Partida Rol por web

El grupo continuó avanzando por el camino, adentrándose en la villa, cuyas gentes empezaban a salir a la calle a ocuparse de sus quehaceres bajo el creciente sol.

Villatormenta era un pueblo bien asentado, con construcciones que iban desde las humildes casas de los trabajadores menos pudientes hasta elaborados edificios de mercaderes y artesanos. Tanto el trazado como los edificios principales mostraban cierta planificación típica de las poblaciones donde el comercio fluye y la gente puede prosperar y, sin embargo, el estado general de las calles y el aspecto de los villanos con los que el grupo se cruzaba dejaban traslucir que el pueblo no pasaba por su mejor momento. Caras delgadas y ojerosas les observaban con gesto curioso y les saludaban inclinando la cabeza. Malas hierbas crecían aquí allá entre las piedras de un suelo adoquinado y salpicado de basura.

La calle principal transcurría más o menos recta por el centro del pueblo y se elevaba por la colina hacia el portón del castillo, que en estos momentos estaba abierto y custodiado por dos guardias enfundados en sendas armaduras de placas de acero ennegrecido, que se calentaban junto a una hoguera encendida a un lateral. Al ver al grupo acercarse ambos se irguieron y se colocaron junto a la puerta.

- ¡Alto en nombre del duque! ¿Quiénes sois y qué asuntos os traen aquí? - dijo uno de ellos con una voz autoritaria y ligeramente amortiguada por el yelmo enterizo que cubría su cabeza.

Las armaduras lucían un relámpago sobre la parte frontal de la coraza y parecían de una calidad admirable.

Antes de entrar en la villa Elrohir y Triss notaron que los campos de los alrededores parecían enfermos y marchitos.

Buenos días, venimos en nombre del Rey - respondió Olíndica procurando hablar de la manera mas cordial que podía y enseñando la insignia - Querriamos una audiencia con el Duque.

El guardia que había hablado se acercó y observó la insignia con atención. Al igual que su compañero, llevaba un yelmo enterizo que sólo dejaba los ojos al descubierto que le confería un aspecto ciertamente amenazador.

Tras unos segundos pareció satisfecho, se giró para mirar a su compañero y asintió.

- Seguidle - dijo de forma seca antes de volver a encaminarse hacia la hoguera.

Cuando el hombre armado se acercó a observar la insignia de Olíndica, la mujer no pudo dejar de percibir que la piel del hombre, ahora visible a través de las aberturas del yelmo, tenía un tono más pálido de lo que se consideraría normal para cualquier persona sana.

El guardia guió al grupo al interior del castillo. Ése tenía un patio de armas en su interior, bastante cuidado y abastecido, algunos edificios de madera y argamasa adosados a las murallas y, en la pared sur, una edificación de piedra se encaramaba en varios niveles hasta culminar en la torre del homenaje, grande y sólida, salpicada de pequeñas ventanas en los niveles más altos y de afiladas saeteras a nivel del suelo y las murallas.

El guardia os condujo hasta una sencilla estructura que soportaba un tejado de madera, bajo el cual un muchacho estaba apilando cajas de madera. Llamó la atención del joven, le susurró algo y éste salió a la carrera, perdiéndose dentro de una de las puertas de la construcción de piedra.

- Esperad aquí - dijo el guardia - vendrán a buscaros.

Y sin mediar más palabra se dio la vuelta y emprendió el camino de vuelta hacia el portón.

Elrohir se sentó pesadamente en una pequeña banqueta de madera y miró al suelo.

Repasó mentalmente todo lo sucedido, y pensó en lo que le diría al Duque.

Sabemos que los elfos le pidieron ayuda tanto al Rey como a Elric, pero ninguno les contestó,
así que no sabemos en realidad quién nos mandó.
Quizá debamos ser cautos en cuanto a la informacion que le contamos al Duque - Dijo Elrohir

Triss se sentó en el suelo al lado de Elrohir y se apoyó en la pared mientras entrecerraba los ojos.

- Bueno, lo mismo sí le contestaron, pero no consiguieron llegar a los elfos, como parece que nos pasó a nosotros...  Nuestra insignia parece que es del Rey, los guardias la han reconocido.

De todas formas la parte de nuestro viaje onírico con la bebida élfica sí es algo que podemos omitir de momento, a ver que impresión nos da el Duqueeeeuuuuahhhh - dijo Triss acabando con un enorme bostezo.

- ¿Habeis visto que esta gente tiene peor cara que nosotros? - dijo Olindica sentándose en el suelo, con la espalda contra la pared, junto a sus amigos- En fin, a ver que nos cuenta el Duque

- La gente y los campos, todo tiene mal aspecto. No parece que vayamos a desayunar tan bien como ayer... - contestó Triss.

Unos minutos después un hombre sensiblemente mejor vestido que el resto salió del edificio principal y se aproximó a ellos. Tenía el pelo negro y corto, parcialmente cubierto por una amplia boina amarilla y su cara estaba adornada con un bigote corto que rodeaba la boca hasta juntarse en la barbilla. Vestía un jubón acolchado de color verde brillante adornado con detalles en negro y botones de plata, mallas negras ajustadas y unas zapatillas de ante teñido de verde, ajustadas con una cinta negra rematada con una hebilla de plata. 

- Buenos días, honorables visitantes - dijo con una amplia sonrisa - Mi nombre es Marcus Riolargo, castellano de Villatormenta y mano derecha del Duque Éric. A vuestro servicio - añadió haciendo el ademán de una reverencia.

- Puedo ver que sois enviados de nuestro amado rey Andon - dijo con voz melosa - ¿Tendríais la bondad de indicarme vuestros nombres y a qué debemos el honor de vuestra visita? 

