Partida Rol por web

El corazón del Centinela

3. Los ojos del Dragón

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14/12/2012, 12:29
Felina

Felina estaba en un punto intermedio entre Sentencia y Polecat. Fingió indiferencia ante la situación, aunque internamente se le estuvieran comiendo los nervios, así que comenzó a darle vueltas a una ganzúa entre los dedos, como solía hacer en clase cuando se aburría con los lapiceros. Varias veces se preguntó si de verdad merecía la pena, incluso qué demonios se le pasaba por la cabeza para estar yendo directa a una trampa por una persona que ni conocía. Era de locos. O peor, era de personas enamoradas y ella no concebía en absoluto la aquella posibilidad, así que debía estar muy loca.
La lavandería parecía un lugar normal, y eso le puso los pelos de punta. Lo normal significaba que el que fuera era muy listo y sabía ocultar bien lo que fuera que les tenía preparado, y cuando la trampa se activó, lo último que pensó es qué vigilantes de pacotilla eran todos, que ni siquiera uno llevaba alguna máscara lo suficientemente decente como para no respirar aquel aire contaminado.

Romy abrió los ojos, adormecida, y lo primero en que reparó fue en las sujeciones que le impedían frotarse los ojos. Algo se encogió dentro de ella, asustada. Se quedó inmóvil un segundo, recuperando el aliento. Después empezó a ser consciente de más detalles: el olor repugnante, la escasa pulcritud, aquel horrendo vestido que se pegaba a su piel y, el colofón, unos pelillos naranjas que le caían del flequillo. ¡Dios mío! ¡Le había puesto peluca! ¿Qué clase de perturbado se ingeniaba un superplan para cazar a todos los vigilantes de la ciudad y le ponía una peluca naranja? Definitivamente el manicomio de Betlam tenía que llenar muchas plazas todavía.

Pero ninguno de aquellos pensamientos consoló a Romy. Había caído en una trampa tan fácil como darle un caramelo a un niño, y el hombre que entró en la habitación se molestó en recordárselo. ¿Qué habría sido del resto?

La ladrona se ladeó para apoyarse sobre los codos y levantar la cabeza. Por dentro estaba aterrada, pero trató de seguirle el juego a aquel fanfarrón. Necesitaba tiempo, necesitaba ideas, necesitaba que alguien apareciese de la nada. Pero esas cosas no solían ocurrir, así que se esmeró en mostrar su mejor sonrisa.

-¿A eso te dedicas? ¿A vestir a la mujeres como muñecas porque tu mami no quería comprarte una? -se burló.

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14/12/2012, 12:31
Narrador

El hombre sonrió mientras se bajaba los pantalones. Se acercó a ella y se puso serio cuando hizo su pregunta. - Cállate, fulana. No le he pagado a tu madre para escuchar tus tonterías... ahora cierra la boca o te meteré uno de mis calcetines en ella. - el hombre se subió a la cama y fue a colocarse entre las piernas de Romy, que intentó propinar una patada en la entrepierna del gordo. Pero éste le agarró las piernas y gruñó, molesto. Se puso encima de las extremidades inferiores de la muchacha para que no pudiera moverlas tampoco.

- Ya se han acabado las tonterías... y cuando termine de follarte, iré a follarme a tu madre por haberme mentido acerca de ti. - dijo él, y empezó a subirle el vestido con una mano. Pero entonces pareció rabiarse y propinó un fuerte puñetazo a la cara de Romy, que no pudo evitar gemir de dolor. El hombre, aún sobre sus piernas, le dió otro puñetazo ésta vez en el estómago y un tercero en el rostro. ¿Había dicho que su madre...? El pánico empezó a recorrerla, sintiendo que había terminado igual que ella. Por un momento se olvidó que su madre había muerto, y se vió totalmente indefensa ante aquel hombre. Con el cuarto puñetazo, la peluca se cayó al sueño y Romy giró la cabeza para intentar ver el rostro de su atacante.

