Partida Rol por web

El corazón del Centinela

6. Golpe de efecto

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05/10/2013, 17:49
Narrador

Troy llegó a la recepción del hospital y preguntó por Christopher Bates, pero al no tener relación alguna con él sobre el papel apenas le dijeron que su operación ya había terminado. Vivo debía seguir, pensó Número 8, de lo contrario le habrían dicho directamente que había fallecido.

Una vez en la sala de espera se encontró con un puñado de personas que estaban allí por distintas razones: gente esperando ser atendidas, familiares y amigos que esperaban a poder volver a entrar con sus seres queridos... pese a ser un hospital todos allí parecían mucho más felices y dichosos que Sanders, que no pudo evitar sentirse más frustrado.

Pasaron unos cuantos minutos cuando apareció por allí Ryan Sawyer, que llamó a Troy. Una vez más apartados del resto de gente empezó a hablarle.

- No vas a poder ver a Bates, y quizás no puedas tampoco mañana. La operación no ha salido como nos gustaría, la explosión le ha causado serios destrozos y los escombros no han ayudado mucho con lo ocurrido. No sabemos qué será de él todavía... pero quizás mañana podamos hacer una estimación. Lo siento mucho. - dijo el cirujano, bastante apesumbrado

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05/10/2013, 17:59
Lana Rowen

Lana se incorporó y le dio un suave apretón en el hombro, como queriendo transmitirle fuerzas. Incluso esbozó una sonrisa socarrona.

-Estaré bien, sé cuidarme. No es mí de quien tienes que preocuparte. Y quiero llevarme a mi hija para alejarla de todo esto, y porque necesito desconectar un poco y es la única familia que tengo. Además, mucho tendrá que haber cambiado el Rey Dragón para atreverse a hacerle algo después de todo.

"Es el legado de James", pensó, y se arrepintió de inmediato de haber pensado aquello.

-Procura mantener esto a flote y prometo volver con buenas noticias.

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05/10/2013, 18:06
Jonathan Spencer

Jonathan se limitó a sonreir. - Gracias, Lana. Lo haré. -

Y volvió a su papeleo.

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05/10/2013, 18:46
Troy Sanders - Nº 8

Troy llevaba todo el día enfadado y en tensión, peleando y corriendo y recibiendo golpes. Ya no le quedaba energía para mantener el ritmo. Lo único que pudo hacer fue desinflarse visiblemente frente al doctor Sawyer y darle las gracias en voz baja.

Sacó un café con leche de una máquina y se arrastró hasta una sala de espera con el vaso de plástico sujeto por el borde con las puntas de los dedos para no quemarse la mano. Encontró una silla vacía junto a un revistero y se dejó caer en ella, derramándose café en el pantalón en el proceso. Soltó un quejido suave y lastimero y se limpió el muslo con una página de un libro de pasatiempos que había en el revistero.

Sabía que lo que debía hacer era volver a la base y encontrar unos pantalones limpios, pero sólo pensar en levantarse hacía que sintiera el cansancio acumulado de todo aquel día infernal. Bates podía morir, y Goldfield y Wayland... nunca le había importado demasiado el viejo, que además ya estaba muerto, pero la idea de que Goldfield hubiese traicionado al equipo le llenaba de incertidumbre. No sabría qué hacer si Goldfield se caía del pedestal en el que tanto odiaba tenerle. Sentía una presión y un picor extraños alrededor de los ojos que resultaron ser lágrimas amenazando con brotar. Cuando por fin se dio cuenta se inclinó y se tapó la cara con las manos. Cerró los ojos con fuerza y se concentró en no perder el control sobre su respiración.

Decidió, sobre todo porque no tenía fuerzas para cualquier otra cosa, quedarse allí hasta que no le quedara más remedio que moverse y tratar de salvar Betlam otra vez. Se tumbó bocarriba a lo largo de tres asientos sin darse cuenta de que se le clavaban en la espalda y allí se quedó, con una enorme mancha amarronada en los vaqueros y un brazo cubriendo la cara hinchada y amoratada.