Partida Rol por web

Casi todo el pueblo estaba reunido esa tarde en el salón principal de la casa de la alcaldesa. Algunos incluso se habían amontonado afuera en la plaza, esperando enterarse de las novedades.

La reunión la había convocado Joyce Ventus. Los rumores hablaban de goblins en la zona, pero tenía que ser mucho más que eso para provocar una reunión de esa magnitud.

Entre los habituales personajes influyentes estaba Waltherp Rowe, fumando su pipa y quejándose de que no lo habían sentado más adelante. Cerca de él, Reckbran y Bertrom conversaban sobre los hechos de la última semana; el enano herrero juraba por sus barbas que estaba involucrado en una conspiración mundial, y el sacerdote asentía con incomodidad.

Gauwill parecía estar negociando algo con el matrimonio Tulcapengrion. La familia de elfos era muy conocida en el pueblo por no participar en eventos de esas características, por lo que su presencia sólo incrementaba la ansiedad de todos.

Otros personajes completaban el grupo:

Bregolin, un elfo joven (según su raza) y atractivo.
Davor, un semi orco también joven, con cara de pocos amigos.
Gerard, un humano maduro, de porte sereno.
Zanuri, una joven semi orca, segura de sí misma.
y Traek, un joven humano de mirada penetrante.

La alcaldesa todavía no había llegado, y el murmullo iba en aumento.

A Bregolin Tulcapengrion, el joven y atractivo elfo, se le veía sombrío. Vestido con las ropas de la milicia de Sandro, en su espalda sobresalía un arco largo. Guardaba la compostura, con cara de palo, pero su lenguaje corporal le delataba: estaba en un lugar en el que no quería estar. Desde luego, no era precisamente una persona muy social (un poco como sus padres, en este aspecto).

En cualquier caso, allí estaba el elfo, nervioso, incómodo, tras Joyce Ventus, el jefe de la milicia del pueblo. Bregolin sabía que le tocaría prestar testimonio y pocas cosas le intimidaban más que sufrir las miradas escrutinadoras del pueblo entero.

Había sentido curiosidad por la llamada del alcaldesa. Pocas veces se pedía a la totalidad del pueblo que asistieran a su casa para hacer un comunicado. Hacía unos meses que había regresado a mi hogar, aunque ya lo sentía poco de esa manera. Después de tanto tiempo fuera, me sentía allí como un extraño más que buscaba asentarse en un lugar, o esconderse.

No había podido evitar al regresar, seguir con las costumbres de la ciudad y seguía intentando trapichear sin tener un trabajo estable.

Han venido los Tulcapengrion. Esto es serio.

Instintivamente, busqué un lugar a los lados de la muchedumbre y esperé las noticias. Era deformación profesional el intentar no acabar rodeado de gente en cualquier situación. Son cosas que se aprenden con el paso de los años y, desgraciadamente, por experiencias traumáticas.

Zenuri bostezó sonoramente en contraste a la tensión que parecía gobernar el lugar. A duras penas hacía unos meses que había llegado al lugar y esto era lo más excitante que había pasado desde entonces, pero a penas sentía interés. Si el problema eran los rumoreados goblins, no tendría problema en coger sus armas y acompañar a la milicia para ahuyentarlos, pero no entendía a qué venía tanto revuelo.

La semiorca iba vestida con su ropa de camarera, pues todo aquello la había pillado en mitad de su jornada de trabajo. Con tanta gente apelotonada hacía calor, por lo que iba remangada, mostrando varias cicatrices a lo largo de mis brazos. En mi mano derecha además llevaba mi anillo de matrimonio, y me mantenía bastante pegada a Gerard. Al menos, hasta que Waltherp empezó a quejarse, momento en el que me acerqué a él.

- Jefe, si tiene problemas para ver puedo levantarle.

Las reuniones comunitarias de Sandor eran un espectáculo digno de perderse. Si los rumores eran ciertos, la de aquel día era por la presencia de trasgos. Trasgos. Una molestia más que una amenaza real; Kuzhe, el último cacique de los Craneoscuros que había conocido, solía decir que los trasgos sólo tenían un propósito: encajar en la suela de la bota de un orco para que la condenada alimaña recordase su lugar en el gran orden del mundo (o, por lo menos, en el de las Tierras Salvajes). Que todos los civilizados habitantes del pueblo se reunieran preocupados por noticias de trasgos merodeadores era, cuanto menos, hilarante.