- ¡Despierta de una maldita vez, gata estúpida! - gritó Sentencia frente a ella, zarandeándola. El rostro y el estómago de Romy le dolían sobremanera por los golpes recibidos, pero se encontró que aún seguía en la lavandería, sentada junto a la lavadora en marcha, con su ropa habitual. Aturdida pudo ver que el resto de vigilantes seguían retorciéndose en el suelo, pero aquello que les estuviera afectando parecía no funcionar en Sentencia. - ¡Ayúdame a despertar al resto, este gas os está volviendo más majaras! -

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14/12/2012, 12:52
Felina

Romy quiso gritar, sintiéndose mucho más pequeña e insignificante de lo que jamás se había sentido. Aquello no podía estar pasándole a ella, y tal era el terror que ni fue capaz de entender la mención a su madre. Intentar zafarse era lo único que la mantenía cuerda, y aquella luz se alejaba cada vez más y más de su alcance. Cuando logró inmovilizarla supo que no había mucho más que hacer, y que el mundo era un lugar horrible en el que estar en aquel momento. La tela se deslizó sobre su piel mientras ella cerraba los ojos con fuerza; y entonces llegó el dolor. No una ni dos veces, tres, repartidas por todo el cuerpo. De alguna manera sintió que eso era más fácil de sobrellevar, e incluso reavivó sus ganad de luchar, así que volvió a revolverse de nuevo, gritando.

Cuando pudo lograr distinguir el pasamontañas de Sentencia no supo si le quería más que le odiaba o al revés. Cualquier rostro, amigo o conocido, era mejor que lo que acababa de vivir. No entendió lo primero que dijo, aturdida y dolorida, pero sintió gran alivio al reconocer la lavandería y los gritos que proferían los demás. Miró al vigilante, atontada, y le dio un empujón para que apartase de encima.

-Ya voy, joder. –masculló, apoyándose contra una de las lavadoras para incorporarse-. Búscate otro saco de boxeo.

Jamás habría sido capaz de explicar con palabras el alivio que sintió en aquel momento. También, en parte, porque aquella experiencia no iba a volver a ser mencionada en su vida.

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14/12/2012, 12:54
Narrador

Con la ayuda de Romy, Sentencia despertó al resto también a golpes. Horus se recapacitó con rapidez, así como Polecat, aunque estaba temblando. Deux Irae estaba cerca de la entrada y se despertó sudando y agobiado. Iris, sin embargo, aunque reaccionó, no se podía mover.

- Vamos pequeña, debes reaccionar. - le dijo Horus, ayudándola a levantarse. Jamás nadie había visto a Iris de aquella manera, totalmente pálida y sin apenas poder moverse. Ella asintió, pero sin mediar palabra.

Sentencia y Deux Irae movieron la lavadora y entraron todos por aquel pasadizo. El camino era único y no había ninguna salida hasta que alcanzaron una puerta abierta. Horus la abrió entrando al interior. Se encontraban frente a una especie de fábrica en el interior del edificio. Allí se encontraron con que estaban en una especie de piso superior, y bajo ellos se encontraba el Centinela, colgado en el aire por un gancho en una grúa. Bajo él, había un gran balde de productos químicos.

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14/12/2012, 21:22
Felina

En realidad, jamás nadie había visto a los vigilantes de aquella manera: gritando, temblando y padeciendo sus horrores particulares sin poder hacer nada al respecto. Era humillante a la vez que delirante. No estaba segura de si Sentencia se había zafado de aquello o había sido capaz de sobreponerse por sus propios medios. No quiso saber la respuesta, así que se centró en ayudar y avanzar reprimiendo los destellos que acudían a su mente, desconcentrándola.

Una vez todos en pie, que no recuperados, avanzaron siguiendo el único camino posible: la retirada ya no lo era. Romy no dejaba de pensar que en realidad no habían cazado al Centinela y que les iban a pillar a todos con la guardia baja en un sitio tan estrecho, pero cuando la verdad quedó ante sus ojos su corazón dio un vuelco. Estaba allí, pendido como una presa a la que exhibir para que todos ellos lo vieran, y parecía decir: Si le he cogido a él, vosotros no sois nada. Sus músculos se tensaron y las manos comenzaron a sudar. De verdad le habían cogido y ahora tenían que esperar a ver cuál era el trato, o lo que el villano quería, o lo que fuese. El caso es que esperar no era su actividad favorita.

Buscó por todos los lados dónde estaba el responsable, y también la forma de salir de allí y de llegar hasta el Centinela. A ella no le seria para nada difícil alcanzarle trepando o escalando vigas. Era lo que hacía a diario, después de todo.

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14/12/2012, 22:23
Narrador

Una voz resonó por la megafonía de la fábrica que normalmente se usaba para dar órdenes a los trabajadores. Era una voz solemnte y coherente, que se alejaba mucho de lo habitual en los villanos que Romy y el resto había conocido en la ciudad. Ninguno la reconoció, y de hacerlo nadie dijo absolutamente nada.

