Partida Rol por web

Crónicas Giovanni: La última cena

1. El arte del buen comer

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01/09/2019, 02:47
Segismundo

1. En compañía de extraños

Comer es apropiarse por medio de la destrucción 

Jean-Paul Sartre, "El ser y la nada"

Las rugientes llamas del hogar mantienen alejados al frío de la noche y resplandencen en la espaciosa sala común de la Posada del Cordero Rojo, situada en los bosques de los Cárpatos, cerca de la mansión Giovanni. Cada vez que un nuevo invitado llega es anunciado al llegar. Los únicos otros ocupantes del lugar, que no son invitados del señor Giovanni, son el posadero y sus empleados, un joven soldado, un monje y una vieja mendiga.

El posadero os da la bienvenida, animándoos a sentaros donde vosotros queráis, preguntándoos a vuestro paso de dónde sois y vuestras profesiones. Os sirve algo de comida que va a cuenta de la casa:

-Os ruego que disculpéis este simple estofado. No es nada comparado con lo que sirve el señor Giovanni, afortunado de vosotros... Pero os llenará hasta mañana. Cualquier cosa que necesitéis no dudéis en pedirmela, mi nombre es Segismundo

Notas de juego

Os dejo el inicio para que mientras empieza la partida podáis relacionaros en caso de querer hacerlo y que os sea más amena la espera

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01/09/2019, 10:22
Bilyana Strakovski

El calor del hogar me recibe con los brazos abiertos cuando atravieso la puerta de la posada. Atrás, el frío de la noche queda guardando sus oscuros y tenebrosos secretos.

Miro a los presentes, deteniéndome por fin en la sonriente figura del posadero. Ante su pregunta, afirmo. Bilyana Strskovski, soldado valaquia digo, primero en valaquio para luego repetirlo en italiano. No me ha pasado por alto la exótica apariencia de algunos de los presentes, que achaco a un origen extranjero.

Me quito la húmeda capa, empapada por el frío de la noche y la escarcha, y reveló el uniforme de gala del ejército valaquio.

Así se revela un trabajado cuerpo femenino, de hermosas curvas pero aspecto imponente. Con más de 1'90 de altura y una envergadura considerable, realmente es una imagen sorprendente e imponente. La espada y el arco que lleva, desde luego, no parecen decorativos. Si bien no tengo problemas al entregar el arco, solicito quedarse en posesión de la espada. Luego me dirijo a una de las mesas, donde me siento.

Agradezco con mucho el estofado, que ayudará a solviantar cualquier resto de frío que pudiera quedar adherido a mis huesos. Como tranquila, prestando apenas algo de atención a quien entra.

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01/09/2019, 11:53
Piero Mantegna

Al llegar a la Posada del Carnero Rojo, me hallaba agotado por el largo viaje y deseoso de llenar de alimentos mi abultado vientre. De solo percibir el sabroso olor a comida que envolvía a la acogedora posada, sentí que mi apetito creía aún más. Con intención de no molestar a los otros invitados, decidí dirigirme junto a mis dos criados hasta una de las mesas más apartadas. Prefería pasar desapercibido, aunque atento a todo lo que sucedía en la posada.

Cerca de donde mis dos sirvientes y yo habíamos tomado asiento se hallaba aquella anciana mendiga en la que no reparé prácticamente hasta haberme acercado. No era muy distinta al tipo de personas a las que solía retratar en mis cuadros más personales y costumbristas.

-Buenas noches, señora -dije, en tono gentil, con una sonrisa afable, mientras tomaba asiento en la mesa contigua a la de la mendiga.

Indiqué a mi fiel Tommaso que podía tomar asiento y, luego, me dirigí a Paolo. Era el más joven de los tres y solía oficiarme siempre como recadero, por lo que añadí, dándole órdenes:

-Joven Paolo, decid al posadero que nos sirva su mejor vino. Para los tres. Ya sabes que siempre soy muy estricto con que eres demasiado joven para beber alcohol, pero la ocasión lo merece. Ah, y agradécele por el  estofado que ha servido, pero pide una doble ración para tu señor. -Sonriendo, me froté las manos con un gran entusiasmo reflejado en mis ojos mientras ya imaginaba la suculenta cena que mañana tendría en la Mansión Giovanni-. Comida para cuatro, por supuesto. -Era importante recalcar ese detalle. Un hombre de mi talle siempre precisaba comer por dos para saciar sus apetitos.

