Partida Rol por web

—Eso es porque las manifestaciones no existen —dijo asegurándose que la pistola estaba cargada—. Si el piano está sonando es que alguien lo estará tocando o han montado un mecanismo para que suene... y voy a llegar al fondo de esta estupidez. Y cuando encuentre a Price: ¡me va a oír!

Apartó a la chica y avanzó hacia ese salón.

—¡Price! —gritó—. Si está ahí de la cara, malnacido.

Sabía que tenía que detener a aquel hombre, pero el arma que llevaba la intimidaba demasiado. Nunca había visto a alguien esgrimirla con tanta rabia. Si estaba buscando a Price no sería para nada bueno, mejor alertar a alguien.

No, querida, lo que tienes que hacer es salir ahí fuera y buscar ayuda.

Doris de nuevo hablaba, la instaba a salir del hotel. La voz de aquella anciana nunca le había procurado nada malo, no debía pensar que ahora fuera de otra manera.

-¿Fuera a la nieve? ¿Estás segura?- preguntó al aire e hizo como le pedía Doris, no podía pedirle hacer nada dañino. Seguramente fuera había algún transporte que pudiera tomar para salir de allí, o una radio, o incluso podría sonar algún claxon y llamar la atención del resto de invitados. Un hombre suelto con un arma no era una buena nueva.

Tras encender la luz revisó el baño palmo por palmo. No creía que aquel pirado de Jarvis se hubiera inventado todo. Además estaban las huellas y manchas de sangre. ¿Qué había pasado allí exactamente? Salió a la habitación para revisar la ropa de mujer. Había un pequeño bolso de mano, de fiesta, como el que algunas invitadas habían llevado a la cena. Lo abrió y vio en el interior una cajetilla de tabaco, unos chicles de menta, un pequeño espejo para retocarse... al parecer el escéptico había dormido acompañado. Sin embargo cuando apareció con la toalla en la cintura no mencionó nada. Bueno, tampoco tenía motivo ¿no?

Douglas revisó el resto del cuarto, todos los recovecos. Nada. No había ningún cadáver ni nada alarmante.

Amanda se lanzó a la carrera por el pasillo. Cuando llegó al cruce se detuvo un momento. Al final del mismo, donde antes continuaba sin un final definido, había ahora una escalera que subía. Pero aparte de eso mirando hacia la derecha veía unas puertas que parecían conducir a la parte trasera del recibidor, un sitio en el cual recordaba que había unas puertas hacia el exterior que daban al jardín con el laberinto de setos que había tras el hotel.

Pero fue cuando miró para la izquierda cuando casi se le salta el corazón del pecho.

Allí había una niña mirándola. Estaba de pie en medio del pasillo, a escasos diez metros de ella, mirándola en silencio. Era una chiquilla de unos cinco años, de pelo negro que recogía en dos coletas infantiles. Vestía un camisón pasado de moda, de época, con encajes y se mantenía firme, con las manos pegadas a los costados. La miraba fijamente, con esa mirada de curiosidad intensa que sólo los niños son capaces de mantener sin inmutarse ni desviarla.

Michael entró en el salón vacío. Había una amplia pista de baile central alrededor de la cual se habían distribuido varias mesas y sillas, aparte de un pequeño escenario para que tocase una banda. Pero no había ningún piano. Ni siquiera un telón tras el cual se pudiera ocultar una mascarada.

Se dio cuenta entonces que la alarma de incendios había cesado en sus aullidos. ¿Quién la había parado?

Por su parte Irina retrocedió hasta la entrada. A través de las puertas giratorias veía como la nieve destacaba contra la oscuridad de la noche. Había nevado, sí, pero no era nada especialmente preocupante. También vio el autobús en el que habían llegado aparcado frente al hotel.

Estaba decepcionado. Al final no había nada en la habitacion aparte de la sangre que explicara lo que habia visto Michael. Allí no había nada más que ver asi que decidi volver al.pasillo. Si allí no encontraba nada más, aún quedaba por averiguar de dónde provenía aquella música que no paraba de sonar.

—¿Michael? Aquí no hay nada.

Lo de la sangre era sospechoso pero no había cuerpo ni nada. Creía a Michael y lo que había visto, simplemente porque Douglas había visto algo parecido.en la habitación, pero no había ninguna evidencia de ello.