- Bienvenidos, vigilantes... y Felina. - dijo el hombre, sin prisa. La grúa se activó y el Centinela bajó medio metro. - Os seré sincero. No confío en la gente como vosotros. Os enfundáis una máscara y creéis impartir justicia, cuando deberíais empezar impartiros justicia a vosotros mismos. El Centinela es el único que merece estar en esta ciudad, pues su integridad es algo que el resto jamás alcanzaréis. -

Horus gruñó, aferrándose a la barandilla y mirando la situación. - Tenemos que sacarle de ahí. ¿Veis eso? Debe ser la sala de Control, donde se controlará la grúa. Iris, baja conmigo a la parte de abajo y veamos si podemos hacer algo con esa cuba de lo que imagino serán químicos. Sentencia, busca que no aparezca nadie a darnos una sorpresa y ve con Deux Irae. Polecat, dirígete a la Sala de Control con Felina, nosotros te cubriremos desde abajo por si alguien pretende subir. -

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14/12/2012, 22:57
Felina

Romy miraba con aprensión el cuerpo del Centinela, aunque las palabras del villano la distrajeron un momento. ¿Por qué se empeñaban en hacer notar su presencia? No era vigilante, ya lo sabía, y no era necesario recalcarlo. Igual que el hecho de que ellos no eran nada a su lado. Le dieron ganas de alzar la voz para quejarse, pero la perspectiva de recibir otra caricia más de parte de Sentencia apaciguó su ira. Todavía le daba vueltas el estómago y estaba segura de que le iba a salir un moratón en la mejilla. Menudo bestia.

Cuando Horus se puso a dar órdenes no dudó en cumplir su función, por inútil que fuese. Ella no sabía lo que era colaborar en equipo, lo había olvidado hacía tiempo, pero sabía mucho menos de máquinas. Aunque por lo que había oído de Polecat él sí, así que dejaría que él se luciese mientras ella... fingía hacer algo de utilidad para sacar al Centinela de ahí. Además, por alguna razón era incapaz de manejar aquella situación como debía. Su parte de activista solitaria estaba agazapada bajo la cama, aterrada, quizá porque nunca se había tenido que enfrentar a algo así. De modo que seguir al resto e impartir "justicia" era su mejor alternativa. Huir tampoco era su estilo, y menos cuando al chico guapo le podían abrasar el cerebro.

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14/12/2012, 23:06
Narrador

Mientras el resto iban a sus puestos, Polecat y Felina fueron hasta la sala de Control. Tuvieron que saltar varias cajas en el proceso (y eso implicaba que las saltara Felina y luego ayudara al vigilante) hasta que llegaron a la puerta, que obviamente estaba cerrada. Era una cerradura extraña y Romy no estaba segura si podría abrirla con sus ganzúas, pero Polecat echó una sustancia extraña en la cerradura que pronto empezó a arder y derritió el metal, permitiéndoles entrar. La comadreja sonrió un momento a la ladrona antes de pasar.

El interior era un entramado de maquinaria de todo tipo. Romy no entendía nada y no pretendía entenderlo, pero su 'compañero' le dió instrucciones. Tras hacer un par de preparativos Polecat empezó a controlar la grúa, triunfal, mientras abajo se oía ruido de lucha. - Tenemos que darnos prisa. - dijo Polecat, mientras cogía el mando para empezar a tirar y que el Centinela saliera de allí. Pero en cuanto la movió un poco ésta se bloqueó con un extraño sonido metálico y el Centinela se tambaleó peligrosamente.

- ¡Mierda! - dijo Polecat, pegando una patada a la maquinaria. Éste miró a Felina, un poco asustado. - Creo que... podría ser un atasco, podría arreglarse, pero... -

La ladrona entendió a qué se refería: la única manera de sacar al Centinela de allí era moverse por la viga de la grúa, llegar al gancho y liberar el atasco.

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14/12/2012, 23:43
Felina

Tanta tecnología y tantos cables para que luego un atasco lo tirase todo a la basura. Menos mal que las viejas tradiciones seguían en pie y todavía quedaba gente como ella, libre de la fiebre de los cachivaches y dispuesta a hacer las cosas a la antigua. Sí, todos eso prodigiosos ingenieros podían ganarse la vida con sofisticadas máquinas. El día que alguien inventase un algo para inutilizarlas se iban a reír. Y ese día ella robaría todas las obras de arte del mundo y se podría retirar a vivir la buena vida.

Negó con la cabeza, exasperada, y emitió un bufido.

-Tranquilo, minino. –dijo, palmeándole la espalda con una sonrisa de lo más maliciosa-. Mami se encarga mientras tú sigues con tus juguetes. Procura no tirarme si lo pones otra vez en marcha.

