Partida Rol por web

Vuestro viaje descendiendo la ladera oriental de las Montañas Azules es considerablemente más fácil de lo que fue vuestro ascenso por la parte occidental. El sol brilla sobre estas colinas y pronto os encontráis caminando a través de las nevadas llanuras de Asgard.

Después de varios días de marcha en dirección sureste llegáis a una región de colinas cubiertas por árboles.

Pronto el barro congelado muestra huellas de carretas y pisadas recientes. La pista os conduce a un espeso bosque de pinos y abetos. En el camino adelantáis a otros viajeros, la mayoría tramperos y cazadores, pero también algunos granjeros que llevan grano al mercado. Los pueblos de Asgard raramente cultivan la tierra, pero aquí en las regiones más templadas del sur del país hay algunas pequeñas granjas y campos de cultivo robados al bosque primigenio.

Llegaréis al poblado de Cnulf Pelo de Carbón al anochecer. Es un gran centro de comercio y Cnulf es uno de los reyes más ricos de Asgard.

Según os han comentado algunos de los viajeros, el rey es un hombre honorable, justo y bondadoso. Se llama pelo de Carbón por sus negros cabellos y se dice que sus ancestros eran originarios de Cimmeria. Otros reyes de Asgard tienen cabellos dorados y corazones negros, pero Pelo de Carbón tiene cabellos oscuros y corazón de oro.

Mañana por la mañana podréis ofrecerle el cuerno de sus ancestros y él os recompensará con un festín en vuestro honor y os cubrirá de oro.

 Satisfecho, miré a mis compañeros:

 - Bien, mañana nos desharemos del cuerno, seremos ricos y podremos ir cada uno por su lado. Después de lo que hemos pasado, un buen baño y una hermosa mujer me vendrá bien hasta entonces...

-Esperemos que ese pelo de carbón sea razonable, ¿lo conoces Knut?, no me gustaría tener que montar un espectáculo por intentar estafarnos-

El Poblado de Cnulf Pelo de Carbón es un fuerte circular asgardiano grande y bien defendido, que consiste en un montículo circular de tierra compactada coronado por una empalizada de madera. El area dentro del montículo está dividida en cuatro partes, y su centro es el Salón de Cnulf.

Cada cuarta parte contiene pequeñas casas, tiendas, mercados y rediles de animales. A las afueras del asentamiento hay más tiendas y corrales.

Este es seguramente uno de los asentamientos más ricos y grandes de Asgard por lo que las historias sobre la fortuna de Cnulf seguramente sean ciertas.

Está oscureciendo, pero las puertas de la ciudad siguen abiertas. Las hogueras arden brillantemente en los mercados.

A medida que os aproximáis a una de las cuatro puertas de la ciudad, vuestro paso es bloqueado por cuatro guardias, armados con lanzas y escudos pintados de colores llamativos.

Uno de los guardias se dirige a vosotros:

- Saludos viajeros. ¿Qué asunto o negocio os trae por aquí?

- Debéis saber que este es un lugar de paz y orden. El Rey Cnulf prohibe que se porten armas dentro del fuerte. - Dice con gesto serio- Debéis dejar las vuestras aquí en la puerta si queréis ser bien recibidos entre estas paredes. No debéis temer, este pueblo es acogedor y hospitalario para los que vienen con buenas intenciones.

Kellen volvió a mirar a Knut

-Di algo ¿no?-

Esa era su gente, y al cimmerio no le hacia nada de gracia tener que dejar su hacha allí

Camino todo el viaje ensimismado con el paisaje hablando al aire como si alguien me escuchara.

- Pues si, durante unos breves instantes, creí que nunca volvería a pisar mis añoradas llanuras...

Al llegar finalmente a las puertas, miro sonriente a los centinelas mientras asiento a sus palabras. 

-aham, - empiezo a hablar en Aesir, - amigos, tenemos una mercancía que creemos será de gran interés para el gran Cnulf. Así pues nuestra intención es presentársela y ver que conseguimos a cambio.

Cuando empieza a hablar sobre el peliagudo asunto de dejar las armas en la puerta, me llevo la mano al mentón preocupado, mientras contesto al Cimmerio en su lengua natal y susurrándole en voz baja - ¿y no podrías hacer una pequeña excepción, para evitar complicaciones, digo...

Luego me vuelvo con rostro consternado hacia los centinelas, al tiempo que me desabrocho el cinto de armas en señal de buena voluntad - ¿y no podríamos hacer una excepción con los extranjeros? al desconocer nuestras costumbres, no les gusta dejar sus armas.

