Partida Rol por web

El fauno respiró profundo antes de hablar. Su aliento formaba una nubecilla de vaho y su voz sonó sutilmente inhumana, un poco a instrumento musical hecho de cuerda y madera.

—Huc. Me llamo Huc.

Se acercó chaponteando dando un par de graciosos pasos, casi saltitos. Con precaución, pero más curioso que temeroso.

Su cuerpo, lanudo de cintura para abajo, era bello como suelen serlo los animales de hermoso pelaje o las plantas con flores bonitas.

—¿Cuál es tu mundo?

Leah evitó el choque por milímetros. Tuvo que maniobrar para no salirse de la calzada y cuando recobró el dominio de su coche el Lamborghini había girado y parecía dispuesto a perseguirla.

Estaban en una gran recta que se perdía en el horizonte y tras él empezaba a atardecer.

El chico estaba sentado en una escalinata de piedra. Se puso de pie y saludó con la cabeza a Daniel.

Como siempre a esas horas, la plaza estaba abarrotada de turistas yendo y viniendo. Poco a poco la gente iba perdiendo como entidad a los ojos de Daniel, como si no poder asirse a su memoria los fuera convirtiendo en parte de paisaje.

Cuando empezaron a hablar parecía como si ellos dos fueran lo único que existía en el universo. Ellos y su pérdida.

—Hola.

Arthür fué el primero en acudir, luego los reencontrados hermanos Carol -Dani y Cléo- junto a Ada. Geneviève y Estelle bajaron más tarde con Yuri que se marchó al embarcadero sin ni siquiera desayunar.

Édith se había quedado al cuidado de Sophie y las niñas seguían dormidas. Estelle había visto a Clementine cruzando el patio hacía un rato. Todo indicaba que la doctora había salido a dar un paseo matinal sin pasar antes por el comedor.

-Huc, mi nombre es Clementine -me presento señalándome de manera casual al apoya una mano en mi pecho. Maravillada con todos los pequeños detalles que se me presentaban desde la criatura apenas pude reaccionar segundos después que me había contestado y responder a mi vez: -¿Cómo que cuál es mi mundo? -me llevé los dedos de una mano a la boca pensativa, tocándome ligeramente el mentón -Siempre he pensado que hay otros mundos, pero no los conozco... Creo -dudé. De pronto la información y la falta de ella comenzó a hacerme malas jugadas en mi cabeza -¿Este no es el tuyo? -inquiero confundida -¿Entonces de dónde vienes? ¿Cómo llegaste aquí?

Lo admiro mientras espero su respuesta, es la cosa más maravillosa que he visto en mi vida.

Le habia rebasado y eso junto con mi adrenalina me tenian realmente excitada.

- Vamos tonto, eso es todo lo que tienes???

Concentrada trate de mantener mi ventaja sin dejarme alcanzar. Hacia tiempo que no me sentia viva o al menos eso percibia y al no recordar nada de mi pasado me limite a disfrutar del viaje. El paisaje del atardecer no hacia mas que ponerle romanticismo a mi victoria, asi que deliraba de alegria.

- Tragate mi humo!!!

Y aceleré...

—Soy oriundo del bosque de Brotonne y de un tiempo a esta parte moro en el de Claimarais.

Giró el cuello y movió un brazo para hacer referencia al paisaje.

—Conozco los pasos que hay entre las aguas y suelo venir a darme un baño o a guiar de vuelta a los prados al ganado cuando se pierde entre las lagunas.

Se acercó un poco más, apoyando una de sus patas en la pequeña explanada de la pequeña torre y haciendo visible una de sus pezuñas.

—¿Eres una ninfa?

Observó la casa con detenimiento mientras la recorrían. Sabía por la mujer que todo estaría muy cambiado, lo cual no ayudaría precisamente a recordar, pero en muchas ocasiones, pensaba, es más una luz particular, los olores de un lugar, tal vez el canto de los pájaros que habitan la zona o cualquier cosa mucho más intangible la que puede resultar evocadora. Se mantuvo muy atento a todos los detalles.

