Partida Rol por web

El corazón del Centinela

1. Entre tejados

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12/12/2012, 02:06
Felina

-Afortunado... -repitió, dejando la frase en el aire.

Avanzó un paso detrás de otro, muy despacio, saboreando el momento y la espera, hasta quedar tan cerca del Centinela que podía escuchar su respiración y notar su aliento acariciando su frente. Resultaba mucho más alto estando tan cerca, más próximos de lo que nunca habían estado cara a cara, por lo que se vio obligada a alzar el mentón para seguir buceando en sus pupilas. Sus manos se cerraron: sería tan fácil quitar aquel pasamontañas y averiguar por fin quién era. Pero eso rompería toda la magia, la diversión, el ansia. Acabaría con la intriga y perdería aquella agradable sensación de ir descubriendo en cada encuentro una pequeña porción más. Pero el deseo que la hacía vibrar en aquel momento de una forma totalmente nueva, nublándole el juicio y haciéndole perder la razón...

Relajó la zurda y se obligó a apartar la atención de aquellos labios para buscar su mano libre. Era una lástima que ambos usaran guantes, pero tuvo que conformarse. Volvió a mirarle, esta vez sin sonrisa, tanteándo, tratando de adivinar los pensamientos tan contradictorios que cruzaban su mente. Sus dedos se cerraron suavemente sobre la muñeca del Centinela y se deslizaron para tomar su mano y llevarla hasta su cintura sin brusquedad alguna, como una guía sugerente, posándola finalmente sobre su cadera, en la línea que formaba la unión del corsé y el pantalón. La mantuvo allí unos segundos antes de soltarla y ascender acariciando su brazo por encima de la gabardina.

Sus ojos parecían más azules que nunca; brillaban bajo la firma de la lujuria y la pasión.

-¿Hace falta que conteste a tu pregunta...? -susurró, y acto seguido no pudo evitar morderse el labio. Se apreciaba la tensión de su cuerpo e incluso el leve rubor de su rostro. Era imposible no darse cuenta de la forma en que contenía la respiración y tragaba saliva, tratando de deshacer el nudo de su garganta. Estaba segura de que podía oír el latido desbocado de su corazón e incluso sus pensamientos.

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12/12/2012, 02:33
Centinela

El caballero oscuro observó a la ladrona, no se resistió a ninguno de sus gestos y sus propios ojos denotaban una fascinación y un deseo mucho más poderosos que lo que se transmitía tras la pantalla opaca del casco. Cuando Felina llevó la mano a su cadera, Goldfield apretó los dedos para sentir su cuerpo, real frente a él, habiendo destruido una de las tantas barreras que existían entre ellos.

Sus labios se abrieron un poco para poder controlar algo más la respiración. Entonces soltó el casco que rodó medio metro a un lado, haciendo el ruido del metal al golpear el suelo. Se llevó la mano libre al pasamontañas y cogió con dos dedos la  tela que había entre los labios y la barbilla, arrancándola con un gesto seco. Y sosteniendo por la cadera con la otra mano también a la ladrona, la pegó a su cuerpo y juntó sus labios a los de ella en un apasionado beso, prácticamente bebiendo de sus labios como si de ellos saliera la esencia que necesitaba para seguir viviendo.

Los dedos se clavaron en la cadera de Felina, deseosos, y en ocasiones mordía su labio inferior para tirar de él. Aquel beso que ninguno recordó cuánto duró y en el que se entregaron como si fuera su última noche en el mundo.