 - Nos trae negocios... - Respondí. No me gustaba nada entregar mis armas. - ... Los cimmerios no dejamos nuestras armas, ¿no hay otra alternativa?.

El guardia frunce el ceño y mira a Knut con desconfianza, mientras los demás se empiezan a impacientar:

-Uhum... Eres sin duda uno de los nuestros, a pesar de tu extraño aspecto. Tus compañeros parecen cimmerios. Curioso grupo sois. Esta ciudad está abierta a los de vuestra tierra si venís en paz, ya sabréis seguramente que los antepasados del rey eran originarios de Cimmeria. Pero no tenéis alternativa, debéis dejar todas las armas* si queréis pasar por esta puerta.

Luego se dirige a Conor:

-¿Negocios, eh? No veo que traigáis mercancia alguna, así que no imagino que clase de negocios os han traído aquí. De todas maneras el rey Cnulf no recibirá más visitas hasta mañana por la mañana. Así que tendréis que buscar un lugar para pasar la noche.
 

Me vuelvo hacia mis compañeros, - así están las cosas, ¿que opináis? ¿dormimos fuera hasta que el bueno de Cnulf nos reciba?, o ¿entramos con sus condiciones?.

Luego en voz clara, por si el centinela pone la oreja continúo diciendo, - probablemente, si Cnulf supiera lo que llevamos, nos dejarían pasar con armas y todo.

 - No se si será buena idea quedarnos fuera, por si ya sabéis quien adivina que encontramos otra manera de cruzar, aunque por otro lado tampoco me gusta mucho la idea de ir desarmado... - Susurré para que los guardias no nos oyesen.

El guardia parecía cada vez más desconfiado e impaciente.

- Cerraremos las puertas pronto, en cuanto el sol se ponga, y no se abrirán hasta el alba. Si es vuestra voluntad dormir afuera y al raso, que así sea. Pero mañana dejaréis las armas aquí si queréis tener audiencia con el rey.

Por Crom, aquellos aesires tenían la cabeza como un melón.

Le dio su hacha al guardia

-Si cuando nos vayamos, no está tal y como te la entrego, tendrás un problema conmigo, espero que entiendas eso-

Había que ser dóciles, pero no perritos falderos.
 

 Si Kellen era capaz de tragar, lo mínimo era seguir su ejemplo. Les dí mi espada a los guardias y añadí, desconfiado:

 - Lo mismo digo...

Con una amplia sonrisa termino mi gesto de entrega del cinto de armas, mientras le doy unas palmadas en el hombro al centinela, - ¡hehehe!

Luego miro a mis compañeros y les hago señas para que me sigan, - ¡vamos amigos!, ¡tenéis que probar la cerveza aesir!

Los guardias requisan todas vuestras armas y os dejan el resto de equipo. Incluyendo los escudos.

- No me fio de vos, Pelo de Nieve. Ni de vuestras intenciones. Os advierto que comunicaré esta incidencia para que mañana doblen la guardia en presencia del rey. Ahora entrad en la ciudad, comed y bebed, y quitáos la nieve y el barro del camino, pero no os metáis en líos.

Con los últimos rayos de sol, el mercado continúa rebosando actividad. Camináis contemplando el bullicio, y mirando los diversos puestos y tenderetes que ofrecen variados artículos, mientras buscáis algún tugurio cercano para regar con cerveza vuestros secos gaznates y terminar de vaciar vuestras escuálidas bolsas. Un rebaño de ovejas que va de regreso a su corral se cruza en vuestro camino, mientras el ocupado pastor os grita para que os apartéis. Luego al ver mejor vuestras pintas de tipos duros, os pide disculpas.

 Decido echar un vistazo a las tiendas. Aunque ahora mi bolsa es bastante ligera, eso cambiara en cuanto entreguemos el cuerno, y si encuentro algo que me gusta siempre puedo pedir que me lo guarden hasta que cobre y pueda venir a reclamarlo...

Entre los distintos puestos del mercado podéis encontrar tiendas de orfebrería, alfarería, tallas de madera, armas y otros objetos de metal, pieles, animales vivos, cerveza, vinos importados, carnes frescas o ahumadas, pescado de agua dulce ahumado, grano, curanderos sacamuelas y otras hierbas secas, …También hay talleres de distintos artesanos.

Os detenéis a mirar en una herrería que dispone de un surtido de armas de diversa calidad. El herrero os explica que los habitantes del poblado deben guardar sus armas en casa y no mostrarlas en público si no son guerreros o guardias del rey, y que a los foráneos que compran alguna se les entrega cuando salgan de la ciudad.