Partida Rol por web

25 de mayo de 1999 - 10:35

La sesión de corte transcurría como otra cualquiera, entre bostezos. Afuera, el día era más veraniego que primaveral. Los pájaros trinaban tanto que parecía que buscasen su presencia fuera, abrazando el sol y la brisa. Pero no. Había una sesión de corte que atender, peticiones de plebeyos sin gracia alguna y un aburrimiento considerable.

Presente se encontraba el consejo al completo, además de la bufón y de Sir Marin. Nadia, ausente por tercer día consecutivo, no había sido llamada por Lothar desde hacía por lo menos una semana. Parecía que el Conde estaba mejor de ánimo. La Condesa Sarianne tampoco se encontraba dispuesta. Al parecer había estado algo resfriada y por eso había pedido que se la disculpase.

En la sala entró una pequeña comitiva formada por Sir Bastien y sus seis hombres de armas, tres de ellos sidhe, una troll y dos sátiros. Llevaba puesta su armadura dorada y llevaba el yelmo en la mano. Hincó la rodilla frente al conde y sus hombres lo imitaron.

-Mi señor...

-Levantaos, Sir -dijo Lothar-. ¿Cuál es el motivo de vuestra visita?

Sir Bastien se levantó con un chirrido de su armadura. Asintió y miró a su alrededor, algo incómodo.

-Mi señor, han pasado casi dos semanas desde que el Moro fuese despojado de su título. Como Canciller suyo y por orden vuestra he seguido administrando el feudo, pero carezco del poder y el título para gobernar debidamente. Creo que sabéis que he sido un buen Barón durante el tiempo que... pude. He sido leal y justo y he servido tanto a la Condesa como a vos. Tras el desafortunado incidente con esa Liam me he visto privado de mis derechos. Ahora vengo aquí y os solicito formalmente que me cedais lo que antes era Hoja de Hiedra para gobernarlo con vuestra venia, con todas las de la ley. Convertidme de nuevo en Barón, mi señor, y todo será como era antes.

Lady Marion, que estaba hablando con el Conde cuando entró sir Bastien, se calló mientras su comitiva tomaba posiciones. Cuando el Gwydion terminó de hablar se inclinó sobre Lothar para decirle algo en voz baja.

-Su Excelencia, me temo que no hay título que restituir. El título y los derechos de Sir Bastien pasaron a Lady Marjolaine. Sir Bastien fue un buen Barón, y buen Canciller, pero la rabia contra la Baronesa le ha cambiado y es probable que tratase de tomar represalias contra ella, de verse de nuevo al mando de un feudo. Ya no es como antes, mucho me temo.

Axelle, quien estaba distraida quitándose las pelusas de la capa, se irguió al escuchar las puertas abrirse y el distintivo sonido de una armadura pesada. Y con la misma rapidez que Bastian hizo su entrada, la Canciller se adelantó hasta posicionarse solo unos pasos por delante del Conde y a uno de sus lados.

-Mi señor... -comenzó a decir a la vez que rozaba con su mano derecha el mango de su espada-. Sir Bastien no ha solicitado turno en la audiencia con antelación.

La intención del caballero estaba clara, pero Axelle no quería precipitar el resultado de aquel encuentro así que se limitó a decir lo que era obvio buscando alguna reacción a favor de detener aquello por parte de Lothar.

Danielle observó la escena desde uno de sus lugares favoritos, sorprendida. Parecía que los tiempos tranquilos se habían acabado y empezaban los tiempos interesantes.

Ariadna se encontraba en compañía de Sir Marin, que había considerado oportuno que presenciase las peticiones de los plebeyos para lo típico, aprender. No mostró sorpresa cuando Axelle interrumpió, sólo curiosidad.

El vidente de la Corte suspiró con suavidad al ver la petición de Sir Marien. Había imaginado que era cuestión de tiempo hasta que los cortesanos empezasen a moverse para conseguir el feudo... De hecho, era probable que las maniobras llevasen días dándose. "Al menos ahora estaban saliendo a la luz los movimientos", pensó observando, sin ninguna sorpresa, el gesto de Lady Marion y el comentario de Axelle. 

El Conde se acarició la mejilla mientras escuchaba a Sir Bastien. Cuando Axelle hizo ademán de interponerse levantó una mano pidiendo calma.

-Tranquila, Canciller. Esta es una corte abierta y quien quiera puede hacer una petición si le place. Por atrevida que sea.

Las palabras de Lady Marion, fueran cuales fuesen, le habían hecho endurecer el rostro.

-Sir Bastien, si bien la situación de Lady Marjolaine no es la usual, debo darle la razón una vez más. Se estableció que en el concurso de acertijos, ella se quedaría con vuestro título y vuestro dominio. Por el poder del Ensueño y por el honor debo ratificar ese hecho. Vos no sois Lord, Sir Bastien. Ya no.

El Luminoso se acarició la barbilla, guardando aire. Sir Bastien no estaba nada contento con lo que decía, pero Lothar lo interrumpió antes de que pudiese soltar algún exabrupto.

-Hay dos Barones sin tierras en el Condado, Sir Bastien. Lady Anäis y Lady Marion. Cualquiera de las dos debería tener la oportunidad de gobernar el feudo... y ninguna ha perdido su título tontamente.

-¿Tontamente? -La furia brilló en los ojos de Sir Bastien al tiempo que su boca se abría en una mueca de desprecio-. Esa Liam me engañó. ¡Me hechizó! Tendría que haber recibido un castigo ejemplar, pero en lugar de eso vos permitisteis que siguiera con esa locura.