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01/09/2019, 12:55
Paolo -pj muerto

Tras asegurar su pesado baúl de madera en sus habitaciones el sencillo abad bajó por las escaleras con paso solemne. Su vista volaba de un miembro a otro, tratando de analizar a cada uno de los presentes a los que fue saludando con una leve inclinación de cabeza si sus miradas se cruzaban. Su larga túnica de monje caía a plomo, y su tonsura brillaba por el sudor perlado. Se acercó al tabernero dejándose llevar por los olores fuertes y especiados del suculento guisado.

- Con dios amable tabernero, nunca me habían anunciado como a un miembro de la nobleza.- Dijo con una sonrisa.- Ese estofado huele realmente delicioso, sería un honor tomar una ración regada con su mejor cerveza. Parece que nuestro anfitrión ha convocado a gente de todos los confines. 

Observó a la soldado, la primera que veía en su genero. Trató de disimular su sorpresa al observar su escultural figura investida en una armadura y con las armas prestas, como una amazona salida directamente de los antiguos relatos de Homero. Sin duda los valaquios eran una sociedad más abierta si permitían el ingreso de las mujeres en las milicias locales o el cuerpo de caballería. Luego paseó su mirada por el enorme mercader ¿O quizás artesano? Que esperaba la pitanza. Lo que le recordó la necesidad de la contención y la frugalidad en la vida y el comer. 

Discretamente se dirigió a una de las mesas vacías, levantó las manos y recitó la bendición de los alimentos recordando el sacrificio de nuestro señor por toda la humanidad. Tomó el pan y lo partió hundiéndolo en el guiso espeso. Pudo ver su imagen en la oscura superficie y su mente voló de nuevo, aguas rojas, tintando sus ojos carmesí. Una luna roja en el firmamento, profecías que escapaban a su comprensión. Secretos y misterios que rodeaban al enigmático señor italiano en una capa de sombras y presagios inquietantes.

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01/09/2019, 15:21
Etienne de Bourgogne

Abrió la puerta, y pateó fuerte el suelo antes de entrar, para quitarse el barro de las botas.

 - Buenas noches - dijo a los presentes, mientras se quitaba el capote que le servía de abrigo, antes de dirigirse a su escudero - Luigi: cierra. Que no se escape el calor.

Miró a su alrededor, fijándose en las personas que, repartidas por las mesas, comían y bebían; le llamó la atención la gigantona, creyendo haber visto con anterioridad a una mujer así.

En ese momento, el posadero interrumpe sus pensamientos, y Etinne le responde.

 - Etienne, de Borgoña - responde, dudando sobre qué decir a continuación - Soy... soy caballero.

"Caballero de la Orden del Toisón de Oro", hubiera respondido años atrás; pero ahora dudaba incluso sobre si podía seguir ostentando su posición, pese a seguir teniendo su espada, y a un escudero.

 - Pobre muchacho - pensó - Qué mal amo has elegido.

 

 - Cerveza, y lo que quiera el chico - pidió, pues no tenía demasiada hambre, antes de acercarse a la mesa en la que estaba aquella enorme mujer - ¿Podemos sentarnos aquí?  Creo que nos hemos visto antes, mi señora.

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01/09/2019, 16:54
Anna Katarzyna Zaleski

Finalmente llegábamos a nuestro destino. Tras más de un mes en los caminos, esta posada iba a convertirse en la última parada antes de llegar a la mansión del conde, por lo que entregué al cochero una bien merecida moneda de plata por llevar mi equipaje hasta el interior del establecimiento, así como un sincero agradecimiento por mantenerme segura durante tan largo viaje. Quizás su única "falta" fue devolverme el pequeño crucifijo que había quedado olvidado en el asiento de enfrente, aunque ahora lo sostenía incluso con las dos manos.
¿El motivo? No hacía falta más que fijarse un poco en los detalles. El negro parecía un imperativo en mis ropas, porque tanto capa como el vestido que de debajo eran del mismo color, mis ojos aún reflejaban la tristeza, un sentimiento que ya no se reflejaba en mis palabras, pero que solamente podía significar que aún estaba de duelo. Por lo demás mis rasgos advertían que venía del norte, quizás incluso de las costas del Báltico, lo que no hacía sino acentuar el poderío que podía tener nuestro anfitrión, dado que había conseguido que alguien en mi condición hubiera consentido acudir a su llamada.