Por alguna razón, cuando la mirada de Davor se paseó por el mar de rostros y cabezas, se detuvo sobre Gariel Miller y sonrió burlón. La imagen de una suela de bota orca se le venía a la cabeza, aunque no para encajar precisamente en un trasgo. Agradeció que la reunión ofreciera algo mínimamente divertido mientras esperaba a las "graves" noticias que daría el jefe de la guardia. El clérigo confiaba que eso ocurriera cuanto antes o acabaría riendo a carcajadas por el "temor" a los trasgos... o por la imagen mental de una bota estampada contra la cara de Gariel. O de Kumash con la cabeza hendida de un hachazo por un orco al que intentase convencer de que le siguiera, vestido con sus finas ropas de noble. O de Zenuri arrojando a su jefe, el mediano Rowe, por encima de su cabeza para que tuviera una mejor vista del salón antes de estrellarse contra el suelo.

Era hora de la siesta. No me gusta no tener siesta en la hora de la siesta. Medio dormido me quedé sentado en la primer silla vacía que encontré, cabeceando de a ratos mientras intentaba oír más o menos las partes importantes. No tengo ganas de razonar ahora, así que dejaré que otro se divierta.

Me puse la túnica estándar de salir a la calle, con la capucha suelta por encima, todo inconspicuo. También saqué el bastón, por constumbre, porque aún soy joven como para necesitarlo realmente.

Hasta que me acabé durmiendo, apoyando la cabeza sobre el hombro de Zenuri.

Waltherp sabía hasta dónde podía presionar a sus empleados, en especial a Zenuri. Era un mediano bastante cascarrabias y confiaba en su dinero para maltratar a todos, pero no había llegado a ser el dueño del "Ogro Alegre" a fuerza de golpes y sabía cuándo callarse la boca. Masculló algo por lo bajo y se quedó sentado.

El otro que estaba dándose aires de grandeza era Gariel, el hijo del molinero. Un muchacho grande, fuerte, y abusivo. Era el dueño del pueblo, excepto las veces que Davor se quedaba en Sandor. Hasta ese momento el medio orco no había tenido necesidad de darle una paliza, bastaba con clavarle la mirada para intimidarlo. Bregolin también le había puesto límites alguna vez, aunque sus motivos eran otros (los rumores sobre su amistad con cierta joven prometida a Gariel ganaban fuerza a cada minuto).

Y de rumores vivía la gente de Sandor. El intercambio de medias verdades y exageraciones ya rozaba lo obsceno. Justo cuando la situación empezaba a volverse insoportable hizo su aparición la alcaldesa.

- Buenas tardes - dijo la mujer - Es un placer verlos a todos, a pesar de las oscuras circunstancias -

Kathil Fraga esperó a que cesaran los murmullos y continuó.

- Nos hemos reunido hoy para aclarar dudas y eliminar rumores. Nuestro jefe de la guardia, Joyce Ventus, me informó que uno de sus hombres localizó goblins en el bosque del camino de las granjas -

Otra vez la pausa, y los murmullos preocupados.

- Es muy pronto para llegar a conclusiones - se apresuró Fraga - pero tenemos que actuar previsoramente. El primer paso será recolectar impuestos excepcionales para... -

Ahora el murmullo se convirtió en caos. De entre todas las voces, la de Waltherp Rowe se impuso a las demás.

- ¿Pagar preventivamente? ¿para qué? hasta donde sabemos la guardia puede ocuparse de algunos bandidos verdes, ¡no será la primera ni la última vez! -

Era cierto, cada dos o tres años algunos goblins se aventuraban fuera de las Tierras Salvajes, esquivaban las patrullas del Fuerte Karin, y asolaban las granjas y las zonas de pastoreo. Se perdían algunos animales, pero la guardia lograba erradicarlos.
 

- Amigos, por favor, ¡calma! - Joyce Ventus se adelanto para tomar la palabra.

- Esta vez hay algo inusual. Todos los ataques que hemos sufrido años atrás han venido del oeste. Los goblins fueron vistos al este y al norte del pueblo, lo que significa que pasaron por nuestro hogar sin atacarnos. Lo hicieron con sigilo, y quién sabe desde cuándo. Creo que están organizando una base, preparándose para un ataque de mayor escala -

La seriedad de Joyce, y la gravedad de su sospecha, hizo que todos se quedaran callados.