¿Donde demonios estarán los demás?

Salió de la habitación para ir en pos de los demás y para intentar apagar aquella maldita música.

- Bien, bien, hay salida. - Amanda no fue consciente de que estaba expresando en voz alta sus pensamientos, seguramente un mecanismo mental para tranquilizarse al escuchar una voz familiar, aunque fuese la suya propia.

A la derecha el recibidor, salida al exterior, y la izquierda...

- ¡Joder! - el corazón se le salió del pecho cuando vio a la niña allí plantada, como si nada, simplemente mirandola.

¿Era la figura que le había llamado la atención en el hall? ¿Pero qué demonios hacía a esas horas allí con ese camisón que parecía sacado de otra época?

Y durante unos instantes imitó a la niña, quieta, mirándola.

Sin saber qué hacer.

Lentamente miró hacia atrás, por el pasillo que había llegado, y volvió a mirar a la niña y, en ese precisamente instante, supo por qué había llegado a la cuarentena sin hijo alguno y sin intención de ello.

Ella era su propia prioridad.

La niña no era suya, ni la conocía, ni tan siquiera había viajado con ellos en el autobús... por lo que, habiendo recuperado la respiración ligeramente, echó a correr hacia la derecha, hacia el recibidor.

Con su pensamiento de poder abandonar aquel lugar y encontrar ayuda, Irina intentó abrir la puerta por la que había entrado cuando llegó. No se pensó en ningún momento que nada pudiera interrumpirle el paso. Si Doris decía que lo mejor era probar suerte, es lo que iba a hacer.

Michael arqueó la ceja cuando escuchó mascullar a Irina e inmediatamente le preguntó.

—¿Dónde diablos está el piano? —pero la mujer se dirigió hacia el exterior mientras hablaba de la nieve.

El escéptico se encogió de hombros y fue entonces cuando cayó en la cuenta de que la alarma ya no estaba sonando. Eso solo podía significar que había alguien en recepción. Decidido se dirigió hacia la recepción del hotel manteniendo agarrada la pistola en la mano.

—Voy a la recepción —le gritó a la mujer que hablaba sola.

Cuando Michael regresó al mostrador del recibidor se reencontró con más gente. Douglas descendía las escaleras llamándolos a voces, pero sin duda la que más llamaba la atención era Amanda, que apareció por un pasillo del fondo del recibidor corriendo como alma que llevaba el diablo.

Ajena a esto Irina se había metido en la puerta giratoria para salir al exterior helado del hotel. La mujer no veía ningún obstáculo en su camino. En las películas de terror normalmente la puerta daría vueltas sin dejarla salir, o quizás una niebla terrible o una tormenta lo cubriría todo adecuadamente para no poder abandonar el edificio.

No fue así.

Irina se encontró en el exterior y lo único que notó es que se congelaría si se intentaba alejar demasiado de aquella estructura en medio de la montaña. Pero allí estaba el autobús aparcado. ¿Había alguien dentro de él? Le pareció ver a alguien sentado en el asiento del conductor. Quizás algún otro huesped o el propio chofer que hubiera vivido una situación parecida a la que habían pasado ellos.

¡Sí! ¡Las luces del autobus se encendieron y se escuchó el ronroneo del motor arrancando!

Irina se frotó los brazos ante la primera impresión de frío y al ver a alguien subido en el autobús corrió en esa dirección. Seguro alguien podría ayudarles o ir a buscar ayuda con el conductor si es que se encontraba en su interior.

-¡Eh!- gritó haciendo un aspaviento con un brazo y una bocanada de vaho salió debido a la diferencia de temperatura. -¡Espere!- alzó la voz, al tiempo que trató de alcanzar la puerta para subir al autobús. Desde ahí seguro que el conductor podría verla.

Vas a morir aquí fuera.

Dijo una de aquellas voces, que no puedo identificar con el ronroneo del motor del autobús.

No le dio tiempo a decir nada ni preguntar, cuando Irina salió hacia el exterior en dirección al autobús que les habia llevado hasta allí.

- Michael. Allí dentro no había nada, tan solo unas huellas sangrientas en el suelo. De mujer diría yo. Pero aparte de eso nada.

