadura. Pese a que esta ultima joya era hermosa e impresionante, resulta siniestra y algo perturbadora, como si escondiera algo abominable. Escuchaste que, el grupo de hombres que manejaba en ese entonces volvió contando que los muertos por esa espada presentaban un color mortalmente pálido, y al poco se volvían cenizas. En dos años aquel grupo de once hombres solo tuvo dos bajas y muchas victorias para el rey, lo que le valió el ascenso a comandante. Sin embargo sobre su familia no hay practicamente nada que decir...

Tras subir unas escaleras y atravesar varios pasillos del amplio palacio blanco, ambos comandantes acabaron llegando a su destino: La sala del trono.

El color rojo de los tapices y el alfombrado predominaba. Incluso la piedra de la habitación parecía ser diferente, como una mezcla entre el marmol y otras rocas mas oscuras. La estancia era sumamente amplia y ostentosa, pero bastante despejada en si. Cada pocos pasos, junto a las paredes, se avistan imponentes columnas con ambos extremos provistas de un ornamento de oro. Y en el fondo del salon, la alfombra roja comienza a subir por una escalera que lleva al motivo principal de la habitación: El imponente trono dorado del rey de Kysuta. Este se encuentra escoltado en ambos extremos por dos antorchas a una altura de dos metros, que componen la única iluminación del lugar. El resto de la sala si bien no esta a oscuras gracias a esta luminiscencia, permanece en semi-penumbra.

Con una leve sonrisa dibujada y solitario el ojo de fuego, el hombre que porta la corona del reino permanece sentado en su trono, con un aire de realeza acompañando su porte imponente: Rondará ya los sesenta años de edad, quizá un poco menos. Su piel pareciera tener un leve tono gris, cosa curiosa pero a pesar de eso no tiene un aspecto enfermizo o extraño. Cejas bastante gruesas enmarcan el único ojo de tinte ambar. El otro está vedado por una finísima cutícula, ya que es sabido que el monarca lo perdió en circunstancias poco claras. Posada sobre los cabellos castaño-rojizos, permanece la joya real que lejos de ser una corona corriente tiene un diseño fuera de lo común. Su soporte de oro permanece en la parte de atrás de la cabeza, casi a la altura de la nuca. De esta se desprenden ligamentos del mismo metal, que tras algunos centímetros alcanzan un adorno de rubí engarzado se tornan en una fina cadena de perlas doradas. Estas a su vez terminan en la frente, donde otro adorno, mas grande que el resto y mas vistoso, se posa con tranquilidad reflejando la luz de las antorchas, al igual que la mirada del soberano.

Las finas ropas estan hechas en tela azul oscuro en su mayoría, aunque las mangas tienen el negro por color principal. Algunos detalles en hilo dorado y gemas bordadas bastante similares a las de la corona, haciendo juego con la misma, hacen pensar que aquel atuendo fue diseñado exclusivamente para acompañar el dichoso ornamento. Lo único que difería era la cresta en su pecho, blanca y brillante que por generaciones había sido portada por la familia real. Frente a él, alejada un metro, una fina mesilla de cristal estaba cubierta en la parte superior por una tela negra.

Lord Nird D'Thire se puso de pie y como gesto de bienvenida, pronunció amables palabras.

-Bienvenidos, mis mas estimados comandantes. Han sido puntuales en su llegada.

Avancé siguiendo el camino hacia el trono en un lúgubre silencio, sin otra expresión en mi rostro mas que una pequeña y extraña sonrisa de medio lado, que desapareció muy pronto al llegar ante el trono. 'Así que eso...¿es a lo que tenemos que servir? ¿Debemos rendirle respeto a ese viejo decrépito?...' me detuve ante el pie de aquella pequeña escalera 'Mejor te arrodillas, lo único que falta es que aparte de viejo sea un viejo sensible' me arrodille en el lugar, pero dejando solo un pie completamente en el suelo, en mi otra pierna apoye mi codo y agache la cabeza.

-Lo menos que puedo ofrecerle es mi lealtad y puntualidad, mi señor.- En ese mismo instante, la gema de Dantmor emitió un pequeño destello y luego su brillo se encendió notablemente.

'Sera mejor que este maldito viejo te entregue esa esencia rápido, el y el otro inútil ya me hicieron perder la paciencia completamente.' A pesar de que el vampiro ya se había acostumbrado a esa voz en su mente, no podía evitar ser influenciado por sus palabras.

