Partida Rol por web

La chica soltó un alarido aterrorizado y se cubrió la cara con las manos.

Damara volvió a esconder su verdadero rostro, sintiendo cierta tristeza invadiéndola, aunque la ahogaba la sensación de llevar razón, de que lo que había temido que pasara, había pasado y sus razones para no dejar que Gaia se acercase demasiado, aún en contra de sus propios deseos, estaban más que justificadas. Seguro que ahora desearía que Damara hubiese tenido tres brazos, o tentaculos en el estómago. Aún así no pudo evitar alargar las manos y cogerle las muñecas, tirando suavemente para apartárselas de la cara:

-Lo siento, no quería asustarte... sigo siendo yo, ¿ves? -cuando ella alzó la mirada, Damara le ofreció una sonrisa tentativa que se desvaneció casi de inmediato-. Gaia, necesito que me ayudes a salir, ¿vale? Hay gente que necesita ayuda y aunque prefiero estar aquí contigo -murmuró acariciándole la mejilla despacio por si su toque no era bienvenido-, es importante que les ayude a conseguir el agua, así podré volver a casa y convencerte de que esto sólo es un sueño y probablemente invitarte a cenar. Al sitio más ruidoso y concurrido, si hace falta.

Gaia tardó en reaccionar. Cuando Damara le acarició la mejilla, la miró entre los dedos y sus músculos se relajaron.

-Ya lo entiendo. Estamos en un sueño, ¿verdad? En mi sueño. Siempre quise un sueño lúcido, sobre todo contigo. ¿A dónde tienes que irte? Sería mejor que te quedaras...

Calandra salio disparado hacia Nadim. A medio camino se convirtió en una cíclope marrón y calva, con taparrabos y sujetador de piel y se agarró a un saliente de piedra. Interpuso la otra mano delante del eshu para detener su caída y le rodeó con dedos enormes y gordos. Lo levantó para examinarle y se lo acercó a la cara más de la cuenta sin darse cuenta. La falta de percepción de la profundidad era nueva para él.

-Es una larga historia, pero tengo que conseguir algún tipo de... agua milagrosa para salvar a unos amigos -por un segundo pensó que la palabra 'amigos' no era del todo adecuada, pero no rectificó. Estaba ocupada decidiendo apartar la mano de su mejilla y cuando por fin lo consiguió resultó que en vez de apartar la mano, acercó la cara-. Pero en cuanto vuelva... en cuanto vuelva... -murmuró, distraída de repente con la cercanía de su rostro.

Habia conseguido pasar entre la sucia plebe que cumplía su labor para con el Lord, cuando Nadim, aparecido de la nada, trae su patético rostro a mi presencia con lagrimas azabache que para algún estandart de los linajes inferiores podria ser considerado hermoso. Oirle ensuciar mi nombre al musitarlo en re sus labios tan repugnantes como su alma de oscuro, me provoca tal asco que tan solo consigo apartarme. Con la suerte de que  ese paso me permite evitar el contaco con el pooka de identidadcuestionable, ¿De verdad alguna vez había tocado eso? pienso con nausea. Su nuevo aspecto era acorde a su verdadera personalidad, mucho potencial sin capacidad para percibir el fondo de los asuntos, tan efimero e irrelevante como un aroma en el viento. Una vez cumple su deber para conmigo, me sqeudo de pie cerca.

-¿Que quieres plebeyo?- Pregunto regalanado al negro ser de tenebrosa naturaleza los acordes de mi voz.

-¿De verdad quieres salvar a alguien con ese agua? Pero... no tienes amigos. Ellos no lo son, al menos -dijo una voz en lo más profundo del sueño.

El eshu se quedó de piedra cuando Calandra le recogió como si fuera un muñeco. No respondió, pero fijó sus ojos en los de ella, ya resignado a buscar explicaciones. Su instinto comenzaba a aflorar

¿Qué vas a hacer conmigo? Preguntó, con una voz que no parecía suya. Al parecer no se había percatado de que el sidhe le había respondido, y se limitaba a dirigir sus palabras hacia lo que antes había sido Calandra, como si no existiera nada más en el mundo. Las lágrimas habían dejado de brotar de sus ojos, y su expresión era impenetrable ¿Qué es lo que has hecho contigo misma?