Mientras salía descolgó el gancho de su cintura y lo balanceó como solía hacer, buscando un buen punto donde engancharlo. Se encaramó a una de las cajas que habían sorteado para tener más altura y lo enganchó a una viga sin prestarle atención a las peleas que se sucedían a su alrededor. Más le valía darse prisa, no fuese que alguien cortase la cuerda y acabase en el fondo de aquel bonito barril.

En el fondo pensó; esta es la mía.

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15/12/2012, 00:05
Narrador

Romy enganchó con facilidad el gancho en la viga y se subió hasta ella rápidamente. Una vez fija por el metal, que no parecía oxidado y destartalado, recorrió la viga a gatas mientras abajo el resto peleaban. Un secuaz había subido a unas cajas y se preparó para saltar y agarrar a Romy, pero cuando sus piernas se flexionaron recibió una flecha en plena garganta. Con un gruñido empapado en sangre, el hombre se precipitó contra el suelo. Al mirar abajo, vió a Iris sonriéndole mientras le mostraba el dedo pulgar.

No tardó muchos segundos más en llegar hasta la figura del Centinela. Buscó en la parte superior por si veía algo pero no parecía haber nada anormal. Tuvo que bajar y colgarse ella misma con su gancho: si miraba ahí abajo desde arriba corría el riesgo de caer. Entonces vió que había una placa de hierro en uno de los rodamientos de la grúa.

Cuando la tocó, dispuesta a quitarla, la placa se deshizo como si fuera arena. La mujer se quedó estupefacta y entonces notó un pinchazo en el cuello. Tras ello, se vió incapaz de moverse. Apenas pudo girar la cabeza y descubrir con terror que en la Sala de Control había un hombre asiático con un enorme tatuaje de un dragón por todo su pecho descubierto. De avanzada edad, o eso parecía, dejaba caer el cuerpo inerte de Polecat al suelo. Él la miró, dedicándole una respetuosa reverencia. - Ha sido un placer verla trabajar en equipo. - dijo sin ningún tipo de sorna en su voz y activó la grúa. Ésta se llevó al Centinela, seguro, fuera de la posibilidad de caer en aquella cuba.

El Rey Dragón sacó un cuchillo del pantalón y tras una última mirada a la ladrona, lanzó el cuchillo en dirección al cable de Romy, que se rompió.

Mientras caía, se llamó a si misma estúpida. ¿Por qué había cometido semejantes errores? ¿Por qué se había expuesto de esa manera? Pero entonces vió que el Centinela estaba a salvo y una parte de ella se encontró en calma. No sabía por qué, no sabía lo que pasaba por su cabeza, pero de alguna manera se dijo que aquello no había estado tan mal.

Fue entonces cuando notó que algo pasaba a toda velocidad junto a ella y la agarraba. Ella lo miró, estupefacta, sin comprender en absoluto qué ocurría. Pero por la forma en la que él la miró mientras se balanceaban en dirección a un punto seguro, supo que se encontraba ante su caballero oscuro.

Al aterrizar, el Centinela dejó a Romy sentada mientras ésta notaba como empezaba a recuperar la movilidad. Observó el sitio donde había estado antes y su sorpresa terminó de ser total cuando vió que el Centinela aún se encontraba colgado de la grúa. Alternó la mirada de su caballero oscuro con el otro Centinela. Había... dos de ellos... y eran exactamente iguales...

Su justiciero miró también hacia donde ella miraba y comprobó que los vigilantes habían controlado la situación y Sentencia se disponía a despertar a Polecat mientras Horus movía la grúa. Sabiendo que su compañero estaba ya a salvo, cogió de nuevo a Romy para salir de allí y que los otros no descubrieran lo mismo que la ladrona de guante blanco acababa de descubrir.

- Salgamos de aquí. - dijo, mientras la sacaba por una ventana hasta una de las azoteas cercanas. Allí la sentó junto a una salida de aire, arrodillándose a su lado. - ¿Estás bien? -

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15/12/2012, 00:47
Felina

-Sí –balbuceó de forma torpe al no poder articular bien debido a la parálisis que ya remitía.

Sin embargo, sus pensamientos fluían veloces como la electricidad, atando cabos. Todo había ido bien, según lo esperado, hasta que de repente ya no. La forma difusa de aquel hombre y su penetrante voz detuvieron un momento el flujo de recuerdos. Había sido… escalofriante y desconcertante la forma en que se había dirigido a ella. Después, su estómago se había encogido por la gravedad al precipitarse hacia el vacío y, de repente, había dos Centinelas y estaba salvo en los brazos del suyo. Porque para ella sólo había uno de verdad.