- Por eso propuse a la alcaldesa organizar una colecta. Necesitamos hasta el último miembro de la guardia para proteger al pueblo ante un eventual ataque, y usaremos el dinero para contratar ayuda en Treva. -

- ¿Qué tipo de ayuda? - se escuchó preguntar a alguien.

- Aventureros. Guerreros que puedan explorar el bosque, encontrar el campamento, y eliminarlo. Si todos aportamos, la alcaldesa estimó que podemos recaudar mil monedas de oro. -

Una pequeña fortuna, el murmullo volvió a crecer.

¡Mil monedas de oro! Eso era suficiente para vivir una vida acomodada durante casi una década. O para comprarse un buen arco compuesto con su parte. Pero claro, Bregolin era miembro de la milicia. Claro que lo era por un sueldo mucho más humilde. Si participara en la expedición podría ganar un dinero que le iría muy bien para independizarse al fin de sus padres. Y, de paso, ayudaría a liberar a Sandor de una amenaza.

─Yo vi a los goblins ─dijo, aunque se callaba que no sólo él los había visto, en aquel momento estaba acompañado─ Huyeron. Si alguien me acompaña podría guiarle hasta su rastro... pero querría participar en la recompensa─ sentenció cruzándose de brazos.

Ahí es cuando una parte del pueblo, los que valoraban más el dinero que las vidas de los suyos o las de sus conciudadanos, volverían a poner el grito en el cielo, al darse cuenta de que el joven Tulcapengrion quería participar de la colecta que se iba a consumar en esa reunión.

No obstante, su sugerencia no era ninguna tontería. Si el chico era capaz de volver hasta el lugar donde le atacaron y llevaba con él alguien competente en seguir rastros, al menos los heridos habrían vuelto a su campamento/guarida/cubil. Sólo sería cuestión de seguir ese rastro para dar con los "culo-verde". Luego, eso sí, tocaría exterminarlos o al menos hacerles huir. Ese pequeño detalle podía llegar a ser preocupante dependiendo del número de goblins que hubiera reunidos, claro. Pero era poco probable que hubiera demasiados, ¿verdad?

¿Dinero fácil por eliminar unos cuántos goblins?

Nunca había pensado que ganar dinero sería tan sencillo sin tener que cortar alguna bolsa o timar a algún pardillo. Ese era mi oportunidad de conseguir oro y comprarme unas buenas dagas, quizás mágicas.

¿De cuánto estamos hablando? ¿1000 monedas de oro a repartir? Contad conmigo, pero no seais muchos que si no la parte es más pequeña.

Avancé hacia el frente de la multitud, haciéndome sitio entre la gente hasta ponerme al lado del elfo. Intenté adoptar una pose de nobleza al estar al lado de él. Incluso imité su porte.

Los comentarios sobre las incursiones, y alguna experiencia pasada, que hizo Joyce no le sorprendieron. Era la táctica habitual de las partidas de incursión, grupos pequeños y móviles. Pero la "extraña conducta" de este nuevo grupo tampoco era tan extraña para Davor; se trataría de una partida de guerra, una tribu en el peor de los casos, que buscaba una base de operaciones desde la que esquilmar la región antes de trasladarse. Puede que fuera por el tiempo en la sucesión de acontecimientos pero le vino a la mente la sospecha de que esos trasgos pudieran formar parte de la "logística" de Kumash; los trasgos eran cobardes y viles por naturaleza, no dejarían pasar la oportunidad de saqueo garantizado si se hubieran tragado las patrañas del citado clérigo y no tendrían mucho reparo en seguir a un lider con el pico de oro, a diferencia de la mayoría de orcos. Pero era sólo una sospecha, y sin pruebas, por lo que se calló.

Hasta que se habló del "impuesto especial" y surgieron algunas voces clamando por el trabajo y la recompensa. Un elfo y un humano con aspecto de tunante más que de guerrero. Hubiera escupido al suelo de tener más espacio a su alrededor. Aunque, pensándolo dos veces... No. En lugar de eso, alzó la voz.

- ¡Ja! - Hizo retumbar su voz con toda la aspereza de la que era capaz. - ¿Rascarse el bolsillo?¿Contratar a alguien para que haga un trabajo que puedo realizar yo? Mil veces me maldecirá Gurmash si no cojo mi hacha, voy a buscar a esos trasgos y les desalojo del infecto agujero en que se hayan escondido. Vuestro dinero estará mejor invertido conmigo que en esos dos enclenques del frente.