- Es muy amable.

Señalé demostrando con mi acento que no era de tan al norte, aunque había acabado confirmando aquella realidad porque sonaba similar al que tenían las gentes de Polonia, Mazovia o incluso Lituania, si es que alguno de estas gentes hubiera conocido alguien de dichas regiones.

- Soy Anna Katarzyna Zaleski, hija del Conde de Zale.

Maticé por si con mi apellido no era suficiente para resaltar mi ascendencia, solo que no por ello hice ascos al plato de estofado. En este mes había aprendido que era mejor comer a pesar de la pinta que pudiera tener a quedarme sin nada hasta el siguiente pueblo y, gracias a eso, había podido saborear comidas muy agradables a pesar de su sencillez, y también auténticas bazofias. Luego fui a sentarme junto al monje, no por nada en especial, pero no quería estar sola si venía alguien inadecuado.

- Buenas noches - lo saludé antes de sentarme en el lado opuesto - disculpe ¿usted ha sido llamado por el conde o viene en representación de alguien?

Pregunto sin siquiera empezar a comer o dar gracias por la comida, justo como él había hecho.

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01/09/2019, 19:44
Nicolae Dobrich

Interiormente agradezco que un viaje tan largo haya terminado. Viajar en un carruaje por esos caminos es infinitamente más incómodo y doloroso que hacerlo en la propia montura, como estoy acostumbrado. El calor de la posada y su lumbre reconfortan puesto que el bosque hace que la humedad cale en los huesos más de lo que a uno le gustaría. Mis ropas no son las de un soldado de las milicias regulares pero sí me distinguen como un hombre de armas, así como el escudo de armas valaco de mi pecho.

- Nicolae Dobrich - digo entregando mi capa al posadero tras agradecerle el recibimiento -, soldado y súbdito de su excelencia el príncipe Vlad II Dracul de Valaquia.

Me quito los guantes y los guardo en mi cinturón, al lado contrario de donde permanece mi espada, mientras observo el tan variopinto grupo de los presentes. Mis ojos se detienen en la mesa en que se sientan la mujer alta y el caballero. Salta a la vista que su ocupación son las armas y sin duda me atrae la camaradería entre soldados.

- Disculpad la interrupción - me dirijo a los ocupantes de la mesa -. Me llamo Nicolae, ¿Puedo sentarme?.

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01/09/2019, 20:22
Robert Popescu

El calor del hogar y el olor a cerveza y estofado hizo que a Robert se le erizara el cabello de todo el cuerpo. Hacía tiempo que no estaba en una posada de aquel nivel. Sus ropas sucias, y con algún agujero, su cabello sucio, grasiento y enredado y su descuidada barba así lo atestiguaban. 

- Robert Popescu - Había dicho el hombre que lo había presentado. Sin títulos, coletillas o nada de lo que fuera digno.

Robert se acercó a la barra, dejando de lado las mesas, llenas ya de gente de más alta estofa. Estaba claro que aquel no era su ambiente. Espero paciente a que el posadero terminara de atender todas las demás comandas y finalmente lo miró.

- Un plato de estofado y una jarra por favor - Dijo ansioso de dar bocado y mojar el gaznate.

- Robert - Dijo respondiendo a la pregunta del posadero. - Supongo que investigador. - Dijo tras dudar en si responder a la segunda parte de su pregunta.

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01/09/2019, 21:19
Bilyana Strakovski

Miro al tipo que se acerca. Su alta cuna, o al menos más alta que la mía, que no por tamaño (cosa que dudo) sino por clase social, salta a la vista al llevar un escudero con él. Por un momento estoy tentada de apartarme el moscon que quiere sentarse. Hasta que dice si nos hemos visto antes.

