Partida Rol por web

La mayoría de las páginas del manual estaba en blanco o con sonrisas y guiños dibujados a bolígrafo. En ciertas páginas centrales las instrucciones se repetían.

1- Encontrar la estatua
2- Cubrirla con la lona, unir las varillas y usarlas junto a la cuerda para que la estatua se sostenga.
3- Esperar a tu caballero y a nuestro corcel para sumarle nuestra preciada carga.
4- Cabalgar juntos a un nuevo día.
5- Disfrutar.

Mientras Felina bajaba hacia abajo se encontró a un Weasel que subía escaleras arriba. El ladrón se encontró a una Felina con la máscara de gas puesta y la gran bolsa de deporte llena a la espald: realmente era una visión muy graciosa. La ladrona se encontró a una persona que le costó un instante reconocer: un Weasel vestido de camarero y con el pelo revuelto, pero siempre vistiendo aquella sonrisa de suficiencia burlona.

Romy ya había dejado balanceando la bolsa sobre su hombro, dispuesta a arrojársela al individuo que se acercaba para entretenerle antes de asestarle un golpe directo a la cabeza. Un camarero no iba a ser más temible que un francotirador. Sin embargo su objetivo resultó ser Weasel y, aun así, tardó un par de segundos más en decantarse por no hacerlo. Se llevó la mano a la máscara y la levantó, aprovechando para apartarse el pelo mojado.

-Se suponía que ibas a tardar un par de horas en poner en funcionamiento todo -replicó antes de que dijera nada, lanzando la bolsa a sus pies. El contacto visual duró apenas unos segundos que bastaron como advertencia. No parecía nada contenta con el hecho de que lloviera dentro de un edificio.

Acto seguido se llevó la mano al cinto donde llevaba un transmisor. Lo desenganchó y mientras reanudaba la marcha le volvió a subir el volumen para ver qué decían por la radio de la Seguridad, colocándolo junto a su oreja.

El actualmente camarero se encoje de hombros y levanta las palmas con cara de circunstancia y una sonrisa de disculpa. 

-Cabe la posibilidad, infinitésima, de que nuestro plan se haya ido al garete. No hay estatua. Así que creo, es probable, por no decir que todos los indicios señalan en esa dirección, que nos ha vendido el piloto de mi helicóptero y método de huida para la ocasión.

Felina no podía creer sus palabras. Miró el transistor y después a Weasel como si fuese el culpable de todo el hambre del mundo y las desgracias que asolaban la tierra. Estaba allí, perdiendo el tiempo y empapada sólo para correr el riesgo de ser encarcelada.

-¿Qué? -Estuvo a punto de reprocharle la clase de gente con la que se juntaba. Un segundo antes recordó con quién estaba y se hizo esa pregunta a sí misma. Apretó los dientes. Al menos él parecía una persona normal-. ¿Y ahora qué? ¿A buscar una salida antes de que se nos echen encima?

-Ummm..no se yo.- Se cruzó de brazos en el tramo de escaleras, mientras se empapaba y la camisa se pegaba su cuerpo como un Wet-look. Parecía ajeno al agua que chorreaba o la urgencia de la situación. Meditaba con tranquilidad, paladeando las palabras continuó- Puede que si ya se han adelantado a tantos de nuestros pasos... esperen que nos rindamos en este momento. Deberíamos continuar con mi plan. Por cierto, creía que a los gatos no os gustaba el agua, a ti te sienta de maravilla.

Parecía percatarse por primera vez plenamente de Felina y su estado. 

-Si, seguiremos con mi plan. Puedes traerte la bolsa si crees que va a ser útil, o puedes tirarla en cualquier esquina, no creo que nos haga falta a estas alturas.

El walkie talkie seguía mudo, lo cual sólo acrecentaba la incomodidad de Felina, que no sabía muy bien qué diablos estaba pasando en aquel lugar.

Sobre Weasel, la impertinencia con la que hablaba, tan clara y cómoda, le provocaba el mismo sentimiento que la primera vez que se habían encontrado: no tenía ni idea de si el ladrón hablaba en serio, se burlaba de ella o ambas a la vez.

Felina dejó caer el brazo que sostenía el walkie. Bufó, exasperada, y volvió a bajarle el volumen antes de engancharlo a su cinto. Algo le decía que las cosas no iban nada bien. En vez de seguirle se detuvo un momento para buscar la cuerda. Tenía la suya propia, pero nunca venía de más.

