Partida Rol por web

-INTRODUCCIÓN-

De tan grande que era, más que una mina aquello parecía el decorado de un mundo subterráneo, perdido. Desde el montacargas había una senda que discurría por el centro de la columnata que sostenía el viaducto del metro. La oscuridad no era total y se podía adivinar el reflejo de una luz que parecía estar más arriba, al final del camino, reflejada por el cielo de piedra.

Les interrumpió un cántico lejano. No se podía distinguir bien si eran una sola o dos las voces pero su forma de vibrar era extraña y sobrecogedora.

Elliot reconoció el timbre característico del canto polifónico -una técnica utilizada por algunas culturas tradicionales como los inuit y los mongoles que el soñador había escuchado en grabaciones de cánticos chamánicos realizadas a lo largo de los años setenta por su maestro, el padre de Laia.

Unos caminos parecían horadar montañas de exhuberante vegetación. Otros cruzaban la aguas de la marisma como puentes infinitos atravesando la nada.

Pasaron junto a una fortificación abandonada de muros de piedra en cuyo interior crecían dos esbeltos árboles quietos como estátuas. Dejaron a un lado el cruce que Mats conocía para adentrarse en un decrépito bosque por un sendero invisible, conduciendo muy despacio, guiados por la moto que iba en cabeza.

Encontraron el campamento vacío. Desde la última visita de Mats lo habían movido a otro emplazamiento, también a la orilla de la laguna. Una caravana vieja y una autocaravana moderna con sendos toldos y una tienda de campaña grande entre una y otra.

Aparcaron los vehículos y el todo terreno blanco hizo señales con las luces hacia el interior de la laguna. Bajaron y su conductora pidió a los visitantes que abandonaran sus teléfonos y cualquier aparato que pudiera comunicarse con el exterior en los coches.

Estelle abrazó a Geneviève y se quedó junto a ella.

El hombre que conducía la moto ayudó a bajar la camilla del coche de Arthür. Sophie seguía inconsciente, parecía dormir.

Tras dedicarle una mirada de complicidad a Arthür el grandullón se acercó al periodista. Era tan alto y fuerte como Mats y habló como si dejara caer un peso de su boca.

—Desde chaval me he hecho llamar Erik y no sé de cuántas maneras más. Te conozco de los premios, Estelle me avisó de tu brindis. Yo esperaba en el parking, por lo que pudiera pasar. Me hice ver con la careta del bulldog para poder vigilar tus sueños porque supuse que habían sembrado su semilla en tí.

Miró hacia la camilla, apesadumbrado.

—Fue en tus sueños dónde conocí a Sophie. Yo era el hombre calvo que tiraba de la silla de Sigrün. Te saqué de allí tocando aquella armónica de tu infancia ¿Recuerdas? Uno de ellos se había vestido de tu padre y quería hundirte en esa pesadilla para detenerte.

Sus ojos se iluminaron de pronto, los acercó a un palmo de los de Mats.

—Yo no tenía nombre. Lo buscaba y buscaba a alguien más. Como hacías tú.

Sacó una foto poniéndola de lado para que se viera mejor con las luces de los faros, era de Cléo a los once o doce años.

*

—Arthür pudo escapar a tiempo. Al resto nos hicieron beber. Encontré esta foto en un sueño, como hice con tu harmónica. Es Cléo, de niña. Soy mellizo de Cléopatre  gracias a ella sé que me llamo Dani, Daniel Carol y gracias a tí... a todos vosotros... la tengo a ella.

Enrojecido por la emoción se abrazó al periodista. El motor de una barca se escuchó, lejano, rompiendo el silencio del momento.

Cuando Arthür me habla de su pasado, de cómo intentaron utilizarlo de un modo parecido a lo que han hecho con Sophie, y del tal Engel Döbeln, no puedo evitar recordar al hombre que vi junto a Vendela en el templete de la isla, mientras viajaba entre mundos. Por algún motivo, estoy absolutamente convencido de que es él.

—Está vivo, Arthür… Lo vi con mis propios ojos.

Es lo único que digo, sin saber realmente qué más añadir en estos momentos. Me apeo del vehículo, dejando en su interior mi teléfono móvil tal y como nos ha indicado Estelle. El «Bulldog» nos ayuda a sacar la camilla en la que viaja Sophie. El tipo se presenta como Erik y me confirma que, en efecto, fue él quien se introdujo en mis sueños para ayudarme después de que Vendela me embrujase. A continuación nos revela que se trata del hermano de Cléo, que lo obligaron a beber y que por eso olvidó su propio nombre. ¡El Caballero de la Rueda! No puedo contener la emoción cuando me doy cuenta de quién es, de que alguien más ha conseguido romper el hechizo del olvido de la secta. Alegre, correspondo al abrazo del hombre.