Me quedo mirándolo ijamente, mis ojos negros clavados en él, casi sin parpadear. No le recuerdo, fueron cientos los extranjeros que vi. Aunque tiene un aire a cierto caballero con armadura brillante y espada fuerte con el que crucé palabras de guardia esperando a los otomanos.

Cuando voy a responder, se acerca otro soldado. Su indumentaria me hace esbozar un amago de sonrisa, pues siempre es agradable encontrarse con un hermano de armas, aunque quizá de otro regimiento.

Encantada digo de inmediato a Nicolás, ofreciéndole mi brazo lo que, si el uniforme de soldado B alaquio no bastaba, me hubiera delatado como tal. Luego hago un gesto para que nos acompañe.

Por fin, con mi compañero ya sentado, respondo a Etienne. Fueron muchos los hombres que vinieron a ayudar en la defensa de Valaquia ante los otomanos. Pero tienes un aire a un joven caballero con el que crucé unas palabras esperando a los otomanos, uno que se sorprendió de ver a una mujer soldado.

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01/09/2019, 22:59
Paolo -pj muerto

Paolo observó uno por uno los distintos invitados que iban llegando a la taberna. Varios hombres de armas, un caballero con escudero incluido y una noble de ascendencia eslava o germana, junto al mercader y la colosal amazona. Era todo un misterio el variopinto grupo convocado por el dinero y la influencia de don Claudio giovanni ¿Quizás querría organizar una compañía comercial para recorrer la ruta de la seda? Descubierta por otro mercader veneciano, Marco polo.

Tratando de descifrar los auténticos motivos de la extraña cena a la que los habían convocado observó como la noble se acercaba a su mesa. Se dejó llevar por divagaciones sobre el origen de esa preciosa mujer de alta cuna, vestida con ricas ropas negras. Repasando el protocolo reconoció el signo del duelo en sus vestiduras y se levantó para saludarla a la espera que tomara asiento.

- Es un placer que quiera honrarme con su presencia Lady Zalesky, siento su pérdida.

Dijo al tiempo que tomaba asiento de nuevo y rebuscaba en su amplia túnica marrón. Sacó uno de los saquitos de hierbas medicinales y lo extendió sobre la mesa.

- La verdad es que fue una sorpresa recibir la invitación personal de Don Claudius Giovanni. Y como no podría ser de otra forma vengo en representación de mi orden, los Agustinos, y la santa madre iglesia. Aunque he de reconocer que las distintas personalidades, de tan dispares características y orígenes, invitadas al mismo evento supone todo un misterio. No querría abusar de su confianza pero aceptad este pequeño obsequio.

Dijo entregando el pequeño saquito de arpillera.

- Es un preparado de melisa, flor de Azahar, tila y mielenrama. Le ayudará a conciliar el sueño y la confortará en estos momentos tan duros.

 

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02/09/2019, 03:49
'Amr-Bashîr 'ibn Al-As

Llevaba más de un mes de camino por aquel ancho terraplén y por esos caminos desamparados desanda a golpe de seis. Puntero en la soledad se ve la antorcha que alumbra la entrada de la posada y siente un alivio, pues pronto escapará del frío que lo azota. Los escualidos arbustos desnudan su reverdecer, mientras las chicharras atolondran el cenizo anochecer. El caminante solitario vive su grave altivez de ir caminando el erial como quien pisa vergel. En un pequeño caño en el camino, antes de llegar a la posada, se para muerto de sed y a los pies del castaño ve lo claro de la cuenca.

El cacho de beber tira y en el agua lo oye caer; cuando lo va levantando se le salpican los pies, pero del cuerno vacío ni gota pudo beber. Vuelve a tirarlo y salpica el agua clara otra vez, más sólo arena sus ojos en el turbio fondo ven. Niega con la cabeza y un soplo le quema el suspiro, por lo que decide mirada y rumbo poner hacia su destino, la posada.