"Yo me llamo Elrohir, y ellas son Triss y Olíndica" - Dijo Elrohir inclinándose cortesmente.

"Venimos de lejos para pedir una audiencia con el Duque" - añadió, terminando con un bostezo que intentó disimular lo mejor que pudo.

El asintió con una sonrisa mientras Elrohir presentaba al grupo, observando a cada uno de ellos de arriba a abajo.

- Por su puesto, por supuesto, y si él así lo desea os recibirá, pero como comprenderéis primero he de trasladarle el motivo de vuestra visita - dijo con amabilidad - el Duque es un hombre muy ocupado y sólo dedica su atención a temas verdaderamente relevantes, delegando en mi los asuntos más mundanos - añadió con semblante serio mientras agitaba dedo índice.

- Así pues - dijo recuperando la amplia sonrisa - si me decís el motivo de vuestra visita se lo trasladaré inmediatamente. Mientras tanto seréis nuestros invitados y podréis descansar en los salones del castillo, si así lo deseáis, por supuesto. Si preferís recorrer la villa mientras esperáis mandaré a un sirviente a buscaros cuando el Duque haya tomado una decisión.

- Fuimos enviados por el rey Andon para investigar sucesos extraños en el pantano, venimos de allí ahora mismo y nos gustaría comentar lo que hemos visto con el Duque. -explicó Triss. - En cuanto a tu oferta, déjanos comentarlo un momento. Si quieres mientras avisas al Duque puedes enviarnos un criado al que diremos que nos lleve a descansar o que nos venga a buscar cuando el Duque quiera recibirnos.

Marcus escuchó la respuesta con una sonrisa y asintió.

- Por supuesto, por supuesto. No hay prisa alguna - dijo entrelazando los dedos de las manos y haciendo pequeñas reverencias con la cabeza.

Se volvió e hizo un gesto con los dedos. Un muchacho vestido con ropas humildes salió corriendo del edificio y se acercó a él. Tendría unos 16 o 17 años, de complexión enclenque y mirada avispada.

- Este es Rico - explicó - cualquier cosa que necesitéis él me la hará llegar. Si finalmente decidís pasear por la villa él irá a buscaros.

- Deja privacidad a los señores - dijo Marcus dirigiéndose al chico - Si deciden quedarse a descansar llévales al salón de invitados ilustres y ocúpate de que se encuentren como en casa - añadió palmeándole el hombro.

- Hablaré con el Duque y os transmitiré su decisión en cuando sea posible - dijo encarando al grupo de nuevo - Mis respetos - añadió con una pequeña reverencia mientras se retiraba en dirección al edificio principal.

Olíndica esperó a que Rico se apartara un poco para dirigirse a sus compañeros - Esto cada vez pinta más rarito. Creo que deberiamos descansar y tal vez dar una vuelta por la villa a ver si nos enteramos de algo. Si no reciben a unos "emisarios del Rey" diría yo que algo se cuece aquí.

"Si, hay algo que no me termina de convencer" - Dijo Elrohir pensativo

"No ha parecido reconocernos, lo cual quiere decir que es posible que no sepan mucho sobre nuestra misión, asique debemos ser cautos"

"Estoy de acuerdo en que quizá podamos encontrar alguien por el pueblo que nos pueda dar mas información que el propio Duque"

"Vamos a descansar un rato y luego damos una vuelta por el pueblo"

- Yo estoy molida -dijo Triss - vayamos al salón a echar un sueñecito y a ver si nos dan algo de desayuno, aunque esta gente no tiene pinta de que le sobre comida. Podemos intentar sonsacar algo a Rico mientras nos lleva dentro.

Bastó con hacer una señal y Rico acudió a junto al grupo.

- Si los señores están listos puedo guiarles al salón - dijo con cortesía - por favor, acompáñenme.

El chico se internó en la fortaleza seguido de los aventureros, que miraban alrededor con curiosidad aunque parpadeando de forma pesada.

Nada más entrar en el edificio un tenue aroma, extraño y ligieramente desagradable, empezó a percibirse en el aire, tomando más cuerpo hasta ser evidente según se adentraban en el edificio.

Tras caminar por una serie de corredores iluminados con antorchas y poblados de muebles austeros, cruzando puertas que en ocasiones estaban flanqueadas por guardias armados con la misma indumentaria que los que protegían el portón, llegaron a una puerta situada en la pared derecha del corredor. Rico la abrió y con un ademán de la mano invitó al grupo a entrar.

El "salón de invitados ilustres" era una sala oscura, sólo iluminada por unas pequeñas ventanas cubiertas por cristales emplomados con un patrón de rombos, algunas velas y una gran chimenea que calentaba la habitación. Algunas sillas de madera labrada con asientos de buen cuero se acomodaban contras las paredes vestidas con tapices con motivos pastorales. Cuatro sillones de madera y tela acolchada formaban un arco mirando al fuego, sobre una tupida alfombra, rodeando una pequeña mesita de madera y metal que soportaba un lujoso juego de ajedrez. En el centro de la sala una pesada mesa ovalada presidía la estancia.

En el extremo opuesto a la chimena, una librería y un mueble con puertas acristaladas que contenía algunos cálices metálicos y una pequeña selección de botellas, presumiblemente de vino, descansaban contra la pared.

- ¿Hay algo que pueda hacer para que la espera de los señores sea más cómoda? - pregúntó Rico desde la puerta.

Olíndica no pudo evitar mirar a los guardias mientras pasaba a su lado. Todos exibían la misma palidez en torno a los ojos.