Partida Rol por web

Dime Halwyr ¿Donde te escondes?

- Halwyr, mi antiguo nombre, cuanto tiempo que no resuena por las viejas ruinas de Olawinlin, la más majestuosa de las torres de La Orden del Ojo de Cormyr. Allí fui iniciado en "El Arte" por mis maestros, los más poderosos magos de la época. - El estrafalario mago elfo miró a la lejanía. Pero el paisaje no era distinto. Seguía habiendo desolación.

- Después del desastre regresé a estas piedras. Sus miles de libros y pergaminos, sus laboratorios alquímicos, su observatorio en la cima de la torre, sus majestuosos artefactos mágicos y, sobre todo, la presencia de los aprendices y maestros, habían sido substituidos por silencio, barro y muerte. Estábamos consagrados al saber, la lectura, la práctica y enseñanza de la magia, así como la trasmisión del espíritu que hacía de la Orden un reducto sabiduría y de todo conocimiento. - La elegante expresividad de su raza no podía evitar que sus rostro reflejara el dolor se su alma.

- ¡Perdimos tanto! Pero más perdieron los pueblos libres, aunque no lo sepan. No sólo arrasaron con la libertad de los elfos y otras razas, los bosques del norte, las tierras anegadas por las olas, ciudades enteras y mis amadas torres. Ya que el saber es más poderoso que las espadas, acabaron con casi toda esperanza de restaurar una civilización. Nos desarmaron y relagaron a una época de oscuridad. Miles de años de inteligencia, amor, estudio, sabiduría y memoria desaparecieron, dejando el legado de mis ancentros en el olvido. 

Mis viejos ojos élficos lloraron inconsolables. Nada podría restaurar la pérdida. Por una vez lamenté mi longevidad natural. Todavía me quedaba más de media vida para observar la decadencia que nos seguiría. 

Volvió a recuperar su mirada. Era como si su esencia hubiera regresado de un largo viaje por el limbo y las penumbras. 

- Pero entonces algo sucedió. Pude reencontrarme con alguno de los pocos magos que quedamos. Despojados de la mayor parte de nuestras fuentes de poder, cansados, heridos incluso, deambulamos largo tiempo hasta encontrarnos. Pocos quedamos ya. Pero cada uno había rescatado, arriesgando su vida, uno o dos libros, algún artefacto menor o, mejor que nada, la vida de algún otro camarada. Aún así, juntando nuestros conocimientos y los objetos de saber rescatados... Bueno, hacía unos días pensaba que no quedaba nada ni nadie. Ahora había un puñado de supervivientes y el saber que portaban con ellos. Aunque poco, no era un mal comienzo. 

Decidimos seguir escondidos, disfrazarnos, tomar nuevas identidades... Debíamos, eso sí, seguir en contacto, diseñando un sistema de señales secretas, cartas con códigos de cifrado y un líder que visitara a cada uno de nosotros regularmente. Con el tiempo me había enterado que se estaba creando una pequeña biblioteca secreta. Un viejo maestro alquimista ha estado apuntando las fórmulas que todavía conserva en la memoria. Ha tomado un nuevo aprendiz y están buscando componentes para crear un nuevo laboratorio. Se hacen pasar por curanderos. Y esos no son más que algunos ejemplos. La Orden sigue viva. Estuvo moribunda. Quizá nunca sea lo que fue. Pero perdura. 

Y éste viejo mago? Mi condición de elfo me hace difícil pasar desapercibido. Por ello, sin hacer nunca ostentación de mi conocimiento de la magia, recorro los caminos haciéndome pasar por un erudito. Allá donde encuentro un fragmento de saber, establezco mi refugio. Pero los caminos se han vuelto muy peligrosos. Corren malos tiempos, desorden, bandidaje y pillaje no son lo peor. Los magos oscuros tienen secuaces por todas partes. Y los caballeros de Kennedril son más fuertes cada día. Fuerzas oscuras los potencian. No sólo recopilo saber. También espío al enemigo. Mi artes arcanas me permiten detectar la magia que anida, oscura, como un aura negra a su alrededor. Averiguar qué puede derrotarlos es el destino que he elegido. 

En medio de las montañas bañadas por el verdor del Erbaryom, en los más estrechos pasos de las Montañas azules y justo en la frontera con Khatar, Argol, el alquimista trabaja en secreto en una biblioteca, su biblioteca permanece inmune aun a los ojos de los enemigos y al correr de los rumores y en sus libros y  muros se graban mensajes secretos en el nombre de La Orden del Ojo de Cormyr. Pues lo que no puede morir, yace eternamente...