El sidhe observó cómo Calandra rescataba a Nadim haciendo otra magnífica transformación. Durante un instante sintió envidia por aquel maravilloso don que tanto él como Van Doren poseían. Después su atención se centró en el recién llegado, a diferencia de cuando había aparecido Silveth, y también en la ausencia de una copa en sus manos. Echó aire por la nariz de forma bastante sonora y miró a ningún lado en concreto, aguardando. Ya sólo faltaba Damara para poder partir.

Damara se irguió y se levantó de la cama, dando un paso hacia atrás. ¿Qué estaba haciendo allí todavía? Ya habría tiempo de ver a Gaia, si conseguía salir de allí y volver a casa. Verla había sido un regalo inesperado, pero ahora tenía que llegar al maldito manantial.

-No... -murmuró-. Puede que no sean mis amigos, pero son importantes. Y quiero salvarlos. Tengo que conseguir esas aguas como sea... A lo mejor sí son mis amigos. A lo mejor no sé lo que es un amigo y esa panda de gente ruidosa y extraña han sido mis amigos todo este tiempo. He venido hasta aquí por ellos, ¿no? Eso en mi caso tiene que contar para algo. Algunos me han salvado la vida, otros me deben favores. No sé si son mis amigos o gente por la que hago cosas muy peligrosas y muy estúpidas, pero definitivamente... tengo que conseguir esas aguas para alguno de ellos.

-Ni siquiera tú sabes por qué estás aquí -dijo la voz-. No hay verdadero deseo de entrar a la Fuente en tu corazón.

-¡Claro que sé por qué estoy aquí! Estoy aquí porque quiero ayudarles, por mucho que me tentara la idea de poner una excusa y quedarme atrás, de no meterme en este lío del que todavía no estoy segura de que vaya a salir viva. Puede que no sepa cómo llamar a lo que me une a ellos, pero sé bien que sea lo que sea es suficiente para hacerme cruzar el Ensueño y, muy a mi pesar, lo volvería a hacer si fuese necesario.

-¿Estás dispuesta a entregar un agua milagrosa que podrías usar con cualquier persona, que cualquiera compraría por todas sus posesiones?

-Para eso estoy aquí. Antes de empezar el viaje ya sabía que esas aguas no eran para mi, ni para mi beneficio, y eso no ha cambiado.

Lo que la envolvía desapareció: Gaia, la habitación, la cama. Ante ella apareció la Fuente, cuyas aguas se derramaban en lo profundo de la montaña. Antes de que pudiese acercarse para cogerlas, un hombre anciano vestido con una capucha negra le tendió una copa de plata.

-Sólo puedes tomar una copa del agua con este cáliz que te entrego. Las Aguas no se derramarán si no lo deseas. Dale buen uso y recuerda lo que has prometido.

Ella alargó la mano y cogió el cáliz con una breve inclinación de cabeza:

-Lo recordaré -dijo, y asintió ligeramente. Llenó el cáliz con las aguas milagrosas, la sensación cálida del triunfo llenándole el pecho. Sabía que la misión aún no estaba completa, pero se permitió la satisfacción de aquella victoria.

Tan pronto llenó el cáliz, Damara apareció sobre la hierba, en la pendiente que había comenzado a subir. El resto de los viajeros estaba allí: Shyam, Calandra y Silveth llevaba consigo un cáliz; Nadim y Van Doren no.

Tanto Damara como Ashantii aparecieron a la vez: la primera con una copa de plata, el segundo sin ella. En el aire flotaban las burbujas de las que acababan de salir, alejándose lenta pero inexorablemente.

-Lo siento -dijo Ashantii entre sollozos-. No he podido conseguirlo.

Contento de ver a sus amigos, aunque fueran de mentira, Calandra dejó a Nadim en el suelo (sin prestar atención a su comentario, porque él opinaba que se había convertido en una ciclopesa bellísima) y se transformó en una larguísima serpiente peluda, como un dragón volador hecho de abrigos de piel de chinchilla, y envolvió a todos sus amigos como una cerca de ganado. Incluso a Silveth.