Súbito un hombre en la puerta: persa de grave postura, ojos negros, pelo negro, frente de cálida arruga, un modesto turbante blanco que con el candil relumbra. Un golpe de viento le pone a volar la manta y se le ve una espada curva en la cintura. Usaba una túnica blanca, ya gastada por el tiempo, de lo que parecía ser lino y una capa tupida del mismo material color castaño que lo cubría del frío. Cargaba una única talega donde llevaba el resto de sus pertenencias.

- Amr-Bashîr 'ibn Al-As. - Con dificultad logra anunciar el portero que lo recibió en la entrada, no es un nombre común por estos lares. Apura el paso hacia la calidez de la posada y cierra la puerta tras él. Como es costumbre, desea la paz a todos los huéspedes de la única forma que sabe. - As-salamu aláikum -, dijo con un tono de voz fuerte, que resonó en la pequeña posada.

Observó a todos los presentes, los hombres de armas, el hombre de Dios, el hombre obeso y las mujeres que estaban allí presentes, de quienes no podía pensar bien por no estar en compañía de algún varón de su familia. Le sorprendió ver a una ataviada con la ropa que es común ver en la soldadesca. Sería difícil elegir donde sentarse.

Le pidió al posadero en un muy rústico italiano que le diera algo de leche y queso, aunque en caso de que no tuviera nada que ofrecer aparte del estofado, se vería obligado a comerlo. - Perdone si digo algo incorrectamente, buen hombre, agradecería tan solo un poco de queso, leche y miel para mí, si es posible por favor. Estaré sentado del lado del fuego. - Se apuesta para el lado de la chimenea y frota sus manos frente a la lumbre para calentarse un poco los huesos.

Se acerca hasta la mesa donde están Etienne, Byliana y Nicolai, más que todo porque están cerca de la chimenea. - Que la paz de Alá esté con vosotros. - Les dice al acercarse. - Mi nombre ya lo habéis escuchado, pero podéis llamarme Bashir. ¿Le permiten a este viajero descansar aquí con vosotros? Ha sido un largo viaje, si no les importa. - Bashir no era ajeno a las rencillas que tenían los caballeros de armas cristianos con los musulmanes, pues la herida por la pérdida de Acre en Tierra Santa estaba todavía abierta, pero a decir verdad, ninguno de los allí presentes tenía motivo alguno para guardar alguna simpatía con un sarraceno, por lo que daba igual donde se sentara.

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02/09/2019, 04:57
Anna Katarzyna Zaleski

Parecía haber acertado al sentarme con el agustino, pues pronto comenzaron a llegar más personas con las que no me hubiera sentido tan cómoda y eso que podía confiar en que los valaquios o el caballero evitarían que pudiera haber problemas, o eso me gustaría pensar hasta la llegada del infiel. Afortunadamente era solo uno, no tenía pintas de soldado y optó por sentarse lejos, por lo que pude seguir conversando.

- Gracias, pero ya ha pasado más de un mes y casi hemos llegado a nuestro destino. No podría amargar a nuestro anfitrión después de tantos esfuerzos.

Reconozco dando a entender que el peor momento ya había pasado y empezaba a considerar acabar con el luto, como si hubiera sido un acuerdo tácito el mantenerlo durante todo el trayecto. Por eso mismo no llego a recoger el preparado.

- De todos modos me alegra comprobar cómo la Providencia también puede sonreír.

Incluso acompaño dichas palabras con el mencionado gesto, una sonrisa dulce y agradable, capaz de quedar en el recuerdo como una de las más preciosas jamás contempladas, pero una sonrisa que apenas viene acompañada con algo de alegría. Tras ello, y como si se tratara de un cubierto más, dejo el crucifijo y empiezo a comer despacio. De esta forma podía mantener las maneras que de mi se esperaban y poder parar a tiempo si el guiso merecía ser dejado a los perros.

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02/09/2019, 07:43
Bilyana Strakovski

Mi mano de inmediato viaja al pomo de mi espada, tentada de hacer que esa escoria deje de profanar la tierra con su presencia. Pero no sé hasta qué punto eso puede afectar a nuestra entrevista con Giovanni.

