Partida Rol por web

-Creo que imagina lo que ha ocurrido entre vos y yo -suspiró Lothar-. En tal caso, no me extrañaría que se sintiera celosa. No es mentira que durante un tiempo estuve cortejándola y que las cosas no terminaron demasiado bien entre nosotros.

Besó el dorso de la mano de Marion y apoyó su mejilla sobre ella.

-Espero que no os haya dicho nada desagradable.

-No lo se, si te soy sincera... Pero no te puedes esperar nada bueno de unos asquerosos chupasangres -murmuró y acarició el cabello de Marjolaine-. ¿Te atacaron aquí?

-No -mintió. Lothar estaba mejor sin saber lo que había salido de boca de Ariadna, y tampoco  deseaba dar explicaciones de lo que ella había dicho-. Y si está celosa o no, no lo sé. Tampoco me importa; yo también sentía muchos celos de ella, no hace tanto. Espero que se calme pronto para así poder razonar con ella. Sé que la apreciáis y no quiero que por mi culpa reniegue de vos.

Echó una mirada nerviosa a la puerta de Marjolaine. A ella sólo la habían cortejado con insultos. Aún así había salido mucho mejor parada que la Baronesa Liam.

-No. En la casita del bosque. Estaba esperando a Sir Marlow, pero no llegó. Mataron a Heltarion afuera. Cuando salí lo vi... Le habían cortado el cuello, Axelle. Fue horrible...

-Espero que no sigáis celosa, amor mío. Vos sois la única en mis pensamientos -dijo él levantándose. El ruiseñor que los seguía allá donde fueran se posó en el respaldo de la silla y trinó una alegre canción-. Marion, algo muy grave ha ocurrido hoy. Algo horrible se avecina sobre el Condado, lo sé. Tengo miedo de lo que pueda ocurrir. De lo que puedan hacerme a mí y de lo que os puedan hacer a vos. Por favor, complacedme en una cosa. Voy a colocaros una escolta para asegurarme de que no os ocurre algo. Prometedme que no os pondréis en peligro y que dejaréis que os proteja.

Cuando salieron Albert esperó unos cinco pasos antes de hablar, y lo hizo no dirigiéndose directamente a Cesar, si no más bien al aire, como quien expresa algún detalle trivial. Su voz estaba cargada de fría cortesía.

-Un caballero debe ser honesto ante todo, no es fácil tolerar la hipocresía en algunos temas. Decidme... ser. ¿Qué se gana con fingir algo que no se es?

Siguió caminando, como si sólo estuviera señalando lo más obvio y no tuviera que gastar mucho esfuerzo en la conversación.

César no pudo evitar sonreír ante las palabras de Albert. Al menos la insultante conversación iba a ser entretenida.

- Decidmelo vos, ya que en esta corte tengo poco que ganar por lo que veo, haga lo que haga. Aunque claro, ignoro que pensáis que finjo o que no finjo. ¿Mi título? ¿Mi casa? ¿Mi linaje? O, tal vez, ¿mi preocupación por una persona virtualmente desconocida?- negó lentamente.- Así pues, decidmelo.

Albert se paró y mostró una mueca de desagrado.

-Su título, por supuesto. El pasado de vuestra desgraciada casa hace más leve el insulto, lo que os da un voto de confianza que sin duda parecéis disfrutar dilapidando con vuestra arrogancia. ¿Como os atrevéis a consideraos noble?

César miró a ALbert, visiblemente divertido.

- Bueno, creo que si su alteza real, el rey de León, me consideró lo suficientemente noble como para nombrarme caballero, no soy yo quien deba discutir con él, ¿no opináis lo mismo? Aunque tal vez vos, Sir, queráis decirle a Su majestad lo que puede y no puede hacer.- se acarició la barbilla con expresión pensativa.- Eso sería algo que sería ciertamente interesante de ver, por otra parte...

Suspiró, recuperando algo de seriedad.

- Sir, os ruego que no sigáis por ese camino. Mi señor el Rey me pidió que pasase un tiempo en este condado por algún oscuro motivo que se me escapa... y nuestro señor el Conde no ha objetado. Ellos tendrán sus motivos y yo no voy a insultarles dudando de dichos motivos. Aunque vos sois libre de hacerlo, evidentemente.

La voz de Albert siguió sin variar, aunque sus ojos cada vez se clavaban más en el rostro de Cesar.

