Partida Rol por web

Despertó notando humedad contra la cara. Abrió los ojos y vió que estaba tumbada en el suelo, en lo que parecía ser un pantano. Estaba en un pequeño claro, en terreno relativamente seco, rodeado de grandes árboles con oscuras copas entrelazadas entre si, cuyas raíces sobresalían del agua y del barro dando la impresión de que iban a echar a caminar en cualquier momento.
Se levantó sorprendida y una pregunta asaltó su cabeza. ¿Dónde estoy? No encontró una respuesta a esa pregunta, así como tampoco supo responder a ¿Cómo he llegado aquí?, a ¿Cuánto llevo aquí? y, lo que es peor, la pregunta ¿Quién soy? tampoco parecía tener una respuesta.

Se debatió contra su mente neblinosa, que se esforzaba en recordar algo. Un nombre vino a su cabeza, sí, su nombre era...era...

Olíndica. ¿Cómo podía haberlo olvidado?

Se miró las manos, al menos las reconocía. Tenía la piel oscura y los brazos parcialmente cubiertos por tatuajes tribales que acababan ocultandose bajo sus ropajes, de aspecto desgastado, de un color confuso entre verde y marrón. Respiró hondo cerrando los ojos, debía calmarse. Una suave brisa movía su oscura melena, algo encrespada y adornada con pequeños ornamentos de madera y lino. Todo parece tranquilo. Volvió a abrir los ojos y se aproximó a las aguas del pantano caminando con cautela, aun así sus pisadas hacian crugir la hojarrasca. Llevaba un calzado humilde, con varias capas de algodón atadas al tobillo y la pantorrilla con cuerdas entrelazadas. El esbelto reflejo que devolvían las tranquilas aguas de la ciénaga le resultó gratamente familiar. El color de sus ojos hacía juego con su atuendo. Giró ligeramente la cabeza mientras se tocaba una fina cicatriz que se prolongaba desde el oido derecho hasta la mejilla. Todo parecía estar en su sitio. La brisa se hizo mas fresca, así que se colocó la capucha de la capa, de un bonito color verde viridian, que le cubría los hombros. Volvió a respirar profundamente. ¿Y ahora qué?

No recordaba nada, pero al menos se reconocía a sí misma. Era un comienzo. Se dió cuenta de que sobre el pecho llevaba una insignia dorada con forma de escudo, con una gran "A" rodeada de filigranas en su interior y rematada con una corona en su parte superior. No sabía qué significaba.

Olíndica, sí...Ese era su nombre, pero eso era sólo una palabra. ¿Quién era? ¿Acaso era una cazadora de los bosques? ¿Una salteadora de caminios? ¿Quizá una asesina sigilosa? ¿A lo mejor una ladrona escurridiza? La brisa fresca no desbloqueó su memoria, pero le proporcionó algo de claridad, sí, ella era...

Ella era un elemento más de todo lo que la rodeaba. No entendía que hacía en ese lugar, no recordaba nada. Esa sensación de vacío e irrealidad amenazaba con apretar el nudo que sentía en la boca del estómago desde que había despertado en aquel lugar. Y eso no podía ser, ¿qué clase de druida de los bosques sería si causará semejante alteración en el equilibrio de aquel pantano? Tuvo que esforzarse, al menos al principio. Puso su atención en todo aquello que la rodeaba, captando con sus sentidos el resto de elementos que conformaban aquel desconocido lugar. Primero lo más cercano, la broza y la tierra húmeda sobre la que se encontraba, luego los árboles que la rodeaban, cipreses en su mayoría. Podía olerlos, le resultaba agradable, reconfortante. Ocultos entre la maleza, podía escuchar como diferentes aves emitián una amalgama de trinos y como el sonido del aire, meciendo las ramas, acompasaba a la improvisada orquesta. En la lejanía, como sombras escurridizas, presas y predadores competían por conseguir permanecer con vida un día más. Todo parecía estar en orden, todo menos ella. Desde luego, puestos a despertar sin recuerdos en algún lugar, el pantano parecía una buena opción, y como guardiana de lo natural, como un mero elemento más de ese engranaje vivo, su confusión no debía alteral aquel bello equilibrio.

Ya sabía quién era. El pantano le había recordado su lugar en el mundo y por ello se sintió agradecida.
Sin embargo, algo estaba mal. No era ella la causante de la alteración el equilibrio que estaba sintiendo, al meno no era sólo ella.

Volvió a contemplar sus alrededores, concentrándose, buscando la pieza que no encajaba en es puzzle. Un rayo de luna se colaba entre las copas de los árboles. Las densas ramas sumían la escena en una penumbra que se tornaba en oscuridad a los pocos metros. Si era de noche, ¿por qué trinaban los pájaros? Se dió cuenta que no eran trinos de cortejo o de disputas territoriales, sino llamadas de alarma.
Cerró los ojos, El aire era denso y húmedo y le traía aromas a agua estancada, a moho y a putrefacción...y a algo más, algo que no sabía identificar, algo que no debería estar ahí.
Un caleidoscopio de croares, zumbidos, chasquidos y pequeños chapoteos inundó sus oídos. Entre esta sinfonía nocturna distinguió un par de sonidos destacados. No sabía dónde estaba el norte, pero desde una dirección concreta le llegó lo que parecía el crujido rítmico de unas ramas. Viniendo de la dirección opuesta escuchó unos gruniños cuyo emisor no pudo identificar, pero por el tono estimó que era algo grande.