—Me alegro mucho de que hayas encontrado lo que buscabas… Y a ti mismo, Erik —afirmo torpemente, aunque con honestidad. Después, me giro hacia el ruido del motor de la barca, ansioso por saber qué pasará a continuación.

En la oscuridad de la laguna se encendió un farol que delató una barca de poco calado cuya silueta recordaba un poco a una góndola, pero no tan estilizada.

Cuando se acercó a la orilla paró el motor y su piloto -alguien delgado- empezó a propulsar la embarcación empujando una larga vara que iba hundiendo en el agua.

Mats pudo reconocerlo: era Yuri, un joven tímido de tez muy clara que conoció en su anterior visita. Se detuvo a unos seis metros de la orilla y Geneviève les indicó que era el momento de subir. Tuvieron que entrar en el agua y mojarse hasta la cintura llevando en volandas la camilla de Sophie. Estelle y Dani también cargaron unas cuantas cajas de víveres que llevaban en el maletero del todo terreno.

La barca avanzó adentrándose en la laguna. Todos iban sentados en alguno de los dos bancos que se enfrentaban a ambos lados de la barca menos Sophie, que iba en el centro, en posición fetal, en la camilla, Yuri, que tiraba de la barca con la vara erguido en la popa y Dani que, de rodillas en la proa, miraba al agua concentrado.

Hubo un momento en que Dani hizo un gesto con el brazo y Yuri apagó la lámpara.

La barca se quejó un poco con un crujido que habría sido inaudible de no ser por el silencio, que era absoluto. Se movió con suavidad un poco hacia arriba y hacia los lados como si hubiera sido mecida con delicadeza por una ola invisible.  

A Mats le entró una arcada repentina junto con un insoportable sabor a hiel y la sensación de que algo se movía en un lugar indefinido de sus tripas, arrastrándose torpemente hacia su esófago.

Me alegro de volver a Yuri, y de comprobar que continúa bien desde la última vez que lo vi. El joven acerca una pequeña barca a la orilla en la que nos encontramos, pero aun así, deberemos entrar en el agua para subir a bordo.

Todos los presentes nos adentramos en la laguna como si fuésemos una procesión, llevando a hombros la camilla de Sophie para evitar que se moje. El desnivel es más pronunciado de lo que esperaba, y antes de llegar a la embarcación ya nos hemos sumergido hasta la cintura. Finalmente nos encontramos todos a bordo; nuestros anfitriones se han encargado de subir unas cuantas cajas de provisiones, lo que me hace pensar que la travesía no será tan breve. En el centro de la cubierta depositamos cuidadosamente a Sophie, que parece descansar en un sueño inquieto.

Poco a poco, nos ponemos en movimiento, internándonos en las marismas. El silencio es absoluto, y una ominosa sensación hace presa en mí, como si algo inesperado estuviese a punto de suceder. Esta impresión se ve acrecentada por el hecho de que nuestros acompañantes apagan la lámpara que portaban, haciéndome estar alerta. Súbitamente, una arcada imprevista, que no va acompañada del aviso de las náuseas, congestiona mi estómago y me hace sentir como si algo estuviese subiendo por mi interior, queriendo salir fuera. Pensando que quizá se trate del maleficio de Vendela, que de alguna manera se esté viendo purgado de mi cuerpo, no hago nada por evitar las arcadas, e incluso me doblo para ayudar a que el mal trago pase lo más pronto posible.

Después de tanto silencio y ausencia de contorno y forma, que el sonido de voces en la piedra consiga que me ponga en guardia podría resultar hasta gracioso, si no fuera por que aun empuño un arma.
Haber escuchado sobre la muerte de Ellisif ya me estaba costando de digerir, sobre todo intentando no olvidar que mi razón de ser es proteger y servir y no vengar.
El murmullo casi estructural tiene la habilidad de rozar el resorte tensado de mis nervios.
Sopeso fugazmente si la razón es que ademas de recuperar la responsabilidad dentro de un grupo el miedo por Leah se me hace mas real.
Comparto miradas con todos envueltos en el extraño fenómeno musical, casi un memento desterrado de todo artificio.
Anjum esta allá abajo y necesita nuestra ayuda pero demonios si no me cuesta concentrarme en ello.
¿Que Demonios esta pasando en esta ciudad?