Ya estaba hecho. Había abierto la boca y se había cavado una fosa a la altura de las circunstancias. Lo único que podía hacer ahora era sonreir con suficiencia y mostrar sus dos colmillos inferiores en aquella mueca.

Zenuri arqueó una ceja ante la respuesta de Waltherp. Habría esperado una negativa airada, pero no el silencio y las palabras por lo bajo. En respuesta, ella simplemente volvió a su sitio.

- Creo que el jefe me tiene miedo - le dijo a Gerard, dándose cuenta de que estaba dormido y sacudiéndolo ligeramente -. Vamos, despierta, no es justo que tú seas el único que duerme.

La semiorca se mantuvo atenta a lo que se estaba comentando, volviendo a bostezar ante la mención de goblins, y quejándose con el resto ante la mención de un impuesto de emergencia. No le terminaba de convencer la idea de tener que contratar aventureros, estaba segura de que con su ayuda la guardia podría lidiar con los goblins sin problema, sin embargo varios individuos, incluído un miembro de la guardia saltaron ante la oportunidad de hacerse ellos con la recompensa. Por no mencionar que estaban asumiendo que realmente alcanzarían las mil monedas de oro en la colecta a sabiendas de que eran unos aprovechados en lugar de unos profesionales quienes hicieran el trabajo.

- Yo también me apunto - dijo Zenuri pese a lo que estaba pensando -, no generáis los suficientes problemas en la taberna como para manterme entretenida - soltó a modo de broma para tratar de bajar la tensión que los demás habían subido -, ya me estaba empezando a oxidar. Basta con encontrarles y mandarles de vuelta a patadas por dónde han venido, ¿no?

Se paró entonces a pensarlo un momento y se dio cuenta de algo, que hizo que inmediatamente se pusiera a susurrar con Gerard.

- Cariño, se que prometí dejar las peleas, pero creo que podemos hacer una excepción por esto. Además, podemos usar el dinero como fondos para tu biblioteca, ya que parece que no van a llegar pronto.

Una nueva voz que se interesaba por el trabajo. Y el dinero, por supuesto. No era difícil localizar al nuevo candidato, pues era alguien más frecuente en la posada que los lugareños. Zenuri, la camarera semiorca, se subía también al carro. Y aquellos brazos que tenía no se conseguían precisamente levantando jarras. Por no mencionar las cicatrices.

- Con la camarera y conmigo, esto ya parece una partida de guerra de verdad. Diría que tenéis vuestro grupo. ¿Cuándo empezamos? - Davor sonrió aun más, en una mueca que seguramente no agradaría a los más refinados humanoides, como elfos, enanos y humanos.

Me desperté de golpe cuando elevaron las voces y algunos gritaron ante la mención de la recompensa. Me perdí del resto, pero es fácil adivinarlo.
—Opino que sería un buen cambio de aires, amor —le respondo a Zenuri—. Habría que rezar para que algunos perezcan en el intento, así el dinero se reparte entre menos.
Al notar algunas miradas, añado rápidamente, poniendo las manos delante de mí:
—Es broma, es broma. Pero mienten si dicen que no piensan lo mismo, ¿o me equivoco?

Me afirmo al bastón para levantarme de la silla y me desperezo.
—Todo esto es muy sospechoso, es una recompensa desorbitada, un dinero medio sucio, es probable que sepan que hay más líos en el fondo y no nos lo quieren decir... generalmente, cuando se dan todos estos ingredientes, el producto final se denomina "misión suicida". —Suelto el comentario al aire y luego le dedico una sonrisa a mi mujer—. ¡Es genial! Olvida la promesa, que me apunto yo también, por curiosidad.

- Bueno, no es lo que esperaba - dijo algo incómodo Joyce - la idea es no poner en peligro a los habitantes del pueblo pero... -

Kathil Fraga tomó de inmediato la palabra.

- Creo que es una idea estupenda - celebró aplaudiendo - de esta forma demostraremos a todo el reino que los habitantes de Sandor podemos cuidarnos sin ayuda. ¿Y qué mejor que gente de la zona para encontrar a esos escurridizos? - luego se dirigió a los adinerados del pueblo. - Además, ¿no estarán más felices pagando a jóvenes locales, que luego gastarán ese oro en nuestro pueblo? - 

La mayoría asintió, salvo Waltherp Rowe.