La casa era muy bonita y luminosa. La luz del sol entraba por todas partes quedando tamizados los rayos de aquella mañana gloriosa a través de las ventanas. Y en el centro del salón un piano impresionante dominaba la estancia. Sentada frente a él, la mujer oriental de rasgos clásicos parecía gravemente concentrada o tal vez ensimismada, quieta como una estatua. Pensó que tal vez estaba buscando las notas en su interior o bien trataba de adquirir cierto estado mental para comenzar la interpretación. No había escuchado música viniendo hacia aquí así que no parecía haber terminado de tocar en ese instante.

Saludó a la mujer igualmente con un movimiento de cabeza y un "encantado" y después contestó afirmativamente a Theresa acerca de los huevos.

-Es un piano precioso- comentó para romper el hielo y deseando poder verlo más de cerca-. Espero no estar interrumpiendo.

- Hola - le devuelves el saludo con cordial afabilidad dándole consustancialidad humana en medio de la marea de olvido que nos rodea. No le preguntas por banalidades vacías: ¿Como estas?¿O como va el día?
En vuestro estado importa el momento y la autenticidad de cada instante.
Le señalas un extremo de la escalinata, apartado lo suficiente para que la ceguera general no mande a ningún transeúnte contra vosotros y, le pides que se siente contigo.
Normalmente retomarías la rutina de enseñarle los frutos de la caza del día, pero no sacas la cámara sino que le miras mesandote la barba.
- Me pregunto en que piensas cuando estas aquí apartado y me gustaría oír lo que que quieras contarme sobre ello. Le he estado dando vueltas a mis pensamientos. Meditando sobre nuestra situación. Nuestro estado. Mas del tuyo que del mio si te soy sincero.
Le sonríes con ternura y ese pequeño pesar que, surge del cariño cuando quien te importa sufre. No como recuerdo de un encubierto sentimiento paternal. Esa emoción no la has experimentado con ese sentido. Se siente mas cercana a lo fraterno lo que, de un tiempo atrás, te predispone a creer que tienes hermanos.
- Por mucho que disfrute del valor de tu compañía no puedo dejarlo ahí. Ayudarte es lo que tengo que hacer. Dejarte estancado en este lugar es cruel y frio y egoísta y mas si lo hago por mi propio beneficio.
Mi deber. Mi empresa. Mi móvil es ayudarte a regresar a casa.
Tengo una idea. Relacionada con este lugar - dices señalando la figura de la catedral - Pero no sin tu permiso. No sin compartir pensamientos sobre ello.
¿Que Piensas aquí en la invisibilidad en la que estas envuelto?¿Piensas en ir a donde venias o a donde vas? ¿A casa?¿Al calor de los que te Aman?¿Piensas en avanzar al siguiente lugar?

Poco a poco mis compañeros, a los que el tiempo de convivencia ha convertido en amigos, van reuniéndose en el salón con un aire taciturno. Cuando los saludo, puedo ver en sus caras que algo los reconcome por dentro, que estoy seguro se trata de lo mismo que me preocupa a mí, aunque por algún motivo ninguno de nosotros ha dado el paso de expresarlo en voz alta. ¿Formará parte de lo que ellos hacen? Ellos. Ni siquiera soy capaz de ponerles un nombre concreto, y sin embargo, conservo la impresión vaga aunque segura de que estamos en peligro, de que la amenaza es mucho mayor de lo que somos capaces de recordar. Puede que nos arranquen la memoria, pero no pueden borrar el vacío que dejan atrás.