Avanzar o morir....

Las palabras retumbaban en mis recuerdos de alguna enseñanza pasada en mis tiempo en la Gendarmeria. Mientras nos adentramos en las fauces de la oscuridad que solo era vencida por el reflejo de una luz al final de nuestro camino trataba de estar pendiente de todas las esquinas pero el lugar era muy grande. 

Siendo la que tenia mas experiencia en combate, o al menos eso pensaba, trate de avanzar ofreciendo cobertura a mis compañeros mientras iluminaba hacia adelante con la incipiente luz de la linterna que se perdia en la nada.

El cantico comenzó a escucharse como si fuese un amanecer, como si el sonido fuese natural que estuviese en ese lugar o saliera de las paredes. Mis nervios se pusieron de punta al no entender de donde venia. Mi corazon se aceleraba por saber que enfrentabamos un enemigo de capacidades desconocidas pero estaba completamente enfocada moviendome hacia adelante siempre pendiente de obtener un objetivo a donde disparar mi arma.

... vamos enfermos, muestrenme la cara....

Solo esperaba que la mujer no estuviese muy lejos y que no fuera demasiado tarde.

Admirando la belleza que se adivina entre el paisaje cubierto por el manto nocturno me pregunto en silencio cómo es que nunca había venido a conocer este pequeño lugar de ensueño, reconozco con cierto pudor que es el lugar más lejano que he llegado en mi vida. Me siento de pronto tan citadina y mundana... Si salgo de esta recorreré el mundo, me prometo a mí misma y una punzada desconocida en el corazón me dice que quizás no sea posible.

En realidad, lo que estaba pensando era en visitar a Ophelia. Quería verla y conversar con ella sobre todas las cosas habrá visto durante su larga vida. Preguntarle cómo era, qué se sentía... Si es que ella accedía a confiarme esas impresiones.

Me miro la punta de mis botas como si eso me ayudara a anclarme en la realidad en este paisaje surreal, mientras dejábamos los móviles en el automóvil me cerré con las manos el saco que llevaba puesto pero saboreé el viento de la noche con mi piel que se erizó; momentos como este me recuerdan que estoy viva. Me quedé unos pasos detrás y contemplé a Estelle y a Geneviève abrazándose y aunque estaba ajena a aquella sensación fue suficiente para llenarme el corazón. Deslicé una sonrisa y luego escuché el relato que el hombre llamado Erik le hacía a Mats, mi vista conectó con la fotografía y los vi envolverse en un abrazo sentido. Mi sonrisa se amplió, me alegró que en este momento de dolor para mi amigo, un dolor del que yo había sido responsable en parte al fallar en resucitar a Ellisif, alguien le diera una caricia a su espíritu.

La luz de la barca me sacó de mis pensamientos, me recordó a la barca que llevaba a los muertos al más allá en algunas mitologías y me sentí ligeramente incómoda. Ayudé a poner en la barca la camilla de Sophie aunque me mojé hasta más arriba del pecho, quería sentir que era útil... De pronto no supe por qué estaba allí si lo único que hacía era fallar en los momentos relevantes.

La barca avanzaba por el agua deshaciendo el espejo que dibujaba la luna, podía sentir mis ropas pegadas a mi cuerpo y un leve tiritar que me daba placer. Podía entender las reservas de Mats al venir aquí, tanta agua podía invocar cualquier cosa hacia nosotros, pero habían hablado del lugar como un santuario y por lo que había aprendido de oír hablar a Daniel también era fácil invocar protección en lugares como este.

Y entonces la luz se apagó y tuve la sensación de que algo había pasado debajo de nosotros. Si hubiera sido creyente me hubiera persignado. Miré a Mats que se reclinaba sobre sí mismo y abrí los ojos atenta en la oscuridad a cualquier atención médica que necesitara.

Elliot sintió erizarse el vello de su nuca ante el cántico que empezó a llegar a sus oídos. Mirando a sus compañeros pudo ver sus rostros de sorpresa y desagrado ante aquellas notas lánguidas, tétricas, y cómo avanzaban con más cautela todavía. El eco en la galería hacía que el sonido fuera siniestro y ominoso.