Si ya era siniestro no saber que hacía en ese lugar, que alguien o algo se aproximara la inquietaba bastante. En un primer momento se planteó huir, correr entre las sombras y terminar de perderse en la espesura, pero a la vez sentía una gran curiosidad. Si no sé que hago aquí, al menos debería saber qué se acerca. Estaba decidida. Eligió el ciprés mas frondoso que tenía a mano, y agradeciendo la rugosa corteza del grueso tronco, trepó hasta la rama más alta que consideró que podría sostenerla. Espero que Gruñiditos no sea tán grande. Ponerle nombre le ayudaba a calmar el miedo que empezaba a ser cada vez más dificil de ocultar. Pero la curiosidad... eso ya sabía que ganaba al miedo, por lo que esperó en silencio, escuchando los ruidos cada vez más cercanos.

Olíndica trepó a las ramas con sorprendente facilidad y se escondió lo mejor que pudo. ¿Sería suficiente? Al fin y al cabo no sabía mucho de su pasado. ¿Era buena camuflándose? Sin duda sabía trepar ¿Sabría luchar de forma adecuada estando desarmada? Probablemente no.

Un sudor frío empezó a caer por su espalda cuando notó que los gruñidos que había escuchado parecían acercarse. Aún no podía ver qué los emitía, pero ahora podía identificar que había más de un ser.

Desde su escondite Olíndica siguió escuchando cómo los seres desconocidos se acercaban, aunque no tuvo que esperar mucho. De la oscuridad surgieron lo que parecián dos hombres. Ambos llevaban el torso desnudo y tenían la piel anormalmente pálida. Avanzaban con paso inseguro pero constante, emitiendo roncos gruñidos ininteligibles. Parecián tener unas marcas oscuras bajo el cuello y en los antebrazos, pero estaban demasiado lejos para poder distinguir qué eran.

Olíndica decidió acercarse de rama en rama, de la manera más sigilosa que pudo. Necesitaba ver mejor a esos hombres, ¿quiénes o qué eran?, ¿iban armados? y ¿qué eran esas marcas?

Olíndica se movió entre las ramas, silenciosa como un gato, y aguardó a que los seres se acercasen algo más.

Olíndica gana un uso gratuito del aspecto Escondida

Contuvo la respiración mientras los observaba. Al estar más cerca pudo ver que bajo ambas clavículas y en la cara interna de los antebrazos los hombres tenían unas extrañas marcas circulares, aproximadamente del diámetro de una manzana, con un punto en el centro del que parecía haber manado sangre. De estas cuatro marcas, visible bajo la piel anormalmente pálida, se extendía un entramado de vasos sanguíneos de color negro que culebreaban hacia el cuello, el pecho, las axilas y las manos.

Siguió observando a los dos hombres que, emitiendo roncos gruñidos, se acercaban al árbol sin reparar en ella. Notó que tenían la mirada fija, alternando entre el frente y el suelo. No estaban cazando, parecían distraídos pero conscientes de su entorno, ya que conseguían mantenerse caminando pese al difícil terreno, como si estuvieran paseando. No tenía ninguna duda de que la oirían si hacía ruido, pero si se quedaba quieta probablemente pasarían de largo.

Le pareció que tal vez se dirigian a un punto concreto, o que fueran siguiendo a alguien, por lo que decidió seguirles a ellos, tratando de guardar una pequeña distancia de seguridad, solo por si acaso.

Olíndica bajó del árbol y comenzó a seguir a los hombres. Caminar por el pantano no era fácil, más aún cuando se intentaba ser silenciosa y a la vez no perder la pista de alguien que caminaba sin ningún cuidado. Se le estaban escapando. Apretó el paso ligeramente, pero en la oscuridad de la noche no vio una raíz, tropezó y cayó en un charco, causando una sonora salpicadura.

Sólo había sido un traspiés. Se incorporó lo más rápido que pudo y buscó a los dos seres con la mirada. Los encontró con facilidad, pero esta vez ellos le devolvían la mirada. Dieron un grito furioso, alzaron los brazos y empezaron a avanzar hacia ella.

Vaya faena. Se había metido en un buen lio y no sólo estaba desarmada, si no que además no tenía claro que debía hacer ¿ataco? ¿huyo? Decidió coger una piedra redondeada por el agua, del tamaño de su puño, y procurando no perder la distancía de seguridad, apuntó a la cabeza de Hombre 1 y la lanzó con todas sus fuerzas.

Con un desagradable crujido la piedra impactó contra la cabeza de uno de los hombres, que continuó avanzando tambaleándose durante unos pasos, hasta que cayó al suelo boca abajo. No volvió a moverse.

El segundo hombre siguió avanzando hacia Olíndica, profiriendo roncos gritos. En cierto momento extendió los brazos y empezó a correr, pero tropezó con el suelo irregular y volvió a su velocidad normal. Lo tenía casi encima.

Olindica no sabía que pasaría si ese tipo la alcanzaba, pero tenía seguro que no sería nada bueno. Por lo que aprovechando la oscuridad y la arboleda para ganar distancía, se dirigió hacía el agua, donde esperaba que el barro complicara el avance del hombre 2. Partió una rama de un árbol próximo, se situó tras una gruesa raiz que sobresalía levemente del barro y esperó a que el Hombre 2 se le acercara.

Olíndica se colocó en posición, esperando a que el horrible ser tropezase con la raíz, pero éste simplemente pasó por encima y se le echó encima. Olíndica dió un paso lateral, esquivó el ataque y aprovechó el impulso para asestarle un golpe en la espalda usando la rama que había cogido.

A Hombre 2 le aplica el impulso Desestabilizado

La trampa no había funcionado, así que se acabaron las sutilezas. Olíndica tenía a hombre 2 de espaldas, por lo que sin dejar que se recuperara del primer golpe, le asestó un segundo golpe en la base del craneo aprovechando que estaba desestabilizado.