Partida Rol por web

Axelle desenvainó su tesoro. todavía era pronto para decir si aquella escena era mala o buena, pues no conocía los planes de la Condesa Sarianne, pero algo le decía que debía cubrirse las espaldas; que debía ir preparada. La dama avanzó sorteando los cuerpos prestando atención a todo lo que había a su alrededor. 

Axelle subió las escaleras siguiendo un rastro de sangre. Se detenía frente a la puerta de lo que recordaba solía ser la habitación del Conde.

-¡Sshh...! -dijo el vampiro agitando una mano en el aire-. Viene alguien...

La dama apoyó el oído en la puerta y se dispuso a escuchar si había alguien dentro.

Axelle escuchó una voz masculina que no reconocía, pero, si hablaba, no sería el único.

Algo no iba bien. Axelle se mantuvo un tiempo más junto a la puerta esperando oír la voz de la Condesa oscura, alguna que le sonase familiar o al menos algo que le sirviera para averiguar cuantas personas podría haber en la habitación. La dama no quería arriesgarse a aparecer en medio de un montón de plebeyos.

Nadie contestó. ¿La habrían oído?

Harta de esperar la dama se separó de la puerta y la abrió lo más rápido que pudo para poder sorprender a quien estuviera dentro.

La puerta se abrió de golpe y Axelle apareció en el umbral espada en mano. La escena que vio frente a ella era de lo más sorprendente. Un hombre al que no había visto, un Pródigo, sostenía entre sus brazos a la Condesa Sarianne. El cuello de ésta se encontraba doblado de manera antinatural y tenía los ojos fijos en el techo, muerta sin duda. Sobre la cama, encadenados, los Condes Luminosos le devolvieron la mirada. Marion sangraba profusamente del muslo. En el suelo, sobre la alfombra, descansaba un virote.

El Pródigo sonrió y miró a Axelle con curiosidad. Mientras se levantaba, dijo:

-Vaya. ¿Quién eres tú?

Su primera reacción fue asustarse, porque pensaba que eran Goran y los suyos otra vez. Al ver a Axelle se sintió desconcertada por un momento. Ni siquiera se acordaba de ella. No podía llevarse la mano a la herida: no se atrevía a tocarla y además los grilletes se lo impedían.

-Axelle -dijo, evidentemente confundida al verla allí. Entornó los ojos y pareció recuperarse un poco-. Marchaos, estúpida. O acabaréis muerta.

Axelle ignoró la pregunta del vampiro, miró a los condes y luego centró su atención en el cuerpo sin vida de Sarianne.

-¿Qué habéis hecho? -preguntó dando un paso más.

También ignoró a Marion; no podía decirle nada que no supiera ya. Todo lo que tenía que hacer la condesa para satisfacer a Axelle era seguir encadenada y callada.

-Romperle el cuello. Me desagradaba. ¿Vienes a hacerles daño a ellos también? -preguntó el vampiro sin dejar de sonreír-. O... ¿vienes a hacerme daño a mí?

Axelle respiró hondo y bajó la espada.

-Sarianne tampoco era de mi agrado, no tengo razones para ir contra ti. Pero ellos son un inconveniente... Estoy más intrigada por lo que piensas hacer tu que por lo que yo voy a hacer.

-Quiero matarlos, pero no puedo. Tampoco te recomiendo que lo intentes. Me ha Dominado y tengo la obligación de defenderlos... al menos hasta que se pase el efecto.

Marion se arrastró la corta distancia que la separaba del borde de la cama mientras Matthieu y Axelle hablaban, y ahogó un grito cuando se incorporó y se sentó. Quería ponerse de pie pero sabía que no iba a ser capaz. Levantó las manos con dificultad hasta sus collares, agarró uno de ellos con ambas manos y de un tirón rompió el cordel. Las perlas resonaron al chocar contra el suelo y rodaron hacia todas partes.

Marion ejecutó su cantrip y tanto Axelle como Matthieu quedaron indefensos ante la majestuosidad de la sidhe. El caso del vampiro fue especialmente grave, ya que sufría de la misma maldición que Adèle. Cayó de rodillas, incapaz de sostenerse ante tanta belleza.

Lothar caminó pesadamente hacia el vampiro. Envolvió su cuello con las cadenas y se agachó a su espalda para sujetarlo y levantar su pecho.

-Mátalo -ordenó a Marion-. Hazlo ya.

Marion cerró los ojos y negó con la cabeza. Se inclinó para esconder la cara entre las manos y sintió un tirón de la herida en el muslo.

-Primero puede romper las cadenas -sugirió Marion de manera apenas audible.

-También puede romper nuestros cuellos. O puede hacer que nos los rompamos el uno al otro. Acaba con él. -Lothar frunció el ceño-. ¿Cuál es el problema? No es la primera vez que lo haces y seguro que éste se lo merece más. Mátalo, Marion. Por favor.

Marion se quedó unos segundos en silencio. La parte de ella que todavía no asimilaba lo que había pasado quería protestar y decirle a Lothar que no había peligro y que matarle de inmediato era una mala idea. Pero esa parte era muy pequeña y débil. No se sentía capaz de protestar otra vez. Asintió sin levantar la cabeza.

-Axelle. Clavadle el virote que hay en el suelo en el corazón al vampiro. Justo en el corazón -ordenó.