Recordó entonces dónde había escuchado algo parecido aunque exento de aquel tinte perverso: Seamus -quien había sido su maestro por un breve tiempo-, le mostró unas grabaciones que él mismo había hecho durante sus viajes en los años setenta. Se trataba de cantos chamánicos polifónicos, donde un único cantante puede emitir distintas notas al mismo tiempo, haciendo reverberar el sonido de una forma especial y haciendo vibrar con él la barrera entre los mundos. Sonaba parecido pero infinitamente más amenazante que las grabaciones de Seamus. Aquello sonaba como debían hacerlo los cantos de las sirenas.

-Hay un rito en marcha, ¡debe ser eso! Es un canto polifónico- comentó a sus compañeros, aunque con un susurro. Miró especialmente a Gabriel, quien al fin y al cabo parecía alguna especie de chamán-. Saben que venimos, así que debe ser una trampa para nosotros; hasta que podamos detenerlo intentad no escuchar-. Dicho esto se concentró, replegando su atención sobre sí mismo como Seamus le había enseñado, protegiéndose y canturreando para sí la primera canción que le vino a la mente, la última que había escuchado en su sueño, cuando mató al lobo: "Heroes" de Bowie:

-We can beat them, forever a ever...

Comprendo la advertencia de Elliot y la asocio a las experiencias previas. ¿Un ritual? Si Elliot esta en lo cierto pueden estar volviendo a la carga. Los miro en la penumbra y en voz baja les comento lo visto anteriormente. - Al entrar aquí nos topamos con una colección de criaturas oníricas - no me detengo a puntualizar que de pesadilla - algunas como las que Gabriel saco a la vigilia en la casa Gresta. Con ayuda nos pudimos librar de ellas, pero estaban marcadas, alguien las había convocado y puede que estén intentándolo otra vez. Es como si por todos los medios intentaran que no alcanzáramos algo. Estad atentos. Aparecieron de improviso y sin ningún ruido. Yo te cubro el flanco izquierdo Chialin. Podemos desplazarnos en rombo para poder controlar todos los lados. Demonos prisa.Pero miremomos dos veces antes de meter la pata en la boca del lobo

Con la música vino un intensísimo frío y un fuerte olor a humedad. Gabriel cargó su escopeta y apuntó para hacer un tiro al aire pero no se decidió a disparar. Miró con un gesto dubitativo a Elliot.

Este último sintió que iba a llover y le pareció ver algo así como escarcha crujiendo en el alto techo de piedra tallada y hormigón, presintiendo que en el cielo de ese nefasto lugar la "sustancia" del canto condensaba como una suerte de rocío dispuesto a precipitar de un momento a otro algo de naturaleza psíquica y forma líquida sobre sus cabezas.

La voz parecía acercarse a una velocidad antinatural, como si su cantante fuera hacia ellos a una velocidad que no se correspondía con la parsimonia de su canto.

Clementine sostuvo a su amigo que vomitó junto a una baba mucosa blanca como la leche una piedra veteada de unos tres centímetros de alta que parecía representar toscamente una figura humana.

Al caer en la madera, a pesar de su pequeño tamaño, hizo un fuerte ruido como si fuera muy pesada o hubiera sido arrojada con mucha fuerza.

La doctora estaba casi segura de que Mats estaba bien y que al arrojar el bezoar no había sufrido mayor daño*. El periodista sintió un alivio infinito.

El cielo estrellado que se reflejaba en la laguna como en un espejo dando la sensación de flotar en medio la vía láctea cobró mayor intensidad como si de pronto ambos fueran más receptivos todavía a la majestuosidad del paisaje.

En el suelo de la balsa, cerca de Sophie, quedó la estatuilla. Se veía malévola y peligrosa, como si tuviera vida propia. Resultaba inquietante, sobre todo para Mats que de alguna forma supo que estaba hecha utilizando algo de sí mismo -como si los malos sentimientos, pensamientos o deseos se pudieran solidificar- , algo de verdad suyo que él consciente o inconscientemente, despreciaba y temía.

Cuando Gabriel apuntó al aire Elliot miró hacia arriba. En lo alto algo se movía, como si la piedra estuviera cubriéndose de alguna escarcha que aquel canto hacía crecer de la nada. Se acumulaba mientras las notas reverberaban en la caverna y supo que en algún instante terminaría de condensar haciendo que, lo que fuera que aquello fuera, cayera sobre ellos. Mientras cubría su cabeza con la capucha de su chaqueta advirtió a los demás:

-Algo líquido está creciendo en el techo. ¡Cubríos como podáis! ¡No dejéis que os toque cuando caiga!

Se concentró todo lo que fue capaz, tratando de ubicar la procedencia de la voz.