Entonces el tipo viene y nos habla. ¿Pero en qué cojones piensa? Sin retirar mi mano del pomo de la espada, tan apretada que mis nudillos se están poniendo blancos, digo con rabia contenida ¿son cosas mías o ha empezado a oler a podrido aquí? Creo que alguien debería sacar la basura.

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02/09/2019, 13:08
Allan Beicker

El camino había sido muy largo, más que cualquier otro que Allan podía recordar. Sus padres le llevarón a Italia cuando tan solo era un niño y eran pocos los recuerdos que aun conservaba sobre aquel largo viaje.

El frío de la oscura noche pronto se apago al abrir la puerta de la posada, la luz de la chimenea llenó los ojos de Allan que enseguida quedo confortado por el calor de las llamas.

Allan no portaba armas ni armadura, a simple vista parecía un hombre normal y corriente aunque sus vestiduras si que dejaban atisbar cierta comodidad económica de la que un médico podía disfrutar.

El lugar estaba llevo de viajeros y lo primero que a Allan se le vino a la mente fue si aquellos hombres y mujeres eran también invitados del señor Giovanni. Los pensamientos de Allan pronto se vieron entrecortados por el comentario de la mujer extrañamente grande, desde luego era la más alta que Allan había visto nunca y sus palabras no parecían demasiado amistosas aunque el médico no se diera cuenta en un primer momento a que venian.

Tras dar unos pasos y acercarse a la barra en busca de algo que llevarse a la garganta pudo escudriñar a los parroquianos con más detalle, y sin duda la presencia del sarraceno acabo con las dudas rápidamente.

Gracias

Respondió al posadero cuando este le dió una copa de vina y una ración de comida caliente, sin duda era lo que cualquier viajero podía necesitar en aquel momento. Allan se quedó por un instante en la barra sin saber muy bien si había llegado o no en buen momento.

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02/09/2019, 15:44
Robert Popescu

- No te des guerra chico - Dijo Robert dirigiéndose al muchacho que acababa de llegar a la barra. Lo habían presentado como Allan Beicker. 

El hombre se dio la vuelta sin levantarse del taburete una vez hubo terminado su estofado y miró de arriba abajo al muchacho. No tendría más de 25 o 26 años y parecía ir bien vestido. En cualquier caso tampoco parecía saber muy bien como actuar o que hacer, así que Popescu siguió su frase.

- Esa gente cree estar por encima de tipos como tu y yo. Puede que tengan un título, los hay incluso que por llevar una espada y enarbolarla en nombre de su señor se creen que son alguien. Esos son los peores. - 

Miraba a todos los que habían entrado, sin detenerse demasiado. Sabía que hacerlo podía causarle problemas y estaba demasiado acostumbrado a evitarlos. Tampoco hablaba demasiado alto, quizá si alguien estuviera haciendo oído o quisiera escuchar podría haberlo hecho, pero el objetivo de Robert era simplemente transmitir aquello al tal Beicker.

- Soy Robert - Dijo tendiendo una mano tras dejar la jarra sobre la barra y sentarse mirando al susodicho.

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02/09/2019, 18:14
Etienne de Bourgogne

Etienne sonrió con amargura.

 - Ya no tan joven, mi señora - admitió - Y me sigue sorprendiendo: no es común que una mujer sostenga una espada. Tampoco es común que alguien, hombre o mujer, sepa qué hacer con ella cuando la sostiene. Son cosas que uno recuerda cuando las ha visto.

 - Y gracias a Dios pude verlo en mi bando - se dijo, recordando a la guerrera con mayor nitidez - Y no en el enemigo.

 

Apartó la silla, para ofrecérsela a su escudero.

 - Toma asiento, Luigi, por favor. Esta mujer le explicó al turco cuales eran las fronteras de Valaquia - dijo, a modo de presentación - Vive Dios que lo entendieron.

Se giró al escuchar a Nicolae.

 

 - No depende de mí - respondió, mirando a Bilyana, que al fin y al cabo se había sentado primero - Y que me muera ahora mismo si tú no eres otro de esos soldados valacos: ¡los tres luchamos para Vlad el Dragón!  Me llamo Etienne, ¿no me recordáis? - añadió de pronto, sorprendido por algo que no podía ser una casualidad, mientras buscaba algo en un pliegue de sus prendas - ¿Acaso habéis recibido otra como esta? - dijo, mientras sacaba con cuidado la invitación y la dejaba sobre la mesa, mirando de hito en hito a los dos valacos.