—Muchachos… —comienzo durante el desayuno, sin demasiada decisión—. Hay algo de lo que quiero hablar con vosotros. Y creo que vosotros también queréis hablar de ello. Aunque no sé exactamente cómo hacerlo. —Me quedo unos instantes en silencio, con la frente arrugada como si estuviese intentando resolver una operación matemática muy complicada. Tomo un trago de café—. Creo… Mentira, sé que hemos olvidado algo muy importante. Espero que no penséis que estoy loco, pero estoy convencido de que éramos más. Y estábamos detrás de algo grande, algo mucho mayor que lo que hemos descubierto. No sé… Mierda, no sé cómo decirlo. —Me muerdo el labio, adelantándome en mi asiento—. O sea, cuando intento argumentar por qué creo lo que creo, desde la lógica, soy completamente incapaz. Pero interiormente sé que nada es como creemos. Que todo lo que recordamos puede que sea mentira… Y en cambio, hay muchas verdades que no recordamos. —Trago saliva, visiblemente nervioso—. Creo que el mal sigue suelto… Y os pido disculpas por hablar de una forma tan poco clara, pero creo que todos sabemos que ellos pueden hacernos olvidar.

Me rasco la barba, confuso y bastante irritado por no haber podido expresar de un modo más elocuente mi corazonada. Espero que los demás estén de acuerdo conmigo.

—No sé qué pensáis vosotros. Si creéis que acabo de decir una estupidez…

Sentados ambos, el chico habló con los antebrazos sobre las rodillas primero mirando al frente-. Yo estoy aquí porque no me quiero ir-, para luego girar la cabeza y mirar al policía a los ojos -. Me ha visto otra persona y me ha dicho que estoy muerto y que tengo que asumirlo y despedirme del mundo de los vivos porque no sería bueno que me quedara y cuánto más tiempo pase más difícil será marchar.

Miró de nuevo al frente y se encogió de hombros.

—Me ha contado como pasó. Pero —negó con la cabeza—. No lo entiendo.

Asientes al escucharlo y le respondes con franqueza.

- Denis, creo que esa otra persona te ha dicho la verdad. En todo.

Suspiras consciente que tus palabras son un conjunto de deducciones entre la neblina.

- No se que es como sentirse como tu te sientes. Pero si siento que el tiempo no lo va a mejorar si no a enquistar - te detienes intentando buscar las palabras mas apropiadas para hacerte comprender fuera de su mirada antes de volver a ella - Estas en un lugar, que puedes habitarlo pero, que no es el va hacerte bien.

- Puede parecertelo - dices pensando en tus primeros días en tu actual estado - al principio puede que te hace bien. Pero en un momento tienes que valorar que hay mas allá.

Te enderezas para darte el halo de seriedad de lo que vas a decir.

- Denis. No te puedo decir como lo se pero si que es cierto. La muerte alcanzo a tu cuerpo.
Pero las personas no solo somos carne. Estas aquí por la parte de tu espíritu.
Pero el espíritu, como bien sabes, no habita entre la materia.
Tiene que ir a otro lugar. Distinto de lo que esa persona llamo el mundo de los vivos.
Eso es lo que llevo dándole vueltas ya un buen tiempo. Sobretodo por que tengo el palpito que si no lo haces te hará daño.

- Pero dices que hay cosas que no entiendes. Cuéntame.

No hubo reacción de extrañeza pero sí un silencio reflexivo tras el que los comensales empezaron a cambiar impresiones. Ada fue la primera en hablar.

—Yo no recuerdo nada de cuándo hicieron mis tatuajes pero siento como dolor todo el rato, como si fueran cicatrices que no acaban de curarse… Y sé que echo mucho de menos a alguien… alguien a quien amo aunque ya no conozca… Con quien el mundo era más hermoso que ahora.

Negó con la cabeza, reflexionando.

—No siento aflicción, ni vacío, ni rabia. Siento que quizá haya muerto en la plenitud... de nuestro... amor. Tal vez se sacrificó por mí.

Miró al resto.  

—Quizá gracias a los que no recordamos estamos aquí, con vida.

El siguiente en hablar fue Dani. Su porte le otorgaba siempre cierta sensación de fortaleza.

—Si hemos perdido gente… la podemos encontrar. Sabemos —. Miró a su hermana y enfatizó afirmando con la cabeza—. Sabemos que el hilo de nuestro... anhelo... conduce a ellos. ¡No tiene por qué haber muerto, Ada!