-Vos lo Jurasteis -replicó Lothar-. Y los Juramentos no pueden ser hechos si no son de corazón. Por el honor y el código Luminoso debo respetar...

-¡Al infierno con el honor y el código Luminoso! -chilló el Oscuro-. No podéis hacer esto. ¡Después de tantos años de leal servicio!

Axelle reaccionó con rapidez, con un movimiento de su mano echó al vuelo su túnica y desenvainó la espada para señalar con ella a Sir Bastien. El sonido metálico de la hoja al rozar la vaina en toda su logitud lleno la sala.

-¡Hablar así al conde puede ser considerado traición! ¡Atrás Sir Bastien, retroceded y salid por esa puerta si no queréis ser despojado de lo poco que os queda! Y si es que os queda algo de dignidad llevárosla también.

Aquello era el colmo. Siempre había pensado que Sir Bastien era idiota, terco e idiota, pero nunca pensó que pudiera rebajarse hasta ese punto.

Los hombres de Sir Bastien echaron mano de sus espadas y puñales, al igual que las cuatro quimeras que guardaban la sala de audiencias. Sir Marin apartó a Ariadna y dio un paso adelante. Sir Cedric se encogió en el sitio y miró a su alrededor en busca de algo con lo que protegerse. Jorggen soltó un chillido asustado y Gwenhael desenvainó su daga.

Al escuchar tantas armas desenvainándose a la Eiluned se le escapó el color de la cara. Dio un respingo, soltó una exclamación y se llevó una mano al pecho. La idea de encontrarse con violencia no programada no le gustaba en absoluto, pero no pudo menos que admirar la manera de la Fiona de dejar la sutileza a un lado.

Aunque en su posición se suponía segura, pues pensaba que pese a su enfado Sir Bastien tendría más cabeza que eso, tuvo que luchar contra el impulso de colocarse detrás de la silla de Lothar. Esperaba que él impusiera orden antes de que tuviera lugar el duelo que había quedado pendiente.

Las palabras de Sir Bastien la sobresaltaron, y de repente todo el mundo había echado mano de las armas antes de que se diera cuenta. Le costó varios segundos comprender lo que ocurría y se arrepintió enormemente de no llevar su espada consigo. Recordó las palabras de su Maestro en el condado de su padre, "Nunca puedes saber en qué momento vas a necesitar llevar la mano a la empuñadura. No bajes la guardia". Idiota, pensó mientras visualizaba el filo.

Cuando Sir Marin se interpuso trató de impedirlo, pues su orgullo sidhe no dejaría que nadie saliese herido en su lugar. No obstante era su tutor y el encargado de protegerla a sí que retrocedió tirando del brazo del gruñón apartándose lo máximo posible de la batalla que parecía a punto de comenzar.

Sir Earil se adelantó con paso suave. De uno de los laterales, pasó a colocarse más cerca de la acción. Su mano descansaba en el pomo de su espada. Su dedo empezó, con mucha suavidad, a marcar un ritmo de segundos que no era posible escuchar entre el murmullo de la Corte. Estaba listo para pelear si era necesario por Lothar, como era su deber... Aunque aquello no le convencía. O últimamente había una cantidad de estupidez jamás vista en la Corte o aquí pasaba algo. Por si acaso, sus ojos pasearon por la concurrencia.

Earil paseó sus ojos, principalmente por Sir Bastien. Sólo por si acaso. Quizás tenía demasiada fe en la habilidad de los sidhes, pero de nuevo le sorprendía un estallido tan repentino, ¡contra Lothar nada menos! ¡Y después de lo de Ibrahim! Aquello no le convencía. Así pues, quiso asegurarse de que ningún hechizo estaba afectando al sidhe...

No en vano Marjolaine era su enemiga y una aliada de Axelle. Aquella reacción tan rápida y honorable de la Canciller también podía deberse a otras cosas. 

Mientras paseaba los ojos, su dedo seguía golpeando rítmicamente el pomo de su espada. Estaba listo para lanzar un hechizo de Cronos sobre Sir Bastien si las cosas se ponían feas. 

Danielle avanzó, la mano presta por si necesitaba desenvainar su florete pero hablando con tono calmado, colocándose estratégicamente de manera que pudiese interceptar posibles ataques contra los condes.

- Sir Bastien, sabéis que vuestra petición no es sólida. Si no no habríais acudido armado. Y sabéis tan bien como yo que una esta es una línea que una vez traspasada no tendrá vuelta atrás.

Miró a los hombres de Bastien dejando que lo que les decía calase en ellos.

- Ninguno de los aquí presentes desea un derramamiento de sangre después de todo. Sois una persona muy razonable de manera que sabéis que todo esto es una locura... por favor, os lo imploro, detenedla antes de que sea demasiado tarde y sólo haya lugar para los arrepentimientos.]

Earil percibió una pátina de Glamour que cubría a Sir Bastien. No lo tenía claro, pero no le parecía un hechizo que afectase a su mente o lo controlase en algún aspecto. Quizá era sólo mera protección.

Sir Bastien levantó la mano para detener a sus hombres. Sus ojos se clavaron en el Conde, cuya mirada echaba chispas.

-Decidles que envainen. ¡Ahora! Tenéis suerte de que ese Código Luminoso que maldecís me refrene de despojaros de vuestro título de caballero.

-No necesito vuestra piedad ni vuestra condescenciencia -respondió el Gwydion. Luego se refirió a sus hombres-. Vamos. No va a actuar con ninguna justicia. -El caballero miró a Axelle y sus fosas nasales se dilataron-. Y vos... Pronto os enseñaré que no se enseña el acero si no se tiene la valentía de utilizarlo. ¡Vamos!