Partida Rol por web

Todo cambió en un suspiro. Silveth se encontró a sí mismo en un desierto de tierra roja. Los cactus y los espinos, los matojos secos y las alimañas parecían ajenos a la presencia del sidhe. Ni siquiera un ser tan hermoso podía perturbar sus existencias.

No muy lejos vio a Jacob enterrado hasta la cintura en arenas movedizas. Gritó aterrado y alargó una mano en su dirección buscando ayuda.

-¿Pero qué?- dejo todo lo que llevaba encima a un lado, y mi primer impulso es lanzarme hacia Jacob. Me detuve. Era imposible que Jacob estuviera aquí, se trataba de una ilusión del Ensueño. Aún así eso tendría que ser algún tipo de quimera. No iba a dejar que sacrificaran, quien quiera que estuviese haciendo esto, un sueño por el motivo que quiera que se les haya cruzado por la mente.

-Quédate quieto.-Le ordeno al falso Jacob.- Las arenas movedizas te tragarán más rápido si no lo haces.-

Arranco uno de los matojos, la arena no ofrecía un sustrato firme para sus raíces por lo que se desenterró con facilidad, aunque la madera seca y dañada por el viento estaba recubierta de astillas. Tanteando la arena con mi improvisada herramienta, en busca de más fosos que tuvieran la intención de tragarme, me voy acercando al impostor. Al llegar le tiendo uno de los extremos de la planta.

-Agárrate, intentaré tirar de ti.

-¡No me dejes aquí, por favor! -imploró Jacob. Sujetó la raíz que Silveth ofrecía y se dejó arrancar de las arenas, que no ofrecieron apenas resistencia. A salvo y en tierra firme, el mortal intentó incorporarse sin éxito. Cuando levantó la mirada, le corrían lágrimas por las mejillas y una gota de sangre desde la nariz-. Gracias, Neil. Gracias, gracias...

El sidhe observó cómo la burbuja ascendía hasta quedar totalmente fuera de su alcance. Sintió una punzada de nostalgia al dejarla ir, pero la maravilla que se alzaba ante sus ojos un poco más allá borró enseguida cualquier atisbo de tristeza. Las aguas milagrosas fluían cristalinas y hermosas, un tesoro de valor incalculable que se hallaba a su entera disposición en aquel momento. Demasiado fácil, pensó, y se preguntó dónde estaría el resto de su comitiva. La sabiduría de Ashantii habría sido muy conveniente en ese momento, pero quizá la prueba para llegar hasta allí ya la había superado, algo que sus compañeros no habían tenido la suerte de lograr.

Echando mano de las botellas que Silveth había traído, Shyam se acercó de forma cautelosa a la fuente, y con cada paso su corazón bombeaba más fuerte, alimentado por la esperanza de borrar aquel fatídico error que una vez cometió, la mancha que lo había definido durante todos aquellos largos años...

-No, esa botella no podrá contener las Aguas -dijo la voz de antes. Esta vez venía de su espalda, de un hombre de barba gris y capucha negra que sostenía entre las manos un cáliz de plata-. Sólo esto podrá recoger el Agua de la Vida, sólo una vez para cada persona. Sabe que no eres el único que ha podido alcanzar la Fuente. Tus compañeros pueden haberlo hecho ya, pero quizá no para lo mismo que tú.

El anciano le puso la copa en las manos.

-Si lo haces, eres libre para usar el agua como más te plazca. Pero recuerda las promesas que has hecho. A menudo, romper promesas puede corromper el alma y maldecir el cuerpo. Usa esta copa y no temas por el contenido: no se derramará a menos que lo desees.

¿Era realmente él? ¿acaso el Ensueño profundo disponía de tanta fuerza como para arrastrar a un mortal desde las Tierras del Otoño hasta aquí? ¿O se trataría tan solo de una ilusión capaz de aturdir mis sentidos?

Tomo su cara en mis manos y limpio sus mejillas, así como la sangre de su nariz. Miro en la profundidad de sus ojos, buscando la prueba de que no fuese cierto lo que estaba viendo. No lo había traído para no exponerle al peligro y el viaje de vuelta podría ser pero que el de venida.

-Alejémonos de eso.-Discretamente me miré a mi mismo, seguía radiando la belleza que me confería el Ensueño profundo. Si Jacob era el verdadero, tendría que estar radiando Glamour al menos. Si no era así lo percibiría como una quimera. Pero si era otra Fae jugando con mis sentidos, solo podría seguir su juego.

Silveth se dio cuenta de que aquel era el verdadero Jacob. Quizá se tratase de su proyección onírica o hubiese viajado hasta allí de algún modo, pero era el verdadero.

-No, no toques la sangre -dijo Jacob apartando la cara-. Puedo volver a contagiarte de algo.

Entorno mis brazos a su cuello y lo estrecho contra mi.