Solo Algol y los que le siguen, solo los supervivientes de la Orden, lo que quedan de aquellos magos, saben de los pasos que se adentran en el esplendor del bosque y entre los dientes afilados de los acantilados conducen a las ruinas de Olawinlin, la ultima torre y la ultima oportunidad para frenar a Grogan Dal y el mal que se precipita desde la terrible ciudad gris de Lossar. Entre sus muros se encierran los antiguos secretos de la Orden, abandonados alli por los ultimos magos antes de escapar para siempre... ¡Ah! Pero un mal se cierne sobre este lugar... un terrible mal que había permanecido sumido en algun sueño del que nunca debió despertar...

De las profundidades de las ruinas de Olawinlin, Jhazatkar, el dios araña, los mil ojos en la noche, quien teje la muerte y la destrucción. El que fue encerrado en los albores del tiempo cuando en los cielos brillaban las primeras auroras, tras el derrumbe de Olawinlin , ha conseguido liberarse de su prisión. Ahora Jhazatkar y su ejercito de arañas acechan los alrededores de las ruinas, matan a todo lo que encuentran, animales, humanos y elfos y excavan sus terribles y profundos tuneles, en los que, las arañas reina, depositan los huevos de los que nacerá su estirpe arácnida

Tú, al que antes se conocía como Halwyr, dime, tú que has visto lo que son capaces de hacer Jhazatkar y los suyos, dime, dime lo que has visto

Argol había sido uno de mis más preciados maestros en mis años de iniciación. Él me enseñó alquimia, hierbas y pociones, pero, además, me transmitió su profundo amor por el saber y la investigación. Guió mi curiosidad natural, madurándola para que alimentara mi inteligencia y mi manera de aprender por mí mismo del mundo, con sabiduría. Con los años, dejé de ser un aprendiz para convertirme en uno de sus buenos amigos. Cosa de la que me siento orgulloso. Aunque siempre lo consideraré mi maestro. 

Recuerdo que él fue de los pocos que conocía los detalles del encierro de Jhazatkar, el Dios Araña. Como miembro del Consejo de archimagos de la orden había cubierto las siete iniciaciones. La última, la imprescindible para poder ser miembro del Consejo, es la del ocultismo. No sé en qué consiste exactamente. Mas sabía cuales eran los sellos que custodiaban "El Abismo": allá donde el tiempo se detiene, no hay luz sino un eterno caer sin esperanza.

Ningún mortal puede salir por sí mismo de tal lugar. Pero sí un Dios. Por ello se fijaron los sellos: Uno por el Reino de la naturaleza, a través de los druidas; otro por la raza de los hombres; otro por la de los elfos, otras dos por cada una de las órdenes mágicas no malignas, y, por último, el sello de Los Dioses, a través de la alianza de los cultos a cada uno de los Dioses buenos y neutrales. Algo los había roto. Argol lo sabía. 

La noche que sucedió todo fue un caos: la inundación repentina, el pánico, la muerte... Todos tuvimos que huir y muchos no lo lograron. Durante un tiempo las ruinas de la torre estuvieron sólo ocupadas por las aguas. Argol nos explicó que fue en ese periodo de tiempo, sin la custodia de la Oden, cuando algo logró lo impensable: romper los sellos. 

Cuando volvimos, ajenos al verdadero peligro que acechaba, pero prudentes, pensamos en recuperar de los escombros alguna cosa, enterrar a los muertos y plantearnos si era posible la reconstrucción. Pero el lugar estaba ocupado ya. Su aura mágica estaba corrupta. No sabíamos porqué, pero sabíamos que no era seguro permanecer cerca de la torre. Pensamos en las fuerzas oscuras de los magos negros. Ellos habían codiciado durante cientos de años nuestro saber. Y quizá habían pasado ya por allí. Los rumores sobre Los Caballeros de Kennedril ya nos empezaban a llegar. Pero había algo mas. Un mal primigenio que no tardaría en manifestarse. 

Argol nos dijo que nos aseguráramos de que los sellos permanecían intactos. Mas sería mejor que sólo unos pocos se aventuraran a explorar. Marchamos él y yo por una de las aperturas de sus muros. Buscábamos la entrada a los sótanos, donde aseguraba Argol que llegaríamos a las catacumbas y de allí al portal sellado. Pero no llegamos a las catacumbas. Los sótanos, antes llenos de secretos mágicos, estaban ocupados por monstruos aracniformes, entre otros muchos que no llegamos a identificar. Quizá sería necesario reorganizar nuestras fuerzas para entrar en otro momento. Pero Argol dijo que no valía la pena. Eran criaturas de Jhazatkar, el dios custodiado por nuestra orden desde hacía miles de años. El Dios de los mil ojos en la noche había escapado. Los sellos debían estar rotos!

- Debemos marcharnos se aquí Halwyr. Nada podemos hacer ya. 