El tono de Douglas era de decepción. No tenía nada más que la.grabacion del ataque del viejo para demostrar que alli pasaban cosas extrañas.

- Amanda. ¿Tu has visto algo extraño? A mi me atacó el cuerpo del viejo de aquella habitación. Empezó a escupir arañas y se levantó. Incluso me cogió del brazo. Fue..... alucinante.

Amanda se alegró genuinamente de encontrarse con aquellos extraños tipos con los que había terminado cruzándose por culpa de aquel teléfono insistente.

Aunque solo habían sido unos minutos, el agotamiento fruto del estrés y el sofoco que llevaba por la carrera le hacían sentir que habían pasado días, incluso semanas*.

- ¡Esa maldita mujer se puso a hablar sola! - exclamó señalando hacia la puerta por la que había salido Irina. - Y se metió en un salón en el que empezaron a aparecer unos bailarines y camareros como de una película de época y tuve que buscar una salida y...

Se giró, mirando al pasillo por el que había llegado, pero prefirió callarse lo que había allí, nada deseosa de que el periodista cotilla o el tipo de la toalla...

- ¡Vaya! El que se iba a ir a dormir... - no pudo evitar decir con inquina al fijarse en Jarvis una vez que había recuperado el aliento.

Decidida a que nadie quisiera retomar el camino por el que ella venía, decidió centrar la atención en la loca con la que había bajado a recepción por segunda vez.

- Y ahora estará hablando con su imaginación nuevo... - volvió a señalar hacia el exterior. - ¡Esta loca!

—Todos estáis locos —dijo señalándoles uno a uno—. Aquí no hay quien duerma, ese hijo de puta de Price se ha encargado de volver a hundir este sitio antes de su inauguración. Porque me voy a encargar de eso, se lo aseguro.

Saltó el mostrador de recepción. Una vez en el otro lado entró en la puerta que llevaba a la sala de seguridad¹.

—¿Hay alguien ahí? ¡Maldita sea! —gruño—. Esto empieza a ser desesperante.

Cogió el teléfono de recepción y se llevó el auricular al oído, pulsó un par de veces el botón de línea esperando que funcionara.

—¿Y quién quería que hubiese, friki? —le respondió a Douglas—. Está todo orquestado para que nos volvamos locos y nos peleemos entre nosotros... y lo está consiguiendo.

Michael abrió una puerta que estaba etiquetada como 'Seguridad' pero allí no vio a nadie. Había un equipo con varias pantallas y un intercomunicador, parecido a lo que podía encontrarse en centros comerciales, pero todo estaba apagado y algunos dispositivos todavía tenían los precintos de compra. Recordó lo que les dijo el anfitrión al llegar...

Aún no ha llegado todo el personal, hubo un retraso...

Desesperado regresó hasta el mostrador de la entrada y cogió el teléfono. Lo vio en otra posición distinta a como lo habían dejado y sólo entonces se fijó en que estaba desconectado. Con el cable inconcluso y la toma con polvo, como si jamás hubiera estado de otra manera.

En el exterior Irina sentía que el frío ya empezaba a calarle los huesos. Intentaba ignorar las advertencias de los espíritus y sintió un alivio infinito cuando vio que el autobús encendía los faros y empezaba a maniobrar para aproximarse a ella. Los demás, desde dentro podían ver como la mujer hacía señas al autobús hasta que este se paraba justo frente a la puerta del edificio y abría sus puertas.

Irina vio como se abrían las puertas con una indescriptible sensación de alivio. Podrían irse de allí. De hecho el conductor se giraba hacia ella sonriente. ¿Por qué sonreía de aquella manera? Era el mismo conductor que los había llevado hasta allí: un tipo de edad indefinida, calvo y de ojos saltones. Ahora parecía más pálido de lo habitual y tenía unas pronunciadas ojeras. Su ropa estaba arrugada, pero eso era normal después del viaje que los había traído hasta el hotel —unas ocho horas subiendo por la carretera de montña, recordó Irina— y probablemente después de lo sucedido no habría tenido tiempo de buscar una muda. Pero había algo extraño en la sonrisa desquiciada que le mostraba mientras hacía un gesto con la mano:

—Vamos, suba... estamos a punto de partir...