Entra en la sala con paso firme, decidido. Sin que apenas se note da un vistazo general a toda la sala y trata de aguzar el oído. Intentando detectar cualquier cosa que parezca anormal o fuera de lugar. Sin perder de vista a Andrue y a su espada se coloca a su misma altura.

-Mi rey nos honra con sus palabras- Dice a modo de alabanza.

Se arrodilla.

Si la memoria no me falla, creo recordar que...

En uno de tus viajes a Orem de casualidad escuchaste ese apellido, Ikandriel. Un anciano, en las calles de la capital, platicaba con un joven sobre que hace mas de un siglo, una familia de vampiros aterrorizaba los pueblos cercanos, y se rumoreaba que su mansión estaba oculta en un profundo bosque de arboles muertos. Aquellos vampiros ocasionalmente secuestraban gente para alimentarse, como si de rebaños de ganado fueran, ningún mercenario, paladín o loco que se aventurara a acercarse a la mansión había vuelto. Sin embargo hace 100 años dejó de oírse ese nombre. Nadie sabe especificamente lo que les sucedió, aunque hay rumores de que un paladín logró poner fin a su linaje. Aún así, sigue sin poderse entrar a aquella mansión, protegida por magia prohibida, capaz de arrancar la vida del osado que intente entrar en ella.

Pero sin embargo...¿Este vampiro está aqui?

Con un sencillo gesto, el rey quitó la tela negra de encima de la mesilla de cristal. Ante los ojos de ambos, estaban cuatro objetos que asemejaban esferas, cada uno claramente diferenciado por el otro. Uno parecía un trozo de tierra dura, con reflejos en color oro. Otro de estos parecía contener corrientes de aire dentro, y su cubierta era la mas gruesa de todas. Un orbe de multiples caras parecía estar ardiendo y brillando en tonos naranjos. Y por ultimo, una perfecta esfera cuyo contenido se mecía y entremezclaba constantemente, como si fueran ondas u olas miniatura.

-Creo que a vosotros no os haría gracia que os entretuviera demasiado, directo al grano. Estas son esencias casi terminadas. Lamento tener que presentaros algo incompleto, pero hace una semana esperaba que llegara una excursión que he mandado a Shrae para recolectar algunos elementales para completarlas. Sin embargo, tomad una de estas esferas. Partiréis de inmediato hacia allí, para recoger a mi grupo de confiables cazadores.

Lord D'Thire pareció poner mala cara recordando algo.

-Parece que estan teniendo un pequeño problema que lleva una capa blanca. Esperemos que vuestra prescencia le espante. Aunque son habilidosos los dos, no me extrañaría que capturaran a esa molestia. Una vez en Shrae y con ayuda del grupo de cacería podrán completar la esencia.

Dicho esto, el hombre se alejó unos pasos, esperando su elección.

Me puse de pie lentamente, sin dejar de observar aquellas esferas. Cada una representa uno de los cuatro elementos principales como era obvio, el fuego, la tierra, el aire y el agua. 'Cuatro esencias frente a nosotros, al alcance de nuestras manos...¿Que se siente tener tu destino tan cerca y a la ves tan lejos, vampiro?' me acerque a la mesa de cristal y extendí mi mano, colocándola unos cuantos centímetros sobre las esencias. '¡Este maldito, inútil y decrépito viejo bastardo se atreve a darnos esencias sin terminar! ¡Esto no es por lo que hemos estado tantos años al servicio de este cerdo!' por unos segundos me vi indeciso ¿Cual podría tomar? 'Ninguna de estas porquerías nos servirá hasta que sean terminadas, toma la de fuego de una ves' Sin mas, coloque mi mano sobre la esencia de fuego y la tome, para luego apartarme unos pasos de aquella mesa 'Muy bien, ni siquiera tenemos la primera completamente....'

-Le estoy muy agradecido, mi señor, le aseguro que partiré enseguida y me encargare de los problemas.-

Di media vuelta, comenzando a desandar el camino que había seguido hacia la sala del trono, desapareciendo a traves de una de las paredes. 'De vuelta a la patética Shrae, el lugar perfecto para completar la esencia de fuego.'

Se levanta y se acerca a la mesa, mirando las esferas con fascinación. Deja que Andrue tome la iniciativa. -Me hará la elección algo mas fácil- piensa. Ve como Andrue coge la esencia de fuego, le dedica unas palabras al Rey y se va.

-Es difícil saber con cual de estos elementos podré servir mejor a mi rey- Dice mientras contempla como la danzarina luz de las antorchas juega con la superficie de las tres esfera.