Salimos con ánimo de reunirnos con los demás, advertirles y refugiarnos en otro lugar. Pero entonces aparecieron los indeseables. 

Varios magos oscuros nos esperaban a la salida. Habían detectado nuestra intromisión y no nos dejarían vivos. Al menos eso pretendían. El combate fue duro. Argol, un archimago de experiencia pudo con la mayoría. Yo acabé con otro más. Heridos, pero vivos, corrimos hacia el campamento temiendo encontrarlos a todos muertos. Afortunadamente los conjuros de protección sirvieron y nos les pasó nada. Nos curamos y decidimos empezar de nuevo en otra parte. 

Yanusar el Dios de los humanos, el que dirige la Alianza de los Cultos, ha enviado sueños premonitorios y los sumos sacerdotes del culto escuchan las voces de advertencia de su Dios durante las noches y han advertido los signos de la fatalidad anunciados en las estrellas. El Sello de los Dioses de Olawinlin se ha roto y Jhazatkar, el terrible dios araña, ha quedado liberado de su prisión. Solo un seguidor de alguno de los Dioses de la Alianza puede restaurarlo. 

Torkemada, sacerdote seguidor de Yanusar, veo como tu espiritu está en comunión con las doctrinas de tu Dios. Veo la fuerza de la fe emergiendo en ti. Hablame Torkemada de tu Dios, hablame de lo que serías capaz de hacer por él. Dimelo y quizás seas el elegido por él para restaurar el sello de la Torre de Olawinlin

Mira a los demas miembros alli presente,, que antes que el fueron preguntado, y agacha la cabeza. Aferra su simbolo en sus manos y mira a quien le ha realizado la pregunta.

Las acciones de Yanusar hablaban mas de si mismo que un siempre siervo pueda explicar. Desde que nacio como hombre combatio al dios del engaño en todas sus facetas, aquel que quiso corromper el alma pura e inmortal del hombre. No busques en él a un Dios piadoso, pues no lo es, pero si justo. Sabe cuidar de sus hijos como madre amorosa, pero no duda en impartir la justicia con mano fierme, como padre de todos. Yo soy una herramienta mas de su doctrina, yo soy una arma mas de su ejercito, yo soy un guardian mas de las almas de los hombres. El peligro se presenta de mil formas, pero la salvacion en una sola. Pregunta que daria por mi Dios?? Es mi sentido de la vida, es mi aire que llena mis pulmones y la sangre que recorre mis venas y salpica la tierra derrabada en combates en su nombre. Prefiero ser un cuerpo lisiado que una alma corrompida. Hasta ahi llena mi tributo a Yanusar, hasta ahi espero ser merecedor de su bendicion.

Debes enfrentarte a la verdad de frente y sin apartarte de tu deber. Los enemigos han dejado de ser solo mortales de seguidores de dioses paganos, caoticos y detructores del hombre. Compadecerse de aquellos que tiene la mente corrompida con deseos de codicia es algo quimerico, el autoengaño es su unico aliado. Dedicar este arma eleva su martillo consagrada por Yanusar como herramienta es mi unico cometido de mi existencia, vivir tan solo para administrar el fuego purificador, liberar las almas con el perdon de sus pecados liberandolos de su cascara mortal, y acabar con los que corrompe tales almas son mi mayor cometido.

Y todo ello conlleva a estar aqui presente, ante vosotros, para poder restaurar el sello de la Torre de Olawinlin, y cerrar lo que pueda avecinarse, espero que mi fe en la empresa sea lo necesario para forma parte de este cometido.

Vuelve a poner su brazo relajado con el arma aun en su mano, da un paso para atras y espera que sus palabras hallan sido suficiente.

Tú, Torkemada, has sido elegido para restaurar el sello de Olawinlin y devolver a Jhazatkar a su prisión. Los mensajes proféticos de ese Dios al que veneras inundan tus sueños durante las noches de insomnio desde hace meses. Son signos de destrucción y de muerte, hablan de lo que os espera, de lo que acecha en vuestro viaje pero aún las palabras de Yanusar son debiles y difusas. Di estos que te escuchan de lo que hablan tus sueños, revelales lo que tu Dios te ha dicho al oido...

En mi sueños la humanidad se hunde en aguas en llamas, salidas de las propias entrañas de la tierra. Veo una montaña alta como jamas he visto rota por la mitad y de ahí surge el mar de angustia. Entre el furgor de las olas de sangre, fuego y azufre una mujer surge por su silueta oscura como su alma que me miraba con sus ojos vacíos y me señalaba con unos dedos huesudos. Un grito infinito en silencio son las únicas palabras que me dedican.
No se su nombre, ni que significado quiere indicarme mi dios, pero si se que un gran peligro nos concierne a todos.