-No tienes que temer que me vayas a hacer algún daño, todo el mundo hiere alguna vez.  Cuantas veces te tengo que decir que no te culpo.-recorro la línea de su mandíbula con la mano, me acerco para besarle.- También fué culpa mía, no te traté como merecías, y eso te hizo tomar una mala decisión. Vamos, tenemos que sobrevivir.

Camino hacia los cactus mientras tiro de él cogiéndole de la mano. Por el camino recojo mis cosas

-Ayúdame a cavar, encontraremos agua bajo la arena. Cuando tengamos reservas debemos buscar otro lugar, allí hay una panacea, una cura de todos los males.

Damara miró a su alrededor. Se recostó en el asiento lentamente, sopesando la situación. Aunque sabía que no era real, la figura de Gaia a su lado era una distracción difícil de ignorar. Quería irse de donde fuera que estuviese y volver a su librería, con su hermana y con Gaia, la de verdad. Se prometió internamente no volver a quejarse nunca más cuando le pidiera que almorzaran juntas. Si volvía.

-Nada mal -dijo, tentativa-. Estaba... haciendo un recado que no podía esperar.

-Espero que no me perdones jamás -le contestó antes de darle un beso en los labios lo suficiente intenso para sonrojar a cualquiera. Cuando vio que el redcap cerraba los ojos, la pooka aprovechó y se transformó en un ser repugnante y retorcido. Como un cadáver que ha pasado demasiado tiempo en el agua-. Pero tienes que recordar absolutamente todos los detalles -apuntó al separar los labios, justo antes de que abriera los ojos.

Cuando el redcap la miró de nuevo, Van Doren le gritó con todas sus fuerzas enseñándole una boca a la que le faltaban varias piezas, podrida y maloliente, y unos labios cortados y supurantes.

-¿Entonces cómo llamas a lo que hiciste conmigo? -susurró Jime.

-¿A dónde quieres ir? -preguntó la chica. Dejó de lado el volante y se dio la vuelta para mirarla de frente y sonreír.

Jacob apartó la cara cuando Silveth fue a acariciarlo.

-¿Por qué siempre haces eso? No soy un niño: sé muy bien lo que hice. Esa mala decisión nos puede matar a los dos. ¿Crees que me gusta vivir sabiendo eso? A veces me dan ganas de dejarme ir para no ver cómo te mueres tú...

Eddie estrechó a Van Doren contra él cuando le besó. Lo notó genuinamente feliz en los breves segundos antes de que abriese los ojos. Una mueca de horror le hizo empujarla hacia atrás. El grito le obligó a soltar un alarido de terror. Su cara se fundió como todo lo que la rodeaba: su casa, los muebles, la luz.

Escupida desde el sueño tornado en pesadilla, Van Doren cayó al suelo. Notó bajo sus manos la hierba húmeda y agradable y vio en lo alto la Fuente, demasiado lejos de ella.

Un lobo enorme con un cáliz lleno de agua en la boca se topó con Van Doren o lo que supuso que era ella. Tenía un aspecto repugnante, más parecida a Damara que a una mujer araña. Estaban solos, por el momento, y la pendiente hacia lo alto del monte parecía más escarpada y difícil que nunca.

Nadim negó con la cabeza, empeñado

No lo llamo de ninguna manera. Lo nuestro...

La frase murió en sus labios. Súbitamente, se puso a la defensiva

¡¿Yo tampoco estoy bien, sabes?! Una lágrima furtiva comenzó a deslizarse por su mejilla Me lo dijeron ayer ¿O había sido aquel mismo día? ¿O hacía una semana? Qué más daba A mí también me está destrozando

Shyam sujetó la copa dubitativo y al mismo tiempo avergonzado por su egoísmo. Durante un segundo había acariciado la efímera posibilidad de curarse, pero la responsabilidad acuchilló su conciencia para hacerle recordar el verdadero cometido de aquella misión. No podía faltar a su palabra otra vez, aunque lo desease con todas sus fuerzas. Sin ella no quedaría de él nada más que el bribón juerguista y aventurero que había sido en su juventud. Lo cierto es que sería mentira decir que no lo añoraba, pero ahora era alguien diferente, nuevo, y en cierto sentido mucho más puro que entonces.

Cerró los ojos con el cáliz entre sus manos. Quizá los demás también obtuviesen su copa con Agua, y quizá sólo necesitasen una de las seis para el Conde. Tal vez no estaba todo perdido, pero era mejor no aferrarse a esa posibilidad.

-Gracias -murmuró con un hilo entrecortado, aunque después su voz recobró al firmeza acostumbrada- Gracias por recordarme nuestro verdadero cometido aquí, buen hombre.

Y dicho eso procedió a llenar la copa de plata con el agua milagrosa.

Una vez lo hizo y echó a andar pendiente abajo, no tardó en encontrarse con Calandra y Van Doren en una de sus estrafalarias formas. El primero tenía una copa; la segunda no.

Shyam apareció poco después, copa en mano.