Repasó la historia no menos de tres veces en su cabeza, incapaz de creer que siguiera con vida. Pero era cierto, estaba allí y el aire frío de la noche le acariciaba el rostro y mecía algunos mechones de pelo. Siempre había pensado que los tejados no eran un lugar muy apropiado cuando el frío asolaba, pero le había dado igual toda su vida y aquella noche que por momentos se volvía más brillante no iba a ser menos. Dirigió una mano temblorosa hacia su cuello, haciendo algunos movimientos erráticos y poco atinados. Pero logró coger el aguijón que casi le causa la muerte y sacarlo de su piel. Se sintió mejor al hacerlo, y pudo respirar tranquila, todavía con el pulso demasiado acelerado. Había sido demasiado intenso, como la primera vez que los brazos del Centinela la habían sujetado para salvarla. Sabía que no era el mismo, ahora estaba segura, pero eso no lo hacía menos importante sino más especial.

Romy se incorporó un poco, aturdida. Miró la superficie del casco fijamente. Sus ojos azules, verdosos al reflejarse en el color naranja, le devolvieron la mirada llenos de emoción contenida. No era eso lo que quería ver. No. Todavía no podía creerlo y algo en su interior palpitaba con fuerza temiendo que aquello se desvaneciese en cualquier momento, y no estaba dispuesta a descubrir que todo había sido un sueño. Alargó la mano hacia él, tanteando el lugar donde debía estar el botón para deshacerse de aquella farsa.

-Quiero saber… eres tú –murmuró y tragó saliva. Sus ojos se volvieron cristalinos ante la perspectiva de ver los de su caballero-. Por favor…

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15/12/2012, 00:51
Centinela

Él le cogió la mano con delicadeza y le apartó la mano del cuello, llevando las dos suyas después al cuello para desprenderse del casco. - No tengo mucho tiempo, Felina... - dijo con su verdadera voz. Llevaba el mismo pasamontañas con la zona de la boca rota, el de la última vez que se vieron a solas. Él llevó la mano a su rostro y le acarició la mejilla. Parecía disgustado porque el metal se interponía entre ellos, pero suspiró. - Por un momento pensé que no te alcanzaba. -

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15/12/2012, 00:58
Felina

Romy no dijo nada, como si no le hubiese escuchado. Pero, en realidad, su voz fue un bálsamo curativo y placentero que le devolvió la paz. Dejó de importarle si era un sueño o no, y lo único que hizo fue alargar los brazos y rodear su torso, pegando la mejilla a las placas. Aunque no fuese nada reconfortante abrazar un traje, para ella fue más que suficiente. Cerró los ojos y se quedó inmóvil, como una niña buscando el calor y la protección de alguien que nunca había estado ahí, hasta entonces.

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15/12/2012, 01:17
Centinela

El caballero oscuro correspondió a su abrazo, con un nudo en el pecho, y tras unos segundos juntos él se separó lo suficiente como para coger su rostro y besar fugazmente los labios con carmín negro de la ladrona. Su beso decía que deseaba más, que quería quedarse junto a Romy, pero se separó varios centímetros de ella. Se quedó dos o tres segundos con la mirada perdida como si escuchara algo que sólo él podia oir y entonces la miró de nuevo a los ojos.

- Debo irme, lo siento... pero nos veremos pronto, si tú quieres. En Finger Park, cerca de la entrada, hay una pajarera que siempre está vacía. En unos días, ve allí y coge lo que hay dentro. - dijo para luego levantarse con una última caricia en su mejilla. El Centinela volvió a colocarse su casco, sin dejar de mirarla.

- Gracias... gracias por arriesgarte a venir aquí. - dijo la voz distorsionada, antes de girarse y salir corriendo, para luego desaparecer.

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15/12/2012, 01:29
Felina

El sabor de sus labios le dijo que no había nada que temer y que volvería. Pero no se conformó con eso y, antes de dejarle volver a ocultar su rostro, le sujetó posando las manos sobre sus mejillas pasara besarle intensamente, desbordando toda la pasión que de repente afloraba, haciéndola sentir viva. Rodeó su cuello con los brazos, atrapándole junto a su cuerpo, y bebió de sus labios con la desesperación y el alivio de un naufrago ante el agua dulce. Pero, igual que este, era mejor no precipitarse y racionar, así que lo liberó segundos después, azorada y con las mejillas encendidas.

Sonrió y se incorporó a la vez que él lo hacía, desapareciendo tras aquella falsa identidad. No le dio tiempo a nada más, pero tampoco le hizo falta. Observó su figura perderse en la oscuridad, y después fue su propia mirada la que se quedó pendida del horizonte nublado. Lo mejor sería tomarse un descanso antes de hacer renacer la leyenda de sus nueve vidas.