Con una mano coge su collar de esmeralda de Idu mientras posa la otra sobre la esencia de aire. -Aunque no era consciente de ello, esta esencia siempre ha sido parte de mi- Piensa mientras recuerda parte de su infancia en las inhóspitas tierras de Idu.

-Elijo la esencia del aire. A lo largo de mi infancia he podido comprobar de que es capaz este elemento- Dice con una casi imperceptible nota de amargura en su voz. -Si hubiera podido controlar este elemento tal vez todo hubiera sido diferente. Aunque seguramente no hubiera llegado hasta aquí-

Coge la esfera con ambas manos. -Mi majestad, partiré de inmediato. Me aseguraré de que esos hombres vuelven con todo su cargamento-Hace una reverencia y se va.

-Así que me voy de viaje con mi simpático amigo Andrue. Bien, así tendré tiempo de conocerlo un poco mejor y de aclarar algunas cosas. De todos modos, creo que antes de partir le haré una visita a unos viejos amigos que me deben unos cuantos favores-

En cuestión de una hora, ya habiendo arreglado sus asuntos pertinentes, y se encontraban ambos en el establo real. Un fardo con víveres y utensilios de viaje esperaba a Shadar, completamente armado y esperando que lo colocara sobre el caballo que eligiera para partir.

Sin embargo al vampiro no se le había previsto de nada de esto, por obvias razones.

En el fondo podía verse al encargado del establo, dando de comer heno con gesto cariñoso a un potro de color marrón. Al advertir la presencia de ambos, el hombre de cara redonda, ropas sencillas y aspecto bonachón se plantó delante haciendo una reverencia cortés.

-¡Comandantes! Honran mi pequeño rincón con su visita. Me han informado de vuestra salida, escojed el caballo que mas os guste. Si tenéis dudas estaré aqui para aconsejaros. Ensillaré vuestras elecciones.

Mira al encargado del establo con una sonrisa. -Veo que le tienes mucho aprecio a estos caballos.- Da un vistazo general al establo y vuelve a mirar al hombre. -Ensillame aquél del que estés mas orgulloso. Prometo devolverlo en buenas condiciones. A mí también me gustan mucho estos animales.-

Comencé a caminar lentamente por el establo, prestándole poca atención a los otros dos, examine cada caballo críticamente con la mirada... 'Veamos, un caballo...un caballo...yo elegiría ese, creo que combina contigo.' Me acerque a un caballo de pelaje negro y brillante, ya de vista se podía notar que era un caballo fuerte y veloz. 'Si, este es perfecto, ensillalo y vámonos de una buena ves.' En silencio, ensille al caballo tranquilamente. Este dejo escapar un suave relincho, como si estuviera impaciente por salir de ese lugar.

Al terminar, lo dirigí hacia la salida del establo, al pasar a un lado de Sheadar solté unas secas palabras, sin mirarlo -No pierdas mas tiempo.- 'A esto se dedicaba tu padre ¿Verdad?, además de matar y asesinar, tenia un establo y los caballos mas fuertes que puedan haber...no puedes ocultármelo, lo veo en tu memoria, tambien te enseño sobre ellos en tu niñez....olvidate de esos recuerdos emocionales de una ves, no los necesitas.' y me monte en el, esperando que el segundo comandante se decidiera.

El caballerizo se caminó hasta uno de los penultimos animales, un corcel plateado con un rombo entre los ojos de color negro. Comparado con los demas era uno de los mas grandes, y bastante lozano a simple vista.

-A este bonito le puse Argénteo al nacer. Porque si, lo vi nacer... -sonrió recordando al parecer. Luego se dedicó con esmero a ensillarlo para no incomodar al animal, mientras comentaba - En comparación no es tan nervioso como el resto de los pura sangre. Sin embargo su color y variedad es muy raro, ademas su resistencia y porte son exquisitos. Os llevais un buen animal, mi señor.

Al acabar la tarea inicial, el hombre se dedico a colocar las provisiones cargadas en el caballo. Mientras esto se percató de la elección de Andrue.

-También ese es un gran corcel, aunque algo temperamental. Le han puesto el apodo Diablo porque ha tirado a mas de un jinete. Sin embargo no dudo en que podáis controlarlo.

Shadar le da unas palmaditas en el cuello a su caballo.-Argénteo... Creo que tú y yo nos llevaremos bien.-

Monta sobre Argénteo y hace un gesto de despedida hacia el caballerizo. -Lo cuidaré bien, creeme.-

Pasa por el lado de Andrue a un trote ligero. -Espero que no nos rezagues demasiado si tu caballo te tira-Dice con una sonrisa de malicia en los labios. Y parte dirección Shrae