Cléo habló con la boca pequeña, como dudando un poco de sus palabras, con el café con leche en la mano.

—Tengo la sensación de que mis tatuajes están como vivos. Y podemos aprender de ellos. Quiero buscar en mis sueños y ver a dónde me conducen. Dani me puede ayudar... Y Édith. Incluso podemos dormir con Sophie para acompañarla en lo que sea que ella esté soñando.

Estelle apuntó las palabras de Cléo.

—Soñar puede ser peligroso. Ese es su terreno. Pero creo que en este lugar podríamos asumir el riesgo. También podemos hacer algún tipo de diagrama con todos nuestros recuerdos y nuestras sensaciones. Quizá así, entre todos, podamos hipotetizar lo que haya podido ser eliminado para investigar en ese sentido. Por ejemplo, tenemos el amante de Ada. Si Ada hubiera tenido alguien así ¿Dónde lo habría podido conocer? ¿Habría vivido con ella? ¿Sería amigo de alguno de nosotros?

Si cada una de nuestras vidas fuera una novela de la que han arrebatado algún personaje, algún pasaje, podríamos especular cómo puede ser lo que falta. Es el método que seguimos con Édith.

Y finalmente habló Arthür, que estaba sentado frente al periodista.

—Podemos estudiar los tatuajes como si fueran un código desconocido. Recuerdan a diagramas que conectan puntos, a menudo con símbolos en muchos de los cruces entre las líneas. Como ciudades en un mapa de carreteras ¿Mats, existe algún programa del tipo teoría de grafos con el que podamos analizar los tatuajes de Sophie comparándolos con los de Ada y Édith? Quizá podamos encontrar relaciones entre los símbolos y los trazos por analogía, relación, frecuencia… Como si fuera una lengua desconocida.

Con el dedo índice aporreó su barbilla.

—Ah, ah, y un momento… esto puede… ser importante…

Se levantó y buscó en su macuto hasta sacar un libro, era una edición muy gastada y trabajada.

—Es algo que le di a Sophie y que puede haber influído en que la hayamos encontrado. Una letanía del Libro de los Muertos egipcio que en su día me pareció muy pertinente. Claro que no es lo mismo fuera de su contexto pero la declamación de un pasaje o el conocimiento que alberga pueden sernos cruciales en un momento dado. Le regalé… le regalé a Sophie un pequeño pergamino para que lo llevara con ella.

Buscó la página mientras iba cambiando su voz a un tono más vivo, casi entusiasta.

—En realidad El libro de los Muertos no es su verdadero título sino el que le dieron los egiptólogos. Su título traducido es El Libro de la Entrada en el Día, y tiene pruebas, letanías, consejos y advertencias para que el viaje del difunto en el Otro Mundo transcurra sin percances y éste alcance su morada entre los dioses. Aunque contenga fórmulas no es un libro de hechizos en el sentido de magia que tenemos hoy día sino un libro sagrado con un corpus de ritos, de prácticas espirituales y... Para los antiguos egipcios el nombre era uno de los aspectos fundamentales de la persona y para tener éxito en el viaje había que saber conservarlo.

Suspiró, quedó pensativo un segundo y bajó su mirada al libro.

—Aquí están los versos que tratan sobre recuerdo del propio nombre. Os voy a leer la fórmula y podéis escribirla en un papel y llevarla siempre con vosotros, si os parece adecuado, claro. También os lo puedo transcribir en jeroglífico, si os parece. Bueno. Dice así:

"Que guarde yo el recuerdo de mi nombre entre las murallas inflamadas del mundo inferior, durante la noche en que se cuentan los años y los meses. Pues permanezco junto al gran dios del Oriente celeste; todas las divinidades están situadas tras de mí y, a medida que pasan, pronuncio su nombre."

Al chico le incomodaban las preguntas de Daniel e hicieron falta varias charlas para que contara alguna que otra cosa pero siempre frases confusas.