Tras una arcada especialmente intensa, siento cómo algo grande sube por mi garganta, acrecentando mi espasmo de manera refleja. Al cabo de un instante, un objeto sólido, duro, emerge por mi boca, recubierto por una repugnante capa de moco blanco. Asqueado, lo dejo caer sobre la cubierta de la barca. ¿Qué coño es eso? Parece… No, tiene forma humanoide. Es una especie de figurilla tallada para parecerse a una persona, del tamaño de la primera falange de mi dedo pulgar. A medida que pasan los segundos, una sensación de enorme alivio me inunda, como si me hubiese librado de un peso terrible. Por algún motivo, tengo la extraña certeza de que esa cosa está hecha de mis propias emociones negativas. ¿Esta cosa ha estado creciendo dentro de mí desde que bebí de esa puta copa? ¿Esto es lo que iba a obligarme a matar a David Montillet si lo veía?

—¿Qué… qué hago con esto? —pregunto en un susurro raspado a todos los viajeros de la embarcación, mientras dudo de si debería recoger la estatuilla. Al final decido darle un golpe seco con el pie, apartándola de Sophie y haciendo que rebote hasta uno de los lados de la barca. Pienso si debería tirar la cosa por la borda, pero enseguida descarto la opción: seguro que corrompería de alguna manera la pureza del lugar—. ¿Me lo cargo? ¿O qué?

- Merde! De fil en aiguille!

El aviso de Elliot llego a la par de que comprendia que algo venia hacia nosotros y no era una bendicion. El techo se cubría de una extraña escarcha mientras la voz que parecia envolverlo todo se acercaba. No podian agarrarnos a todos en el mismo lugar asi que me aparté al otro extremo mientras le hacia señas a Daniel, Gabriel y Albin para que no estuviesemos cerca y si alguno era victima de algo los demas pudiesen reaccionar.

Un segundo despues apuntando hacia arriba y adelante busque con un poco mas de concentracion, tratando de ver un poco mas de lo evidente, como cuando miraba las almas con las habilidades del Dios traga pecadores. 

Esperaba que sirviera de algo.

Son mas elocuentes los gestos sin filtro que las palabras y el intercambio entre Gabriel y Elliot tiene algo de natural urgencia que marca un salto de la tensión. El aviso de que nos cubramos por lo que se esta formando en el techo alza mi guardia y también la condición inquisitiva de mis sentidos.
Despellejo alguna de las bolsas de pruebas mas grandes para preparar algunas capuchas improvisadas mientras Leah se apostaba hacia una esquina del espacio ocupado. Con gesto pausado le lanzo una de las que ya tengo preparadas junto con un par de guantes. El rostro se lo tendrá que apañar como pueda.
No hubiera imaginado esa utilidad del equipo forense aunque solo nos servirá si como dice Elliot lo que sea que esta coagulándose nos llueve y no toma un carácter mas animado.
Mientras me cubro de latex las manos y con un trozo de camiseta la cara hasta la linea de los ojos, le echo vistazos cada vez mas profundos a la cosa y pienso rápido que esta pasando.
Nos están preparando una pinza y el extremo mas débil somos nosotros si no detenemos la formación y lo que habita arriba se completa.
Si hay que ganar sera ganándole la mano en su plan y considerando que quien sea lo tenia preparado de antemano lo que hay que hacer es salirse por la tangente e invocar a la suerte.
Compruebo rápidamente todas las posiciones. Me fijo en el rostro de Elliot y el de Leah y delineo la dirección común a la que apuntan y triangulo la posición del blanco.
Cuento hasta diez en mi cabeza pero en mis labios rezo.
- Bendita que eres y bendito tu fruto, guía mi fuego y ayúdanos en esta suerte.
Tomo la dirección apuntada y avanzo unos metros afilando mis sentidos todo lo que da las circunstancias de este momento.
Espero al despunte de un movimiento, guiándome por la percepción de un cuerpo, su contorno, sus otros ruidos, no de su voz apuntando y empiezo a apretar el gatillo casi disparándolo.
Va a ser un disparo al frente, uno a cada lado abriendo el angulo y uno alzando la puntería y buscando el plano elevado.
La decisión retumba en cada latido tensada con la cuerda de la percepción.
Empiezo a disparar cuando empiezo a verlo o quizás solo cuando lo intuyo.
Abrir una cortina de fuego. Cambiar de posición. Interrumpir su invocación. Romper su concentración.
Ponerle el miedo en el cuerpo. Aunque solo sea ficticio.
O les hacemos dudar para poder matarlos o que pongan pies en polvorosa o estamos fritos.