El extraño viajero del turbante interrumpió su charla: Bilyana gruñó, y a Etienne no se le pasó por alto cómo echaba mano de su espada.

Etienne no sentía la menor simpatía por los sarracenos, pero había podido tratar con algún emisario andalusí allá en la corte de Borgoña, e intuía que, si un viajero llegaba desde tan lejos, era sin duda para despachar con alguien importante, y no para que Bilyana le vaciase las tripas sobre el suelo del Cordero Rojo.

 - Sospecho que este infiel ha sido convocado igual que nosotros - dijo con calma mirando a la guerrera - De ser así, no me cabe duda de que el señor Giovanni gustará de recibir las cabezas de sus invitados debidamente unidas a sus cuerpos.

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02/09/2019, 19:00
Luigi di verona

Luigi se encogió de hombros cuando su señor le dió instrucciones de cambiar de mesa,  terminó lo que tenia la boca y con ayuda de un poco de cerveza  hizo que bajase mejor por el gaznate. Se incorporó cogiendo su plato y vaso y sentandose con los supuestamente caballeros o mercenarios.

-Un honor compartir mesa. -Dijo con el tono algo tembloroso mientras se sentaba.  - Soy Luigi di Verona - Y volvió a darle un sorbo a la cerveza con la cabeza gacha. 

Escuchó las referencias sobre la mujer y el otro hombre, habian participado en una guerra o al menos en una batalla y si tenian el respeto si no bien la admiración de Etienne debieron labrarse un nombre escrito con sangre otomana.

-Disculpad mi ignorancia y atrevimiento pero ¿Quien es Vlad el Dragon?

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02/09/2019, 19:25
Anna Katarzyna Zaleski

El estofado no era nada de otro mundo, por lo que en cuanto la tensión por la llegada del musulmán se incrementó hice una pausa en la cena aunque cuando el caballero sacó su carta, finalmente me quedé sin apetito. Las sugerencias de decapitación o de la peste que desprendía el tal "Bashir" eran insignificantes con el peso de aquella misiva que todos parecían compartir, por lo que me volví hacia la mesa de los guerreros con la mirada tribulada.

- ¿Podrían no alardear de ello? Por favor.

Intenté que mi voz no titubeara demasiado e incluso lo pedí de buenas maneras para hacer hincapié en mi solicitud.

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02/09/2019, 21:12
Nicolae Dobrich

- Es posible que lucháramos en el mismo campo de batalla - respondo a Etienne tras saludar a Bilyana y sentarme -, pero creo que os insultaría si dijera que os recuerdo cuando no es así, mi señor. El campo de batalla es grande y el fragor del combate es confuso.

La llegada del sarraceno y la reacción de mi nueva compañera de mesa me hacen intervenir.

- Calma - medio antes de que la situación vaya a más -. Hemos luchado junto con unos como con otros, pero no a favor de ninguno de ellos. Nuestra lealtad está con nuestra Valaquia y nuestro príncipe Vlad - añado mirando a Luigi respondiendo indirectamente a su pregunta. Pretendo relajar el ambiente así que tomo una de la copas, da igual su contenido, y la alzo mirando a Bilyana -. ¡Por Valaquia!.

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03/09/2019, 00:15
Bilyana Strakovski

Miro a los dos hombres. ¿Cómo pueden olvidar a tantos y tan buenos camaradas muertos a manos de esos perros? Lo menos que se merecen es terminar empalados en una pica decorando los montes de Valaquia.

Solo la mención de Giovanni hace que me relaje un poco, gruñe do. Pero no aparto la mano del pomo de mi espada. Miro a los otros.

Vlad el Dragón digo, mirando al escudero, es el nombre que se da a nuestro gobernante, Vlad II. Igual os suene más como Vlad Dracul, aunque en esencia es decir lo mismo.

Cuando el otro valaquio alza su copa, hago lo mismo. Por Valaquia y la voluntad inquebrantable de sus hombres y mujeres.