-¿Y cuál es tu plan? -quiso saber, ignorando deliberadamente su comentario. Se incorporó y le alcanzó rápidamente.

Romy se había mentalizado bien sobre lo que iban a hacer allí, y no iba a caer dos veces en el mismo juego.

-Sinceramente mi idea inicial era que el robo de la estatua fuera una...diversión, algo para mantener ocupados a la seguridad y a todos los presentes. Desgraciadamente, parece que no hay estatua. Además a ti te gusta robar arte, y yo soy algo más formal. Verás querida, en una de estas oficinas, se esconden las patentes de Industrias Wayland. No sé si lo sabes, pero al de unos años de patentar algo, eso pasa a ser de dominio público, a no ser que mantengas la patente por un alto coste. Muchas industrias, está no es una excepción, no patentan sus inventos o sistemas, de forma que no puedan servirle a la competencia para hacerse con información, aunque sea mucho más tarde de resultar útil. El verdadero plan, es hacernos, con las patentes, antes de huir. Supongo que han decidido intentar disuadirnos. De todas formas mi objetivo era algo que mi piloto tampoco sabía, así que supongo que aun podemos dar nuestro golpe.

La ladrona no dijo nada durante la explicación, pero a Weasel no le costó demasiado descifrar las emociones que reflejaba su rostro. Empezó por el desconcierto ante la nueva información para luego acrecentar su enfado.

-Ni tu piloto ni yo -apuntó. Avanzó hacia el ladrón, encarándole-. ¿Crees que puedes traerme aquí, hacerme perder el tiempo y arriesgar mi vida, y largarte con tu premio? ¿Crees que me importan las patentes de la empresa o lo que se pueda sacar de ellas? Ayer hablabas de confianza, pero no eres más que un embustero embaucador. ¿Por qué debería ayudarte en vez de largarme cuando ni siquiera me has dicho qué era lo que realmente venías a hacer aquí?

-¿Hubiera cambiado tu actuación a priori en todo esto? Te dije lo que necesitabas saber. Puedes largarte si quieres, pero si realmente la cosa se ha puesto fea, dudo que podamos salir de aquí de forma independiente, querida. 

Dando un paso lateral, continuó su camino hacia los despachos, en busca de la caja fuerte que buscaba.

Felina no se molestó en responderle. En un duelo de palabras no pretendía quedar por encima del hombre que había logrado que se metiese en aquel edificio creyendo que podía confiar en él. Tampoco se iba a quedar a comprobar cuántos ases más se guardaba bajo la manga.

-Suerte entonces, cariño -masculló, volviendo sobre sus pasos hacia el punto de retorno. Mientras se iba, pensó en lo estúpida que había sido. Era una novata, pero no iba a cometer el error de confiar en alguien desconocido dos veces.

-Supongo que moriremos ambos...una pena, señorita. Si me disculpa voy hacia arriba. Asumo que ellos esperarían que fuésemos disuadidos llegados a este punto, y que estarán abajo, le recomiendo que busque otra ruta. 

El ladrón no parecía especialmente consternado, más bien, parecía un muchacho enfadado por que las cosas que había planeado no habían salido como esperaba. Como si le negasen un capricho.

Parecía que jamás iban a llegar a entenderse y ambos continuaron unos metros mano a mano, pero sin ningún tipo de contacto físico o visual. En cierto punto del camino Weasel se paró para entrar a un bloque de oficinas que parecía ser su destino. Romy continuó hacia arriba, cada vez más cerca de la azotea.

El ladrón no perdió la compostura mientras caminaba por las oficinas, subiendo hacia la oficina del presidente, no iba a dejar las cosas así. No era un asesino, pero eso no significa que no fuese a dejar las cuentas sin saldar. 

Tampoco tenía mucho tiempo pero intentaría conseguir las patentes, y huir por la parte de arriba, al fin y al cabo, Felina ya había limpiado ese lado. Podría usar el palanquín de los de la limpieza de ventanas para salir de allí por la parte de fuera del edificio. Odiaba trepar.

Tras separarse el plan era sencillo: llegar hasta la habitación por la que había entrado y salir por el mismo hueco en la ventana. Con suerte la cuerda seguiría allí colgando. Si ese no era el caso habría que recurrir a la imaginación para alcanzar otro edificio desde el que escabullirse.