El chico creía haber fallecido en la cama y un sueño, el último que había tenido, le mantenía intrigado, inquieto. Luego, ese otro hombre que también le veía le había dicho que su sueño no había sido un sueño, que había ocurrido en la realidad. Y eso lejos de resolver el enigma le dejaba todavía más confuso.

No había forma de sacarle más detalles. Cuándo Daniel intentaba una explicación más concreta, el fantasma se cerraba en banda.

Lanzo una carcajada en el momento en el que me pregunta si soy una ninfa -No, solo soy una humana. Lamentablemente -me atrevo a agregar. Si esta criatura está aquí quizás haya una zona liminar cerca -¿Oye, por dónde viniste? -inquiero. -Me interesaría mucho ir a tu mundo, ¿Cómo haces para cruzar entre uno y otro?

De pronto me surgen unas ganas que no puedo reprimir de llegar hasta donde esté la puerta o pasaje que me permita investigar otras realidades... Quizás allí encuentre lo que se me escapado.

Cuando el nivel de la conversación llega al extremo que necesitas forzar la calma te refrenas.
El muchacho esta asustado y gritar no ayudaría a ninguno de los dos.
Con rostro pensativo serenas la voz y te acomodas a un tono mas aquietado.
- Esta Bien. Tranquilo Denis. No insistiré con eso.
Miras al chico considerando tantas cosas con las que no sabes a lo que atenerte que te esfuerzas en que tus gestos sean apaciguadores y no frustrantes y tratas que desde el fondo lo que predomine es la franca intención de no perturbarlo mas con el pasado.
- Yo entiendo tu confusión. Es una mierda existir en esta incertidumbre - confirmas el sentimiento que ronda acechando por cada esquina de tu espíritu y crees también del chico - dejemos atrás lo que fue y pensemos en el presente y en el futuro.
Contemplas la catedral con sus tres imponentes puertas y con convencimiento le cuentas al chico lo que estas pensando. En la lontananza tu vista se fija en la efigie del acceso mas cercano. El rostro amable de la Virgen.
- Yo no tengo respuestas - le confiesas retornando la mirada al joven - Solo ideas y palpitos. Algunas cosas me vienen cuando las leo. Otras cuando experimento un sitio. O cuando comparto con una persona.
No creo en las casualidades. Eso si, no me pidas que te diga por que, por que no lo se. Es así.
Si tengo esta facultad que me permite hablar contigo sostengo que debe servir a un propósito.
Suspiras con melancolía pero también con ilusión.
- No quiero mentirte. También estoy aturdido. Cada día por la mañana esta ahí ese ¿Por que?. No pretendo decir que es exactamente lo mismo. Pero si parecido.
Le sonríes tibiamente pero con afecto mientras señalas la figura de Notre Dame.
- En sitios como ese siento que me acerco a las respuestas. Aunque parezca solo un edificio y muchos lo crean que es solo eso yo...siento que rompe una barrera y que conecta con algo. Algo bueno. Muy bueno.
Le tiendes la mano para que te la coja al tiempo que te vuelves a poner en pie.
- Solo venia pensando en pedirte que me acompañaras. Podemos cruzar por mi puerta favorita, la de la Virgen y visitar el interior.
- Se que igual piensas que no puedes. Que estas aquí y aquí estas, pero prueba conmigo - señalas los pocos metros que os separan del trafico de curiosos y turistas que van de una a otra parte - Quizás descubrimos que esa es la naturaleza de mi condición. Permitirte venir a donde pensabas que no era posible.
Tu gesto es sincero. Confiado y lleno de la intención de ayuda.
- Puede que encuentres tus respuestas - dices - Yo se que aun no me ha dado las mías... - recuerdas rememorando las horas que por sus entrañas has deambulado y las que pegado a la fotografía del rostro en tu espalda dispusiste bajo la estatua de la Pieta- ... pero eso no cierra que tu no puedas. Y al menos, si funciona, por un rato veras algo mas que guiris como yo y palomas.
- Ven, dame la mano. No te soltare - esto ultimo sale de tu boca igual a una promesa