- ¿Y se puede saber quién va a servir las bebidas mientras mi camarera no esté? -

Algunos abucheos lo obligaron a sentarse.

- ¡Todo dispuesto! - Fraga estaba ansiosa por cerrar el trato - entonces recaudaremos las 1000 monedas y tendremos todo listo para cuando regresen. Los detalles podemos discutirlos al terminar la reunión. -

La asamblea continuó con otros temas de agenda menos urgentes. Joyce los reunió a los cinco y los condujo a uno de los cuartos privados en el primer piso.

El cuarto era pequeño pero lujoso. Había una mesa en el centro y seis sillas. Una biblioteca adornaba una de las paredes de la estancia, y la opuesta tenía un único cuadro con un mapa de Avalon de considerable tamaño. Dos ventanas abiertas daban al frente de la casa y dejaban sentir la brisa de la primavera. Empezaba a oscurecer y un candelabro de bronce bañaba el lugar con luz amarillenta.

Joyce tomó asiento y los invitó a sentarse.

- Seré breve. La alcaldesa me indicó las condiciones del trabajo. En un principio serán contratados por diez días, tiempo que usarán para explorar los bosques y las colinas del este del pueblo. Si en ese tiempo no encuentran señales de una base o refugio, se les compensará el tiempo y esfuerzo con quinientas monedas de oro, siempre que presenten alguna prueba de que derrotaron enemigos -

- Entendemos que, de encontrar una base enemiga, pueden necesitar más tiempo para erradicarla, o incluso regresar para recuperarse. Hemos definido un límite de un mes. Después de ese tiempo, si no consiguen resultados, no podrán reclamar recompensa alguna. -

- Si encuentran la base y la destruyen recibirán la paga completa, mil monedas de oro, presentando alguna prueba del hecho -

Hizo una pausa y agregó.

- Estas condiciones fueron pensadas para extranjeros, para que no nos estafen. No creo que sean necesarias con ustedes, pero mejor dejar todo en claro y evitar disgustos más tarde. Yo me retiro. Aprovechen esta habitación para organizarse y hacer planes. Bregolin fue el que descubrió a los goblins y sabe tanto o más que yo sobre este asunto, pero si desean preguntarme algo puedo quedarme un poco más -

Me incliné sobre la mesa, con las manos cruzadas frente a mi, mirando al elfo.

Las condiciones son claras. Sólo queda planificar el asalto a ese campamento goblin. Bregolin, ¿podrías explicar como es el campamento y cuantos goblins podría haber? Quizás una infiltración sigilosa sea la mejor estrategia. Yo podría infiltrarme y si nos cargamos al líder, seguramente los goblins no sabrán que hacer.

La paga era lo suficientemente golosa como para que me interesara que el asunto llegara a buen puerto, así que me implicaría al máximo en aquella empresa.

- Me parece que alguien no ha estado prestando atención, para ser tan listo y planificador como pretende ser. No sabemos dónde está ese campamento. Tampoco sabemos qué colores visten esos trasgos. - Posó la mirada sobre el elfo que, durante la reunión, dijo haberlos visto; era su forma indirecta y sutil de pedirle más detalles al humanoide de orejas alargadas y picudas. - Su jefe puede ser un cacique o un shaman trasgos. Pero también puede ser un señor de la guerra osgo; buena suerte si quieres enfrentarte en solitario a uno. Son tan brutos y fuertes como cualquier orco.

Con aquella intervención consideraba haber pinchado ya lo suficiente al humano. Y tampoco quería una pelea justo en ese momento. Extrañamente, en su fuero interno, lo que deseaba, lo que le hubiera gustado, era descubrir que un gran trasgo era el líder de los trasgos. Bajo el mando de un gran trasgo, aquellas alimañas que tenían que desalojar sin duda presentarían una batalla desafiante, en la cual demostrar valía como guerrero. Los ojos le brillaron con anticipación y sonrió, mostrando una vez más sus sobredimensionados caninos inferiores.

Miré al semiorco de reojo.

Aquí Joyce ha dicho que el elfo tenía más información que él mismo. Si todos sabemos que se han visto goblins y el elfo sabe más, bueno, quisiera saber qué más sabe, ¿no?