-Al ilustre Rey de León le movió la piedad, sin duda. Y a mi señor le mueve su natural corazón noble y su sentido de la hospitalidad. Pero no importa cuantas promesas vacías recibáis de la nobleza, señor: no sois noble, no podéis usar soberanía, apenas sois sidhe. Debemos aceptar la naturaleza de nuestra condición. Hacedlo.

Y se giró para marcharse.

César rió con ganas ante las palabras de Albert. - Y, sin embargo, soy vuestro par. Sir. Dejad de distraeros por lo que creeis que es o no propio y pensad en como unos salvajes han podido acceder con tamaña facilidad a Lady Marjolaine. Porque, tal vez, sean algunos de esos "auténticos sidhe" que decís. O alguien que se haya ocupado de ganarse la confianza de la baronesa. O alguien con tanta información como para saber cuando iba a estar en su momento más vulnerable. Todo lo demás, Sir, son distracciones. Se limpió la pechera de la camisa como quien tiene una mota de polvo que acaba de ver. - Pero ha sido muy interesante esta conversación. Entretenida cuando menos.

No se dignó a contestarle; sólo siguió adelante dando por terminada la conversación.

César negó lentamente. Estúpidos tradicionalistas. Al menos en casa tenían un poco de inteligencia antes de empezar a insultar a diestro y siniestro. Tal vez debería haberle provocado lo suficiente como para que le retase en duelo, pero esa no era manera de empezar la estancia en ningún sitio. Al menos tenía una cosa garantizada... su tiempo en tierras galas sería divertido. Aunque fuese el único que viese la gracia.

Alzó la cabeza para mirar a Lothar con el ceño fruncido.

-¿Es necesario? Sir Albert ha puesto su espada a su disposición mientras dure la investigación, y también Don César. Aunque si os va a tranquilizar no pondré pegas a un guardaespaldas. Preocupaos mejor de disponer una escolta para vos. Yo soy sólo una Baronesa, pero vos sois Conde y muchos os rondan como hienas.

Se levantó de la silla para poder mirar a los ojos a Lothar, frente a frente. Le acarició la sien y le colocó el pelo detrás de la oreja con delicadeza.

-Queréis protegerme, lo entiendo muy bien. Porque yo deseo lo mismo. Lothar, amor mío, no permitiré que os suceda nada.

-Para bien o para mal, la Reina me protege. Vos sois mi amante y acabáis de ser nombrada Baronesa... y no tenéis más respaldo que el mío. La historia me resulta demasiado conocida como para dejarlo al azar. Si Sir Albert no estuviera al frente de Fuente de Ambrosía le pediría que se ocupase de vuestra escolta a tiempo completo... No me imaginé que todo esto ocurriría. Buscaré otra solución. Pero vos -puso su dedo sobre el ceño fruncido de Marion y empujó con suavidad hacia arriba- no debéis preocuparos por esto. Dejad que sea yo quien frunza el ceño. Quiero que seáis feliz y estéis contenta, mi señora.

-Sois adorable -sonrió a su pesar-, pero no me convencéis. Me preocuparé con vos, buscaré soluciones con vos y después habrá tiempo para estar contenta, para que celebremos juntos.

-No me imagino cuanto -contestó. Axelle se separó al escuchar el nombre del caballero-. ¿Sir Marlow no apareció en ningún momento?

La Canciller ya sabía con quien empezar a "hablar" de lo sucedido con Marjolaine. Aunque probablemente el sidhe no tuviera ninguna culpa, Axelle necesitaba a alguien a quién culpar. Para ella era hora de que alguien le enseñase a Marlow que no debía dejar plantada a una mujer.

Lothar le dio un beso en los labios.

-Me lo pensaré. Ahora debemos irnos, amor. Os espero esta noche en el mismo lugar de siempre.

El Conde salió de la habitación con media sonrisa, mucho más contento que antes, pero aún con la sombra de la melancolía en las miradas.

Marjolaine negó con la cabeza. Volvió a enterrar la cara en el cuello de Axelle, tranquilizándose poco a poco.

Despidió a Lothar con una sonrisa que se transformó en un mohín de frustración al volverse, una vez más, hacia la puerta de la convaleciente. Aquel asunto debía resolverse cuanto antes, sin embargo, se resignó a no hablar con Axelle. Si Marjolaine encontraba consuelo en la presencia de la Fiona Marion prefería que se quedara con ella el tiempo que fuese necesario. La iba a necesitar. Salió de la habitación con un suspiro.