Entonces la mujer miró hacia las ventanillas. Pudo ver a los viajeros sentados, sonrientes. La miraban casi ansiosos. Todos con la misma palidez, las ojeras. Algunos con muestras de violencia en sus cuerpos: cabezas abiertas, desgarros en el cuello, cuencas oculares desaparecidas... pero todos sonrientes y felices, haciendo gestos con sus manos como colegiales a punto de marcharse de excursión.

Ellos ya se iban del Overlook. Habían visto todo lo que tenían que ver y el lugar ya no tenía más secretos.

—Debe apresurarse.— dijo el conductor mirando su reloj de muñeca —Debemos partir cuanto antes para llegar al infierno a su hora.

Seguía sonriendo y mirándola fíjamente con aquellos ojos muertos.

Por fin el bus paró y se abrieron las puertas para ella. Fue a poner rápidamente un pie en el primer escalón para subir al vehículo, hasta que aquellos ojos vacíos la miraron sonriente. La sangre se le heló, no esperaba encontrarse el autobús lleno y esa situación. Cuando la invitaron a subir, John hizo lo posible porque pusiera ambos pies dentro.

Vamos, es lo que quieres irte. Para ti el hotel ha sido suficiente, sube y disfruta de un cálido y placentero viaje al infierno. Las vistas serán lo mejor. No dudes, es lo que siempre has querido y siempre has merecido, por ser una bruja antinatura, como te decía tu mamá.

-No, no- replicó a las palabras del espíritu, tratando de resistirse con su voluntad y dio un paso hacia atrás.

¿De qué tienes miedo, querida? Aquí fuera vas a morir helada y dentro… Dentro no tendrás que preocuparte nunca más por eso. No tendrás que preocuparte jamás por nada, te recibirán con los brazos abiertos. Allí les encantan los frikis como tú, cielo.

La siguiente voz que oyó fue Doris, para su sorpresa. La vieja no parecía ser tan amigable como le había parecido desde que la conoció.

Todo es más divertido allá abajo. Los mejores están allá abajo.

Añadió una voz con un tono infantil, la cual estalló en una risa distorsionada que tenía poco de inocente.

La espiritista se volvió a mirar a los de dentro del hotel, era imposible que no estuvieran viendo lo que ella. Aunque sobre todo lo que quería era dejar de mirar los ojos muertos del conductor, cuya mirada atravesaba la carne y huesos de Irina para verla por completo y eso la aterraba.

Reculó otro par de pasos hacia atrás, cayendo de culo ante el temblor que tenía en sus piernas. Su cuerpo sintió de inmediato el frío de la nieve al tocar el suelo. Sentía que le faltaba el aire y no podía hacer mucho por evitarlo, estaba teniendo un ataque de pánico por primera vez en su vida. Acostumbrada a tratar con el Más Allá, la situación le superaba.

Michael conectó el teléfono con gesto de desesperanza en la cara y de nuevo aporreó el interruptor varias veces para conseguir una línea que parecía no querer llegar nunca.

—¡Un puto autobús! —exclamó al ver como el vehículo se detenía en la puerta—. Yo me piro de aquí... estoy cansado de tanta gilipollez. Me encargaré de que esto salga en los periódicos. ¡Ya lo creo que me encargaré!

- No parece que usted necesite mucha ayuda para encontrar con quien pelearse. - bufó Amanda como respuesta al tipo de la toalla mientras le veía jugar con el teléfono que ellas ya habían comprobado que estaba inutilizado.

No dio crédito cuando vio que cogía el cable y se ponía a manipularlo.

- ¿Aparte de hundesitios profesional también es electricista en su tiempo libro? - dijo con socarronería mientras se acercaba a la puerta.

Vio las luces del autobús acercarse hacia aquella loca mientras aquel bocazas seguía profiriendo gritos sobre como iba a acabar con Stephen. Pobre infeliz.

Ella se ajustó el chal pero no salió todavía, prefería esperar adentro y que aquellos tipos fueran los primeros en montar en el autobús.

- Espere a que se acerque. - dijo al periodista, quien parecía el más cuerdo de aquellos tres, anticipando que quisiera salir al exterior también. - No me deje sola.